domingo, 2 de junio de 2019

Rumbo, Destino Y Vida Feliz

Para mí la vida es como transitar por un territorio desconocido del cual vamos haciendo el mapa a medida que lo vamos recorriendo. El nacer nos pone en un lugar determinado y empezamos a caminar sin tener muchas herramientas que nos ayuden a orientarnos.

Al principio empezamos a caminar buscando alcanzar objetivos puramente fisiológicos como comer, dormir,…. luego nos fijamos otro tipo de objetivos como divertirnos y pasarlo bien. Después tener un buen trabajo, quizás formar una familia,… cada momento de nuestra vida tiene sus propios objetivos.
¿Por qué son éstos y no otros? Son esos porque creemos que alcanzar esos objetivos nos hará felices. Así que, es como si tuviéramos una brújula interior que se orienta siempre hacia la felicidad.

Quisiera continuar con esta comparación para que veamos juntos la diferencia entre rumbo y destino.
Podemos utilizar la brújula como un instrumento de navegación para ir de un lugar a otro. Si no quiero perderme, antes de salir, consultaré la brújula y miraré en qué dirección está mi objetivo. Por ejemplo, supón que está en dirección Oeste, así que ese será el rumbo que deberé seguir para llegar a mi destino. Cuando en mi camino, las circunstancias del terreno me desorienten o cuando aparezcan obstáculos que me desvíen de mi rumbo, utilizaré la brújula buscar caminos alternativos que me lleven hacia el oeste. 

Por lo tanto, el rumbo me ayuda a no perderme en el camino a mi objetivo.

Para mi es muy importante tener claro que una cosa es el rumbo y otra cosa es el destino final al que quiero llegar. Si confundo el rumbo (en mi ejemplo es dirección oeste) con el destino (el lugar específico al que quería llegar) y me pongo como objetivo llegar al oeste me pasaré toda la vida dando vueltas al mundo sin llegar a alcanzarlo nunca. Así que esta confusión tiene sus consecuencias. Ahora me gustaría bajar todo esto de la diferencia entre rumbo y el destino a la vida cotidiana.

Como persona, lo que está a mi alcance es fijarme objetivos de una forma más o menos consciente y dirigirme hacia ellos haciendo cosas que me acercan o alejan de ellos. Vivir la vida es como caminar y los objetivos que me marco en mi vida son como los destinos que yo escojo. Los destinos viven en mi imaginación, en cambio, la vida consiste en caminar el camino. Como decía el poeta:
“Caminante no hay camino, se hace camino al andar… ” A. Machado

Para fijarme los objetivos o destinos lo que hago es imaginarme si seré feliz cuando los alcance. Es decir que escojo un objetivo y no otro en función si creo que me va a hacer feliz o no. Así que utilizo la brújula interior que se orienta hacia Felicidad para guiarme por la vida.

Lo que quiero decir con esto es que ninguno de esos lugares es la Felicidad… o quizás la felicidad esté en cada uno de esos lugares y pasos que voy dando. Si pretendo fijarme como meta alcanzar la Felicidad no la alcanzaré nunca porque es un rumbo, una dirección y no un destino. Por eso te digo que es imposible ser feliz en el mismo sentido que es imposible llegar al oeste. En conclusión, creo que la felicidad no está en ningún lugar en concreto y que podemos encontrarla, potencialmente, en cualquier sitio.


Ahora bien, ¿cuáles son los puntos cardinales de la brújula de la felicidad? ¿Cómo se lee el rumbo de mi brújula interior? Si supiera cómo leerla y utilizarla entonces podría fijarme objetivos y escoger caminos que me llevarían hacia una vida lo más feliz posible.

Finitud De La Existencia Humana

"El presente trabajo interpreta de la teoría diltheyana de la concepción del mundo como una ontología de la finitud de la existencia humana, para ello, se parte de la diferencia entre límite y finitud y, desde esta distinción, se establece una relación entre historia y vida. La historia como límite y la vida como finitud.

Esto implica que no es posible una concepción del mundo más allá de los límites mismos de la historia, es decir, no hay nada fuera de la historia.

Sin embargo, la vida, que constituye la base de toda concepción del mundo, se refiere constantemente a elementos atemporales y ahistóricos: la salvación, belleza, verdad, ideas y esencias. La vida vive vivencias contradictorias consigo misma. Aunque es una estructura de vivencias, éstas están limitadas históricamente y buscan trascender ese límite.

La vida se constituye como enigma que no encuentra respuesta en sí mismo y por ende la busca fuera de la historia. El enigma sintetiza la finitud humana en una única vivencia: la muerte. Esta síntesis implica una comprensión de la temporalidad como historicidad distinta a una cronología lineal. 

Hay un fundamento ontológico más que positivo, así, la categoría base es la de ""estructura"" y no la de desarrollo. La muerte indica la constante finitud y el límite de la vida, que no se da como una vivencia más entre otras vivencias, sino que se constituye como elemento inherente de la vida humana.


Es sobre la vivencia del enigma y no sobre las ciencias del espíritu que la teoría de la concepción del mundo adquiere un nuevo sentido y revitaliza la filosofía de Dilthey para la actualidad."

La Sociedad Moderna


El presente artículo presenta la idea teórica relativa a que la sociedad moderna puede ser concebida como una sociedad capitalista sin contradecir su caracterización como sociedad funcionalmente diferenciada.

Propondremos para ello un modelo analítico de una sociedad capitalista basado en tres componentes. El primero de ellos refiere a estructuras y dinámicas intersistémicas mediadas por el dinero, las cuales son específicas de las relaciones entre la economía moderna y otros subsistemas sociales.

El segundo componente identifica a los mercados como estructuras de gobernanza intrasistémicas que poseen dinámicas peculiares, las cuales no pueden ser encontradas en otros subsistemas de la sociedad moderna.


Ambos componentes están íntimamente ligados: sólo debido a que los sucesos intrasistémicos de la economía irradian profundas repercusiones intersistémicas hacia los otros subsistemas sociales, es posible hablar de una sociedad capitalista producida por una economía capitalista. 

Estos dos componentes se encuentran acompañados por un tercero: dado que vivimos en una sociedad capitalista, ésta moldea nuestras acciones como un patrón cultural general de orientación y se convierte, de esta manera, en una profecía autocumplida.

