martes, 9 de octubre de 2018

Nobleza Obliga


A decir verdad, el protocolo social asume la moda y, al cabo, se reduce a la escala del discurso de valores dominantes. Dejémoslo claro: en estos tiempos se anda con ligereza, prima la franqueza igualitaria y poco sentido tiene la morosidad del protocolo antiguo, adornado con detalles de enfática y a veces pomposa caballerosidad. Por eso frecuentamos cada vez menos la expresión aquí glosada: Nobleza obliga, empleada para señalar que se actúa con honestidad, por estimación propia. Con todo, pese a no figurar entre los dichos actuales más repetidos, aún figura en el acervo coloquial. Como ahora veremos, su origen es ciertamente curioso.

Los estudiosos atribuyen el diseño de la frase al francés Pedro Marcos Gastón, duque de Levis (1755-1830). En buena medida, fue éste un escritor de ideas contradictorias y a veces desconcertantes. 

Por lo que sabemos, simpatizó con los principios revolucionarios al tiempo que buscaba sentido a sus fidelidades monárquicas. No en vano, buena parte de los honores que se le concedieron tienen un matiz cortesano: Luis XVIII quiso que fuera su consejero privado y también figuró entre los pares de Francia. Hasta nosotros han llegado tres obras en las que Levis reunió sus enseñanzas más notables: Consideraciones morales sobre la hacienda, De los empréstitos y Máximas y reflexiones.

Aunque la expresión Nobleza obliga figura en los escritos del duque, otros autores la emplearon con anterioridad. Tal es el caso del romano Boecio, traductor al latín de Porfirio, Platón y Aristóteles, y filósofo cabal, que subrayó su compromiso con la lógica, la dialéctica y la aritmética. Encarcelado por traición, Boecio escribió en su celda la obra que lleva por título De consolatione philosophiae. Precisamente en el libro III de esta entrega figura la prosa VI, donde cabe leer lo siguiente: «Y si alguna cosa buena tiene la nobleza en sí, pienso yo esto solo: poner en necesidad a los de noble linaje que se esfuercen a seguir la virtud de sus antepasados».

Cuando la frase del duque de Levis alcanzó una dimensión decididamente popular, hubo otros autores que aprovecharon el mismo concepto con fines literarios. En este marco, Néstor Luján recuerda una comedia en cinco actos, estrenada en 1859 por M. A. de Keraniou: Noblesse oblige. Reconoce Luján que la pieza contribuyó a incrementar la fama del dicho, pese a que un crítico muy severo llegó a decir que «por su inverosimilitud, por la vaguedad de los caracteres principales acusa la inexperiencia del autor».





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