lunes, 4 de febrero de 2019

Consumir La Propia Incertidumbre

“Se nos pide que seamos capaces de conciliar familia y trabajo, que nos formemos, que seamos gestores de nuestra propia vida, que disfrutemos, que compremos, que invirtamos, que arriesguemos. Pero la pregunta sigue ahí: ¿cómo vivir en un tiempo de incertidumbre?”

No hay duda de que vivimos en una época confusa, parece que todo lo que era sólido y estable se debilita. No solo las instituciones y las ideologías, sino también lo que pensamos sobre nosotros mismos. Estamos asistiendo a un cambio de mando en el orden mundial, de un mundo unipolar hemos pasado a uno multipolar, con nuevos países líderes, como China o Rusia, que tienen clara su estrategia y en los que la democracia no es un valor. También al auge de los populismos en lugares que parecían inmunes a él, como Estados Unidos y Reino Unido, por no hablar de Europa del Este o Italia. Pero también estamos viendo, aunque de forma más subrepticia, cómo nuevas corporaciones no solo barren a grandes multinacionales sino que su poder se equipara al de los Estados-nación, es el caso de GoogleFacebook Amazon.

Por otro lado, el mundo del trabajo está en plena transformación, no sabemos si hacia un mundo con una nueva élite que pueda trabajar y una mayoría de parados crónicos y sin solución o hacia uno donde seguirá habiendo empleo, pero el que no puedan realizar robots o inteligencias artificiales. En cualquier caso estamos comprobando cómo el modelo laboral no es el de antaño: cada vez tiene una mayor presencia la economía digital, los falsos autónomos, la competencia encarnizada por puestos de trabajo, a veces de poco valor, y la sensación de que estamos siempre trasnochados en relación a lo que quieren las empresas.

Si el sentido, hasta ahora, venía dado por grandes relatos como Dios, la ciencia o el Estado, ahora se ha hecho presente la vacuidad de esas instituciones. Ante ese vértigo aparece la angustia, el temor, la desconfianza. Nuestra época es la época de la depresión, del trastorno por déficit de atención con hiperactividad, del trastorno límite de la personalidad, del burnout. Parece que la condición humana aguarda un vacío que, en cada momento histórico, se expresa de una forma concreta. Un mundo cada vez más urbano, más veloz, tiene su propio fenotipo del malestar. La humana es una especie nómada solo por necesidad y ahora está cambiando el mundo bajo nuestros pies. Es nuestro hábitat el que cambia, nosotros seguimos siendo los mismos.

Si en cada época se expresa el malestar de una manera, también cada época propone sus curas. Hoy es consumir, no esperar, estar en continuo movimiento, enlazar relaciones de amistad o de pareja superficiales, tener más dígitos en el casillero de los seguidores o de los likes, no dejar de gozar. Pero por las grietas del sistema se escapa el residuo de esta vida: tristeza, insomnio, ansiedad, irritabilidad, falta de concentración, de control, de capacidad para el placer... devolviéndonos el negativo de ese "superhombre" o de esa "supermujer" que solo existe en las pantallas y los carteles de publicidad pero que, a modo de ideal, nos esclaviza.


Es hora de liberarnos de esas cadenas, de recuperar la vida, el encuentro con el otro, nuestro propio deseo, solo así dejaremos de ser siervos de semejante amo.

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