martes, 5 de febrero de 2019

Habilidades Sociales


Las habilidades sociales son las conductas o destrezas sociales específicas requeridas para ejecutar competentemente una tarea de índole interpersonal. Se tratan de un conjunto de comportamientos aprendidos que se ponen en juego en la interacción con otras personas (Monjas, 1999).

De acuerdo con Prieto, Illán y Arnáiz (1995), centrándose en el contexto educativo, las destrezas sociales incluyen conductas relacionadas con los siguientes aspectos, todos ellos fundamentales para el desarrollo interpersonal del individuo:

• Las conductas interpersonales (aceptación de la autoridad, destrezas conversacionales, conductas cooperativas, etc.)
• Las conductas relacionadas con el propio individuo (expresión de sentimientos, actitudes positivas hacia uno mismo, conducta ética, etc.)
• Conductas relacionadas con la tarea (trabajo independiente, seguir instrucciones, completar tareas, etc.)
• La aceptación de los compañeros

Las habilidades sociales o de relación interpersonal están presentes en todos los ámbitos de nuestra vida. Son conductas concretas, de complejidad variable, que nos permiten sentirnos competentes en diferentes situaciones y escenarios así como obtener una gratificación social. Hacer nuevos amigos y mantener nuestras amistades a largo plazo, expresar a otros nuestras necesidades, compartir nuestras experiencias y empatizar con las vivencias de los demás, defender nuestros intereses, etc. son sólo ejemplos de la importancia de estas habilidades.

Por el contrario, sentirse incompetente socialmente nos puede conducir a una situación de aislamiento social y sufrimiento psicológico difícil de manejar.

Todas las personas necesitamos crecer en un entorno socialmente estimulante pues el crecimiento personal, en todos los ámbitos, necesita de la posibilidad de compartir, de ser y estar con los demás (familia, amigos, compañeros de clase, colegas de trabajo, etc.). Baste recordar los esfuerzos que, tanto desde el ámbito educativo como desde el entorno laboral, se realizan para favorecer un clima de relación óptimo que permita a cada persona beneficiarse del contacto con los demás, favoreciendo así un mejor rendimiento académico o profesional.

Las habilidades sociales o de relación interpersonal están presentes en todos los ámbitos de nuestra vida. Son conductas concretas, de complejidad variable, que nos permiten sentirnos competentes en diferentes situaciones y escenarios así como obtener una gratificación social. Hacer nuevos amigos y mantener nuestras amistades a largo plazo, expresar a otros nuestras necesidades, compartir nuestras experiencias y empatizar con las vivencias de los demás, defender nuestros intereses, etc. son sólo ejemplos de la importancia de estas habilidades. 

Por el contrario, sentirse incompetente socialmente nos puede conducir a una situación de aislamiento social y sufrimiento psicológico difícil de manejar.


Todas las personas necesitamos crecer en un entorno socialmente estimulante pues el crecimiento personal, en todos los ámbitos, necesita de la posibilidad de compartir, de ser y estar con los demás (familia, amigos, compañeros de clase, colegas de trabajo, etc.). Baste recordar los esfuerzos que, tanto desde el ámbito educativo como desde el entorno laboral, se realizan para favorecer un clima de relación óptimo que permita a cada persona beneficiarse del contacto con los demás, favoreciendo así un mejor rendimiento académico o profesional.

La Necesaria Convivencia


El hombre es un ser social, eso quiere decir que vive en unión con otros hombres. No puede vivir solo, vive en sociedad. La sociedad es, entonces, el hábitat del hombre y éste es, al mismo tiempo, el constructor y el transformador de la comunidad. La sociedad humana es la unión de los hombres. 

Juntos transforman la naturaleza y la ponen a su servicio para protegerse y satisfacer sus necesidades de alimento, vestido, habitacionales de comodidad, etcétera.

Todos los hombres forman parte de la sociedad. También forman parte de la sociedad las organizaciones que el hombre ha creado, tales como la familia, la escuela, el gobierno, el estado.
Las relaciones humanas son las relaciones entre los miembros de la sociedad. Siempre son mutuas, es decir que las personas se influyen recíprocamente.

El hombre establece relaciones de muy variada índole, como las que se producen por el solo hecho de la vecindad, o por ser miembro de un club o de una institución profesional o religiosa, etc. Resulta muy difícil enumerarlas a todas, ya que la lista sería interminable.

Estas relaciones constituyen variadas manifestaciones de convivencia humana.

Las normas sociales
A lo largo del tiempo todas las agrupaciones humanas, desde los grupos primarios hasta las más complejas instituciones, han necesitado normas para funcionar y desarrollarse positivamente.

Cuando vimos que el hombre crea cultura, diferenciamos distintos tipos de objetos culturales. Así como las creencias y los valores, las normas son objetos culturales no materiales. Ellas reflejan los valores de una sociedad.

En un grupo primario, en una comunidad y en las más complejas instituciones, las normas buscan armonizar la convivencia, para hacer más positivo el funcionamiento del grupo.

Las actividades humanas, que como hemos visto se realizan en sociedad, hacen necesaria la existencia de las normas. Si un grupo de alumnos se reúne para concretar una tarea escolar, se establecen normas de funcionamiento para lograr el objetivo deseado. Las normas son imprescindibles para el accionar social.

En el desarrollo de un juego, el funcionamiento de la Cooperadora de una escuela, una familia, en todos los casos existen normas aceptadas por los miembros participantes.

La familia y la escuela son grupos socializadores, ambas transmiten cultura y con ella, las normas.
Las normas pueden referirse a cuestiones morales, religiosas, sociales, etc.

En todas las sociedades, paralelamente con la aparición de normas, surgieron autoridades cuyas funciones consisten en velar por el cumplimiento de las normas, en beneficio de la comunidad.
Existe un tipo de norma que se diferencia nítidamente de todas las demás: la norma jurídica.

Las normas jurídicas poseen una sanción en su enunciado. Las instituciones que se ocupan de velar por el cumplimiento de las normas poseen la autoridad necesaria para hacerlas cumplir, y pueden utilizar la fuerza si es necesario.

Ejemplo: “El que roba será castigado con la prisión”. Este es un ejemplo de norma jurídica.
A veces las normas sociales reciben sanción por la comunidad aunque no se encuentre explícito, si una persona no practica las costumbres de higiene y pulcritud dentro de un grupo, puede llegar a ser rechazada por él. En este caso el grupo aplica una sanción de tipo moral, pero no existe como en el caso de la norma jurídica, una sanción obligatoria que las autoridades se ocupan de hacer cumplir, usando la fuerza si es necesario.

Las normas: una necesidad para la convivencia

El hombre, ya agrupado socialmente y viviendo en comunidad con sus semejantes, se dio cuenta de que la manera más fácil de llevar a cabo sus tareas era encontrando una cierta forma de organización. Necesitó crear un mecanismo de regulación. 

Para que sea posible la vida en sociedad y para que, además, el desarrollo de la vida individual no sea un obstáculo para la vida social, se re- quiere un sistema normativo. Si éste no existiera viviríamos en un clima de anarquía, donde cada uno defendería sus intereses individuales aun en detrimento de las necesidades colectivas. Algunas normas, como las jurídicas, son de carácter coercitivo, es decir se exige su cumplimiento y su incumplimiento es castigado. Hay otro tipo de normas, como las de urbanidad, cuyo incumplimiento no es sancionado, salvo por el reproche de la sociedad o de un grupo social, que hasta puede llegar a marginar al infractor. El cumplimiento de estas normas de urbanidad nos permite integrarnos en forma armónica en el grupo al que pertenecemos.

Normas, costumbres y leyes organizan la naturaleza social del hombre, para que la misma se pueda consolidar. Si bien éstas limitan la libertad del hombre, también la hacen posible.


Dijo Cicerón, el gran orador y escritor romano: “Nos hacemos esclavos de la ley para llegar a ser hombres libres”.

El Bien Más Preciado


Parece obvio que la vida es lo más importante para cualquier ser humano. A fin de cuentas, de nada sirven los bienes, el dinero o el poder sin una vida soberana y sana con la cual disfrutar de ellos. Sin embargo, cuán a menudo dedicamos nuestro tiempo a hacer actividades que no deseamos, a compartir situaciones con personas con las que no queremos estar, o a cuidar de ciertos bienes en lugar de velar por nuestra salud.

Aunque resulta obvio que la vida biológica es necesaria para emprender cualquier tipo de actividad física o intelectual, con frecuencia olvidamos la fragilidad de nuestro cuerpo, y perdemos la consciencia de que la vida está más expuesta a riesgos de lo que pensamos. Con esta reflexión no pretendo inspirar miedo, sino lograr el efecto contrario: que la gente pueda vivir sin temor gracias a la convicción de que su vida no sólo es breve, sino que puede concluir en cualquier momento (aunque adopte todos los recaudos posibles para evitarlo).

Las catástrofes muestran la fragilidad de la vida humana
Los huracanes y terremotos, cuyos efectos son imprevisibles, nos muestran la fragilidad de la existencia y la inutilidad de ciertos recursos (dinero, construcciones, medicina, seguros, etc.) para garantizar la vida. Los eventos catastróficos y los accidentes nos ponen frente a una dura realidad: no tenemos la vida comprada; podemos morir en cualquier momento.

Soy consciente de que un taxi, un avión o un colectivo están en manos de otras personas, y poco puedo hacer para evitar un accidente, o para impedir que el piloto se duerma o actúe irresponsablemente. Sin embargo, comprender que yo mismo, a pesar de todas las precauciones que tome, puedo cometer un error y ceder al sueño por un instante, me llevó a volverme más consciente de la fragilidad de la vida.

Luego de esta última situación en que me quedé dormido al volante, volví a reflexionar, quizá ahora con más profundidad, sobre la proximidad de la muerte. Me di cuenta de que no puedo esperar para hacer lo que quiero, porque ignoro hasta cuándo estaré en el mundo. Recordé (una vez más) que por más dinero que tenga en el banco, no puedo asegurar mi vida. Advertí que necesito dedicar el resto de mi existencia a hacer lo que me gusta, para sentirme satisfecho y listo para abandonar el mundo en cualquier momento, sin cuentas pendientes conmigo mismo y con los demás.

No hay modo de asegurar la vida: lo único seguro es la muerte
El mercado pretende convencernos de que necesitamos medicina prepaga, seguros, bienes diversos, ingresos estables, dinero en el banco, etc. Pero cuando experimentamos una situación que nos enfrenta con la muerte cara a cara, nos damos cuenta de que todo eso es inútil para preservar la vida. Un paro cardíaco puede matarnos, aunque nuestro médico de cabecera haya recibido el premio Nobel. Una cuenta con varios millones no sirve para impedir un infarto.

En mi caso personal, creo que no necesito más bienes o más servicios, sino más tiempo libre para hacer lo que quiero, a fin de morir satisfecho y en paz. Entiendo que el dinero asegura el futuro; pero prefiero asegurarme de estar presente en mi presente, y de vivirlo cada vez con más intensidad y libertad.


Considero que estamos vivos de verdad cuando somos conscientes de que podemos morir en cualquier momento, y estamos dispuestos a perder la vida. Creo que pensar en la muerte no debe asustarnos, sino liberarnos del miedo a hacer lo que soñamos

A fin de cuentas, no puede suceder nada peor que la muerte. Y si perdemos el miedo a ella, ¿qué otro temor podríamos experimentar a la hora de vivir la vida que anhelamos?

Preservar La Dignidad

La dignidad es una cualidad humana, nos mueve y nos hace sentir que pisamos sobre suelo firme. Es un sentimiento de valor hacia uno mismo, algo personal e intransferible. En cambio, cuando alguien nos humilla, notamos que nos rebaja y lo que es peor, que nos denigra como persona. En ese momento perdemos de vista cuál es nuestro verdadero yo.

Cuando atacan a nuestra dignidad podemos sentir que perdemos ese valor personal, nuestra autoestima disminuye y aumentan nuestras inseguridades. 

El primer paso es saber qué es la dignidad, una vez detectada podemos ver si están atentando contra ella. Podemos definir la dignidad como una característica personal que atribuye un valor a nuestra existencia.

La dignidad tiene que ver con el reconocimiento social, la autoestima, el respeto y la imagen propia. Tener dignidad significa saber con seguridad cuál es nuestro valor en el mundo y no tener miedo a perderlo.

Existen personas que, por envidia, rabia o por un complejo de inferioridad, tienden a pisar la dignidad de los demás, haciéndonos sentir mal con nosotros mismos. A continuación, te ofrecemos unas preguntas para saber si alguien está intentando pisar tu dignidad.
¿Te hace sentir mal?
¿Sientes que le quita valor a todo lo que haces?
¿Cuando hablas con esa persona, crees que todo el rato intenta ofenderte?
¿Le quita importancia a tus sentimientos?
¿Sientes que te haces pequeño o pequeña cuando hablas con esa persona?

Si hemos respondido con un "sí" a más de una de estas preguntas, deberíamos ir con cuidado, probablemente estemos en riesgo de que pisen nuestra dignidad.

Nuestra autoestima es un pilar fundamental que forma parte de la dignidad, no debemos dejar que ninguna situación afecte a nuestra autoestima. Es de vital importancia saber mantener la dignidad a pesar de que nos la intenten pisar. Es decir, debemos evitar que el modo de tratarnos y de valorarnos de la otra persona determine el modo en que nos tratemos a nosotros mismos.

Fomentar una buena autoestima también favorece nuestro sistema de creencias y desarrolla nuestra resiliencia. Gracias a todo esto, podemos resolver mejor los conflictos con los demás y sabremos qué hacer cuando pisan nuestra dignidad.

Tenemos que querernos más allá de los factores del entorno. Los cuidados hacia uno mismo son muy básicos y ayudan a darnos ese valor que tanto necesitamos. Por otra parte, si alguien no ve nuestra dignidad, se la podemos mostrar nosotros mismos a través de nuestro comportamiento. 

Mostrar ética y valores en nuestros actos nos puede ayudar a mantener la dignidad y evitar que alguien nos la pise. Es importante mostrar coherencia y tener un buen criterio de lo correcto y lo incorrecto en las relaciones sociales. De este modo, podemos mostrar a los demás lo que estamos dispuestos a tolerar y lo que no.

En ocasiones, el miedo a la soledad hace que muchas personas mantengan vínculos poco sanos. Aprender a salir de una relación tóxica puede evitarnos muchos disgustos en un futuro. Con el tiempo, nos daremos cuenta de que aquella persona solo nos hacía daño.

Dejar atrás a aquellas personas y entornos que impedían valorarnos implica un punto de soledad. Empezar de nuevo no es malo, puede que estemos solos un tiempo y no debemos temer llegar a esa situación. Con el tiempo, llegarán más y mejores compañías a nuestro camino.

Hay que tener en cuenta que mantener relaciones tóxicas por miedo a la soledad pone en riesgo nuestra dignidad. La dependencia emocional hacia otras personas nunca es buena. 

También es posible perder la dignidad por amor, porque no queremos perder a aquella persona que valoramos tanto en nuestra vida. Pero tenemos que aprender a discernir entre nuestro valor propio y el valor que otorgamos a los demás. Ponerse a uno mismo como prioridad no tiene por qué ser algo malo, valemos más de lo que muchas personas nos quieren hacer pensar.

Una vez hayamos decidido apartar a todos aquellos que pisen nuestra dignidad, es momento de crecer y empezar a conocer nuestra valía real. Conocernos realmente y fomentar nuestra autoestima puede llevarnos tiempo. Durante ese proceso es primordial mantener lejos a aquellas personas de las que ya nos habíamos alejado. Marcar una distancia prudencial es un ejercicio de amor propio y que, a su vez, alimenta la seguridad en nosotros mismos y en nuestras decisiones.

Cabe señalar y comentar que existen casos donde no solo se vulnera la dignidad, sino que también se ataca a la propia integridad física y mental. Consideramos estos casos como malos tratos y son totalmente injustificables. En el caso de sufrir malos tratos, debemos tomar las medidas necesarias para que estos cesen, ya sean decisiones personales o legales.

Si han llegado a humillarnos tantas veces que consideremos tener un grave problema de autoestima, es el momento de plantearnos en ir a terapia psicológica para poder recuperar la dignidad y llevar la vida que merecemos: una vida libre de ataques y llena de estabilidad mental. Nadie merece recibir malos tratos.


lunes, 4 de febrero de 2019

La Creatividad De Cada Uno

La creatividad es considerada unánimemente como el motor de toda actividad humana. Es una cualidad que existe en todos los seres humanos en mayor o menor medida, que puede aplicarse en la solución de cualquier situación vital y que puede ser desarrollada en diferentes grados, en todos los seres humanos, mediante la educación y el entorno.

Todo lo que conocemos en la actualidad es el resultado de las aportaciones creativas de los que nos precedieron, que a lo largo de la historia han hecho posible el desarrollo individual y colectivo.
En su importante obra, Landau (1987) describe la creatividad como "un diálogo entre hechos y fantasía, entre lo real y lo posible, entre lo que es y lo que podría ser". Landau destaca la importancia de los pequeños detalles en el desarrollo de la imaginación creativa y afirma que cuando hacemos que un niño huela una flor, mire un árbol con detalle o acaricie la piel de un gato, estamos impulsando sus primeros pasos hacia la creatividad porque: "Tendrá que aprender a utilizar los ojos no sólo para ver sino también para mirar, los oídos no sólo para oír sino también para escuchar con atención, y las manos no sólo para coger sino también para palpar y sentir" (Landau, 1987). Esta autora recomienda fomentar diversas actitudes creativas desde la educación. 

Sus propuestas son:
- Romper con el conformismo, actitud considerada como el enemigo capital del desarrollo creativo y del desarrollo individual. A pesar de ello resulta difícil encontrar entornos y procesos educativos que no sean conformistas. Una educación que prime el conformismo induce a la adquisición de prejuicios. El pensador conformista no se arriesga a no ser aceptado por expresar su creatividad, se adapta, se mecaniza y deja de buscar soluciones novedosas y distintas ante el temor de perder el confort que le proporciona la seguridad de lo conocido.
- Enseñar preguntas y no solo respuestas o hechos. Algunos de los test diseñados para medir la creatividad consisten en que el encuestado debe redactar la mayor cantidad posible de preguntas ante una fotografía. Parten de la idea de que la actitud más creativa consiste en hacer preguntas.
- Aportar un pensamiento interdisciplinar. Cuanto mayor es la integración de la información, mayores son las relaciones que se establecen entre datos de diferentes campos y más creativo será el pensamiento.
- Estimular lo lúdico y no solo los métodos rígidos de trabajo. El juego fomenta la fluidez, la flexibilidad y la elaboración de ideas. La fantasía y la imaginación necesarias para pensar en un objeto o una parte del mismo de manera diferente a como se había hecho hasta entonces, con una finalidad completamente nueva.
Uno de los grandes teóricos de la creatividad es Csikszentmihalyi (1998), quien defiende que nuestro futuro está estrechamente vinculado a la creatividad humana. Afirma que la capacidad creativa da sentido en nuestras vidas porque la mayoría de las cosas que son interesantes, importantes y humanas son resultado de la creatividad y porque cuando creamos sentimos que estamos viviendo plenamente.

