jueves, 4 de octubre de 2018

La Convergencia Forzada

Si algo ha cambiado con la llegada de internet y las redes sociales es la posibilidad de hacer lo que hacíamos antes pero con otra velocidad, pues estamos conectados con otros con mucha mayor facilidad a una escala interplanetaria: "el Facebook es muy rápido y le da una nueva velocidad a las conversaciones", dice una joven artista visual. Nuestros informantes coinciden en que el ciclo se ha acortado, y que el ritmo con el que se construyen, reproducen y desarticulan las comunidades de lectores es definitivamente más vertiginoso. "Los libros generaban comunidades lectoras, pero las comunidades lectoras tomaban un tiempo para desarrollarse y tomar una fuerza específica –comenta un editor independiente.

Ahora eso sucede mucho más rápido, y además es público, no es solo una cosa privada, íntima".
Como la red ofrece una plataforma más accesible y con menos barreras que los espacios de discusión tradicionales, cualquiera puede intervenir en estas discusiones, lo que en general es visto como un cambio positivo. Por otra parte, los vínculos que se establecen en las comunidades digitales tienden a ser más superficiales y efímeros que los basados en la copresencia, e incluso que aquellos de las comunidades articuladas desde los diarios y revistas de circulación nacional, que implicaban ‘pensar bien’ las respuestas y seguir las polémicas durante semanas.

"Ahora es más fácil crear comunidades lectoras –apunta un escritor joven–, pero creo que son más superficiales que antes". Hay quienes apuntan, en este mismo sentido, que este desplazamiento hacia el mundo digital no ha sido capaz de desarrollar el mismo nivel de análisis y profundidad que tenían los intercambios en presencia. 

Una joven escritora reflexiona en su diario de lectura: "La conversación presencial sigue conservando la fuerza del verdadero debate e intercambio de ideas, y el libro en papel sigue siendo la representación del tiempo, el análisis y la pausa en un mundo donde todo circula hacia donde sea, imperativamente". Para otros, un poco más optimistas, las redes sociales facilitan la cohesión de una red y el intercambio entre sus miembros: "hay una comunidad de escritores jóvenes que están muy conectados –nos dice en este sentido una poeta de esta misma generación–.

Tengo gente que no conozco en Facebook, pero los tengo aceptados porque son amigos de amigos que sé que pertenecen a este círculo, y me interesa ver qué están haciendo mis contemporáneos".

Las redes sociales han expresado esta dimensión social de la lectura de formas insospechadas, multiplicando los vínculos y generando sinergias entre los colaboradores: si siempre pudimos encontrar rayados y comentarios de los lectores en los libros de las bibliotecas, hoy existen aplicaciones específicas para compartir esas impresiones y agrupar a los lectores.


Existen hashtags para compartir bibliografías y comentar las lecturas hechas dentro de circuitos culturales específicos. Con todo ello –reflexiona una escritora de la generación de arriba–, comienzas a entenderte menos a ti mismo como el eje de las lecturas, para dejar este lugar de la agencia a otros: te abres a las recomendaciones y a las sorpresas. "La sorpresa permite lecturas más críticas, y genera una relación más abierta y más dúctil con el mundo", afirma. 

Estas convergencias en un nuevo terreno público facilitan la tarea de mapear el campo, familiarizarse con autores y textos, acceder a los libros y situar la propia producción dentro del escenario contemporáneo.

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