Identidad Compartida

La elección de Quim Torra como president no es sorprendente, sino coherente con el relato del catalanismo conservador. Él ha dicho en voz alta lo que el pujolismo –y el republicanismo heredero de Heribert Barrera– viene diciendo en voz baja. Es la identidad al desnudo, sin ropa interior ni Photoshop. Hablar de identidad nacional era una manera de entendernos, siempre que no entrásemos en detalles sobre qué queremos decir cuando decimos “identidad” y “nacional”.

En cualquier caso, la identidad individual es una construcción de la historia personal marcada por la vida, que modela el pensamiento. “Uno no es de donde nace, sino de donde pace”, me repetía mi padre con el materialismo histórico autodidacta de los manobras perdedores de la Guerra Civil. Es el bienestar aquello que te fija de verdad a una tierra y a una sociedad, o como decía Marx, ese jovencito que ha cumplido 200 años, es la vida la que hace la conciencia y no la conciencia la que hace la vida. Nuestros jóvenes que han tenido que emigrar al extranjero para encontrar trabajo han sido desgajados de sus raíces, de su lengua materna, sea esta cual sea, una nueva versión de un viejo argumento.

¿No es nuestra identidad nacional, nuestra personalidad nacional, la suma de lo que somos todos? La Catalunya viva, compuesta de siete millones y pico de vidas de personas con nombres y apellidos, de sentimientos y emociones, no está hecha a pinceladas de un solo color, ni de dos, sino de la mezcla de orígenes y cariños. ¿Es la intensidad de los sentimientos nacionales, la calidad de sus emociones patrias, lo que da coherencia a ese grupo variopinto? La coherencia la da la mezcla de hilos de diferente color, de las relaciones personales, de tal manera que el resultado no sea un patchwork remendado sino un tejido reconocible y tornasolado, la nación real.

La política –que debería ser la primera interesada en construir consensos– ha descubierto las ventajas de cavar un abismo tectónico de disenso en función de un ideal DNI de identidad absoluta donde una, catalana o española, excluye la otra. No importa que en tu discografía compartan estantería y pendrive Joan Manel Serrat y Lluís Llach, o que en tu librería se rocen portada contra contraportada Manuel Vázquez Montalbán y Quim Monzó, o José Agustín Goytisolo y Joan Margarit, porque el conflicto que se establece no es entre Catalunya y España, sino entre la identidad nacional mestiza e integradora y las identidades nacionales purificadoras de malas compañías. 

Un disenso que ha ido ensanchando las fisuras en las junturas sociales hasta hacerlas grietas que extienden el desencuentro a la cultura y a las relaciones personales.

El procés no ha sido el camino hacia la construcción de una república, sino la creación de una identidad catalana a todo o nada, limpia de manchas españolas, que ha exigido la progresiva voladura de los consensos sociales que daban cohesión y fortaleza a la identidad nacional, sin tener en cuenta que aquello que suelda nuestra sociedad, el hilo que ensarta las cuentas de nuestra saludable diversidad, es lo que tenemos en un común la gente del país, nuestras causas comunes, esperanzas comunes y miedos comunes. Los fundamentos que dan solidez no están en lo que nos diferencia, sino en lo que el conjunto de la gente que forma la nación real somos capaces de compartir.

Una nación real, en palabras de Vázquez Montalbán de febrero del 2000, “formada por la ciudadanía realmente existente y no por un imaginario de ciudadanía a la medida de una nación ideal dictada por la Historia y por una voluntad esencialista.” Y añadía: “El nacionalismo al uso reaccionó con la sospecha de que aceptar esa nueva Cataluña solo conducía a desvirtuar la Cataluña de siempre, sobre la que tenían derecho de propiedad los supuestos catalanes de siempre, supongo que herederos directos de lo preibérico, o los que abjurasen de cualquier veleidad españolista, sea la de sentirse paisanos de los ciudadanos de España, superando el punto de vista que eran ciudadanos adosados, fuera la de alegrarse cuando Perico Delgado ganó la vuelta a Francia.”

El nacionalismo al uso ha convertido aquella sospecha en certeza, aunque esa certeza no ha apuntalado la identidad nacional de la Catalunya real sino que la ha erosionado. La identidad laica, la identidad de ciudadanía, la da la existencia de la ley, el acuerdo mutuo y democrático sobre las normas, los derechos y deberes por las que regirse en la relación con los demás. La Ley de Transitoriedad la pisoteó al derogar la Constitución y el Estatut, las dos leyes principales votadas y aprobadas por la nación real, y provocar el conflicto entre dos legalidades.

El procés ha practicado la demolición de las identidades compartidas para imponer una identidad catalana limpia de manchas españolistas, esmerándose en la progresiva destrucción de los consensos sociales que daban cohesión y fortaleza a la identidad nacional. En estos seis años hemos asistido a la voladura, a veces controlada y otras descontrolada, de los espacios comunes de doble pertenencia, mutilando los derechos reales de la totalidad en nombre de unos derechos retóricos de una parte de la ciudadanía catalana. La voladura de la unidad simbólica de la senyera, que encarnaba una catalanidad ecuménica, sustituida por la estelada diferenciadora, la ruptura de la fraternidad entre las dos lenguas principales, al señalar el castellano como lengua colonizadora por un lado, y por el otro, la operación inversa de Ciudadanos, señalar al catalán como lengua impuesta en la escuela por el nacionalismo, cuando formaba parte de un amplio acuerdo político y civil.

Se ha segado de un tajo el “nosotros” histórico de la Catalunya de la gente, nos-otros. A un lado el nos y enfrente el otros, impulsando una segregación emocional desde el poder político del procés y sus medios públicos de comunicación, la lucha del nos, los buenos catalanes, frente al otros, España y los españoles, la fuerza opresora.

El precio a pagar por crear la ficción del “malo” hispánico, malcarado heredero del franquismo, frente al “bueno” catalán, bello hereu de un pasado heroico de libertad y democracia, es el ascenso abrumador de Ciudadanos en la Catalunya del cincuenta y tres por ciento. Su crecimiento en el llamado cinturón rojo, desteñido en naranja el 21-D, tendría que llevar a la izquierda a reconducir su estrategia para recuperar el núcleo central de su espacio político natural, más que perdido, abandonado.

