La energía es el motor de cualquier vida y no hay mayor
causa motora que la ilusión para provocar un efecto en nuestras acciones. Ella
nos guía desde que somos pequeños y comenzamos a tener uso de conciencia por
las pequeñas cosas, impulsándonos a llegar más allá de los límites que nos
creemos tener.
Por eso no podemos vivir sin ilusiones que se renueven
constantemente y nos conduzcan a nuestros sueños. Si quieres ser actriz,
adoptar un niño, montar una empresa, no importa, inténtalo. ¿Quién te dice que
no puedes? La ilusión que pongas en ello te llevará más cerca de la
recompensa y puede que incluso te demuestre que eres capaz de conseguirla.
“Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer
algo.
Ni siquiera yo, ¿vale? Si tienes un sueño, tienes que
protegerlo. Las personas que no son capaces de hacer
Algo te dirán que tú tampoco puedes. Si quieres algo
ve por ello y punto”
-Película: En busca de la felicidad–
Huele cada ilusión como si nunca lo hubieras
hecho, saboréala como si fuera la primera vez que hubieras probado algo igual, disfrútala
como si fuera únicamente tuya y siéntete llena: no dejes nunca que se apague,
pues va a ser la luz más grande que vas a tener siempre.
La doble cara de la ilusión
Tener ilusiones es completamente irracional, de ahí su
adrenalina y peligro al mismo tiempo. Sobre todo porque, si las expectativas no
se cumplen, probablemente sentiremos que hemos fracasado. Justamente esto
es lo que nos ha llevado siempre a pensar que hay personas muy “ilusas” que
pasan la mayor parte del tiempo sin tocar el suelo, de manera que cuando caen,
la caída siempre es más dolorosa.
Tarde o temprano todos pasamos alguna vez por ese
momento de fantasía personal en el que la ilusión se apodera de nuestra mente y
no nos deja pensar con claridad: nos movemos con el corazón, de manera que el
riesgo de acertar o fallar se equilibra. Ese es el problema de su
otra cara, que la razón pierde control sobre nuestras acciones.
Mi mayor ilusión es seguir teniendo ilusiones
Más allá de ese matiz negativo, no podemos levantarnos por
la mañana si no tenemos una ilusión por la que enfrentar el día: el cuerpo
necesita de esa positividad y
de esa fuerza anímica para mantenerse en pie y conseguir las
metas que le hemos marcado.
“Hay algo que da esplendor a cuanto existe,
y es la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la
esquina”
-G. K. Chesterton-
No es cierto aquello de que “de ilusiones vive el tonto”, lo que
es verdad es que sin ilusiones no se vive. Nos damos cuenta de esto
cuando estamos en un mal momento y nos decimos: “necesito recuperar la
ilusión”. Un trabajo nunca estará del todo bien hecho si no tiene las ganas
suficientes,
una relación no funcionará sin esperanza, no alcanzaremos un reto
si no existe.
Esa es realmente la razón por la que no podemos negarnos a
ellas. El futuro lleno de ilusiones es probable que llegue a ser totalmente
incierto, pero son ellas la energía que nos conduce hacía él.
Sin ilusión
el futuro es un presente indefinido y un camino cansado, una órbita de adversidades que no querríamos
enfrentar.
Los planes y los sueños se van cerrando poquito a poco.
Prácticamente nadie ha conseguido eso que tanto anhelaba de un solo paso, si no
que ha caminado despacio y ha ido recogiendo los frutos de pequeñas metas. Eso
nos ayudará a ir ganando en autoestima y superación personal.