“La vida cotidiana de la mayoría de los humanos está
constituida de quejas, de luchas, de tormentas y de rencores. ¿Por qué? Porque
su campo de conciencia es tan estrecho y limitado, que nada les parece más
importante que sus preocupaciones, sus ambiciones, sus codicias y sus
querellas. No ven la inmensidad del cielo sobre ellos, todo este espacio
infinito… Si se dignaran a alzar los ojos, se liberarían de esas limitaciones y
respirarían libres finalmente. Simplemente se trata de una dirección de la
mirada: no tanto dirigirla hacia abajo, sino hacia arriba.
Aquél que piensa en el infinito, en la eternidad, comienza a
sentir que planea por encima de todo, que ya nada podrá dañarle, ninguna
vejación, ninguna ofensa, ninguna pérdida, porque otra conciencia se está
despertando en él.”
"Este sentimiento que a
veces experimentamos de que la inmensidad, lo ilimitado es la verdadera patria
de nuestra alma, no es una ilusión, tiene su origen en nuestra estructura
psíquica. Por esto, aquellos que rehúsan tener en cuenta estas necesidades de
su alma, sentirán siempre en el fondo de sí mismos una especie de
insatisfacción. Aunque tengan fortuna, reciban honores, tengan éxito, alcancen
la gloria, siempre tendrán la sensación de que les falta algo. Es inútil tratar
de negar o de rechazar esta sensación por los medios que sean; porque está ahí
para obligarles a caminar por el camino que les conducirá hasta la Fuente de la
luz.
Dios no puede ser visto, ni oído, ni tocado, ni explicado, ni alcanzado. Sin embargo, sentimos la necesidad irresistible de ir en su búsqueda. Y es Dios mismo quien ha puesto esta necesidad en nosotros para que nunca dejemos de avanzar. Lo esencial es no detenerse nunca."
Dios no puede ser visto, ni oído, ni tocado, ni explicado, ni alcanzado. Sin embargo, sentimos la necesidad irresistible de ir en su búsqueda. Y es Dios mismo quien ha puesto esta necesidad en nosotros para que nunca dejemos de avanzar. Lo esencial es no detenerse nunca."
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