Víctor Frankl, afirma que: “la puerta de la felicidad se abre hacia
fuera, cuando más se quiere abrir hacia adentro, más se cierra”.
Hoy en día, el servir a los demás, no se entiende como
la predisposición que se tiene de ayudar a nuestro prójimo sino se le da un
significado más de servilismo, por lo tanto no es un modo de actuación
que se prodigue con asiduidad.
El servicio, actitud del espíritu para ayudar ante cualquier
necesidad que puedan tener los demás, nos facilita salir de nuestro
estado de comodidad, de pasividad, donde nos encontramos, abriéndonos a un
mundo rico en experiencias donde podemos sacar lo mejor de nosotros mismos y a
su vez enriquecernos con los demás.
Es un estado interno que nos predispone a estar pendientes
de las necesidades ajenas; el cual nos lleva a aprender a ser humildes; sin esta
virtud es difícil no creerse la ayuda que se da. Se desarrolla el amor hacia los demás,
aprendemos a renunciar a nuestro tiempo, a
nuestras necesidades, nos ayuda a comprender al prójimo por lo que
nos resulta más fácil perdonar.
El ponernos al servicio de los demás, nos engrandece como personas, nos hace
mejores, dándole un pleno sentido a la vida. Siendo una de las primeras
consecuencias de esta predisposición la alegría
interna que sentimos.
Los tiempos actuales, nos hacen vivir con rapidez,
estresados, pensando en todo lo que tenemos que hacer a lo largo del día,
encerrándonos en nuestro pequeño mundo que no nos deja ver más allá de nuestras
necesidades y deseos, sin poder ver lo que sucede a nuestro alrededor y sin
voluntad de hacerlo. Viviendo hacia dentro nos hace más egoístas; cediendo el
paso, en ocasiones, a estados de soledad, de tristeza, incluso de depresión.
Cuando se tiene orgullo, vanidad, egoísmo…es difícil ponerse
en la piel del otro; sentimos que nos estamos rebajando ante la
posibilidad de ayuda que se nos pueda presentar. Cuando nos asaltan
pensamientos de rechazo tales como: “¿cómo voy yo a prestarle mi servicio si es
a mí a quien debería servir?”. Preguntarse: ¿qué saco yo de todo esto? ¿Qué me
das a cambio? Muestra la inferioridad moral que tenemos, aún por superar,
porque puede cerrar toda posibilidad de una buena y sana relación, que
albergaría situaciones para ponernos al servicio desinteresado y a su vez,
gratificante con los demás. Esta actitud nos encierra más en la materia dejando
el espíritu sin opción de manifestarse, dando la posibilidad de ir endureciendo
poco a poco el corazón.
Malgastar las ocasiones de servicio que te ofrece la vida,
es perder oportunidades de crecer interiormente, de ir pasito a pasito,
consiguiendo que vaya germinando el amor que tenemos todos en el fondo del
corazón, desarrollando sentimientos sinceros y momentos de alegría que nos
ayuda a transitar el camino que hacemos con el envoltorio carnal. Teresa de
Calcuta decía: “El que no vive para
servir, no sirve para vivir.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario