viernes, 22 de marzo de 2019

Aprender A Vivir

Porque tengo que ser consciente de mi vida?¿Cuál es el significado de estar consciente de sí mismo? ¿Qué es ser consciente? ¿Cuál es la diferencia entre ser consciente o ser bueno? ¿Cómo saber si estoy siendo consciente de mis propias acciones?¿Qué tengo que hacer para estar consciente de mi vida? ¿Cuál es la diferencia entre ser consciente y ser inconsciente?. Estas son algunas de las preguntas que muchos de nosotros nos hacemos, tratando de averiguar que hacer para vivir en paz y armonía con nosotros mismo y con las demás personas.

Se consciente de tu propia existencia aceptando la vida tal cómo es, debes estar alerta y atento a lo que pienses, dices o haces. Cuando eres consciente, no eres capaz de hacer daño, ni desear mal a nadie, ni con tus pensamientos, ni con tus acciones, aun cuando te encuentres en una situación apremiante, estarás en paz y tranquilo contigo mismo. Regresa a tu niñez, donde estuviste una vez, y desde ese estado de no saber absolutamente nada, encontraras ese silencio, que te conducirá a tu propia consciencia, entonces la vida será una gran bendición de ser vivida en todo su esplendor, transformando toda tu vida misma en una religión

No lo pienses, no uses tu inteligencia, ni conocimientos, simplemente se consciente del camino en el mundo que tú conoces, este no existiría sin ti, empieza y termina contigo, no hay más. Llegas aquí a través del vientre de una mujer, que es tu madre, tú naces frágil y puro, eres inocente y no sabes ni conoces nada, pero sin embargo tú necesitas protección y cuidado de gente adulta, tus padres, ellos son los que toman esa responsabilidad, ya que fueron los que te trajeron a este planeta, tus padres vienen a ser como el súper hombre y la mujer maravilla, es la manera como tú los ves y aceptas lo que ellos te dicen, no tienes otra alternativa.

Eres amor, porque eso eres lo que proyectas cuando las personas entorno tuyo te miran y te sostienen en sus brazos, no tienes que decirlo, porque no conoces todavía el símbolo del lenguaje hablado, sin embargo tu sola presencia lo demuestra. Eres un ángel hecho realidad.

La sociedad donde naces ya está establecida con todas las leyes, reglas creadas y acordadas por los adultos que te precedieron, tus padres te enseñan lo que ellos aprendieron y conocían, no te pudieron haber enseñado lo que no sabían ni conocían, aprendes a percibir el mundo exterior mediante tus cinco sentidos, cómo oler, ver, escuchar, sentir, gustar y así es como percibes tu realidad, comienzas a crecer y a los 5 años todavía eres puro y limpio, sin ninguna malicia ni odio, solamente quieres divertirte, viniste a ser feliz, cuando juegas con niños (as) de tu misma edad ni te fijas en el color de su piel, si son ricos o son pobres, ni te fijas en el aspecto físico de la otra persona, vives en tú forma natural, simple y sin complicaciones.

Los adultos te enseñan a ser bueno, y te premian cuando haces algo que ha ellos les parece bien, y te castigan cuando les parece a ellos que no esta bien, si dices o haces algo que a los adultos no les gusta, entonces te dicen que eres un niño o niña mala, y si haces o dices lo que a ellos les gusta, tu eres bueno, no te dejan ser autentico, te enseñan a obedecer y no a pensar ni analizar, simplemente te dicen lo que tu debes hacer, los adultos están tan ocupados con sus actividades cotidianas en este mundo tan materialista, prenden el televisor y se olvidan de ti, prácticamente te dejan solo, no tienes el apoyo físico ni mental de los que supuestamente son responsables de ti, luego a partir de los 6 años o a veces antes vas a la escuela a estudiar, y allí tu te relacionas con otros niños (as) que también están siendo programados de la misma manera que tú.

Ésta es la etapa de condicionamiento que la gente adulta sin ellos saberlo, aplicaron directa o indirectamente contigo, sus ideas, sus creencias, sus conocimientos y comportamientos, no sabes lo que es eso pero lo aceptaste, ellos también pasaron por esta etapa, no tienes otro camino, tu cuerpo empieza a crecer y a desarrollarse, tu mente se amplia, toda la información que recibes del mundo exterior se filtra en tu subconsciente creando tu sistema de creencias y hábitos con cual vives el resto de tu vida.

Aprendes a hablar y a comunicarte, y es así como empiezas a adquirir más símbolos como: bonito, feo, alto, bajo, gordo, flaco, ganador, perdedor, lento, estúpido, chismoso, negro, blanco, rico, pobre y luego utilizas estos mismos símbolos en contra de ti mismo y en contra de los demás. Estos símbolos no son verdaderos, son solamente una creación de la mente, pero tú crees en ellos y esto te hace sufrir. La verdad eres tu, no los símbolos.

El sentimiento del miedo empieza a apoderarse de ti, te dicen que el ser humano no es perfecto, y tú lo crees, de manera que comienzas a buscar la perfección, tanto en el aspecto físico como mental, aprendes tantas mentiras y esas mentiras te hacen daño, pero no te das cuenta que dentro de ti en lo más profundo de tu ser esta esa fuente con la que llegaste a este mundo maravilloso, ahí es donde yace la pureza, la verdad de lo que realmente eres, recuerda tu llegaste puro e inocente pero acumulas tantos conocimientos y esos mismos conocimientos crecen tanto que son obstáculos para que no puedas llegar a tu fuente de origen, causándole una profunda ansiedad, no sabes qué hacer, olvidas por completo el camino de regreso donde una vez estuviste y fuiste feliz, el cual siempre te acompañara por el resto de tu vida, pero tú te olvidaste y no estás consciente de que existe.

Se consciente del camino erróneo que estás siguiendo y no te sientes feliz, entonces tienes el poder en tus manos de cambiarlo, lo único que tienes que hacer es utilizar la meditación que te ayudara a tranquilizar tu mente y desde ese estado de tranquilidad reconstruir tu vida, buscando el balance entre tu mundo interior y tu mundo exterior.

¿No es cierto que la mayoría de la gente en general viven en una constante reacción a lo que sucede en el mundo exterior? Siempre en busca de algo, tratando de obtener más dinero, más poder, más fama, más prestigio, ser un ganador, etc., aún no se conocen a sí mismos. Tienen un vacío interno que los conducen a actuar inconscientemente de su propia realidad, de cómo es la vida en sí. También existe mucha gente que siempre están viviendo la vida de otros, preocupándose por lo que hacen o no hacen. ¿Quién vive la suya?. Se supone que eres tú.

Se consciente de que el mundo es perfecto tal cómo es, el uso incorrecto de nuestra mente a través de nuestros sistemas de creencias nos lleve muchas veces a decir que es imperfecto.

Se consciente que tú eres el único responsable de tu vida. Tu felicidad o infelicidad está en tus manos. 

Es tu decisión.

jueves, 21 de marzo de 2019

La Lucidez De La Locura


Sabido es que Guy de Maupassant fue un loco. En efecto, el más cabal de los naturalistas, puesto que al no tener inquietudes sociales siempre se limitó a la reproducción exacta de las miserias humanas, sin llegar a caer nunca en ese maniqueísmo que tan a menudo registramos en Zola; el mejor cuentista, en fin, que registra la historia de la literatura, es también uno de sus grandes desequilibrados. De ahí que acabara sus días en un manicomio. Sin embargo, pocas veces se habla de ese papel determinante que la alienación jugó en su obra. 

