En una ocasión escuché a
alguien decir: “cuando dejas de soñar pierdes vida”. Y es verdad, porque los
sueños son como una llama viva en nuestro interior que nos anima y nos mueve.
Los sueños tienen la capacidad de generar en nosotros emociones positivas, como
la ilusión, el entusiasmo, el propósito o el sentido; y esta es la razón por la
que son una fuente de felicidad en nuestra vida.
La diferencia entre las metas y los sueños es que estos
últimos tienen un mayor componente emocional y significado para nosotros. Puedo
tener la meta de conseguir una determinada cualificación profesional o el sueño
de hacer un determinado tipo de trabajo o llevar un determinado tipo de vida.
Un estudiante de arte dramático tiene la meta de terminar sus estudios y el
sueño de convertirse en actor y de vivir la vida que viven los actores.
Un
estudiante de ingeniería puede tener la meta de terminar sus estudios
universitarios y el sueño de llegar a dirigir la empresa más importante de su
sector o de ser el responsable de importantes proyectos.
Desde
el punto de vista de felicidad y emociones positivas, las metas nos suelen dar
felicidad cuando las conseguimos, sin embargo, los sueños nos dan felicidad a
lo largo de todo el camino. Esta es la razón por la que los soñadores suelen
ser gente feliz, y por la que tener sueños es una muy buena prescripción de
cara a nuestra felicidad de vida.
Sin embargo, lo que en muchas ocasiones ocurre, es que a
medida que vamos avanzando en nuestra vida y cumpliendo o abandonando los
sueños que teníamos en la juventud, nos vamos quedando sin sueños, y con ello
perdemos una fuente de felicidad y también una fuente de vida.
Los sueños no son más que algo que deseamos ver materializado
en nuestra vida, o en la vida de los demás, o incluso en el mundo, y como tal
los podemos tener a cualquier edad, de hecho, yo creo que los sueños de la edad
adulta son mucho más potentes que los de la juventud, porque son sueños más
maduros y con un mayor significado. La clave está en mirar nuestra vida y el
mundo y ver cómo nos gustaría que fuera. La otra clave es convertir el sueño en
acción, comenzar a caminar para materializarlo por medio de acciones, mayores o
menores, pero acciones, porque un sueño sin acción no es un sueño, es una
ensoñación.
¿Qué te gustaría ver materializado? ¿Una nueva casa, tocar la
guitarra, un determinado puesto profesional, una cantidad de dinero que te
permita sentir seguro o mandar a tus hijos a estudiar a las mejores
universidades del mundo, una sociedad más solidaria, una atmósfera más limpia…?
Vamos, ¿cuáles son tus sueños?
Permítete soñar y comprométete con tus sueños, conviértelos
en metas y ponte en camino. Esto llenará tu vida de ilusión y entusiasmo.
No
permitas que las limitaciones que se ponen otros te limiten a ti.
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