Escuchar sin juzgar, ¡qué difícil!
Cada vez que escuchamos a alguien tendemos a chequear desde
el primer segundo si las ideas que nos expresa están o no de acuerdo con
nuestra forma de ver el mundo. En este momento, es cuando empiezan los
problemas, porque estamos imposibilitando que nuestras neuronas espejo se
centren en comprender al otro.
Al juzgar nos ocupamos de pensar en algo, en lugar de
escuchar y empatizar con la otra persona.
Aunque es normal que un diálogo interno esté dentro de ti,
de mí y de todos, en la escucha tenemos que saber parar este parloteo de
nuestra mente y tenemos que estar allí para el otro. La forma de evitar juzgar
a alguien ser consciente de este diálogo interno y ser capaz de aparcarlo a un
lado para otro momento, por eso el mindfulness o
atención plena está tan de moda en contextos empresariales,
porque nos permite ventajas como esta, estar en el aquí y el ahora, contigo.
Los buenos negociadores son buenos porque consiguen que, al
final y después de todo, una parte y la otra se hayan expresado, se hayan
sentido algo entendidas y hayan podido obtener algo a cambio de la negociación
que no habrían obtenido de otra forma.
Los mejores líderes de un equipo consiguen que en su equipo
exista expresión suficiente, comprensión suficiente, ideas suficientes, y
después de todo ello, un objetivo común que todos de alguna forma queremos
alcanzar. También hay otros líderes, aquellos que no escuchan, que juzgan antes
de que hayas terminado la primera frase, que callan voces, y que con el tiempo
consiguen que existan grandes
disfunciones dentro del equipo, la primera de ellas la ausencia de
confianza: si no eres capaz de escucharme, tampoco no me puedo fiar de ti.
Sueño con un mundo en el que exista este tipo de comprensión
profunda hacia las necesidades del otro. En el cual sea más fácil construir
juntos porque ambos tenemos la necesidad de convivir y de crear. Imagino que
muchos de nuestros conflictos actuales se acabarían diluyendo, porque no sería
necesario el rencor, ni el odio, ya que habría aparecido un nuevo componente
entre nosotros: el perdón.
Dice Mandela “el perdón libera el alma, por eso es un arma tan
poderosa”.
Hace pocos meses que Mandela ya no está entre nosotros,
muchas personas recuerdan que fue un gran conciliador. Pero pocos saben que
creó para los verdugos que habían cometido crímenes en la época del Apartheid
el Comité para la Amnistía en el cual se ofrecía amnistía a aquellas personas
que confesaban sus crímenes. Puedes imaginar que se vivió mucho dolor entre
familias de víctimas escuchando la confesión de sus verdugos, pero también hubo
mucha reconciliación.
Es algo de lo que no se habla demasiado alto, no lo habrás
escuchado en TV muchas veces, a muchos puede que no les convenga que algo así
sea público, quizá no interesa tanto lo de reconciliarse. También para las víctimas
se creó el Comité para las Violaciones de los Derechos Humanos. Me pregunto cómo sería ahora el mundo si consiguiéramos reconciliar a todas
aquellas partes que están en conflicto.
Pero claro, para reconciliar hace falta escuchar… y
eso…cachis… eso nos cuesta un poco más.
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