Nuestra izquierda debe dejar de defender el empate a nada y practicar un juego de ataque que les permita hacer legal y solidario el Estado plurinacional real, mejorar el autogobierno y la financiación de Catalunya y representar sin complejos a la nación real de los ciudadanos escapando del relato de corte tradicionalista, nacional-clerical del siglo XIX que atenaza la Catalunya del siglo XXI.


La izquierda catalana, sea vintage, nueva, novísima o postmoderna, ha de convencerse de que no basta con criticar el procés si no se propone en serio un modelo alternativo que utilice la identidad compartida catalana y española –motor del mayor autogobierno real y no imaginario de la Catalunya contemporánea: el conseguido con los dos Estatuts–, no como un defecto a corregir sino como una virtud mayoritaria y creadora, fecunda y equilibradora de tensiones.

Ampliando Horizontes

Registro del presente y pasado son dos elementos que son comunes a todos los seres vivos con los que podemos interactuar. Pero el ser humano trajo al mundo la proyección y construcción del futuro. Lo hizo por una ampliación de conciencia, y una ampliación del registro del pasado que sumado a una mayor capacidad intelectual le permitió aprender del pasado, proyectar al futuro y por tanto actuar distinto en el presente. Esto amplió su horizonte, y así evolucionó como especie muy por encima de otras especies que solo pudieron evolucionar más en su aspecto físico, en su adaptación al medio, pero no en su horizonte de acción.

A cada paso de su evolución la observación, el estudio, el análisis y las conclusiones (ciertas y erradas) le permitieron avanzar ampliando su horizonte, superando el conocimiento establecido y llevando el conocimiento y las explicaciones un paso más allá. Así fue, por ejemplo, como la supuesta tierra plana se convirtió en redonda, y la visión de estrellas y planetas girando en torno a la Tierra se convirtió luego en lo que hoy es el sistema solar. Y aún estamos yendo más y más lejos buscando explicaciones al propio sistema solar, al comienzo de este sistema, a nuevas partículas, e incluso a las supuestas realidades paralelas y modificaciones genéticas. Cada avance obliga a re-reflexionar sobre la visión que se tenía de las cosas. Desde ese sistema de creencias, desde ese sistema de conocimiento, tomamos decisiones. Entonces es importante entender que según sea nuestro horizonte, así son las decisiones que tomamos, mejores o peores. De ahí que la curiosidad y el espíritu de investigación del niño no deberíamos nunca perderlo, y deberíamos incentivarlos en todos los niveles. Lamentablemente el Sistema en que vivimos no permite que miles de millones de personas tengan esta posibilidad, y así miles de millones de ideas, de investigaciones, de nuevos conocimientos, no puedan surgir. El conocimiento es poder, poder para elegir, poder para entender mejor la realidad, poder para entender mejor lo que nos pasa fuera y dentro, poder para entender lo que nos podría pasar. La experiencia por su parte es el conocimiento puesto en práctica, y cada ser humano es un cúmulo de conocimientos convertidos en experiencias de formas completamente nuevas. Y así como cada ser humano tiene genes completamente distintos, de igual forma cada ser humano tamiza sus conocimientos convirtiéndolos en experiencias, visiones y acciones de formas totalmente nuevas, totalmente únicas. Dejar de estudiar, dejar de aprender, dejar de curiosear, dejar de investigar, y dejar de compartirlos, es dejar de crecer y de vivir en pos de esa ampliación del horizonte que es el motor primigenio, el motor genético humano. Detrás de esa ampliación del horizonte se encuentra la superación del dolor y el sufrimiento, la búsqueda de la felicidad, el desarrollo de la vocación, entre otras tantas acciones humanas fundamentales.
Pero esto se choca con una dura realidad que muchas veces nos condiciona al punto de aprisionarnos en rutinas donde la creatividad, la investigación, ni tan siquiera son bienvenidas. Pero ahí es donde tenemos que recurrir al mismo motor genético y a no dejarnos avasallar por esa realidad, para entonces insistir, en todos los espacios que podamos hacernos, para avanzar en esa ampliación del horizonte. 

Y muchas veces esa experiencia y ese conocimiento que precisamos se encuentra en otras personas, por eso es tan importante avanzar en ampliar el horizonte de personas que conocemos, cuantas más personas, más vidas, más experiencias, más amplio será nuestro horizonte, mejor serán nuestras decisiones.


Por esto, optemos siempre por abrirnos a la creatividad, al estudio, a la curiosidad, al desarrollo de ideas, al compartirlas con otros, al conocer nuevas personas con las que compartir y crear, y eso sin duda nos va a mantener en el camino del desarrollo de la vida, de la propia y de la de los demás.

El Tacto Y La Audacia

Jesús decía a sus discípulos: 

"Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes.

Lo llamó y le dijo: '¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto'.

El administrador pensó entonces: '¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza.

¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!'.

Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: '¿Cuánto debes a mi señor?'.

'Veinte barriles de aceite', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez'.

Después preguntó a otro: 'Y tú, ¿cuánto debes?'. 'Cuatrocientos quintales de trigo', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo y anota trescientos'.

Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz."

El pánico nunca ha solucionado nada. La sangre fría, la astucia y la audacia son el mejor remedio. Y he aquí que nuestro hombre se aprovecha de unos días de respiro que le concede su amo y empieza a rebajar la deuda de los que le debían a su amo.

Jesús, aunque resulte incomprensible, elogia al astuto administrador precisamente por su astucia, por saber tomar las decisiones oportunas, por tener la audacia suficiente para inventarse el modo de vida que las circunstancias imponen... De la noche a la mañana, todo se le viene abajo, pero el bribón sabe arreglársela.

Y es esa actitud la que Jesús quiere para sus discípulos: saber reaccionar a tiempo y tomar las decisiones oportunas ante las situaciones que la vida nos depara. Jesús quiere que los hijos de la luz brillen por saber discernir lo que se tiene que hacer para que siempre reine la medida abundante de la misericordia. Que la gracia que recibimos de Dios se exprese en nuestras vidas en un amor sin medidas. ¿Seremos capaces de reaccionar a tiempo y vivir todo desde esta gratuidad?

¡Paz y Bien!

sábado, 1 de junio de 2019

Obsecuencia


“Cuando los sumisos y obsecuentes más se someten al poder para buscar supuestos beneficios, más el poder los humilla y los desprecia. El poder desprecia la obsecuencia siempre y obtiene placer en humillar a los sumisos.” (Shakespeare, 1611)

Del término latino obsequens que significa condescendiente es de donde procede el actual concepto de obsecuente. Un adjetivo este que es utilizado, ante todo, para definir a toda aquella persona que se caracteriza por ser sumisa o complaciente con respecto a otra.

De este modo también se puede decir que dicha palabra es posible que sea usada para de manera despectiva definir, por ejemplo, a un trabajador muy concreto: “este empleado es obsecuente hasta límites insospechados con respecto a sus más directos superiores”.


Por el contrario, de otra forma, este concepto tiene su lado más positivo ya que en otras ocasiones se emplea para intentar expresar que una persona no sólo se caracteriza porque es disciplinada sino también muy cumplidora con respecto a las funciones y tareas que tiene a su cargo.

Audacia Psicológica

La audacia psicológica es una virtud humana que todos podemos entrenar y potenciar. Gracias a ella sortearemos las dificultades cotidianas con mayor templanza y coraje.

La audacia psicológica nos da coraje y fuerza de voluntad. Es ese impulso vital capaz de abrirnos camino, de ensanchar perspectivas y sortear dificultades. Hay además en esta virtud cierta pincelada de osadía. Porque este perfil ha aprendido a atreverse, a reclamar con respeto lo que merece, a esforzarse cada día más por aquello que se necesita y desea.

Hay un viejo proverbio que nos recuerda aquello de que el miedo y el coraje son hermanos. Es como si de algún modo, el ser humano estuviera obligado siempre a sortear las barreras de la angustia y la inseguridad para alcanzar las metas. Ahora bien, pero ¿de dónde podemos sacar esa chispa inspiradora capaz de encender nuestras valentías en los momentos más necesitados?

Las personas, por término medio, somos muy resistentes al cambio… de la misma manera que nos condiciona el miedo. Por tanto, es aquí donde entra en valor una capacidad que todos podemos entrenar y potenciar. Hablamos de la audacia psicológica. Se trata de ese valor personal que nos hace ganar en confianza, que moviliza recursos internos para alcanzar metas y afrontar adversidades.

Decía Søren Kierkegaard, padre del existencialismo, que el coraje requiere perder momentáneamente el equilibrio. Ahora bien, no atreverse implica tarde o temprano perderse a uno mismo. Aprendamos a despertar este valor, concedámonos el permiso de ser un poco más audaces entrenando estas dimensiones.

«El hombre valiente no es el que no siente miedo, sino el que vence ese miedo».
-Nelson Mandela-

La audacia psicológica, así como el coraje, no disponen de abundante literatura científica. Son unas áreas muy concretas que a menudo conforman esa disciplina a la que llamamos desarrollo personal. No obstante, vale la pena hacer referencia a un interesante estudio que realizó Martin Seligman y que publicó en el 2005 en el American Journal of Psychiatry

Este trabajo se titulaba «Fortalezas y virtudes del ser humano» . En él, se describían no solo esas características que definen a las personas capaces de hacer frente a la adversidad. También aquellas a que saben invertir recursos y desarrollar habilidades para trabajar en su propio bienestar, las mismas que además, manejan mejor el estrés y la ansiedad.

Así, entre todas esas fortalezas que se destaca en el estudio, reluce entre todas la audacia. Ahora bien, no se entiende solo como sinónimo de valentía. Es algo más, porque el término audaz resulta sin duda más rico y profundo desde un punto de vista psicológico. Porque la audacia genera estrategias derivadas de la claridad de pensamiento.

Incluye además, el deseo de actuar de manera correcta. Porque la persona audaz tiene un código ético, un objetivo y la voluntad de vencer al miedo. Veamos por tanto qué dimensiones nos permitirán despertar nuestra audacia psicológica.

Ante la incertidumbre, toma decisiones

Daniel Kahneman es uno de los psicólogos que más ha investigado el campo de las tomas de decisiones. Según él, un aspecto que siempre nos pone a prueba es la incertidumbre. Es ese espacio donde crecen los miedos y reina la inseguridad. El no saber qué va a pasar nos ocasiona angustia. y a menudo, hasta nos inmoviliza.

Un modo de afrontar estas situaciones es mediante la audacia psicológica: aprendiendo a tomar decisiones. A veces, explica el doctor Kahneman, solo con decidir qué vamos a comer hoy ya estamos asumiendo el control sobre algo.

Una decisión es siempre el primer paso, es movimiento y nos permite tener las riendas de la propia vida.

Quien no cuestiona su realidad termina aclimatándose, termina dejándose vencer y condicionar. La persona audaz, por su parte, evita este enfoque. Y lo hace porque ha aprendido a pensar diferente, a hacerse preguntas, a querer ir más allá, a formarse su propia opinión.

Algo así requiere tiempo y osadía, exige romper moldes y evitar ser complaciente. Nadie logra este avance personal en un día o dos. En realidad, es un ejercicio constante que al principio se hace en voz baja y sin hacer ruido. Solo observando lo que nos envuelve. Más tarde, se van venciendo los miedos y emerge por fin esa voz asertiva que aprende a reclamar, a cuestionar, a dejar claras las posiciones.

«La vida se encoge o se expande en proporción al valor de uno»
-Anais Nin-

La Diversidad De Todos

Parece casi una contradicción. Si somos diferentes, ¿cómo podemos ser iguales?
 ¿Tenemos que tratar a las personas de igual manera aunque seamos diferentes? ¿Cómo podemos crear un ambiente de trabajo equitativo cuando somos todos diferentes? Analicemos la cuestión un poco más en detalle.

Definir claramente a qué nos referimos con las palabras que utilizamos para explicar la complejidad del mundo en el que vivimos, es fundamental para poder entendernos. En definitiva, es a través de las palabras que intentamos explicar la realidad que nos rodea. A su vez, las palabras de nuestro idioma van moldeando nuestra percepción de la realidad. Es por esto que necesitamos definir claramente estos conceptos que son fundamentales para promover la Diversidad & Inclusión en una organización.

La diversidad nos incluye a todos
Por un lado, la diversidad se refiere a la variedad. La variedad de habilidades, perspectivas, aptitudes, experiencias y antecedentes culturales que existen entre personas y grupos. La diversidad es un hecho de la naturaleza, presente en otras esferas más allá de la humana. Reconocer y aceptar nuestras diferencias, y valorarlas como tal, es un primer paso hacia la inclusión. Lo opuesto a ser diferente no es ser iguales, sino ser idénticos, es decir, tener la misma identidad. ¿Se imaginan un mundo así?
 Reconociendo las desigualdades para generar equidad.

Por otro lado, como seres humanos todos tenemos una misma naturaleza, y como tal, deberíamos ser tratados en igual condición de justicia y equidad. Esto es básicamente la definición de igualdad, y su antónimo no es diferencia ni diversidad, sino desigualdad. La igualdad contiene el principio jurídico universal que establece que todas las personas son iguales, que no existen diferencias en el valor sin importar la raza, nacionalidad, género, preferencias sexuales, edad y otros. Y en realidad, es cierto: todos somos seres humanos y por lo tanto debemos gozar de los mismos derechos y oportunidades

Ahora bien, todos sabemos que este no es el caso y que existen desigualdades estructurales que establecen limitaciones y obstáculos en detrimento de ciertos grupos (y a favor de otros). Ya sea por prejuicios sociales arraigados en la historia y la cultura –como el racismo o la superioridad del hombre frente a la mujer–, por haber nacido en un país en vías de desarrollo, por tener algún tipo de discapacidad, etc.

Reconociendo las diferencias para generar inclusión
Ahora, teniendo más en claro los conceptos, es imposible promover la igualdad sin reconocer las diferencias existentes entre los seres humanos. Un ejemplo fácil de reconocer es cuando pensamos en personas con discapacidad. Todos deberíamos tener la misma oportunidad en una organización de movernos libremente por las instalaciones. Ahora bien, para que una persona con movilidad reducida pueda tener la misma oportunidad que otras personas sin esta discapacidad, es necesario preparar las instalaciones para que sea apto para sillas de ruedas, por ejemplo. Sin el conocimiento de las necesidades de movilidad de una persona con discapacidad física, será muy difícil generar un contexto de igualdad de oportunidades.


Otra manera de generar desigualdades es cuando atribuimos diferencias que en realidad no existen, sino que son producto de construcciones sociales. Esto es lo que ocurre en cuestiones de género por ejemplo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), género se refiere al conjunto de comportamientos, actividades, funciones y atributos que la sociedad designa a los hombres y mujeres. Sin embargo, estas construcciones del “ser mujer” y “ser hombres” han sido producto de los hombres, y han definido roles que generan desigualdades estructurales y profundas, cuando en realidad, no existen limitaciones, ni físicas ni psicológicas, de ningún tipo entre ambos. 

El género, por su parte, es diferente al sexo, el cuál sí plantea diferencias visibles entre hombre y mujer (Ej: la posibilidad de gestar a un ser vivo*), y en este caso, es importante reconocerles para crear un ambiente de trabajo equitativo.


La Justificación

Una justificación es un argumento que apoya o sustenta una idea. En otras palabras, es una forma de explicar algo que sirve como complemento o aclaración de una afirmación previa.

Si hago una afirmación es muy probable que mi interlocutor me pida una aclaración, es decir, una justificación de la misma. Cuando respondemos a las preguntas por qué, cómo o para qué estamos dando nuestra justificación sobre algo, es decir, algún tipo de razones o motivos relacionados con aquello que decimos.

En algunas ocasiones decimos cosas que no resultan aceptables para los demás y como respuesta se nos exige una explicación que sirva como justificación.

Todas nuestras afirmaciones tienen un grado de justificación. Así, si digo que tengo fe en el poder de los astros es muy probable que alguien me pregunte qué justifica dicha idea. Hay ideas que tienen una justificación lógica incuestionable (por ejemplo, aquellas que se basan en los silogismos lógicos). Podríamos afirmar que la opinión y la fe tienen una justificación "débil" y el uso de la razón presenta una justificación "fuerte".

Nuestra necesidad de justificar ideas o comportamientos es evidente. No obstante, nos encontramos con planteamientos o conductas injustificables, que son aquellas que parecen irracionales.

Si tengo que hacer una reclamación por escrito en relación con un servicio deficiente me veré obligado a exponer unos hechos y acompañarlos de una serie de razones que avalen mi petición. Algo similar sucede en el lenguaje jurídico (por ejemplo, una sentencia debe presentar una justificación legal).

Si un socio de una entidad quiere presentar un proyecto para mejorar algún aspecto económico u organizativo deberá igualmente realizar una justificación del proyecto (básicamente por qué se hace y para qué sirve). En la esfera del razonamiento filosófico, todas las afirmaciones van acompañadas de algún tipo de justificación (por ejemplo, la justificación filosófica de la idea de estado).

En la investigación científica
En el marco teórico de la investigación un científico debe argumentar los beneficios que se van a obtener y el uso que se le va a dar. Justificar una investigación supone responder a la pregunta "para qué sirve" (en este sentido un proyecto científico y un proyecto empresarial comparten la misma finalidad).

Sin embargo, en el contexto de la metodología científica, los teóricos de la ciencia se refieren a un concepto más complejo, la teoría de la justificación. Este planteamiento es de tipo epistemológico, que en palabras sencillas viene a decir que hemos de saber cómo conocemos algo para tener garantías de que se trata de algo verdadero. En primer lugar, la epistemología, estudia las razones lógicamente válidas. Por otra parte, esta disciplina estudia los métodos que se utilizan en la actividad científica (el método inductivo, el deductivo o el hipotético-deductivo).


El análisis de la justificación científica estudia todo el proceso intelectual por el cual creamos ideas (la generación de una hipótesis, su verificación, su contrastación y su confirmación definitiva). Hay que pensar que la ciencia es el intento de un conocimiento válido e irrefutable y, en consecuencia, necesita de un concepto claro de justificación. De lo contrario, se estarían utilizando argumentos y pruebas inconsistentes, que son los propios de las pseudociencias.

Ser Quien Eres

Cuando el niño pequeño o el perro salen al escenario son ellos mismos, no pretenden ser ninguna otra cosa, y esto nos gusta y nos atrae, nos gusta tanto que hace que nuestra atención se vaya inmediatamente a ellos y se quede ahí enganchada, quizá porque nos conecta con nuestra necesidad interior de ser, de realmente ser en lugar de vivir “como si”. Cada uno de nosotros tenemos nuestra propia individualidad, nuestra propia esencia del ser, que busca expresarse y manifestarse en la vida exterior. Es como una castaña, en ella reside un castaño en potencia que busca manifestarse, que busca ser.

Sin embargo, en la vida humana es fácil que nos alejemos de nuestra esencia y busquemos ser alguien diferente de quien realmente somos, muchas veces en un intento de lograr el éxito o la atención de los demás, sin darnos cuenta de que la mejor garantía de éxito y de atención es la autenticidad.

Cuando somos quienes somos y no pretendemos ser otra cosa o “vender” otra cosa, gustamos más a los demás, nos convertimos en más atractivos, más creíbles y generamos confianza, y todo ello nos facilita el éxito en cualquier cosa que busquemos conseguir. Pero también ocurre que nos sentimos más a gusto en nuestra propia piel y más realizados porque la autoestima tiene sus raíces en el ser y la realización en la expresión del ser.

En la actualidad, la depresión se ha convertido en uno de los principales problemas de la sociedad, especialmente en el mundo desarrollado. Esto es algo que parece una incoherencia; resulta que nuestro bienestar material ha llegado a unas altas cotas pero nuestro bienestar existencial como sociedad parece no seguir ese ritmo e incluso ir en sentido contrario. 

Las razones son complejas, pero me atrevo a aventurar que una de ellas es la adopción de “modelos” de ser en detrimento de ser quienes realmente somos. En un mundo dominado por los medios de comunicación y el marketing, constantemente estamos siendo bombardeados con mensajes que nos dicen: “si quieres ser feliz y lograr el éxito has de ser (léase “comprar”) de esta o de aquella manera”.


Pero luego nos damos cuenta de que cuando somos quienes somos es cuando realmente nos sentimos felices y cuando de manera natural logramos el éxito. Es cuando dejamos de “ir de algo”, cuando nos permitimos expresar nuestras opiniones, cuando dejamos que nuestros sentimientos afloren y los reconocemos, cuando vivimos de acuerdo a nuestros valores y cuando perseguimos nuestros sueños, cuando realmente tenemos sensación de ser, de vivir, de estar plenamente vivos. 

Y no hay sensación que le resulte más satisfactoria al alma humana que ésta.

Cuando Las Circunstancias Viven Por Nosotros

Creatividad, disciplina y paranoia, pero también humildad, coherencia y, sobre todo, respeto por la gente son las características de los líderes superiores, según el admirado pensador de management Jim Collins.

La habilidad de gestión más interesante es la capacidad de reconocer un golpe de suerte, sea bueno o malo, y extraer beneficios de un hecho circunstancial.

Como otras veces, leyendo algo nos confrontamos con nosotros mismos. Yo destaco en especial este aspecto de estar de acuerdo contigo mismo, contigo misma. Este vivir en armonía dentro de ti. Este aspecto de querer vivir con serenidad interior.

Que la vida es dura y exigente lo sabemos. Pero que en medio del día a día, a veces vivido casi con ritmo vertiginoso, debemos seguir confirmando cómo queremos vivir y cómo queremos sentirnos cada día, también es muy cierto.

A veces tengo la sensación de que si nos descuidamos, no somos nosotros mismos quienes vivimos y decidimos cómo vivir sino que las CIRCUNSTANCIAS NOS VIVEN.

A veces pienso que incluso socialmente se acaba instalando un modo de ser hombre o mujer con valores de moda o perdidos… y YO ME RESISTO A RENUNCIAR A LO QUE ME HACE SENTIR MEJOR, MÁS LLENO.


No me cabe duda que muchas personas vivimos también en este dilema.

Superar Los Fracasos


Muchas personas se pasan la vida temiéndole al fracaso, dejando de tomar riesgos y nuevos caminos por miedo a caer y recibir un fuerte golpe, piensan que si eso pasa morirán en el abismo y todo lo habrán perdido… Mejor dicho, negativismo en su esencia más pura.

Estas personas son las que prefieren caminar seguro, vivir en la monotonía de lo conocido por todos y sumergirse en la rutina para sentir que siempre estará bien. Lo que termina la mayoría de las veces en infelicidad, sueños frustrados, potencial desperdiciado, etc.

Bueno, entrando en materia, lo que quiero decir es que muchas veces desvalorizamos la verdadera connotación que debería tener el fracaso en la vida.

Caer no tiene por qué ser tan malo después de todo… ¿Qué te hace pensar que no te levantarás más fuerte y con una lección aprendida?, ¿Qué te hace temer cuando en ti está el poder de haber vivido una experiencia más, y conocer un camino incorrecto para llegar al lugar que anhelas?

Los mejores cayeron, caen y seguirán cayendo… ¿Sabes por qué? Porque fue eso lo que les llevó y los lleva a mejorar y perfeccionar su técnica para ser llamados como Los Mejores. Indudablemente tú cometerás errores en tu camino, pero es eso lo que te permite ajustar los tornillos para que tu estructura sea más sólida 😉

No llores por eso, más bien aprende.

La diferencia entre exitosos y fracasados, es que los exitosos saben que aunque no son perfectos, pueden ser mejores cada día y entregan su vida al crecimiento personal y a la plenitud, mientras que los fracasados se lamentan de su mala suerte y tirar todo su valor a la basura.


Tú puedes ser grande, porque en ti está lo necesario para ello…. Descúbrelo Y Aprovéchalo.

Actitud Y Personalidad



Para muchos, la vida como tal, carece de sentido. El día a día adquiere su significado dependiendo del modo en que veamos las cosas, las valoremos y permitamos que impacten en nosotros. Podríamos decir entonces, que nosotros, con nuestra actitud, damos forma a todo lo que acontece a nuestro alrededor.

