Pese al sinfín de elementos culturales, demográficos,
sociales y económicos que les separan, los jóvenes de todo el planeta parecen
tener algo en común: están dejando de lado a la religión. Una encuesta reciente de Pew confirma
que, en agregado y a nivel global, la mayor parte de las nuevas generaciones se
sienten menos religiosas que las antiguas. Creer, ir a misa o formar parte de
una congregación cualquiera comienza a ser, poco a poco, cosa de pasado.
¿Cómo? El
proceso de secularización es bien conocido en Occidente, un arco cultural
repleto de países ateos y jóvenes radicalmente separados de la idea de
Dios, pero se antojaba extraño en otros puntos del globo. Sin embargo y de
forma paulatina, las nuevas generaciones de rincones antaño muy religiosos como
Irán, Nigeria, Polonia, Argelia o Brasil dan una menor importancia a la
religión en su día a día. Es un hecho singular porque les separan culturas muy
diversas.
¿Por qué? En
algunos casos emerge un patrón: el progresivo desarrollo económico de sus
sociedades. La secularización en Europa y América llegó de la mano del paso de
una economía tradicional a una moderna, donde el rol de la Iglesia y de la
identidad religiosa como aglutinador de las comunidades pasó a un segundo
plano. Otros estudios, sin embargo, apuntan a que las personas tienden a
volverse más religiosas conforme suman años a sus
espaldas.
El efecto de la conectividad global y las nuevas tecnologías, en plena
sociedad del conocimiento, puede haber jugado otro papel (los jóvenes se
conectan más a Internet).
Las religiones.
Las mayores brechas ilustradas por Pew se dan
en Europa y América, donde la importancia declara de la religión para grupo de
edad puede diferir en más de 20 puntos porcentuales (es el caso de Canadá,
Dinamarca y Australia, además de Corea del Sur). En alrededor del 70% de los
países latinoamericanos y en la mitad de los europeos los jóvenes son
significativamente menos religiosos que sus mayores. Son los casos más
evidentes.
En África y Asia las diferencias son menores, y en la mayor
parte de los casos inexistentes. Por religiones las cifras también varían: sólo
en un cuarto de los países musulmanes existe brecha generacional, por la mitad
de las naciones cristianas.
¿Muere la religión? No. Las cifras de la
encuesta ilustran procesos a gran escala, en múltiples puntos, pero no globales
y replicables en cada país. Más importante aún, aunque los jóvenes sean cada
vez menos religiosos, allí donde aún lo es el crecimiento demográfico es mucho mayor. La mayor
parte de los países de mayor desarrollo poblacional son muy religiosos
(Pakistán, Níger, Chad, Ghana o Etiopía, entre otros muchos). También son
países más pobres que la media global.
¿Entonces? Confluyen
varios fenómenos paralelos: por un lado, el crecimiento del ateísmo como minoría
global en pleno auge demográfico de la religión; por otro, el desenganche de
los jóvenes a la religión como factor identitario o aglutinante, primer paso
hacia la secularización; y por otro, el crecimiento poblacional muy destacado
de los puntos del planeta más religiosos.
Es decir, un escenario donde la religión se hace más fuerte,
pero también más focalizada, y donde pierde terreno es allí donde hay más
desarrollo económico y entre los más jóvenes.
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