Obedeciendo a un pacto subrepticio con la razón -diríase- los biógrafos de Maupassant evitan entrar en estas consideraciones, como los primeros que tuvo Ernest Hemingway eludieron detenerse en el episodio final: el suicidio del novelista. Ambas omisiones son dos claras manifestaciones de un mismo prejuicio: aquel que vela por preservación de la idea de que la literatura es un juego floral, siempre en comunión con lo que cuantos mojigatos pululan alrededor de ella estiman “bueno” y “debido”. Ahora bien, moleste a quien moleste, respecto al norteamericano hay que decir que, sabiéndose presa de una enfermedad terminal, decidió pegarse un tiro en la boca; en lo que al francés concierne, la misma enajenación mental que le llevó a la tumba inspiró sus mejores páginas. 

El rastro de la obsesión 

La historia del maestro de la palabra justa es conocida. Entre líneas, en todos sus episodios, el lector lúcido puede detectar el rastro de la obsesión, la monomanía, la locura. Nacido en 1850, en el seno de una aristocrática familia normanda, lo que debía haber sido una infancia feliz no llegó a serlo por culpa de las constantes discusiones en que las continuas aventuras galantes del señor Maupassant enfrascaban sus padres. Él, un hombre violento y disoluto; ella, una neurótica. Aunque algunos biógrafos de nuestro escritor han querido apuntar que la ruptura de tan mal avenida unión fue amistosa, todo parece indicar lo contrario. Salvo error u omisión, no hay nada que demuestre que volvieron a verse. Por el contrario, de ese interés por los expósitos y los niños abandonados que Maupassant demostró en un buen número de sus piezas, sí podemos deducir que se sentía abandonado por su padre. No parece muy lógico que un hombre que se olvida de sus hijos se trate con la mujer con quien los ha engendrado. 

Conjeturas aparte, es un hecho comprobado que el desequilibrio del escritor -y de su hermano Hervé, quien también acabaría suicidándose- tuvo su origen en una enfermedad venérea contraída por su padre. Si bien es verdad que fue su madre quien le inculcó el interés por la literatura, la pasión con la que se dedicó a la educación de Guy -desentendiéndose casi por completo de su otro hijo- no debió de contribuir mucho a la salud mental de ninguno de los tres. Así que, cuando el joven Maupassant sale de su casa, ya es, irrevocablemente, un inadaptado. Aunque el desequilibrio que venía padeciendo desde niño en sus primeras edades no era apreciable para los desconocidos, Flaubert, como es sabido su gran mentor en los misterios de la creación literaria, pudo dar buena cuenta de las frecuentes crisis que su pupilo padecía incluso en los días en que era un joven sano y robusto, amigo de las actividades al aire libre. 

Éxitos literarios 

Tras la publicación de su primera obra maestra, “Bola de sebo” (1880) -relato inspirado en su experiencia en la guerra franco-prusiana, aparecido dentro del volumen colectivo “Las veladas de Sedán”, que pasa por ser una especie de manifiesto naturalista- los éxitos literarios se suceden durante diez años. A un ritmo vertiginoso da a la estampa colecciones de cuentos como los reunidos bajo los títulos de “La casa de Teiller” (1881) o “Madeimooselle Fifí” (1882), junto a novelas como “Una vida” (1883) o “Bel ami” (1886). Deslumbrado ante su talento, el gran París le reclama, pero el escritor muestra una aversión enfermiza ante las servidumbres de la fama. Enfermiza es también su pasión por la mujeres -tiene infinidad de amantes sin llegar a querer de verdad a ninguna de ellas-, en la que no hace falta ser el Freud para detectar una paralelismo con las infidelidades de su padre. 

Mientras tanto, las migrañas casi constantes que sufre, le hacen buscar alivio en el éter y la morfina. La toxicomanía -otra monomanía al cabo- no hace sino potenciar aún más su desequilibrio. 

El comienzo del fin está fechado en torno al año 1835. Es entonces cuando, aquello que Alberto Savinio -acaso el más atinado de los biógrafos del “conteur” llamó el “inquilino negro” comienza a apoderarse de Maupassant. Si bien en la mayor parte de su producción se registran rasgos de su locura, sobre ese otro que habita en el escritor y que acabará siendo su asesino, el maestro dejará constancia en otra obra maestra: “El horla” -título que alude a las palabras francesas “hors là!” (Fuera)-. El relato en cuestión trata sobre la triste experiencia de un hombre que, a raíz de la llegada de un barco procedente de Brasil, comienza a ser poseído por algo así como su doble invisible. 

Finalmente será él, “el inquilino negro”, quien se yerga en asesino de su anfitrión. El 25 de mayo de 1887, cuando el relato sale a la calle, Maupassant ya es presa de la inquietud y la melancolía que precedieron al derrumbamiento. La necesidad de soledad es claramente maníaca, como sus alucinaciones, su obsesión por la enfermedad y los microbios; su desconfianza ante los editores, médicos y amigos. El primero de enero de 1892, intenta suicidarse. 

Internado en el manicomio, morirá al cabo de dieciocho meses de una inconsciencia sólo alterada por frecuentes accesos de violencia. En ellos, el mejor cuentista que la historia de la literatura registra vistió una camisa de fuerza. 

La Caja De Mis Secretos


De repente todo se vuelve tan simple que asusta. Perdemos las Necesidades y se reduce al equipaje. Las opiniones de los demás, son realmente de los demás; incluso si son sobre nosotros, no importa.

Abandonamos las certezas porque ya no estamos seguros de nada. Y no nos hace falta.

Vivimos de acuerdo con lo que sentimos. Dejamos de juzgar porque ya no hay bien o mal, sino más bien la vida que eligió cada uno.

Finalmente entendemos que todo lo que importa es tener paz y tranquilidad, es vivir sin miedo, es hacer lo que alegra el corazón en ese momento y nada más.

Y cuando descubrimos todo eso es cuando llega la satisfacción plena. La verdadera felicidad.

Educar Para La Incertidumbre

Este catedrático, hoy Decano de Educación de la Universidad de Texas en Brownsville, ha estudiado en profundidad las reformas universitarias americanas (norte y sur) y europeas, lo que le convierte en una autoridad en la materia. En esta entrevista nos desvela las claves para conseguir una educación acorde con los tiempos actuales. Para él resulta fundamental dar mayor protagonismo al estudiante, equilibrar la formación cognitiva con la afectiva y educar para un mundo en el que cada vez existen menos certezas.

Es muy difícil, pero absolutamente necesario. Y es complicado porque hemos creado un mundo que tiene bastante de ficción. Pensamos que todo está hecho. Se habla de planificación estratégica, diseñamos programas para estudiantes que están iniciando su vida y van a permanecer dieciséis años en la educación formal, cuando es casi imposible, saber lo que va a ocurrir cuando se incorporen al mundo del trabajo. El caso es que les inducimos a creer que con lo que están aprendiendo van a tener resuelto su futuro, mientras que lo razonable sería ayudarles a construirlo.

La base fundamental de la educación para la incertidumbre es enseñar a pensar, a disentir, a respetar al otro. Y estos son componentes afectivos, no cognitivos. La educación española es muy cognitiva, lo cual está bien, siempre y cuando no lo haga a expensas de lo afectivo, porque el ser humano ha de aprender a vivir en sociedad. Lo que plantea esta corriente de pensamiento es cómo ayudamos a los estudiantes a que resuelvan sus problemas dándoles herramientas, y conocimientos obviamente. Y esto no se consigue con programas rígidos.

Me ha ayudado a centrar la atención en el estudiante. En la universidad tenemos cierta tendencia a elaborar el currículo de cada asignatura a imagen y semejanza de lo que sabe el profesor, lo que provoca una gran crisis, puesto que el estudiante debe adquirir los conocimientos que el mundo le reclama. Con esta dinámica los saberes que realmente importan, suelen llegar demasiado tarde. Es decir, siempre vamos por detrás de los acontecimientos. Es como si estuviésemos reproduciendo la historia en lugar de construirla. Con ello quiero decir que la universidad europea, y tal vez también la americana, no digo que no, piensa mucho más en el docente que en el discente.

