miércoles, 24 de octubre de 2018

Superar El Ego

Dicen que al enemigo es mejor tenerlo cerca, y este es el caso del ego. Está en nuestras manos acabar con él antes de que él acabe con nosotros.

Me gusta definir el ego como una falsa ilusión del yo. Al crear el yo a la vez estamos abriendo la puerta a una especie de guerra o competición entre la humanidad.

Tendemos a preocuparnos constantemente en qué pensarán los demás, y por lo tanto somos nosotros mismos quienes nos privamos de libertad.

Queremos ser bien vistos ante la sociedad y seguimos unas pautas que hablan sobre la normalidad.
Nuestro ego crea a lo que le llamamos “clases sociales”, y menospreciamos a los que se encuentran por debajo y hacemos la pelota a los que se encuentran por encima.

El ego necesita ser alimentado, y cuando esto no pasa nos derrumbamos ya que nos sentimos inferiores al resto. Y de hecho, esa inferioridad siempre ha estado ahí, pero la enmascaramos con la aprobación de los demás, aumentando nuestro ego.

Te habrás fijado que cuando recibes un ataque hacia tu ego te sientes hundido, humillado, avergonzado. Un cúmulo de sentimientos que te hacen sentir miserable.

Si tan guapo crees que eres, o inteligente, ¿por qué te hundes cuando te dicen feo o tonto?
En el fondo siempre nos sentimos inferiores, pero el ego es nuestro modo de huir de esa inferioridad.
¿Y si nos liberáramos del ego? Es cuando luego por fin esa inferioridad realmente desaparecería y nunca más tendríamos que alimentarlo.

El ego está hambriento, necesita comer constantemente para no morirse de hambre, ya que si lo hiciera terminaríamos en depresión. Este alimento lo ponemos nosotros, y realmente nos causa un gran impacto en nuestra vida.

Si tuviera que decir cuáles son los cimientos del ego, sin duda elegiría la imagen y el estatus social.

El ego nos arrastra a crear una falsa belleza en nosotros.

Somos capaces de anteponer nuestra imagen a nuestra salud. Hoy en día hacemos locuras para “mejorar” nuestra estética. Nos sometemos a operaciones quirúrgicas, nos gastamos fortunas, nos dañamos nuestra piel y nuestro cuerpo. Y todo por el mismo motivo, porque nos sentimos inferiores y seguimos buscando esa infinita aprobación de los demás. No podemos soportar la idea de ser “feo”. Somos incapaces.

Si por un momento nos paráramos a pensar desde lo más profundo de nuestro corazón, nos daríamos cuenta de cómo estamos literalmente arruinando nuestra vida por algo tan insignificante.
Por otra parte, sobre el estatus social, somos capaces de pisarnos unos a otros para subir unos escalones ficticios. Unos escalones creados en nuestra mente.

El principal alimento del estatus social es el dinero. Aquí es donde realmente creamos una guerra entre nosotros.

Es donde nace el robo, la corrupción, la avaricia, el marketing agresivo, el consumismo.
Algunos dirán que esto es supervivencia, pero, ¿no sería mejor la convivencia? Quien le sobre que le dé a quien le falte, en vez de a quien le sobre le quite a quien le falte, y que así le sobre más y al otro le falte más.

¿Cómo sería mi vida sin ego?
Por fin perderías el miedo a fracasar, saldrías de tu zona de confort, de tu rutina.
Estarías preparado para explorar nuevos terrenos, lo cual no habías hecho hasta ahora por miedo a la aceptación.
Arriesgarías en lo desconocido, perdiendo el miedo al rechazo o a las críticas.
Abandonarías sensaciones negativas como la timidez, la pena, el miedo o la vergüenza.
Dejarías de ser un títere más movido por la sociedad, dependiendo siempre de su aprobación.


Y lo más importante, dejarías de hacer daño a los demás.

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