Todas las expresiones de violencia generan daños en las
personas de una u otra manera. La severidad de estos daños dependerá de la
magnitud y del tipo de violencia que se cometa (emocional, física, sexual o
económica) y de las características de la persona que es violentada. Como ya se
ha mencionado, en los casos de violencia familiar los niños, las mujeres, los
discapacitados y las personas mayores son los más vulnerables.
Cuando la violencia ocurre durante la infancia, los daños
que se generan en la personalidad del niño o de la niña pueden ser para toda la
vida. Si el niño no recibió el afecto y el cuidado que necesitaba y en su lugar
recibió maltrato emocional o físico lo más probable es que desarrolle una
personalidad con baja autoestima, sentimientos de minusvalía, culpabilidad,
gran inseguridad y termine por no darle importancia ni valor a sus necesidades
afectivas.
Durante su etapa escolar, en el mejor de los casos
experimentará bajo rendimiento y aislamiento social y en el peor se refugiará
en las drogas, el alcohol o la delincuencia.
Más adelante, en su edad adulta, formará relaciones
interpersonales que podrán ser insatisfactorias y conflictivas o podrán llegar
a ser claramente destructivas, con altos grados de violencia, porque eso fue lo
que aprendió en casa.
Cuando el maltrato es por parte del hombre hacia la mujer,
la familia entera se verá afectada. La mujer, además de sentirse devaluada,
culpable y temerosa experimentará “estrés emocional” afectando de manera importante
su desempeño laboral o su trabajo en el hogar. Difícilmente logrará cuidar
adecuadamente a sus hijos y brindarles el amor que ellos necesitan, en el peor
de los casos se desquitará con ellos replicando la violencia ejercida por la
pareja.
El abuso sexual, también provoca daños importantes en
la personalidad del que la padece, además de los sentimientos de minusvalía e
inseguridad que ya hemos mencionado, se añaden los trastornos que los
psiquiatras catalogan como “estrés postraumático”, es decir, la persona empieza
a experimentar un gran temor, culpabilidad, frustración, enojo soledad,
desesperanza, miedo intenso y una gran sensación de falta de ayuda y de horror.
Este “estrés postraumático” se puede experimentar también cuando el maltrato
físico es de grandes magnitudes.
Por último, habría que señalar que en el maltrato físico y
en ocasiones en el abuso sexual, además de ocasionar grandes daños psicológicos
en la persona, se provocan lesiones en el cuerpo como llagas, heridas,
traumatismos, hematomas, cortaduras, quemaduras, o fracturas. Se puede llegar
incluso a la invalidez o al asesinato de la víctima.
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