De ambas cosas. Por un lado, está la manera de entender la educación universitaria. En el currículo debe haber unos contenidos medulares que todos necesitan, pero también hay que dejar espacios para compartir, en los que los estudiantes puedan discrepar. Esta forma de enfocar la enseñanza es más cara, porque exige más profesores, diversificar los contenidos y tener aulas menos concurridas.

Puede ser, pero en esto existe un error muy generalizado: siempre hemos pensado que las ciencias, las matemáticas por ejemplo, deben darse a pequeños grupos y que la filosofía puede trabajarse en clases numerosas, cuando en realidad es todo lo contrario. Los estudiantes pueden seguir en una pantalla el proceso de una ecuación, como se deriva, como se reconstruye, como se define y como se soluciona. 

En cambio, en esas condiciones, es muy difícil desarrollar una teoría de Aristóteles y esperar que todos hagan la misma deducción, porque en este caso se requiere un pensamiento reconstructivo, lo que exige análisis y discusión. Cuando esto se obvia, caemos fácilmente en la simple memorización.

Es que existe la creencia de que los contenidos considerados teóricos son más fáciles de enseñar que los de carácter más práctico, y eso no es así. Es más, se ha creado una dicotomía entre las humanidades y las ciencias, han emergido dos lenguajes distintos que se contraponen, y hay un desprecio de uno hacia el otro, incluso en el campo científico. Eso es un problema. Yo he estudiado ingeniería, psicología clínica y educación, y puedo afirmar que la matemática es lo más sencillo que hay, porque se trata de un sistema simbólico fácil de aprender. 

La cuestión es que cuando impartimos disciplinas consideradas teóricas, no enseñamos a pensar, porque creemos que la educación del pensamiento está sólo asociada a las ciencias.

La convergencia es una manera de armonizar todo el sistema de educación superior de la Comunidad Europea y esto, en el fondo, me parece estupendo. Pero no se puede decir que esta reforma sea perfecta, porque ha copiado parte del modelo anglosajón, que a mi modo de ver tiene algunas debilidades. Cabría haber sido más selectivos, es decir, tomar en cuenta las partes buenas y conservar lo que funcionaba bien del sistema europeo que ya existía.

Ahora toca crear procesos de calidad, en los que las tecnologías propicien metodologías que movilicen la enseñanza y el aprendizaje. Ello implica un profesorado competente, no sólo en el manejo, sino también en la aplicación que se puede hacer de ellas. De hecho, los chicos o chicas suelen tener un mayor dominio de estas herramientas, pero ello no quiere decir que el profesorado no pueda aportarles formación sobre como usarlas. Por ejemplo, los jóvenes piensan que la información que obtienen en Internet es siempre real y veraz, lo cual no es cierto. Y ahí es donde necesitan el apoyo de un experto que le ayude a seleccionarla y a tratarla.


Sí. Hay que equilibrar la faceta investigadora con la docente. Ambas deben marchar de la mano, porque a la enseñanza debe alimentarse, en parte, de la investigación que lleva a cabo el propio profesor y de la de los demás. Pero además, el profesorado debe tener un sentido de responsabilidad social, o como más me gusta llamarlo, compromiso social, porque si no asume esto, difícilmente podrá llevar a sus estudiantes a desarrollar este sentimiento con la comunidad, que por otra parte es una de sus funciones.

Histeria:La Bestia Negra

Hay tantos títulos sugerentes para comenzar a hablar de aquella “época dorada de la histeria” que es difícil elegir. Todos los arriba anotados parten de la misma fuente: La invención de la histeria de Didi-Huberman. El libro no tiene desperdicio, ni su contenido ni el estilo de su prosa, elegante y rica en sugerencias, aunque en ocasiones se obceque en una idea y la rodee hasta agotarla.

Muy al principio, Didi-Huberman habla de este período como un capítulo de la historia del arte cercano a la pintura y al teatro, donde médicos insaciables provocan, retratan y archivan imágenes de la histeria en colaboración con supuestas histéricas que lo consienten y exageran la teatralidad de sus cuerpos.

Los niños la persiguen a pedradas, como si fuera un mirlo. Los hombres la siguen con la mirada.
[Lautreamont]

Todo pasa por la fotografía, es la medicina de la belle époque donde todo tiene un estilo propio, y se ampara en una ingenua creencia: la sinceridad del medio fotográfico.

La estela del romanticismo francés parece enredar también a estos científicos-artistas-voyeurs a la caza de lo sublime. Entre otras cosas en su mirada clínica que une vida y muerte: que anticipa sobre cuerpos vivos los resultados de una futura autopsia. Al parecer el método anatomoclínico del célebre Charcot consistía en estudiar con precisión los síntomas del paciente para, a su muerte, localizar en el cerebro las lesiones que habían provocado los síntomas.

¿Por qué persiguieron los hombres de ciencia la histeria? La bestia negra, como la llamaba Freud.

“La histeria fue, durante largo tiempo, la bestia negra de los médicos, puesto que representaba, para todos, un miedo enorme: pues era una aporía convertida en síntoma. Ahora bien, ese síntoma era el síntoma de ser mujer: así de burdo; y todo el mundo lo sabía. Ustéra: lo que está completamente detrás, en el fondo, en el límite: la matriz. La palabra “histeria” aparece por primera vez en el aforismo trigésimo quinto de Hipócrates, en el que se lee: “En una mujer atacada de histeria, o que tiene un parto difícil, el estornudo que le sigue resulta favorable”. Esto significa que el estornudo coloca el útero en su lugar, en su verdadero lugar, significa que el útero tiene la capacidad de desplazarse. Significa que esta especie de “miembro” propio de la mujer es un animal.


El Estado De Ansiedad


La ansiedad me paraliza. Tengo muchas obligaciones que debería estar cumpliendo ahora mismo, pero no puedo y siento que no puedo avanzar. Cuantas más crece la lista de tareas pendientes, más me cuesta ponerme a ello. Así, saber que todo lo que tengo que hacer se me acumula me causa aún más preocupación.

Esto es algo muy común, a veces la ansiedad se presenta de una manera un tanto paradójica, y es que, tener una alta carga de trabajo puede agobiarnos hasta el punto de no saber por dónde y cómo empezar. Es la pesadilla que se muerde la cola, a más obligaciones, más ansiedad… y a más ansiedad, más dificultad para ponernos en marcha.

Una buena idea para dar el primer paso será cortar el círculo vicioso que nos envuelve en una espiral de estrés y preocupación sin salida. Relájate, respira hondo y organízate. Lo primero, ¿qué es lo más importante que tienes que hacer?. Una vez hagas una lista de prioridades para poder afrontar lo que te viene encima, ponte en marcha.

En ocasiones es necesario no puedes esquivar a las situaciones estresantes y no te queda más remedio que afrontarlas. Así, te propongo que diseñes de manera inteligente dicho afrontamiento. Piensa que antes de abordar un problema de ansiedad grave, es importante que identifiques la forma en la que se presenta la ansiedad acudiendo a la consulta de un profesional.

Los síntomas de ansiedad pueden presentarse con diferente frecuencia, de una forma variada y ser desencadenados por diferentes factores. Por ejemplo, si los síntomas se presentan en forma de crisis repentinas en las que los síntomas aparecen de forma aguda y con intensidad podría tratarse de un trastorno de angustia.

En casos graves es posible que el profesional aborde el problema con tratamiento farmacológico con benzodiacepinas. Pero también hay otras terapias psicológicas que pueden ayudar a manejar situaciones estresantes y que provocan ansiedad. Como la psicoeducación para detectar síntomas como la ansiedad anticipatoria. También, el entrenamiento en técnicas de relajación o técnicas cognitivo-conductuales que ayudan a valorar el riesgo real de amenaza.

