miércoles, 17 de octubre de 2018

La Razón Y La Emoción

El equilibrio inteligente entre la mente racional y la emocional: una aproximación al desarrollo de las competencias sociales del individuo.

“Tan negativa es la emoción desaforada sin el freno de la razón, como la razón
sin el impulso de la emoción”
Anónimo

No pocas personas consideran que el desarrollo de la razón y la emoción en el hombre son procesos independientes y en cierta medida antagónicos. Sin embargo, gracias a las influyentes aportaciones  de científicos, neurólogos, filósofos y psicólogos, hoy se puede evidenciar la convergencia existente entre estas dos dimensiones esenciales de la existencia humana.

Hoy en día, estudios sobre el análisis del comportamiento humano consideran en primer lugar la subjetividad, ya que al momento de la toma de decisiones el hombre no solamente tiene en cuenta los análisis racionales, sino que dependiendo del momento, la situación y la circunstancia, la carga emocional termina superponiéndose a la lógica de la razón.

Con lo anterior, se evidencia que el papel de la toma de decisiones no es un problema de poca monta, ya que por medio de ellas los hombres trazan los destinos y el sentido de sus propias vidas y, entre otras cosas, deciden la manera de invertir sus ingresos y los mandatarios que los van a gobernar.
Es decir que las acciones humanas contienen algo más que juicios, planes estratégicos, procedimientos y convicciones, ya que las mismas están cargadas de un contenido emocional de donde resulta fiable afirmar que la razón sin sentimientos es ciega.

A hora bien, se puede afirmar que el actuar del individuo está constantemente  acechado por la incertidumbre sobre en qué momentos es la razón quien domina la emoción y en qué casos es más dominante la emoción y más ineficaz la razón; incertidumbre que podríamos formular en el siguiente cuestionamiento: ¿Cómo lograr mantener el equilibrio inteligente entre la mente racional y la emocional favoreciendo el desarrollo de las competencias sociales del individuo?

Para intentar responder lo anterior, vamos a revisar algunos autores que han hablado al respecto. Rubinstein dice que la emoción aparece como el nivel de conciencia subjetiva (sentimiento- feeling), que la persona experimenta frente a un estímulo tanto interno como externo, que se puede llegar a evidenciar y manifestar desde diferentes dimensiones, por ejemplo, la dimensión fisiológica (en los cambios corporales internos), en una dimensión expresiva y motora (en la manifestaciones conductuales externas), y en una dimensión cognitiva (funcionamiento mental.

En la misma dirección, Joseph LeDoux, destacado neurobiólogo de la Universidad de Nueva York, explica que el concepto emoción abarca una respuesta corporal, compuesta de una parte vegetativa (sudoración, vasoconstricción o vasodilatación de los vasos sanguíneos de la piel, que producen respectivamente, palidez o enrojecimiento, temblor, etc.) y una respuesta motora, que da lugar a la expresión somática, gestual de las emociones (expresiones faciales, posturas, gestos de protección).

Aristóteles, por ejemplo, en la Retorica considera que las emociones son la reacción inmediata del ser vivo con situaciones que pueden ser favorables o placenteras, y otras que por el contrario pueden ser desfavorable o dolorosas, la cual basta para poner en alarma al ser vivo y disponerlo para afrontar la situación con los medios a su alcance. Aristóteles concibe que las emociones posean elementos racionales como creencias y expectativas, razón por la que es considerado el precursor de las teorías cognitivas de la emoción.   

Descartes, por su parte en las Pasiones del Alma, presenta a las emociones como afecciones, es decir, modificaciones pasivas causadas en el alma y por el movimiento de las fuerzas mecánicas que obran en el cuerpo. La función de las emociones es incitar al alma a permitir y contribuir a las acciones que sirven para conservar el cuerpo o hacerlo más perfecto. Considera que existen seis emociones simples y primitivas: el asombro,  el amor, el odio, el deseo, la alegría y la tristeza y que todas las demás están compuestas o son derivadas de estas.

Muchas de las obras existentes en la filosofía moderna insisten en la idea latente o explícita de que las verdades profundas no son únicamente intelectuales sino que son producto de una existencia multidimensional y emocional. Tal vez la más representativa de entre todas estas doctrinas sea la de Spinoza, quien a partir de un análisis sobre las pasiones humanas en La ética demostrada según el orden geométrico, presenta la íntima relación entre las emociones y las acciones políticas. 
  
Por otra parte, las doctrinas que niegan el significado de las emociones consideran que el mundo es racionalmente perfecto y que garantiza de manera absoluta la existencia y realización del individuo. Es decir, que el mundo al ser racional no contiene amenaza alguna para el hombre. Desde esta perspectiva, se evidencia cómo para los estoicos las emociones no tienen significado ni función alguna, puesto que la naturaleza ha proveído de modo perfecto a la conservación y al bien de los seres vivos, brindando a los animales el instinto y al hombre la razón. Por lo tanto, para el estoicismo, las emociones son consideradas como perturbaciones del ánimo, como opuestas a la razón.

Alberto Maturana nos invita a reflexionar con respecto a lo meramente racional, indicando que, frecuentemente, se declara que lo que distingue al ser humano de los otros animales es su naturaleza racional. Pero realmente decir que la razón caracteriza a lo humano es una anteojera, y lo es porque nos deja ciegos frente a la emoción que queda desvalorizada como algo animal o como algo que niega lo racional, es decir, que al declararnos seres racionales vivimos una cultura que desvaloriza las emociones y no vemos el entrelazamiento cotidiano entre razón y emoción que constituye nuestro vivir humano y no nos damos cuenta de que en el fondo “todo sistema racional tiene un fundamento emocional”.  


Otras importantes investigaciones, como las del psicólogo Goleman en compañía de Mintzberg y otros especialistas, plantean que el ser humano tiene dos mentes. La primera de ellas: la mente emocional (emotional mind), que actúa como un motivador, una fuerza impulsora que da vida, ya que trasmite pasión, alegría e iniciativa, describiendo y valorando el estado de bienestar en la que se encuentra cada sujeto; distinguiéndose por percibir sensaciones, relaciones, generar corazonadas, ser  poderosa, influyente, a veces ilógica y rápida descartando la reflexión deliberada y analítica que es el sello de la mente racional, siendo propensa a la creatividad y a la intuición. 

Estas aptitudes se le atribuyen al hemisferio derecho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario