Ahora eso sucede mucho más rápido, y además es público, no
es solo una cosa privada, íntima".
Como la red ofrece una plataforma más accesible y con menos
barreras que los espacios de discusión tradicionales, cualquiera puede
intervenir en estas discusiones, lo que en general es visto como un cambio
positivo. Por otra parte, los vínculos que se establecen en las comunidades
digitales tienden a ser más superficiales y efímeros que los basados en la
copresencia, e incluso que aquellos de las comunidades articuladas desde los
diarios y revistas de circulación nacional, que implicaban ‘pensar bien’ las
respuestas y seguir las polémicas durante semanas.
"Ahora es más fácil crear comunidades lectoras –apunta
un escritor joven–, pero creo que son más superficiales que antes". Hay
quienes apuntan, en este mismo sentido, que este desplazamiento hacia el mundo
digital no ha sido capaz de desarrollar el mismo nivel de análisis y
profundidad que tenían los intercambios en presencia.
Una joven escritora
reflexiona en su diario de lectura: "La conversación presencial sigue
conservando la fuerza del verdadero debate e intercambio de ideas, y el libro
en papel sigue siendo la representación del tiempo, el análisis y la pausa en
un mundo donde todo circula hacia donde sea, imperativamente". Para otros,
un poco más optimistas, las redes sociales facilitan la cohesión de una red y
el intercambio entre sus miembros: "hay una comunidad de escritores
jóvenes que están muy conectados –nos dice en este sentido una poeta de esta
misma generación–.
Tengo gente que no conozco en Facebook, pero los tengo
aceptados porque son amigos de amigos que sé que pertenecen a este círculo, y
me interesa ver qué están haciendo mis contemporáneos".
Las redes sociales han expresado esta dimensión social de la
lectura de formas insospechadas, multiplicando los vínculos y generando
sinergias entre los colaboradores: si siempre pudimos encontrar rayados y
comentarios de los lectores en los libros de las bibliotecas, hoy existen
aplicaciones específicas para compartir esas impresiones y agrupar a los
lectores.
Existen hashtags para compartir bibliografías y comentar las
lecturas hechas dentro de circuitos culturales específicos. Con todo ello
–reflexiona una escritora de la generación de arriba–, comienzas a entenderte
menos a ti mismo como el eje de las lecturas, para dejar este lugar de la
agencia a otros: te abres a las recomendaciones y a las sorpresas. "La
sorpresa permite lecturas más críticas, y genera una relación más abierta y más
dúctil con el mundo", afirma.
Estas convergencias en un nuevo terreno
público facilitan la tarea de mapear el campo, familiarizarse con autores y
textos, acceder a los libros y situar la propia producción dentro del escenario
contemporáneo.
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