El trastorno de ansiedad generalizada se caracteriza por un estado de ansiedad y preocupación crónico, que dura más de seis meses. Además, la persona no lo puede controlar y lo percibe como excesivo, y se presenta y se manifiesta en forma de síntomas diversos:
Fatiga.
Irritabilidad.
Tensión muscular.
Insomnio.
Dificultad de concentración.
Inquietud.
Existe una capacidad reducida para afrontar las situaciones estresantes y una actitud hiper vigilante que lleva a magnificar la importancia de sucesos menores, por lo que incluso eventos normales pueden causar una gran preocupación. Se ha relacionado la vulnerabilidad a este trastorno con la existencia de relaciones de apego inseguro durante la infancia.

Las personas que la padecen, utilizan la preocupación como estrategia de defensa para evitar efectos negativos intensos. Así, Preocupándose por amenazas poco realistas evitan tener que afrontar problemas más reales y que no quieren tener que hacer frente. La adquisición de estrategias para detectar las preocupaciones realistas y afrontar los problemas cotidianos se puede realizar con técnicas cognitivo-conductuales.

La ansiedad puede ensombrecer nuestro potencial, frenarnos en nuestro desarrollo personal y profesional. A veces toca elegir, afrontar situaciones nuevas que supongan un desafío, pero que nos permiten alcanzar logros importantes. O lo que puede parecer más sencillo, quedarse en la zona de confort y así evitar la incertidumbre que tanto nos perturba.

No dejes que la ansiedad te impida conseguir todo aquello que desees. El miedo al fracaso es uno de los factores que pueden detenerte y vivir de una manera “cómoda”, sin arriesgar. Pero… ¿compensa? Probablemente no. Trabajar la tolerancia a la frustración, el afrontamiento de situaciones estresantes y la aparición de la ansiedad anticipatoria es crucial.


El camino al éxito nunca es un camino de rosas, pero en ese camino podemos aprender de los obstáculos y superarlos. Una forma de afrontar los retos que se te presentan a lo largo de la vida rebajando la ansiedad, es marcarte unas metas realistas. Asumir tus limitaciones y potenciar tus habilidades puede llevarte tan lejos como desees.

Lo Mejor De Cada Uno

Hace unos días regresaba a casa por la noche después de impartir una sesión de formación. Era tarde, estaba cansado y decidí tomar un taxi para ganar tiempo y llegar antes a mi casa para poder descansar. 

Después de darle las indicaciones al taxista, me puse a consultar mi correo electrónico ya que había estado desconectado desde mediodía. Cuando hacía sólo unos segundos que estaba en ello, el taxista me dijo: “disculpe, ¿le molesta esta música de fondo? ¿Prefiere estar en silencio?”. Por un momento busqué su mirada a través del retrovisor interior del vehículo para ver si realmente había escuchado esas palabras, o eran fruto de mi imaginación influida por el cansancio acumulado. Cuando nuestros ojos estuvieron en contacto, le agradecí su interés y le dije que estaba bien así. Era la verdad. Al cabo de unos instantes se disculpó por interrumpirme de nuevo para preguntarme si me sentía cómodo con la temperatura en el interior del vehículo. Nuevamente le agradecí su interés en mi confort. 

Ante tales atenciones decidí expresarle mi sorpresa y agradecimiento por atenderme tan bien. Lo que me dijo a continuación me dejó helado. “Mi hijo pequeño dice que su padre no es un taxista, dice que su padre se dedica a ayudar a la gente. Dice que ayuda a personas mayores a subir a su casa en lugar de dejarles en el portal del edificio donde viven, que ayuda a las personas a llegar a tiempo a reuniones importantes, a que puedan trabajar tranquilos mientras se desplazan de un lugar a otro…”. 

Y aunque la conversación que siguió a continuación resultó ser de gran interés, voy a centrarme en este último comentario. 


Efectivamente, alguien que se interesa en saber si en su taxi los clientes están cómodos, alguien que se esfuerza por empatizar con ellos, es alguien que demuestra con sus acciones un nivel de esfuerzo, de compromiso y de motivación muy potentes. Si comparo a este profesional con otro de su mismo sector, podré ver y encontrar algunas, o muchas, diferencias en sus maneras de hacer, en sus acciones. De igual manera, podemos fijarnos todos los días en un gran número de personas que nos rodean.

Podemos fijarnos en cómo hacen lo que hacen. Todo lo que nos llega de los demás nos llega a través de la acción. De esta manera, podremos ver si esa persona que tenemos delante está o no comprometida con su desempeño, o simplemente está ahí como podría estar en cualquier otro sitio haciendo cualquier otra cosa, y veremos también si se esfuerza o no lo hace a través de sus acciones.

Para poder llegar al compromiso y al esfuerzo previamente necesitamos estar auto-motivados, y eso sólo lo vamos a conseguir desde una clara convicción de lo que hacemos y desde un potente deseo por eso que hacemos. Nadie tiene el don de motivar a alguien más que a sí mismo. Por esto dejo claro que la responsabilidad principal de nuestra motivación sólo reside en nosotros mismos. 

Y los cimientos que soportarían toda esta torre, cuya parte más alta y visible la ocuparía la acción, corresponden al sentido, al “para qué” hacemos lo que hacemos. El tener o no tener claro esto determinará el desempeño (“cómo”) de lo que hacemos (“qué”). El sentido debería ser siempre el potente motor de nuestras acciones. En el caso del taxista, su sentido es ayudar a las personas y la forma en que hoy lo hace es ejerciendo su rol de taxista empatizando al máximo con las necesidades de sus clientes. 

Antoine de Saint-Exupéry, el célebre autor de El Principito, escribió en uno de sus relatos: “Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo. Evoca primero en los hombres y mujeres el anhelo del mar libre y ancho”. Quizás de una manera más trascendente esta cita atribuida a Mark Twain también nos muestra el peso que debe tener el sentido en nuestras acciones: “Los dos días más importantes en la vida de una persona son el día que nace y el día que descubre para qué nació”. Lo realmente importante de esto no es que nos sirve para ver y fijarnos en cómo actúan los demás ante nuestros ojos, sino que debería servirnos como toque de atención para ver que, de igual manera, también nuestras acciones llegan a los demás mostrando nuestro nivel de esfuerzo, nuestro compromiso y nuestra capacidad para motivarnos a partir de nuestro nivel de convicción y de nuestro deseo respecto a nuestras acciones. 

Está claro que esto no sólo es válido al hablar del entorno profesional. También sirve para nuestro ámbito personal. Y aunque algunas veces las circunstancias que nos rodean a todos no sean ni fáciles, ni las más oportunas o agradables, somos nosotros los que tenemos la capacidad de decidir qué vamos a hacer con tales circunstancias y cómo vamos a interactuar con lo que nos venga dado. 

Asumir Consecuencias

Los seres humanos, algunos en ciertas etapas, otros en todas las etapas de desarrollo de la personalidad, presentamos un patrón de comportamiento mediante el cual tendemos a evadir y no asumir responsabilidad sobre las consecuencias de nuestros actos, adjudicando dicha responsabilidad a otras personas.

Cuántas veces hemos sido testigos de situaciones en las cuales un(a) estudiante, independiente del nivel que curse, cuando las calificaciones son bajas o reprueba, se justifica argumentando que el o la docente le tenía inquina o no explicaba bien. En vez de reconocer que no había estudiado o no dedicó la atención debida a la clase, recurre a la justificación y responsabilizar al o la docente.

Cuando una persona no tiene empleo, quizá busca y no encuentra, o cuando es despedida de su trabajo, en ambos casos muy difícilmente acepta que ello se debe a que no cumple los requerimientos del cargo que busca, o no llenaba las expectativas de los empleadores. En estas circunstancias recurre a señalar a otras personas, argumentando que gestionan para que no les den empleo o para que los despidan.

Los ejemplos son innumerables, porque este patrón de comportamiento se manifiesta independiente de raza, credo religioso, sexo, edad, capacidad económica, preparación académica, etc., es decir, no tiene fronteras. Pareciera que tiene raíces genéticas y es afinado en la vida cotidiana.
           
