¿Quién se atrevería decirle a un hombre que cayó al mar:
‘llámame si me necesitas’? o quién podría decir la misma frase cuando un amigo,
hijo o hermano, está sin trabajo y con varios pendientes y deudas por resolver
nos confiesa sus preocupaciones.
En medio de un pésimo momento, como puede ser enfrentarse a
la muerte de un ser querido, a la separación definitiva de la pareja o la
confirmación de un padecimiento, más allá de la cortesía o el deseo de
transmitir comprensión, necesitamos de la ayuda y apoyo de otra persona, lo cual
no se transmite con frases trilladas, que si bien pueden ser dichas con la
mejor de las intenciones, están lejos de ser palabras que comprometan amor e
interés.
Val Walker, autora del libro El arte de consolar, de
Editorial Vergara, explica que: “¿Qué había en su presencia que te alentó, qué
te hizo sentir más ligero? Pudo haber sido una sonrisa tranquilizadora o un
abrazo. Pudieron haber sido cierto tipo de palabras o un acto generoso que fue
más allá del ‘llamado del deber’… Una de las mejores maneras de entender cómo
consolar verdaderamente, es revisar nuestros propios encuentros con el consuelo
que otras personas nos brindaron y darnos cuenta de cómo nos consolaron”.
Cuando atravesamos una mala etapa, se necesita de ese momento
cálido y seguro que te brinda platicar el dolor, las preocupaciones o angustias
con alguien que no hará juicio sobre lo que sucede, y por el contrario, buscará
la forma de hacer que te sientas acompañado y comprendido. Después del
desahogo, hayan o no encontrado la solución inmediata, el alivio vendrá con la
recompensa de estar en un estado de ánimo capaz de encontrar con claridad el
paso siguiente.
Es fácil pensar que esos seres que brindan consuelo son
únicos y excepcionales, sin embargo, no son dotes exclusivas de algunos privilegiados
por lo que todos podemos aspirar a que nuestra presencia e intención de ayuda
sea reconfortante.
La autora explica que hay un atributo en el que recae el
basamento de todas las demás habilidades de consuelo: Estar presente y
escuchar.
“Nuestras mejores virtudes y fuerzas humanas no serán
efectivas sin la habilidad básica y subyacente de estar presentes con los
otros. Podemos tener muy buenas intenciones, estar espiritualmente motivados,
ser políticamente correctos, organizados e inteligentes o absolutamente
agradables, pero si no traemos completamente presente nuestro ser en el momento
de estar con los demás, perdemos la empatía hacia las necesidades, sentimientos
y pistas de los demás”, explica.
La frase ‘estar ahí’ se refiere a estar de manera completa,
sin distracciones, cuando el otro comparte el estado de su situación, así como
generar empatía a fin de no sólo por medio de nuestra comunicación física y
verbal hacerle saber que lo apoyamos y nos interesa su bienestar, también, ver
el modo de encontrar las acciones que podemos nosotros emprender para cambiar
de manera positiva el mal momento.
Sería imposible lograr esto si, mientras la persona que nos
confía sus dolores o angustias, nosotros revisamos los mensajes del celular,
miramos hacia el otro lado, pensamos en las cosas que hay por hacer o
sencillamente, resolvemos todo con la multicitada frase ‘llámame si me
necesitas’. Si estás al lado de alguien, sabrás qué necesita y la manera de
ayudar, además, escucharás sin escatimar atención.
Si no hay mucho qué decir, estar en pleno silencio mientras
el otro habla puede ser el momento cálido y seguro que necesita cualquier
persona cuando lo único que busca no son ni frases trilladas, ni mucho menos expresiones
que se dicen una y otra vez sin reflexión o convencimiento como ‘lo que no te
mata, te hace más fuerte’, es ese maravilloso bálsamo para el dolor que se
llama consuelo.
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