Por otro lado Stenberg-Lubart (2002) entienden la creatividad como una decisión personal que debe seguir una serie de etapas:
- Redefinir los problemas. No limitarnos a aceptar lo que se nos dice sobre cómo pensar o actuar. Poner en tela de juicio las suposiciones tradicionales, analizar, inspeccionar los problemas, no aceptar las cosas como ciertas porque se nos diga que lo son. Ir contracorriente.
- Buscar lo que otros no ven. Buscar nuevos modos de combinar los datos del entorno y nuestras experiencias.
- Aprender a distinguir entre nuestras propias ideas las que son buenas de las que no lo son.
- Cultivar un estilo de pensamiento legislativo. Muchas personas tienen la capacidad de crear pero no el deseo de crear.
- Perseverancia ante los obstáculos, asumir riesgos, estar abiertos a nuevas experiencias y tener el valor de defender las propias convicciones.
Descubrir las propias motivaciones endógenas. Las creativas son personas que hacen lo que les gusta.
- Encontrar los entornos creativos que nos recompensen por lo que nos gusta hacer.
- Tomar una decisión acerca del modo de vida que fomente la creatividad. El principal obstáculo a la creatividad es el modo en que una persona contempla el mundo. 

Si decidimos contemplarlo creativamente, mejorarán notablemente las posibilidades de tener ideas creativas.


El proceso creativo es un proceso de resolución de problemas que con frecuencia está limitado por obstáculos importantes. Los más comunes son: a) la incapacidad de cambiar las respuestas estereotipadas ya establecidas; b) la incapacidad cambiar la percepción del problema; c) la resistencia al cambio que se evidencia en nuestro entorno con frases contrarias a la innovación; c) bloqueos emocionales, sociales o culturales.

Las Personas Creativas


La creatividad puede definirse como el don que todo el mundo desearía tener pero que es tan difícil de conseguir. Las personas creativas son un bien escaso en nuestra sociedad. Existen grandes genios como Mozart o Vivaldi a los que la creatividad se le caía de las manos. Otros como Nikola Tesla mostraba su talento con las creaciones tecnológicas y algunos otros como Cervantes podían crear casi cualquier historia dependiendo únicamente de su ingenio.

Las personas creativas pueden encontrarse en todo tipo de ámbito. Seguramente conozca a algún amigo que le encante dibujar o algún conocido que toque a las mil maravillas el saxofón. Por eso hemos querido fijarnos en un reputado estudio en el que se muestran las características más comunes de las personas creativas.

Las personas creativas no tienen miedo a apartarse de lo tradicional y generar así un contenido nunca antes visto que pueda desafiar las normas de la sociedad. De este pensamiento han surgido algunos de los grandes inventos de la ciencia ¿Por qué tener cámara, radio y teléfono si se puede aunar todo en un mismo dispositivo? Las personas creativas no tienen miedo a apartarse de lo tradicional y generar así un contenido nunca antes visto que pueda desafiar las normas de la sociedad. De este pensamiento han surgido algunos de los grandes inventos de la ciencia ¿Por qué tener cámara, radio y teléfono si se puede aunar todo en un mismo dispositivo? Ser original es un rasgo que muy pocas personas pueden poseer. 

El don de crear cosas similares a las que ya existen pero que parezcan algo completamente distinto se enmarca como una de las tareas más complicadas que puede realizar un ser humano. Las personas creativas son capaces de relacionar elementos completamente distintos para crear algo completamente nuevo. Un rasgo que depende de la imaginación de cada persona.

El atrevimiento es un rasgo fundamental en la creatividad. Muchas personas con ideas geniales e han quedado a medio camino por la falta de iniciativa. Un rasgo fundamental que permite a estas personas mostrar al mundo sus ideas, y lo que es más importante, mostrarlas con convicción. La fluidez de pensamiento es la que guía la iniciativa hacía la máxima expresión de creatividad.

Definimos flexibilidad como la capacidad de adaptación a los distintos problemas que van surgiendo intentando adecuarse y buscando numerosas soluciones. Un rasgo muy perseguido por los grandes pensadores que siempre sacan el aspecto positivo de las malas decisiones. El aprendizaje es la clave para un proceso creativo con expectativas.


La mayoría de las personas creativas se toman la vida con humor. Un rasgo muy destacado entre los grandes genios de la humanidad que les permite vivir de forma positiva con la finalidad de ver sus creaciones de la mejor manera posible. El sentido del humor es fundamental para el positivismo, un rasgo fundamental de la creatividad.       

Consumir La Propia Incertidumbre

“Se nos pide que seamos capaces de conciliar familia y trabajo, que nos formemos, que seamos gestores de nuestra propia vida, que disfrutemos, que compremos, que invirtamos, que arriesguemos. Pero la pregunta sigue ahí: ¿cómo vivir en un tiempo de incertidumbre?”

No hay duda de que vivimos en una época confusa, parece que todo lo que era sólido y estable se debilita. No solo las instituciones y las ideologías, sino también lo que pensamos sobre nosotros mismos. Estamos asistiendo a un cambio de mando en el orden mundial, de un mundo unipolar hemos pasado a uno multipolar, con nuevos países líderes, como China o Rusia, que tienen clara su estrategia y en los que la democracia no es un valor. También al auge de los populismos en lugares que parecían inmunes a él, como Estados Unidos y Reino Unido, por no hablar de Europa del Este o Italia. Pero también estamos viendo, aunque de forma más subrepticia, cómo nuevas corporaciones no solo barren a grandes multinacionales sino que su poder se equipara al de los Estados-nación, es el caso de GoogleFacebook Amazon.

Por otro lado, el mundo del trabajo está en plena transformación, no sabemos si hacia un mundo con una nueva élite que pueda trabajar y una mayoría de parados crónicos y sin solución o hacia uno donde seguirá habiendo empleo, pero el que no puedan realizar robots o inteligencias artificiales. En cualquier caso estamos comprobando cómo el modelo laboral no es el de antaño: cada vez tiene una mayor presencia la economía digital, los falsos autónomos, la competencia encarnizada por puestos de trabajo, a veces de poco valor, y la sensación de que estamos siempre trasnochados en relación a lo que quieren las empresas.

Si el sentido, hasta ahora, venía dado por grandes relatos como Dios, la ciencia o el Estado, ahora se ha hecho presente la vacuidad de esas instituciones. Ante ese vértigo aparece la angustia, el temor, la desconfianza. Nuestra época es la época de la depresión, del trastorno por déficit de atención con hiperactividad, del trastorno límite de la personalidad, del burnout. Parece que la condición humana aguarda un vacío que, en cada momento histórico, se expresa de una forma concreta. Un mundo cada vez más urbano, más veloz, tiene su propio fenotipo del malestar. La humana es una especie nómada solo por necesidad y ahora está cambiando el mundo bajo nuestros pies. Es nuestro hábitat el que cambia, nosotros seguimos siendo los mismos.

Si en cada época se expresa el malestar de una manera, también cada época propone sus curas. Hoy es consumir, no esperar, estar en continuo movimiento, enlazar relaciones de amistad o de pareja superficiales, tener más dígitos en el casillero de los seguidores o de los likes, no dejar de gozar. Pero por las grietas del sistema se escapa el residuo de esta vida: tristeza, insomnio, ansiedad, irritabilidad, falta de concentración, de control, de capacidad para el placer... devolviéndonos el negativo de ese "superhombre" o de esa "supermujer" que solo existe en las pantallas y los carteles de publicidad pero que, a modo de ideal, nos esclaviza.


Es hora de liberarnos de esas cadenas, de recuperar la vida, el encuentro con el otro, nuestro propio deseo, solo así dejaremos de ser siervos de semejante amo.

Participación Ciudadana

Pocos términos se usan con más frecuencia en el lenguaje político cotidiano que el de participación. Y quizá ninguno goza de mejor fama. Aludimos constantemente a la participación de la sociedad desde planos muy diversos y para propósitos muy diferentes, pero siempre como una buena forma de incluir nuevas opiniones y perspectivas. Se invoca la participación de los ciudadanos, de las agrupaciones sociales, de la sociedad en su conjunto, para dirimir problemas específicos, para encontrar soluciones comunes o para hacer confluir voluntades dispersas en una sola acción compartida. Es una invocación democrática tan cargada de valores que resulta prácticamente imposible imaginar un mal uso de esa palabra.

La participación suele ligarse, por el contrario, con propósitos transparentes - públicos en el sentido más amplio del término - y casi siempre favorables para quienes están dispuestos a ofrecer algo de sí mismos en busca de propósitos colectivos. La participación es, en ese sentido, un término grato.

Sin embargo, también es un término demasiado amplio como para tratar de abarcar todas sus connotaciones posibles en una sola definición. Participar, en principio, significa "tomar parte": convertirse uno mismo en parte de una organización que reúne a más de una sola persona. 

Pero también significa "compartir" algo con alguien o, por lo menos, hacer saber a otros alguna noticia. De modo que la participación es siempre un acto social: nadie puede participar de manera exclusiva, privada, para sí mismo. La participación no existe entre los anacoretas, pues sólo se puede participar con alguien más; sólo se puede ser parte donde hay una organización que abarca por lo menos a dos personas. De ahí que los diccionarios nos anuncien que sus sinónimos sean coadyuvar, compartir, comulgar. Pero al mismo tiempo, en las sociedades modernas es imposible dejar de participar: la ausencia total de participación es también, inexorablemente, una forma de compartir las decisiones comunes. Quien cree no participar en absoluto, en realidad está dando un voto de confianza a quienes toman las decisiones: un cheque en blanco para que otros actúen en su nombre.

Ser partícipe de todos los acontecimientos que nos rodean es, sin embargo, imposible. No sólo porque aun la participación más sencilla suele exigir ciertas reglas de comportamiento, sino porque, en el mundo de nuestros días, el entorno que conocemos y con el que establecemos algún tipo de relación tiende a ser cada vez más extenso. 

No habría tiempo ni recursos suficientes para participar activamente en todos los asuntos que producen nuestro interés. La idea del "ciudadano total", ése que toma parte en todos y cada uno de los asuntos que atañen a su existencia, no es más que una utopía. En realidad, tan imposible es dejar de participar - porque aun renunciando se participa -, como tratar de hacerlo totalmente. De modo que la verdadera participación, la que se produce como un acto de voluntad individual a favor de una acción colectiva, descansa en un proceso previo de selección de oportunidades. Y al mismo tiempo, esa decisión de participar con alguien en busca de algo supone además una decisión paralela de abandonar la participación en algún otro espacio de la interminable acción colectiva que envuelve al mundo moderno.


De ahí que el término participación esté inevitablemente ligado a una circunstancia específica y a un conjunto de voluntades humanas: los dos ingredientes indispensables para que esa palabra adquiera un sentido concreto, más allá de los valores subjetivos que suelen acompañarla. El medio político, social y económico, en efecto, y los rasgos singulares de los seres humanos que deciden formar parte de una organización, constituyen los motores de la participación: el ambiente y el individuo, que forman los anclajes de la vida social. 

De ahí la enorme complejidad de ese término, que atraviesa tanto por los innumerables motivos que pueden estimular o inhibir la participación ciudadana en circunstancias distintas, como por las razones estrictamente personales - psicológicas o físicas - que empujan a un individuo a la decisión de participar. ¿Cuántas combinaciones se pueden hacer entre esos dos ingredientes? Es imposible saberlo, pues ni siquiera conocemos con precisión en dónde está la frontera entre los estímulos sociales y las razones estrictamente genéticas que determinan la verdadera conducta humana. 

No obstante, la participación es siempre, a un tiempo, un acto social, colectivo, y el producto de una decisión personal. Y no podría entenderse, en consecuencia, sin tomar en cuenta esos dos elementos complementarios: la influencia de la sociedad sobre el individuo, pero sobre todo la voluntad personal de influir en la sociedad.

Establecer Prioridades


Con frecuencia tenemos que hacer varias cosas o escoger entre diferentes personas y nos cuesta trabajo hacerlo.

Nos angustiamos porque no podemos elegir.
Sentimos que todo es importante o no queremos "quedar mal" con nadie.

Mientras más nos angustiamos o nos estresamos, más trabajo nos cuesta tomar una decisión.

Otras veces queremos o necesitamos hacer muchas cosas, pero no tenemos el tiempo necesario.
Nos estresamos y preguntamos:
¿Qué hago primero y qué dejo de hacer, si todo es importante?

En ocasiones nos cuesta trabajo establecer nuestras prioridades, porque tenemos un conflicto interno entre las cosas que queremos y las que sabemos que nos convienen.

Elegir, cuando todo parece importante o necesario, es difícil.
Pero podemos aprender a hacerlo.
¿Cómo?

Siempre que quieras establecer tus prioridades, es necesario que sepas qué es lo que más deseas.
Qué es lo realmente importante para ti.
No para los demás, a menos que tu prioridad sea darles gusto a ellos.

La mejor manera de saberlo es observando tu conducta.

¿Por qué?

Porque con frecuencia, decimos y creemos que algo es importante para nosotros, pero nuestro comportamiento muestra algo diferente.

¿Conoces a alguien que dice que lo más importante es tener salud, pero come cosas que le hacen daño y no va a ver al doctor cuando se siente mal?

¿Cuántas personas dicen querer mucho a alguien, pero nunca le hablan, lo ven o se preocupan por saber cómo está?

¿Cuántos padres o madres dicen que lo más importante para ellos son sus hijos, pero no saben qué les preocupa, cuáles son sus sueños o qué les pasó en la escuela?

Todas estas personas no se están engañando a sí mismas, ni quieren engañar a los demás.
Realmente creen en lo que dicen.
Pero no están muy conscientes de algunos valores adquiridos por su educación o la cultura en la que vivimos, que influyen en su conducta.

Por eso, mientras más nos conocemos, más fácilmente podemos elegir.
Conocernos significa analizar nuestra conducta, ver que hay detrás de ella y sin juzgar, aceptarla como una parte de nosotros.
Cuando nos conocemos, es más fácil establecer nuestras prioridades.

Uno de los principales obstáculos para establecer nuestras prioridades es el temor a la crítica de los demás, a su rechazo o a su enojo.

Esto nos puede llevar a elegir lo que es aceptable por los demás.
Pero no lo más importante para nosotros.

Si para ti es prioritario darle gusto a alguien o evitar que se enoje, está bien.
Elije en función de ello.
Esto no es ni bueno ni malo, es lo que tú consideras más importante.

Pero si para ti es prioritario hacer algo o dejar de hacerlo, a pesar de las opiniones de los demás, enfócate en ti, en tus necesidades y deseos.

Recuerda que todo cambia.

La gente, intuyéndonos a nosotros mismos, los valores, el estilo de vida, las necesidades, etc.
Por lo tanto nuestras prioridades también van cambiando.
Quizás lo que era prioritario para ti hace unos años ya no lo es.
Está bien.
Es normal.


Simplemente reconoce cuáles son tus prioridades en la actualidad y actúa de acuerdo

La Coparticipación


En los modelos de negocio emergentes los consumidores se convierten en participantes activos, generando conversación e influyendo directamente en la vertiente operativa del negocio.

¿Cuáles son los objetivos de la co-creación?
Generar junto con el cliente una propuesta de valor diferencial: aparte de obtener su voz en relación a sus motivaciones, necesidades y expectativas, conseguimos construir nuevas perspectivas y formas de ver la realidad que consiguen soluciones alternativas a los problemas ya existentes.
Crear una metodología de innovación difícilmente imitable que involucre a todos los grupos de interés tanto internos como externos de la compañía, y con la que aumentarán las probabilidades de que nuestras decisiones sean acertadas y aceptadas.

Teniendo en cuenta como se acelera el Time to Market desde la concepción del producto hasta su salida a venta y los recursos humanos y tecnologías invertidos en los procesos de investigación, la reducción de costes se presenta como una consecuencia más allá de un objetivo de la co-creación.

La propuesta de valor ofrece un interminable abanico de atributos: sentimiento de pertenencia a la compañía, aumento de los grados de satisfacción, mayor índice de recuerdo… Por no hablar de cómo la integración de dicha cultura a los grupos internos mejora el rendimiento y el ambiente de trabajo de los empleados.

La co-creación es sin duda una de las piedras angulares de la experiencia, de naturaleza emocional, y que además combina beneficios tangibles para las partes. Entender lo que motiva a tus co-creadores es un buen comienzo; entender que tienes que ceder el control es de vital importancia; y entender que la co-creación conduce a resultados medibles es la clave.

Existen numerosos ejemplos de compañías que han obtenido beneficios haciendo participar a sus clientes y empleados en diferentes sectores. Además de los conocidos casos internacionales como Dell o Starbucks, contamos con casos más cercanos en España en sectores tan diversos como Banca (Bankinter, Banco Sabadell), Turismo & Transporte (Spanair) o Retail (Munich Sports).


Y tú, ¿estás dispuesto a escuchar las ideas de tus clientes y ponerlas en práctica?

La Razón Humana


Lo que nos encontramos cuando hablamos de razón humana es la vastedad de la obra y del espíritu del ser humano y la grandeza del pensamiento no estrictamente emocional. Y con esos mimbres trazamos nada más y nada menos que el mundo.

Percibimos que la vida es sangre, sudor y lágrimas. Sentimos que nuestras vidas son efímeras, en primer lugar, pero también sujetas a derrotas, desvaríos y desvanecimientos. Nada nos puede consolar, en estos términos, salvo la razón.

El uso abundante o parco de la razón en nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos. La razón como elemento fundante de las construcciones que elaboremos en el mundo. Y también como criterio para la crítica y refutación.
Sabemos nadar y guardar la ropa, eso lo hacemos maravillosamente. Pero la razón nos indica que hay que saber nadar, por un lado y hasta bucear en las profundidades y desazones de la mente.

La seguridad del ser humano en su propia vida y fundamentos se basa, actualmente, en el uso de la razón. Que nos lleva a dividir y subdividir el mundo para explorarlo y parcelarlo y roturarlo mejor.
Los usos de la razón son los fulgores de una esperanza viva y fundamentada en el pasado, pues ya lleva la razón instalada entre nosotros un tiempo suficiente para haber dejado poso y sazón.

Los valores de la razón son ante todo los del espíritu humano transido de bondad. En efecto, la razón es siempre magnánima y ecuánime, y en el justo término se halla siempre ínsita la bondad.

La razón no sirve a muchos amos, sirve al hombre y la mujer para lograr salvar lo que de mayor calidad y calidez se contiene en sus pechos y sus corazones. La emoción que tiñe a la razón es de carácter amable y sonriente.

Uno de los mayores logros de la razón ha sido volver a la emoción razonable. Lejos de mandoblazos y puñales sutiles que todo lo envenenan, la razón con el tiempo ha ido tejiendo una red que permite contener y sujetar a la emoción.