Dicho patrón de comportamiento está presente desde siempre; la Biblia, en el libro de Génesis 3:11-13, relata que cuando Adán desobedece a Dios y Este le pregunta "¿qué has hecho?", él responde: la mujer que me diste por compañera me dio del fruto prohibido, y entonces yo comí. No asumió su responsabilidad, por el contrario, recurrió a culpabilizar primero a quien le había dado la vida, y luego a la mujer que era sangre de su sangre y huesos de sus huesos.

En la vida las decisiones que se toman y las acciones que se ejecutan son innumerables, y en muchas de ellas se rehúye asumir responsabilidad sobre las consecuencias y se opta por achacar culpabilidades a terceras personas, muchas veces por temor a señalamientos, represalias o castigos.

Culpabilizar no permite enmendar errores, en el tanto, es un mecanismo mediante el cual las personas se tapan los ojos para no ver y negarse a aceptar la autoría de los desaciertos cometidos.
Cada quien es responsable por su presente y su futuro. Hay que tener presente que las actuaciones, correctas o incorrectas, no son más que una siembra, la cual, a la corta o a la larga, dará fruto bueno o malo.

Aceptar la responsabilidad de los errores, fracasos y principalmente las consecuencias, prepara a la persona a entender el para qué de lo que ocurre en su vida, así mismo, fortalece el carácter con humildad y  crea condiciones para nuevos retos y ser asertivo(a) en lo que se emprende.


Si se pidiera que levanten la mano quienes han presentado ese patrón de comportamiento, 
posiblemente la gran mayoría las levantaríamos. Por lo tanto, dispongámonos al cambio y erradicarlo de nuestro comportamiento. 

miércoles, 20 de marzo de 2019

El Camino Sensato

Aquellos que están llenos de vanidad con la codicia penetran en una corriente que les atrapa como la tela que la araña ha tejido de sí misma. Por esta razón, el sabio corta con todo ello y se aleja abandonando toda tribulación  (Dhammapada)

Hay días en que uno se levanta y si no tiene bien puestas las orejeras puede ocurrir que caiga fulminado por el torrente de noticias envueltas en crisis.

Más o menos, casi todos nos hemos dado cuenta de que el origen de muchos desajustes actuales que afectan a nuestras circunstancias materiales cotidianas está en males anteriores, y que esos males tienen mucho que ver con la falta de valores éticos.

Caramba, qué coincidencia.
Los que creemos en la filosofía siempre hemos pensado que son los valores éticos los que conforman nuestra identidad como seres humanos y en su cultivo está la raíz de las soluciones que se manifestarán, igual que su ausencia fue la raíz de los problemas que afloran ahora a la superficie. Puede la filosofía, también, servir para encontrar una buena brújula para navegar en las procelosas aguas de la vida.

Esto, que suena tan rimbombante, no es ni más ni menos que lo que todo ser humano ansía interiormente por naturaleza, porque todos necesitamos saber para qué hemos venido a la vida, y si no queremos declararlo así, por lo menos nos gustaría tener un pequeño manual práctico de cómo ir capeando aquellas situaciones que nos provocan inquietud, esa inquietud que no es material, y que nos demanda insistentemente una meta que nos impulse hacia adelante y nos anime a no dejarnos aplastar por las olas cotidianas que ofuscan nuestra visión del horizonte.

Hemos conocido tiempos llenos de palabras. El mundo ya ha visto a dónde nos conducen. Es el tiempo de pasar a las acciones, pero no a las que son fruto del miedo, la inquietud, la desesperanza o el resentimiento. Es tiempo de reflexionar por un momento qué es lo verdaderamente importante, y sobre todo, qué es lo que depende de nosotros mismos, algo en lo que insistieron tanto los estoicos. Tal vez podamos evitar el sentido trágico de nuestro momento e interpretar nuestro papel lo mejor posible, tal como nos sugirió el gran Epicteto.

Lo pasado ya pasó. Hemos de aprender a diferenciar las situaciones que no dependen de nosotros de aquellas otras en las que sí podemos ser protagonistas activos. Todo ello redundará en una mejor vida para todos. Tal vez no seamos más ricos, o no tengamos tantas comodidades materiales, pero sabremos qué camino hemos de tomar ante las adversidades. Curiosamente, en la filosofía de los textos clásicos hay recetas que todavía no han caducado. ¿Qué tal si las echamos un vistazo?


Mejor que mil disertaciones, mejor que un mero revoltijo de palabras sin significado, es una frase sensata, al escuchar la cual uno se calma  (Dhammapada)

Sobre La Percepción


Filosofía
Sobre La Percepción
La percepción –término que etimológicamente (del latín, perceptio) significa captación– es una operación o acto cognitivo por el que captamos inmediatamente una realidad o un objeto, básicamente gracias a la estimulación sensorial, al menos por lo que se refiere a cosas corpóreas y sensibles. Así, decimos que percibimos un parque, un partido de fútbol, un grupo de amigos almorzando. 

En principio compartimos con los animales esta capacidad, sólo que el hombre, en lo que percibe sensorialmente advierte aspectos que el animal no puede alcanzar, y además el ser humano puede expresar con palabras lo que percibe, lo cual es fruto no sólo de una percepción, sino de un juicio intelectual. Un animal puede notar que estamos nerviosos, pero no lo sabe ni puede decirlo. El ser humano puede percibir el nerviosismo de otra persona, pero sabe qué es estar nervioso y por eso puede reflexionar sobre este estado anímico, para analizar sus posibles causas y consecuencias, cosa que hace contando con el lenguaje y la racionalidad.

En sus escritos sobre el hombre y el conocimiento –antropología o psicología filosófica, gnoseología–, los filósofos han planteado diversos interrogantes sobre la percepción, dándoles más o menos importancia en el cuadro del conocimiento humano. Uno de los aspectos filosóficos centrales es situarla en el contexto del conocimiento en general, es decir, con relación a actos o procesos como son las sensaciones, la memoria, el pensamiento y la justificación de los conocimientos verdaderos. 

Otro punto es indicar qué se puede conocer, o no, mediante la percepción. Los temas gnoseológicos se refieren a la interpretación del alcance cognitivo de la percepción, un punto en el que se ven involucradas las distintas posiciones gnoseológicas (realismo, idealismo, escepticismo, etc.).

Otro enfoque disciplinar que estudia la percepción es la psicología científica y la neurociencia. Estas dos aproximaciones hoy pueden considerarse convergentes. La psicología estudia en detalle los procesos estimuladores que, a través de diversos canales sensoriales, confluyen en la captación de un objeto visto, oído, tocado, etc., tanto externo como interno (una mesa, la propia mano, etc.). Se puede ir siguiendo la base neural que posibilita la puesta en acto del acto perceptivo y su posterior influjo en la memoria. Además pueden estudiarse las relaciones entre percepción –junto con las sensaciones–, emociones y conducta. Puede plantearse, asimismo, si el fenómeno perceptivo es siempre consciente o si puede ser también inconsciente.

Las perspectivas filosófica y científica sobre la percepción se entrelazan (para una visión histórica del problema filosófico de la percepción, ver Hamlyn 1961). No siempre pueden delimitarse entre sí con nitidez. La filosofía de la percepción se basa en experiencias psicológicas comunes o estudiadas por las ciencias, a las que busca dar una última interpretación. Pero las investigaciones neuropsicológicas pueden tener, por su parte, presupuestos filosóficos, o pueden entrar en discusiones, incluso técnicas, de las que no es ajena la filosofía.


En esta exposición, dado su carácter fundamental, seguiremos un planteamiento filosófico, aludiendo de modo más secundario a detalles conocidos en el campo de la psicología y la neurociencia. 

