En México y Puerto
Rico se han vivido situaciones trágicas, tristes y difíciles. Todos lo vimos en
las noticias, redes sociales y en la conversación de la gran mayoría de las personas.
Lo que hicimos diferente fue nuestra manera de reaccionar frente a un mismo acontecimiento.
Tal vez tú fuiste
de los que rompieron en llanto al enterarse, los que elevaron una oración, el
que se unió al equipo de voluntarios, o el que inició la colecta entre sus
amigos y familia o tal vez fuiste el que pensó “qué exagerados los que lloran
viendo las noticias” o “ya hice lo que podía”.
Cuando hablamos de
nuestra reacción frente a la desgracia ajena, entran en juego muchos factores
como la personalidad, sensibilidad, alguna experiencia previa asociada,
vínculos sentimentales con quien está sufriendo y demás
.
Pero
definitivamente lo que podemos hacer para ser más empáticos frente al dolor y
el sufrimiento ajeno es ser respetuosos: respetar cómo la otra persona decide
vivir ese suceso, cómo lo procesa y canaliza y cómo decide actuar. Aquí nadie
hace más o menos, porque depende de la percepción de quien sólo está observando
y de la percepción de quien está actuando.
Por ello sigamos
poniendo en práctica la maravillosa habilidad de ser más empáticos a través del
respeto. Respetando a quien en un momento de dolor decide guardar silencio,
respetando a quien se quebranta, a quien grita de dolor o a quien solo quiere
ser abrazado con amor.
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