Al tiempo que la deja expresarse en plena libertad, paradoja esta que es útil recordar para aviso de entendidos y sostén de avisados. Así la razón no constriñe a la emoción sino que la dota de una red que la mantiene firme y sujeta, de algún modo, a la realidad.

Porque la razón se ha mostrado ser el modo más fiel y prístino de sujeción a la realidad de las cosas. La realidad es otra, en efecto, desde que la razón está con nosotros. Ayudando a depurar la percepción y sensibilidad con que nos acercamos a ella.

¿La realidad es razonable? Sólo podemos afirmar que la realidad se deja amoldar a la razón siempre que esta se acerque a ella con tiento, cuidado y una cierta forma de cariño que le deja traslucir el ojo de la verdad.

Pues, ¿qué será la verdad sino la razón en acto? Confiadamente, como nos ha demostrado la razón en la historia, podemos afirmarlo alto y con rotundidad. La razón es el mejor contenedor de la verdad.
Ello se debe, quizá, a la circularidad de la razón, que es razón porque se aplica al mundo y el mundo se vuelve razonable porque, ¿hay razón en él? Evidentemente, sí. La razón surgió del mundo en un afán de devolverle el mundo que ya contenía.

Porque el truco de la razón es que desde su más remoto inicio, fue ya universal. Allá en la costa del Asia Menor o donde fuera que diese las primeras boqueadas ya se manifestaba una y firmemente una con la totalidad del mundo.

La razón es vida y afecto y está transida de emoción. Porque si no es una con el hombre no puede ser. Y como no puede dejar de ser una vez surgida a la luz, se acopla como un guante a todo lo que del hombre pueda saber.

Esto es, cualquier razonamiento brota de una emoción, la que embargase al ser humano que lo emitiese, y se dirige a una o diversas emociones, a las que suele aplacar y domar y mimar, todo al tiempo.

Insisto en que no hay razonamientos puros, en formol, sino que siempre responden a una situación y coordenadas humanas concretas. Aunque no lo trasluzcan en su contenido y estructura aparentes, un análisis más sosegado y cercano al hombre lo demostraría.

La cuestión práctica es, ¿qué nos importa el hombre que está detrás del razonamiento con sus sentimientos, sensibilidad y emociones? Y muy cierto es ello. ¿Qué nos importa? A efectos prácticos, nada.

Pues la razón se expresa con un lenguaje propio, el de la lógica, que puede manifestarse y desarrollarse en apariencia independiente de cualquier otro lenguaje humano, fundamentalmente el de la emoción.

A ello se debe en gran medida el prestigio histórico de la razón. A su apariencia de independencia, autonomía y perennidad. Pero yo os repito que todo razonamiento es de raíz emocional, como no puede dejar de ser humano.

Hasta en sus vertientes de razón instrumental y práctica, o de razón científica o filosófica podemos rastrear este componente tan humano como cualquier otro a la postre pero que anda cabizbajo aparentemente ante la gran fuerza de la razón.

Andaba por esos lares Ortega cuando acuñó la expresión de la razón histórica y otros muchos caminaron también por esos andurriales. Herederos de esa tradición no podemos dejar que se marchite o deje de florecer.

Hoy en día hay una fuerte corriente de irracionalidad en nuestro mundo, que tiende a desprestigiar a la razón. No sólo es el irracionalismo sino también todo aquello que pretende separar a la razón, loada en apariencia, del ser humano concreto.

Así, se tiende a elogiar la emoción o la poesía como si fuera un caballo de batalla su lucha encarnizada contra los peones de la razón en movimiento siempre hacia adelante. No lo veo yo así.
Bien es cierto que el único movimiento posible de la razón en acto sea hacia adelante, comiendo siempre cada vez mayor terreno al mundo sin desbrozar o roturar. Esto puede dar miedo a algunos.

Pero tenemos que comprender que si la razón no tiene marcha atrás, so pena de destruir al mundo realmente existente, ello no obedece a afanes conquistadores o de dominio sobre otras áreas del proceder humano.

Hemos visto que la razón se amolda como un guante a la emoción y una pequeña prueba adicional de ello es la crítica del arte. Que nos invita a ascender a las alturas de la emoción por vías racionales o argumentativas.

La razón no es nuestro enemigo, además hay que considerar que somos, constitutivamente, en parte entes razonables. Y no deberíamos, creo yo, intentar amputar una parte de nuestro cuerpo o espíritu.
Somos, los hombres y las mujeres de hoy día, herederos de una larga tradición que se renueva diariamente, en cada uno de nuestros movimientos mentales y de comportamiento. Es la razón que porta la antorcha que ilumina la oscuridad.

Porque sigue habiendo oscuridad a nuestro alrededor y ¿qué otra luz puede iluminar nuestro camino? Una luz que tenga en cuenta, claro es, las cualidades y claridades más íntimas del ser humano.

Semejamos a la razón en muchos de nuestros hábitos y costumbres, no así en muchos otros, el camino todavía es largo hasta la superación y constitución de la realidad humana tal y como nos indicaron unos pioneros vacilantes allá en la Antigüedad.


No me cabe duda de que superaremos este pequeño bache de desprestigio relativo de la razón y volveremos a ser cabales creyentes en ella y la adoraremos y haremos sacrificios en su honor.

domingo, 3 de febrero de 2019

Cuando Malcriamos

Sin que los padres se den cuenta, están criando a niños caprichosos, frágiles y llenos de inseguridades. Esto ocurre porque no se les enseña a los niños a ser resistentes a la frustración, porque los padres solo piensan en que sus hijos sean felices… sin darse cuenta de que igual de importante es que sean felices, es que aprendan a manejar las frustraciones que la vida les va poniendo delante.

Los niños que no aprenden a manejar las frustraciones creen que otra persona les debe garantizar su felicidad, que ellos no son capaces de conseguirlo por sí mismos. Grave error, puesto que si alguien (sea quién sea o lo que sea) no les garantiza la seguridad caen en una desgracia emocional de la que les cuesta salir por sí mismos. Cuando los niños crezcan, la sociedad no se va a fijar en su felicidad, se les pedirá que actúen y que sepan cómo funcionar.

Cuando los niños no aprenden de la frustración
Los niños que no aprenden a tolerar la frustración se convertirán en adultos infelices, que no estarán nunca satisfechos con nada. Sentirán gran vacío emocional que no se llenará con absolutamente nada, además, tendrán dificultades para entender sus propias emociones y también las de los demás. Por si fuera poco, al no tolerar la frustración pueden aparecer problemas de agresividad, problemas con el respeto de las normas y con la autoridad.

Cuando se intenta evitar el sufrimiento a los niños, los padres estarán evitando que se enfrenten a frustraciones diarias, necesarias para que después afronten la vida. La sobreprotección solo causará problemas emocionales ya que se les está vetando la capacidad para aprender por sí mismos, de resolver los problemas, de ser independientes y de enfrentarse a la realidad que tienen delante. La vida está llena de problemas, evitarlos no es la solución. La solución es aprender a manejarlos.
No se puede tener todo lo que se quiere

No importa la edad que tengan tu hijos, es importante ayudarles a manejar su frustración para que sean capaces de expresar cómo se sienten, poniendo palabras a las emociones. De esta forma, cuando tengan una rabieta podrán manejarla antes. La comunicación y el diálogo son fundamentales para que los niños aprendan a expresar cómo se sienten o qué necesitan en cada momento.

Si las rabietas no se corrigen o si el adulto la tiene al mismo tiempo que el niño, esto puede transformarse y que se convierta en un verdadero problema. Un niño de diez años con rabietas no es lo mismo que un niño de tres. El de tres llora, el de 10 insulta e incluso puede amenazar a los padres por no saber controlar esas emociones que siente tan intensas, por no entenderlas… Por no haber aprendido a que las emociones deben sentirse pero también deben controlarse.

Sin frustraciones aparecen los problemas
No queremos decir que los niños se frustren todos los días, pero sí que si se evitan las frustraciones cotidianas, los niños se pueden convertir en déspotas, en niños tiranos. Tendrán apego a las cosas materiales sin valorar lo que tienen porque no se les ha enseñado a valorar las cosas. No serán tolerantes, no sabrán empatizar y no entenderán las emociones. Se convertirá en un adulto infeliz y frustrado.

No hay que darles todo lo que piden, ni tampoco quitarles todos los problemas para ver su sonrisa en el rostro. Los niños no pueden estar sobreprotegidos dentro de una burbuja, porque se convertirán en seres frágiles, fáciles de romper.

Es muy importante que los padres y educadores de los hijos vayan siempre por el mismo camino. Necesitan coherencia en la crianza para sentirse seguros y protegidos, pero no… sobreprotegidos.

Aceptar Las Cosas Como Son

Una de las fuentes de sufrimiento más comunes en el ser humano es la dificultad para aceptar las cosas tal como son. Aceptar las cosas como son no significa resignarse ni bajar los brazos frente a lo que quisiéramos cambiar, Todo lo contrario. Es a través de la aceptación que es posible introducir modificaciones en uno mismo, en el mundo y en la vida de cada uno.
El pensador estadounidense Reinhold Niebuhr escribió:

“Señor, concédeme serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que sí puedo y sabiduría para reconocer la diferencia”.

De eso se trata. De poder aceptar que hay cosas que se pueden cambiar, y que uno puede ponerse a trabajar para conseguir esos cambios, pero que hay otras que no se pueden cambiar.
Es una pérdida de tiempo y de energía protestar, amargarse, y enojarse por las cosas que no nos gustan y no se pueden cambiar.

Mucha gente malgasta su vida sufriendo y quejándose de cosas que no tienen solución en vez de ocuparse de las que sí la tiene.

Las relaciones con los demás
Del mismo modo que resulta difícil aceptar las cosas como son, también cuesta aceptar a los demás tal como son. En general se espera que los demás actúen y se comporten como uno lo haría. Pero esto no es así. Por ejemplo: si le hacemos un favor a un conocido, nos duele si no obtenemos el mismo trato por su parte cuando lo necesitamos. Esperamos que actúe como nosotros mismos lo hicimos y nos desilusiona si no lo hace.

Esperamos de los demás un funcionamiento similar al nuestro. Y vivimos desilusionados o enojados con los otros si no lo hacen.

En esta clase de actitud está el punto de partida de la mayoría de conflictos interpersonales. Nos cuesta aceptar que el otro es distinto, que se conduce de otra manera y que tiene una forma diferente de expresar su cariño o su apoyo.

Al esperar que los demás se comporten de determinada forma les estamos negando el derecho a su identidad. Ser o actuar de modo distinto a nosotros no tiene por qué ser negativo.

Cada persona tiene una combinación única de defectos y virtudes. Podemos aceptar su singularidad y disfrutar de las cosas buenas que nos ofrece. O vivir sufriendo y quejándonos porque esa persona es diferente a uno.
La aceptación y la pareja
Este tipo de problemas es común en las parejas. Muchas de ellas terminan rompiendo el vínculo por la imposibilidad de aceptar al otro como es.

Nos gustaría que nuestra pareja fuera más cariñosa, o más simpática, o más alegre, y vivimos amargados y peleando porque no es tal como queremos. Esta insatisfacción va generando un clima de frustración y de desencanto en la vida de pareja.

Por otro lado la no aceptación de las diferencias impide la comunicación, la intimidad, y la posibilidad de hacer algo distinto con lo que nos resulta difícil de entender.

La aceptación de uno mismo
Otro enorme desafío con el que nos enfrentamos a diario es el poder aceptarse uno mismo, con las virtudes y los defectos que cada uno posea.

Es muy habitual que se tenga una imagen distorsionada de uno mismo. A veces nos creemos menos de lo que somos, a veces nos creemos mejores de lo que somos. Esto lleva a vivir en un mundo irreal, teñido de falsas ideas con respecto a uno mismo. Es como si nos miráramos en un espejo que deforma y sólo tuviéramos de nosotros mismos esa imagen deformada.

Poder aceptarse es fundamental para evolucionar interiormente y para construir el resto de los vínculos con el mundo y con los demás.

PARA APRENDER: Una anécdota
La historia tiene como protagonista a un violinista que en pleno concierto en Nueva York vio cómo se rompía una de las cuatro cuerdas de su violín. En lugar de detenerse, decidió adaptar la melodía a las otras tres cuerdas, algo realmente difícil con este instrumento. Cuando le preguntaron por qué había elegido esa opción, respondió: “Hay momentos en los que la tarea del artista es saber cuánto puede llegar a hacer con lo que le queda”.

Todos estamos expuestos a circunstancias indeseadas. Para el violinista la cuerda rota fue una de esas situaciones indeseadas. En lugar de paralizarse, lamentar su suerte y no aceptar lo que estaba pasando, el músico decidió ver qué es lo que quedaba sin romperse y siguió adelante con lo que había.

Aceptar lo que ocurre es una oportunidad de encontrar soluciones.