Comenzaremos presentando nuestro conocimiento ordinario, tal como se manifiesta en el lenguaje común, y a la vez lo analizaremos críticamente. Seguimos este método fenomenológico-crítico porque, en una primera fase, parece el más adecuado para la filosofía. Es decir, no partimos sin más de lo que dicen sobre estos temas las ciencias, ya que estas presuponen muchas experiencias y elaboraciones hechas previamente. Lo propio de la filosofía es, en cambio, no dar por supuesto cosas ya sabidas, sino analizar la realidad partiendo de nuestras experiencias primarias. 

Esto no significa que al hacer filosofía se ignoren los conocimientos científicos. Al contrario, atendemos a las experiencias primarias teniéndolo en cuenta, precisamente para comprender e interpretar más a fondo el enorme caudal de conocimientos científicos sobre la percepción de que hoy disponemos.

Emocionalmente Inteligentes

Para entender lo que es la Inteligencia Emocional, empecemos por entender que la inteligencia es la capacidad de entender, asimilar, elaborar información y utilizarla para resolver problemas. 


Ser inteligente nos permite tener la capacidad de comprender ideas, adaptarnos al entorno, aprender de las experiencias de los demás, superar obstáculos y tener la capacidad de organizarnos y planificarnos.

Según Howard Gardner (psicólogo, investigador y profesor de la Universidad de Harvard) existen y tenemos diferentes tipos de inteligencia que nos relacionan con el mundo (“Frames of Mind: The Theory of Multiple Intelligences”):

Inteligencia Lingüística: es la primera que desarrollamos cuando aprendemos a hablar. Está relacionada con la capacidad verbal.

Inteligencia Lógica: pensamiento abstracto, precisión y la organización a través pautas y secuencias.

Inteligencia Musical: habilidades musicales y rítmicas

Inteligencia Visual – Espacial: habilidad para integrar elementos, percibirlos y ordenarlos en el espacio, y poder establecer relaciones de tipo metafórico entre ellos.

Inteligencia Artística: asociada a las bellas artes.

Inteligencia Kinestésica: asociada con el movimiento corporal, de objetos y los reflejos.

Inteligencia Interpersonal: capacidad de establecer relaciones con otras personas.

Inteligencia Intrapersonal: se refiere al conocimiento de uno mismo, autoconfianza y automotivación.

Edward Thorndike, psicólogo y pedagogo estadounidense, definió la Inteligencia Emocional como “la habilidad para comprender y dirigir a los hombres, mujeres, muchachos y muchachas, y actuar sabiamente en las relaciones humanas”.

Según Daniel Goleman, la Inteligencia Emocional “es la capacidad de reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos”.

En base a estos conceptos, podemos definir que la Inteligencia Emocional es la capacidad que tenemos de controlar y gestionar nuestras emociones y la de los demás, en favor a los objetivos que queremos lograr. 

La inteligencia intrapersonal y la interpersonal están directamente relacionadas con la inteligencia emocional. La habilidad de sociabilizarnos y de establecer relaciones con otras personas, conocernos a nosotros mismo a nuestras emociones y sentimientos nos hace emocionalmente inteligente. De igual forma, estar preparados al cambio y no mostrar resistencia a estos, adaptarnos al entorno y a las situaciones son también habilidades que caracterizan a las personas emocionalmente inteligentes.

La Inteligencia Emocional puede ser fomentada y fortalecida en todos nosotros y la falta de la misma puede influir directamente en nuestra vida personal y en nuestras carreras.

Manejar nuestras emociones, tener autocontrol, gestionar lo que sentimos es la clave del éxito laboral. Los grandes líderes han sido siempre emocionalmente inteligente, Gandhi es un vivo ejemplo de esto: hubiese sido imposible para el alcanzar sus logros si no hubiera podido controlar sus emociones y la de sus seguidores. Y si Gandhi hubiese entrado en pánico? Sus seguidores igual lo hubiesen hecho.


Controlar las emociones es una habilidad muy importante que todos debemos de desarrollar. No dejar que los problemas de casa influyan en nuestra vida laboral y que los problemas laborales no influyan en nuestra vida personal es difícil, pero no imposible. Cuando hayamos logrado esto, y además también hayamos logrado tolerar las presiones y frustraciones de nuestro entorno y adoptemos una actitud empática y social que nos brinde mayores posibilidades de desarrollo personal, podremos decir que somos emocionalmente inteligentes.

Seamos Solidarios

En algún momento de nuestras vidas, todos nos hemos quejado por el caos de la ciudad en la que vivimos, pero, ¿hacemos algo al respecto? Pareciera que, a medida que pasan los años, es más difícil desenvolverse en un contexto que no esta acondicionado para todas las personas. Vemos como no existen suficientes rampas requeridas para adultos mayores, ni suficientes lugares para que ellos tengan espacios de esparcimiento, por lo que nuestra actitud hacia ellos es clave al momento de convivir dentro de la sociedad que compartimos. Si ahondamos un poco en esta situación veremos, que podemos hacer muchas cosas para ayudar a que esto disminuya.

La solidaridad es una herramienta que nos permite convivir adecuadamente y permanecer en un ambiente más tranquilo. Es un valor muy importante en los seres humanos, por lo que debemos construirlo a diario. La solidaridad se evidencia en muchas circunstancias, ya sea cuando sucede una catástrofe natural o en etapas de crisis de un país. Sin embargo, en nuestro día a día podemos ser solidarios de diferentes formas.

No, si alguien necesita ayuda prestémosela, sin importar de quien se trate, si es un desconocido o la edad que tenga, esas variables deben independientes de lo que hagamos. La solidaridad no tiene condiciones, cuando alguien atraviesa por alguna dificultad, ofrezcamos nuestra ayuda sin tener en cuenta, género, edad o situación económica. Por ejemplo, si vemos que una persona lleva muchos paquetes de compras, siempre podemos darle una mano.

La cooperación dentro de una sociedad está directamente relacionada con la inclusión. Rechazar a personas por su procedencia o características, es discriminación. Así que, si consideramos que tenemos un alto grado de compromiso social, veamos qué tanta coherencia hay en nuestras acciones.
Desde nuestro hogar demos el ejemplo, ayudémonos entre quienes integramos la familia, promovamos que los niños tengan conductas proactivas con los demás miembros. La solidaridad debería ser una filosofía social, esta implica muchos detalles, desde orientar a alguien con una dirección, hasta ayudar a un adulto mayor a cruzar la calle.

Tener conductas sociales adecuadas nos favorece de muchas formas. El hecho de ayudar al otro, incrementa nuestra capacidad de ponernos en su lugar, lo que a su vez nos beneficia mejorando nuestras relaciones.

Por otra parte, ayudar genera una satisfacción personal, que da pie al buen humor y a sentirnos orgullosos de nosotros mismos.

Solemos aprender a través del modelamiento, lo que quiere decir, que aprendemos y hacemos de lo que vemos. Así, si somos solidarios, nuestro ejemplo puede ser adoptado por otras personas que tal vez ni siquiera conocemos.

Aprovechemos y demos lecciones de vida en cualquier momento. Tengamos en cuenta al adulto mayor como nuestra responsabilidad, asimismo seamos parte de su integración, valorándolos y al hacerlos partícipes para convivir adecuadamente.


Ejercitemos una escucha activa, una disposición positiva, recordemos que la eterna juventud es un mito. Construyamos para nuestros adultos mayores un lugar donde quisiéramos vivir nosotros mismos. Recordemos que somos seres sociables por naturaleza y aislarnos puede enfermarnos. 

Ayudar a otros es una linda manera evitarlo.

Limitaciones Mentales

Cuando alguien sostiene que la ciencia tiene sus limitaciones, que su epistemología no es perfecta, abogando por un relativismo cognitivo, por el “nada se sabe seguro”, todo es opinión”, olvida que las limitaciones no son tanto de la ciencia en sí como de nuestros cerebros.