Seguro que en alguna ocasión te has encontrado con ese tipo de personas que van siempre a la defensiva, que buscan siempre los dobles sentidos y la cara más negativa de toda moneda. Las actitudes cerradas, poco receptivas e incluso inmaduras hacen que el mundo sea poco más que un túnel sin salida.

La realidad adquiere sentido a través de nuestros pensamientos, nuestros afectos y atribuciones. Lo que piensas creas, de ahí que sea esencial tu actitud hacia la propia vida y el modo en que permites que las cosas lleguen a ti


Actitud y personalidad están siempre relacionadas. No obstante, mientras la primera puede cambiarse y reestructurarse hacia un enfoque más abierto y positivo, nuestra personalidad tiene unas raíces muy largas y nadie puede ni va a cambiar de la noche a la mañana.

Todos vivimos momentos oscuros, y el día a día trae siempre esas nubes grises que no se escampan solo con soplar. En ocasiones, en lugar de luchar para ir en contra de algo no tenemos más remedio que aceptar y mantener una actitud positiva y constructiva.

La vida siempre tiene días grises y días negros. Por ello, basta con abrir el paraguas y esperar a que escampe. No hay prisas, cuando menos lo esperes la tormenta se habrá callado y el día será aún más luminoso.

Tu actitud y el modo en que asumes las cosas que te suceden

Y tú… ¿De qué manera afrontas las cosas que gusta traerte la vida de vez en cuando? En primer lugar, cabe señalar que las actitudes se edifican a través de nuestras creencias, pero también por nuestras emociones. De ahí, que en ocasiones, y dependiendo de nuestro estado de ánimo, reaccionemos de un modo u otro.

Recuerda siempre que puedes controlar tu actitud hacia las cosas. La diferencia entre un buen día y un mal día dependerá no de la ropa que lleves puesta, o de cómo te traten los demás. Está en tu actitud y en esa fuerza implícita que es capaz de afrontarlo todo.

Aplicar El Entusiasmo


El entusiasmo se necesita para desarrollar con éxito todas las labores de la vida diaria, si se pierde el entusiasmo, ocurre que todo se hace más aburrido, la energía disminuye, no se quieren hacer mayores esfuerzos.

Es un estado interno de alegría, gozo, optimismo y vitalidad que las personas experimentan en algún momento y debido a causas específicas. Por ejemplo es normal que las actividades que se disfrutan generen basten entusiasmo, incluidas el trabajo para quien ha elegido adecuadamente y la diversión.
¿Por qué algunas personas han perdido el entusiasmo por la vida?

Esto tiene múltiples razones, se cae en la frustración cuando se está haciendo algo que resulta desagradable, pero que tampoco se tiene el suficiente valor de cambiarlo; en los casos en que una persona esté en una depresión porque no ha superado un evento negativo; se obtiene un mal resultado; la mente se enfoca en lo negativo, etc.

¿Cómo recobrar el entusiasmo cuando se ha perdido?
Para ello se tiene que realizar una valoración del punto en que se encuentra la vida, es común que el estrés emocional provenga de tener una mala actitud y que lo cierto es que se posee todo para triunfar y alcanzar una vida plena.


Metafóricamente la gente necesita recibir “un par de cachetadas” para despertar a una actitud mental positiva. Con una nueva perspectiva se observa que existe tiempo, dones, conocimiento, experiencia y lo mejor de todo, un inagotable poder personal. 

Coherencia En El Hacer

Somos muy poco coherentes con nosotros mismos. ¡Sí, creerme! Algunas veces me encuentro con personas que dicen de él aquello de “es muy coherente con lo que piensa, y por eso actúa así”.

¡Cuidado! de la coherencia a la obstinación hay un paso. La coherencia está también en saltarse algunas reglas internas cuando ves que ya no valen en ese momento. En el bando contrario, también existe la gente que es coherente en cuanto a pensamiento pero no en la acción.

El discurso es bonito pero la acción brilla por su ausencia. Una cosa es saber y otra muy distinta es hacer. Y es que en la vida, lo ideal es llevar ese equilibrio del triángulo que incluye el pensar, el  ser y el hacer. Pensar, te viene de lo que sabes, el ser de lo que eres en esencia y ¡hacer?. ¡Ah, el hacer! El hacer es aquello que llevamos a cabo por que lo creemos y no nos va a parar nadie. Tú decides que tipo de triángulo quieres en tu vida: ¡Equilátero, isósceles o escaleno!. Comparto un artículo de Álex Rovira publicado en su web, que titula Saber y creer.

“A menudo nos ocurre que o bien no sabemos que podemos, o que sabiendo que podemos, no nos lo creemos. La dialéctica entre el saber y el creer es esencial. Porque saber y creer no es lo mismo. Por ejemplo: todo el mundo sabe que se tiene que morir algún día, pero casi nadie se lo cree. Y los que creen profundamente en la obvia verdad que la muerte existe y puede aparecer en el momento más inesperado para uno mismo o para quienes nos rodean, la vida cobra un significado radicalmente distinto, y el valor que damos al instante presente, al famoso “aquí y ahora”, es infinitamente mayor. 

Personalmente aprendí esta lección al tener que lidiar con la cardiopatía de mi hija menor, y de verla al límite de la muerte varias ocasiones en sus primeros días de vida, incluso al tenerla en mis brazos con su corazón sin latido. Entonces comprendí en lo más hondo de mi ser la diferencia entre saber y creer. Y sé que, por supuesto, esta memoria quedará conmigo para siempre.

La paradoja es que nuestra mente es muy tramposa ya que pensamos que eso que “sabemos” teóricamente nos pertenece a un nivel práctico, y no es así. Pensar en cómo nadar no implica en absoluto saber nadar. Saber qué es la amabilidad no implica en absoluto ser amable, por ejemplo. Esa es la gran paradoja, cuando pensamos que sabemos, porque ese saber es solo mental y no práctico.

El saber nos ayuda a gestionar la existencia, pero para transformarla es necesario algo más: creer. Con saber no es suficiente. La llave a la acción, al paso adelante, nace del creer. Por eso, el poeta latino Virgilio, escribió con tanto tino: “Pueden porque creen que pueden”, y no escribió “Pueden porque saben que pueden”. Es distinto. Muchos saben que pueden pero no hacen. Y otros que a lo mejor tienen menos capacidades hacen porque creen profundamente que pueden. Sí, hace más el que quiere que el que puede, sin duda.

