Nuestro estilo emocional es algo más que la visión subjetiva
y personal que hacemos de la vida, ya que tiene la capacidad de afectar a
nuestro bienestar y salud física,
además de psicológica. Se sabe que numerosas enfermedades crónicas no son
únicamente el resultado de causas externas, sino que tienen sus raíces en
nuestra biología emocional.
El vínculo que existe entre nuestro tipo emocional y la
salud explica por qué la medicina moderna (que suele establecer un tratamiento
“igual para todos”) a menudo no logra tratar con éxito el dolor crónico
y la enfermedad.
Examinando la interacción
de las emociones, enfermedades crónicas y el dolor, y el éxito
del tratamiento, los psicólogos Michael Jawer y Marc
Micozzi estudiaron cómo
las condiciones crónicas están intrínsecamente vinculadas a ciertos tipos
emocionales y de cómo estas dolencias se tratan mejor mediante la elección de
una terapia de curación de acuerdo con su tipo emocional.
El concepto de Límite Mental se refiere a un rasgo de
personalidad relacionado con el grado de separación (“grosor”) o conexión
(“delgadez”) entre las funciones mentales y los procesos emocionales.
Así, los límites
delgados se
asocian con un tipo de mente abierta pero a la vez sensible, vulnerable,
creativa y con capacidad artística. Las personas con límites delgados tienden a
confundir la fantasía y la realidad, así como a tener un sentido fluido de
identidad, por lo que tienden a fusionarse o perderse en sus relaciones con los
demás.
Las personas con límites
gruesos diferencian
mucho más claramente entre realidad y fantasía, ponen mucha más distancia
emocional entre uno mismo y el otro, y tienden a preferir estructuras sociales
bien definidas.
Imagina un momento en que te sentiste frustrado o enfadado e
impulsivamente golpeaste una pared o algún mueble. O piensa en cómo haces para
“descargarte” cuando estás preocupado por un ser querido, por el trabajo o por
tu salud. Es posible que llores, grites, te enfades, o por el contrario que una
buena carcajada te ofrezca esa ansiada liberación emocional.
La cantidad de energía implicada puede ser inmensa.
Podríamos imaginar a
uno de nuestras más hermosas emociones como la alegría, como una radiación de
energía feliz, que se expande hacia el mundo, y uno de nuestros peores
sentimientos como la desesperación, como una inhibición de la energía que el
individuo retrocede en él o ella. Esa sensación de movimiento se refleja en la
palabra “emoción” en sí misma, que viene del latín emovere, que
significa “pasar de” o ” salir de”.
Cambios en el perfil químico del cuerpo… cambios en los
órganos… cambios en el grado de contracciones musculares… y cambios en nuestros
circuitos neuronales. En suma, el cambio connota movimiento, y el movimiento
connota energía.
Mientras que utilizamos calorías para medir la ingesta y el
gasto de energía física, no existe una manera “científica” actualmente
aceptada para delinear la energía
emocional. Sin embargo, un intento de capturar esto
lingüísticamente ha sido intentado por muchas culturas y filosofías, vinculado a
los conceptos de salud y curación.
Los hindúes llaman a energía corpórea prana,
los chinos la conocen como qi. Freud encontró algo que llamó la libido y, al mismo
tiempo, que Freud,
un filósofo francés llamado Henri Bergson llamó élan vitale,
o “fuerza vital”.
Cualquiera que sea la forma en que elegimos llamarlo, parece
proteger a las personas contra los efectos debilitantes del estrés.