La mente es un órgano biológico más que una ventana a la realidad. Así pues, es lógico que no seamos capaces de comprender bien todos los descubrimientos de la ciencia, tanto reales como potenciales. Por ejemplo, decía Richard Feynman que quien afirme entender la física cuántica… en realidad es que no la entiende en absoluto.

Sencillamente, nuestra arquitectura mental no está diseñada para entender algo así, nuestras intuiciones sobre el espacio, el tiempo y la materia colisonan con la realidad, y debemos recurrir a herramientas extra-mentales para, al menos, operar con la realidad: por ejemplo, las matemáticas.
Por esa razón, la gente sigue preguntando cosas que resultan incoherentes en la realidad física. 

Preguntas como ¿qué había antes del Big Bang? O ¿qué hay más allá de los límites del universo? ¿Cómo se las arregla una partícula para pasar a través de dos rendijas a la vez?

Murray Gell-Mann describió la mecánica cuántica como “esa disciplina misteriosa y confusa que nadie de nosotros entiende de verdad pero que sabemos cómo usar”. Esta definición, procedente de un Premio Nobel de Física por sus descubrimientos sobre partículas elementales como Gell-Mann, habría de dejarnos más tranquilos cuando continuamente nos llegan noticias de cómo el Gran Colisionador de Hadrones está literalmente destejiendo la realidad.

Si no entendemos qué ocurre, es normal, tenemos cerebros que no están diseñados para entenderlo.

Por eso no puede dejar de asombrarme que existan personas que consideren que la verdad no existe o que todo es relativo, u que es opinión subjetiva, tú tu verdad y yo la mía. Me asombra porque ni siquiera están diseñados para entender las verdades de la ciencia, ¿cómo van a entender si existen o no aspectos ajenos a esas verdades? (Y si las hay, tengan por seguro que no nos incumben, se alejan tanto de nuestra realidad como especie que preocuparse por ellas es estéril, e invocarlas resulta ser una clara maniobra de distracción, como quien invoca al Espaghetti Volador para explicar los misterios que aún no han sido descubiertos.

Vulnerabilidad

El deber de todo periodista es ejercer la libertad en el más alto nivel de responsabilidad. Esto parece una obviedad, pero de cosas obvias está empedrado el camino hacia la dignificación del mundo en el que respiramos y en el que ejercemos cotidianamente nuestra profesión.

Es difícil ser original cuando se pretende analizar cuestiones referentes a la ética. Un deber ético fundamental (de los periodistas y de los que no lo son) es, por ejemplo, decir la verdad. Pero la verdad casi nunca es obvia. Casi siempre es compleja y oscura. Quienes piensan que la realidad es inevitablemente blanca o negra suelen terminar enrolados (sin proponérselo, por supuesto) en las filas del fundamentalismo. Porque la realidad, aunque a muchos les resulte desilusionante, presenta en la mayoría de los casos interminables zonas grises.

Por eso a ningún periodista responsable puede dejar de preocuparle la fuerte tendencia que se advierte hoy, en ciertos medios, a describir los hechos de interés público, sistemáticamente, como si fueran parte de una puja urgente y decisiva entre las fuerzas del mal y las del bien. De un lado, todas las mafias; del otro, toda la transparencia. Nunca como en este momento las noticias que circulan parecen responder a una visión de la historia rígidamente conspiradora.


Como el cine de aventuras de la época muda, la información que brindan algunos medios en este tramo final del siglo XX nos convida a creer que la cuestión es proteger a los buenos de la acechanza de los malos. Que la diligencia no caiga en poder de los indios. That is the question: el reduccionismo moral en su versión más truculenta y cavernaria.

Creo que los periodistas deben mantenerse especialmente atentos, en este tiempo, al peligro de servir a interpretaciones maniqueas de la realidad que, generalmente, son el producto de operaciones de prensa montadas en función de un interés político o económico concreto y tangible.


La extremada vulnerabilidad de cierto periodismo ante esas operaciones (algunas de las cuales son impulsadas con generosos recursos tecnológicos o económicos) es uno de los factores que deben inquietar a quienes ejercen la responsabilidad de informar a la comunidad con rigor e imparcialidad. 

El periodismo no debe ser un instrumento dócil o pasivo al servicio de quienes orquestan un operativo político.

Mirada Introspectiva

La introspección es la capacidad que todo ser humano tiene para mirar dentro de sí mismo y bucear en su mundo interior.

Un mundo interior que a diferencia del mundo externo es inmaterial, no tiene colores y es invisible a la vista. Sin embargo, la introspección te permite llegar a tu mundo interno a través de la sensibilidad, la reflexión y la toma de conciencia.

Para cultivar la introspección es fundamental buscar el silencio, eliminar distracciones externas para poder pensar con calma y tranquilidad. Existe un entorno que es especialmente propicio para cultivar la introspección. Pasear por la naturaleza y conectar con el lado trascendental de la vida y del universo te permite descubrir la grandeza de tu ser. Para cultivar la introspección puedes hacer un proceso de coaching, realizar ejercicios de relajación, leer un libro de autoayuda, conversar con un amigo verdadero sobre temas profundos, escribir un diario personal…

Vivimos en una sociedad que lleva al ser humano a vivir centrado en la exterioridad como muestra el valor del consumismo, las redes sociales, el teléfono móvil, la televisión… Sin embargo, el ser humano nunca es feliz mientras busca fuera de sí mismo aquello que solo puede encontrar en su corazón.

Con frecuencia, existen personas que también evitan la introspección por el miedo a aquello que van a encontrar en su interior.

El trabajo y la necesidad de estar permanentemente ocupado son dos formas habituales de evitación de la introspección que solo producen efectos negativos a largo plazo porque para ser feliz de verdad, es fundamental buscar el equilibrio entre mundo interno y mundo externo. Para cultivar la introspección es fundamental tener claro el orden de valores de la vida porque el ser es más importante que el tener.

Por tanto, practica la introspección para responder a las preguntas más importantes de la vida: ¿Quién eres? ¿Qué quieres hacer con tu vida? ¿Qué sentido tiene tu existencia? ¿Cuál es la verdad que hay en tu corazón? Las grandes preguntas de la vida, que muestran cuestiones filosóficas solo pueden responderse desde la profundidad que surge del diálogo contigo mismo.


Para cultivar la introspección contigo mismo tienes que buscar tiempo para estar a solas contigo y disfrutar de tu propia compañía en planes agradables. El ser humano es social e individual al mismo tiempo. Para conectar en la relación con los demás, tienes que cultivar también la relación contigo mismo con paciencia, cariño y respeto. 

Eres un ser único e irrepetible, tomate tu tiempo para conocerte.

