viernes, 1 de febrero de 2019

El Tiempo En Nuestra Vida

El trabajo se nos acumula. Las exigencias del día a día cada vez se hacen más abundantes y pesadas. Detrás de cada una de ellas aparecen otras nuevas, sin que se alcance a ver el final. Pensemos en lo que conlleva ejercer una profesión, formar una familia y velar por su bien, desempeñar funciones públicas, cumplir el deber de cada instante… Con frecuencia, se hacen también presentes grandes tensiones, dificultades y resistencias. Todo ello, exige de las personas muchos recursos materiales y energías que hay que poner en juego (R.Guardini). Para salir adelante hace falta un esfuerzo siempre renovado, prudencia, atenta vigilancia y búsqueda del equilibrio de la vida profesional, personal y familiar.

Como reflexiona el filósofo Ricardo Yepes, el hombre y la mujer son seres temporales y pueden trascender verdaderamente al tiempo. Lo temporal y lo intemporal conviven juntos en cada uno de nosotros. No se oponen, sino que se complementan. Por eso, las actividades como amar, crear ciencia, arte, cultura, tienden a permanecer por encima del tiempo, y hacerse duraderas.

Además, la manera más humana de superar el tiempo y no dejarse dominar por él, es la capacidad que tenemos de ver nuestra vida por adelantado, anticipándonos al futuro, con la proposición de metas que ordenan nuestras libres decisiones en relación con los fines que hemos escogido. Por todo esto, el hombre y la mujer son seres futuristas, abiertos hacia adelante, capaces de proyectarse y vivir la propia vida según el proyecto que cada uno de nosotros planea para sí, en busca de la felicidad. Por ello, el futuro es el lugar hacia el que nos dirigimos con la esperanza de crecer, de ser felices.

Nuestra vida humana se compone, no de instantes aislados, sino de momentos sucesivos que están articulados entre sí en una duración que fluye de modo permanente. La temporalidad humana se desarrolla según un ritmo cíclico, que destina un momento a cada cosa y repite una serie de alternancias: el día y la noche, el sueño y la vigilia, el descanso y el trabajo. 

Hay una armonía entre el discurrir del tiempo cósmico y el de los seres vivos; sus ritmos son sincrónicos. Nuestro organismo y nosotros mismos hemos de estar en armonía: no podemos actuar al margen de él, sino someternos a sus ritmos, a sus exigencias, y gobernar sus inclinaciones: por la noche nos entra sueño y nos vamos a dormir; muchos días seguidos nublados nos deprimen; nos afectan los cambios de presión; las digestiones inducen al reposo; el sol, el mar y el aire puro tonifican la piel, los pulmones y favorecen la salud, etc. El cuerpo tiene su ritmo, y dependemos de él; a su vez, él depende del cosmos. La vida humana tiene un orden crónico (de “cronos”, tiempo). En España, la hora oficial no coincide con la solar, provocando un trastorno en nuestro horario y costumbres cotidianas. La vuelta al huso horario del meridiano de Greenwich, en vigor en España antes de 1940, supondría un avance para corregir dicho desequilibrio.

Además, nuestro modo ordinario de vivir el tiempo se ha alejado de esta dependencia “cósmica”, sometiéndolo a un duro e intensivo tratamiento tecnológico, que ha separado y extrañado al hombre del mundo natural. Como el ser humano no es dueño del transcurrir del tiempo, siempre tratamos de ganar tiempo de tener más. La forma moderna de conseguirlo es la velocidad, que consiste en la reducción del tiempo natural de los procesos. La velocidad se considera así una ganancia de tiempo, siendo uno de los placeres inventados por el hombre moderno (los animales nunca tienen prisa), generando una patología llamada prisa (una de las enfermedades de nuestra época). Su peligro es, precisamente, que altera los ritmos naturales, como nos sucede cuando por ejemplo cruzamos el Atlántico en avión.

La velocidad es productividad, competitividad, beneficio y rentabilidad: el tratamiento económico y tecnológico de todas las realidades humanas y culturales que caracterizan nuestra época han convertido al tiempo en un factor decisivo de la producción y en un bien de consumo más.

Como factor de producción, el tiempo se planifica para organizar las distintas fases del trabajo, los desplazamientos, la atención de clientes y proveedores, etc. 

Un axioma en el mundo actual, es que el tiempo es un bien escaso: hay que disminuir todo lo posible el gasto que se hace de él, de modo que se consigan hacer más cosas en menos tiempo. La competitividad, más incluso que vencer al adversario en la lucha económica, consiste en llegar antes, ganando una batalla contra el tiempo para anticiparse a los demás.

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