Hablamos a todas horas de las emociones. Tenemos numerosos
términos para denominar emociones.
Decimos que hay innumerables emociones. Los
medios informativos hablan de emociones continuamente. Llamamos emociones a
todo lo que sentimos, sean emociones, sentimientos o sensaciones. Mezclamos
indiferenciadamente y confundimos lo que sentimos, y eso hace que nos sea
difícil identificar lo que nos pasa y por qué.
A veces leemos textos que hablan de las emociones como de
entes ajenas a nosotros, que “nos tienen”, “nos habitan” o “nos dominan”. A
veces oímos decir que las emociones son negativas, que nos hacen sufrir y que
hay que eliminarlas de nuestra vida. Leemos también y oímos hablar de que es
necesario controlar nuestras emociones y ser racionales. También oímos decir
que hay que expresar los sentimientos, y otras veces, que hay que controlarlos.
La confusión es general y no es de extrañar. Nuestra
tradición cultural es racional, somos herederos del pensamiento de Descartes y
seguimos en un paradigma en el que la razón es el criterio esencial en nuestra
vida y el eje de todo nuestro comportamiento. Entendemos a las emociones como
algo que nos descontrola, e incluso domina, y la mayoría de las veces, además,
les adjudicamos un valor negativo, tanto por nuestro desconocimiento sobre
ellas, cómo por la forma en que nos afectan en nuestra vida.
Para añadir más confusión mezclamos los fenómenos:
sensaciones, sentimientos y emociones. Nos damos cuenta de las sensaciones que
nos han provocado las emociones y decimos “me siento emocionado”, y luego
interpretamos esas sensaciones y le damos un valor convirtiéndolo en un
sentimiento, por ejemplo “me siento triste”. Decimos “sentir la emoción” cuando
a la luz de los descubrimientos de las neurociencia, deberíamos decir:
“noto sensaciones”, aludiendo a los cambios fisiológicos en
nuestro cuerpo
“siento un sentimiento” refiriéndonos a cómo
interpretamos esas sensaciones: placenteras, displacenteras, de tensión, etc.
“tengo una emoción” aludiendo a la respuesta de
valoración ante lo que ocurre.
Estas distinciones emocionales son claves para los fines de
este libro ya que nos van a permitir identificar la emoción que está en la base
de nuestro comportamiento conociendo de qué nos informa, tomando consciencia de
nuestras sensaciones corporales, analizando los sentimientos que eso nos
produce, comprobando las acciones que nos posibilita y la forma de ser y
comportarnos que origina.
Un planteamiento en línea con el que realiza la
Teoría de la Inteligencia Emocional de tomar consciencia de uno mismo y
autogestionarnos de forma funcional, es decir, en función de nuestros objetivos
y nuestro entorno.
Así que éstas serán las claves del desarrollo de personas:
la toma de consciencia de cómo está interpretando lo que pasa, del valor y
significado que tiene para ella, la identificación de las acciones que puede
llegar a hacer desde ello, el impacto que tiene en su personalidad, y la
elección y generación de la emoción que mejor le venga a sus objetivos.
Las emociones implican al ámbito personal, pero también al
social, y tienen una trascendencia excepcional en ambos ámbitos. En todo
momento de nuestra vida, en las conversaciones con uno mismo, y en las
conversaciones con otras personas; en cualquier situación: en el trabajo, en la
calle, en la familia, en los colegios, universidades, empresas, asociaciones,
con amigos, en encuentros ocasionales,…, las emociones están siempre presentes
ya que fundamentan nuestra acción porque forman parte del equipamiento
biológico que nos ha traído hasta aquí como humanos. Y nos afectan para bien,
generando espacios de cooperación, bienestar, convivencia, cohesión de grupos,
y para mal, cuando propician situaciones de confrontación, aislamiento,
desprecio, sometimiento de otros y sufrimiento.
Si en el día a día el manejo de las emociones propias y
ajenas es un desafío continuo, en el ejercicio profesional del desarrollo de
personas: liderazgo, educación y coaching, la comprensión y manejo de las
emociones se convierte en uno de los retos cruciales por cuanto las emociones
están en la base de la acción. Y eso, la acción, es el resultado que busca el coaching.
Pero también es un resultado que se busca en la dirección de personas donde la
figura del líder-coach, el directivo que utiliza planteamientos y técnicas de coaching en
su ejercicio de dirección de personas, está siendo muy valorada y requerida.
Otro tanto podríamos decir del creciente interés por el coaching en
el ámbito educativo.
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