martes, 19 de marzo de 2019

Conocimiento En Saco Roto


La diferenciación entre el conocimiento y el ejercicio de ese conocimiento, que constituye la verdadera sabiduría, fue hecha desde un inicio por las diferentes tradiciones. Ya Platón había distinguido entre una vida filosófica integral, como la de Sócrates, y una filosofía discursiva como la de los sofistas, que eran capaces de grandes acrobacias lingüísticas para persuadir a casi cualquiera pero no que no eran capaces de poner en práctica sus argumentos ellos mismos. Aunque la filosofía moderna haya asumido ser un comentario de la filosofía platónica y considere que el espíritu helénico es su ilustre ascendente, podríamos afirmar que son los sofistas los que han triunfado. El conocimiento hoy en día, controlado por la academia (término que hoy parece mal tomado de la escuela de Platón) y las instituciones que la fondean, en gran medida se ha desviado de la concepción original de la filosofía. Presenciamos desde hace siglos una disociación entre el conocimiento intelectual y la vida moral y ascética necesaria para encarnar los principios que se discuten y se defienden como verdades. Pero es una verdad muy endeble la que sólo se sostiene con palabras y no con actos, ni con la transformación de la conciencia y el tangible mejoramiento del individuo, tanto moral como intelectualmente.
Seguramente esta disociación entre el conocimiento meramente intelectual y la aplicación del conocimiento a todos los aspectos de la existencia, especialmente aquellos que tienen que ver con nuestra relación cualitativa con el entorno, ocurrió paulatinamente con la consolidación del materialismo científico y de la preeminencia de los valores económicos. En la actualidad hemos llegado al punto en el que lo importante es ser inteligente (en un sentido mundano) y no ser bueno; de hecho consideramos que la bondad es sinónimo de ingenuidad (lo es sólo en un mundo rapaz, donde lo importante es obtener mayores beneficios personales). Si creemos que sólo existe esta vida, que avanzamos irremediablemente hacia la nada y que el mundo no tiene un propósito ni una base eterna --sin alma ni karma, es fácil pensar entonces que lo importante o deseable es simplemente apilar más poder y riquezas, pasarla bien un rato sin temer demasiado las consecuencias. En este sentido, la función del conocimiento se separa de la virtud moral y la transformación espiritual, para revelarse como una herramienta para satisfacer nuestros deseos y conseguir bienes materiales. El materialista podría contestar que existe la continuidad de la materia, de la especie humana, incrustada en la ciega evolución del universo, pero su egoísmo está tan instalado, que poca diferencia hace esto en sus actos y en la práctica le cuesta y no logra empatizar y "sacrificar" su vida para beneficio de las siguientes generaciones, con las cuales no tendrá vínculo tangible, puesto que él, en su totalidad, habrá dejado de existir. Necesitamos creer que estamos unidos profundamente con los demás para poder ejercitar el bien, la compasión, la virtud. 
Lo que llamamos aquí disociación --pero que podríamos también considerar una incongruencia entre la sofisticación del pensamiento y la entereza del acto, hoy en día  ha llegado a un punto crítico, debido a la sobreabundancia de información, misma que no tiene un equivalente de confirmación y consolidación a través de la práctica. De la misma manera en que en nuestra época hemos desarrollado el hábito de existir en espacios virtuales que se diferencian de lo que en relación llamamos el mundo real, también hemos desarrollado el hábito del conocimiento virtual a diferencia del conocimiento real. Nuestro conocimiento está basado en la información y cada vez tenemos más información, pero esa información sólo nos brinda un conocimiento virtual y generalmente superficial de las cosas, y no tiene una equivalencia práctica. Cada vez conocemos más cosas, pero no existe una relación proporcional con nuestra capacidad de hacer cosas, esto es desde objetos materiales, como también disciplinas inmateriales que produzcan resultados tangibles en el cuerpo o en la psique. Hemos comprado la idea de que la información es por sí misma un bien y que es equivalente a conocimiento e incluso a conciencia, pero esto es fácil de refutar mirando a nuestro alrededor y a nuestro interior. Para que la información se convierta en conocimiento es necesaria la experiencia, es decir la práctica, que hace que ésta se integre como un todo coherente. 
Algunos analistas de medios han detectado que nuestra era de la información es también la era de la desinformación o de la sobreinformación (el escritor Charles Simic la llama simplemente la era de la ignorancia), en la que el libre acceso se torna una inundación de información que no pasa por los antiguos filtros que, si bien a veces restringían la información con fines de control, también, sobre todo, nos instruían y daban sentido a la información, separando de alguna manera el grano de la paja. La abundancia de la información significa también que cada vez existe más información de poco valor y que el gran torrente de lo nuevo sepulta lo viejo que había perdurado por alguna razón (quizás porque tenía un valor basado en principios menos efímeros). A esto se suma que la gran libertad del hombre moderno --quien tiene el derecho de hacer y consumir lo que le dé su regalada gana-- también lo ha enfrentado con el vacío de no tener autoridades confiables que lo orienten dentro de este laberinto. Existe una gran diferencia entre tener acceso a información --por ejemplo un tratado de alquimia del siglo XVII-- y tener un conocimiento valioso por haber consumido ese contenido. En muchos casos, como en el ejemplo citado, de hecho el contenido no tiene sentido si no es puesto en práctica, para lo que a veces es necesario incluso un maestro que siga dentro de la tradición de ese conocimiento. Asimismo, la información que impera en los medios electrónicos refleja el paradigma materialista utilitario en el que se favorecen los contenidos que puedan tener un beneficio inmediato y que no requieran de un esfuerzo significativo de la audiencia. 
Si bien la filosofía occidental advirtió sobre este problema, en la filosofía oriental existe toda una tradición que categóricamente enfatiza que no existe conocimiento verdadero sin práctica y de hecho la práctica es en jerarquía superior a todo conocimiento intelectual. En el budismo, por ejemplo, es totalmente plausible alcanzar la iluminación sin leer ningún libro mientras que se lleve a cabo una práctica virtuosa, en cambio es completamente inaudito alcanzar un estado elevado de conciencia solamente leyendo libros sin que esto vaya acompañado de un accionar. De hecho existen numerosos maestros que recomiendan abandonar totalmente el aspecto intelectual y concentrarse únicamente en la práctica, en el trabajo diario de la mente y el cuerpo (evidentemente en este punto no debemos ser demasiado extremistas, ya que la mayoría de los maestros budistas o de otra tradición estará a favor de un equilibrio, puesto que cada uno puede ayudar a profundizar en el otro).
Hoy en día, los filósofos que son tomados como serios, encumbrados en las torres de marfil de las universidades, no se rebajarían a recomendar una serie de disciplinas ascéticas o condicionar el acceso al conocimiento a una serie de prácticas de refinamiento de la percepción --esto es considerado propio de gurús de autosuperación y personajes intelectualmente inferiores. 

El paradigma reinante de la filosofía como una disciplina mayormente intelectual prioriza la acumulación de conocimiento --el que más ha leído, el mejor informado, el que más argumentos puede barajar es considerado el más inteligente e incluso el más sabio. Esta concepción hace de la inteligencia algo similar a un bien material que debemos atesorar cuantitativamente y la cual podremos usar como si fuera una divisa. En la visión oriental, pero que también encontramos en la tradición mística de Occidente, lo único que se busca acumular es virtud, todo lo demás es un peso adicional para liberarse de la rueda de ilusiones y la feria de vanidades que es este mundo.  

EL Aporte De Schopenhauer

Filosofía
El grado de dolor o satisfacción en el género humano es una cuestión totalmente subjetiva, que bien podría estar definida por su naturaleza, o subjetivamente dependiendo de la situación en específico. Si no existiera una gran angustia que ocupara la mente del individuo, ésta se vería reemplazada por cientos de pequeñas dolencias que en conjunto tendrían la misma magnitud de la primera. Es por esto también que cuando se ha librado un inmenso dolor que se padecía, surge casi inmediatamente alguna otra preocupación que ocupa su lugar.

Según lo explicado, todo gran dolor o gran júbilo son sensaciones erróneas, meras ilusiones causadas por una falta de conocimiento, el primero por no comprender que el dolor es algo intrínseco en el hombre, y el segundo por creer haber descubierto algo que no se pensaba encontrar en el mundo.
Aspirar a una vida estoica, es por tanto el ideal de quienes buscan liberarse del dolor del mundo: “La ética estoica trataba principalmente de liberar el ánimo de todas las ilusiones de esa clase y sus consecuencias, ofreciéndole a cambio una inquebrantable impasibilidad” (Schopenhauer, 2004, p. 376).

Si como se ha dicho, dinámica del querer funciona de tal manera que una vez satisfecho un deseo surge otro y así continuamente, pero también se da el caso de encontrar un deseo que no es posible satisfacer pero tampoco dejar de lado y entonces el individuo se aferra a éste, creyéndolo además culpable de todos sus sufrimientos y nuestro destino. 

Para que los seres humanos logren una reconciliación con ellos mismos, es necesario conocer que el sufrimiento es parte fundamental de la vida y que una satisfacción de todos los deseos es imposible.