Qué paradoja: el pensamiento nos lleva a la conclusión. Pero el problema es que normalmente llegamos a una conclusión cuando nos cansamos de pensar. Y los humanos nos cansamos de pensar, en general, demasiado a menudo. Y así nos van las cosas…

Por otro lado, Platón afirmaba que no hay persona por cobarde que sea que no puede convertirse en héroe por amor. En efecto, lo que nos moviliza, lo que nos lleva a ser más de lo que somos, es la emoción (cuya etimología proviene de la voz latina emovere, que quiere decir movimiento, impulso). 

Y la emoción y el creer van íntimamente unidos. Porque cuando creo, confío, y si confío, es porque siento una emoción positiva hacia el objeto o persona de confianza, porque creo en él. Luego creer es confiar y confiar nace de un vínculo emocional sano.

Luego, quizás lo óptimo sería poner la inteligencia al servicio del amor. El saber práctico al servicio del creer, y cuántas cosas cambiarían.

El problema aparece tanto en personas como en organizaciones, cuando el narcisismo les lleva a pensar que saben cuando en realidad ni saben hacer, ni creen que pueden hacer. Y ahora me viene a la cabeza un bello cuento, que dice así:

“El rey recibió como obsequio dos crías de halcón y las entregó al maestro de cetrería para que las entrenara. Pasados unos meses, el instructor comunicó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente educado, pero que al otro no sabía lo que le sucedía: no se había movido de la rama desde el día de su llegada a palacio, a tal punto que había que llevarle alimento hasta allí. El rey mandó llamar a curanderos y sanadores de todo tipo, pero nadie pudo hacer volar al ave. Encargó entonces la misión a miembros de la Corte, pero nada sucedió. Por la ventana de sus habitaciones, el monarca podía ver que el ave continuaba inmóvil. Publicó por fin un edicto entre sus súbditos y, a la mañana siguiente vio al halcón volando en los jardines.

—‘Traedme al autor de ese milagro’ —dijo.
Enseguida le presentaron a un campesino.

—‘¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago acaso?’
Entre feliz e intimidado, el hombrecito solo le explicó:

—‘No fue difícil Su Alteza, solo corté la rama en la que siempre se posaba. El pájaro se dio cuenta de que tenía alas y, simplemente, voló.”


Sí. Tenemos alas. El problema es que muchas veces no nos lo creemos, aunque es evidente que ahí están. Y a veces la vida “nos corta las ramas” para que nos demos cuenta precisamente de eso, de que tenemos alas que aún no hemos desplegado y, en definitiva, que podemos hacer más de lo que imaginábamos.”

Somos Lo Que Pensamos

Tras el éxito del libro Somos lo que comemos, te presentamos la versión psicológica: Somos lo que pensamos. Sin duda, es un título bastante sugerente y que nos invita a aprender más sobre esa relación entre la mente, los pensamientos, lo que nos sucede y la definición que tenemos de nosotros mismos.

En todo esto, nuestra mente, a través del material cognitivo con el que trabaja, tiene un gran poder. Nuestros pensamientos pueden cambiar la manera en que nos comportamos, las decisiones que tomamos y los sentimientos que experimentamos. Es decir que nos influyen mucho, más de lo que creemos.

“Nuestra vida es lo que nuestros pensamientos hacen de ella”
-Marco Aurelio-

La mente: ¿aliada o enemiga?

Todo depende. ¿De qué? ¡De lo que pensemos! Es frecuente decir “estoy cansado, no puedo aguantar más” e inmediatamente después tener ganas de echarnos a dormir tres días seguidos.

No olvides que el cuerpo y el cerebro trabajan para complacerte, y especialmente el primero tiende a hacerlo a corto plazo. Sin embargo, también pueden llegar a ser una especie de genio de la lámpara que obedece sin protestar los deseos de su amo.

A diferencia de lo que creemos, no es la mente la que nos dice lo que tenemos que hacer o cómo debemos sentirnos… ¡Sino todo lo contrario! Somos los responsables de cómo nos sentimos. No podemos echar la culpa al entorno, a los políticos, a la economía o a nuestro jefe… todo reside en nuestro interior.

Claro que siempre es mucho más fácil buscar el responsable en el otro o en algo ajeno. De esta manera no tenemos la posibilidad de aprender, cambiar y mejorar.

Todo está en la mente
Las maratones son una de las pruebas de resistencia que más demandan de nuestro físico, pero también de nuestra mente. Además de requerir una buena preparación física también demandan un entrenamiento mental
.
¿Por qué? Porque en el momento en que el cuerpo no puede más es el cerebro el que ayuda a seguir adelante… aunque después el dolor sea tan grande que no haya calmante que pueda atenuarlo.
Sin necesidad de convertirte en maratoniano para probar esta teoría, piensa en las veces en que estabas a punto de caer vencido por el sueño, el cansancio o la rutina y dijiste “puedo seguir”, “estoy bien” o “lo terminaré”. Es probable que en ese momento consiguieras un plus de energía para continuar y luego caer extenuado en la cama.

Tampoco se trata de ser la persona más positiva del mundo y andar por la vida buscando el medio vaso lleno de cada situación, sino de saber que hay pensamientos que nos ayudan y otros que nos perjudican.

Deja de prestar atención a lo irrelevante y céntrate en lo que realmente importa. Si las cosas rondan mucho por tu cabeza, tómate el tiempo para resolverlas y pasar a la siguiente tarea.

Si no puedes dormir porque tu mente es un torbellino de ideas, ten un cuaderno en la mesilla de noche y aprovecha ese aluvión de creatividad para solucionar algunos de tus problemas. No malgastes tu energía en “rumiar” las cosas malas. Mejor aprovecha tu tiempo y tus recursos para encontrar una solución a los problemas.

Recuerda que no todo tiene por qué ser racional… ¡permite un poco de improvisación en tu vida! Si bien hay cosas basadas en la lógica, existen otras (muchas) que están más ligadas a las emociones, sensaciones e intuiciones.


Aprende a vivir con incertidumbre, aunque sea en una mínima dosis. Toma decisiones que también requieran ciertos riesgos y considera los errores como parte de las reglas del juego. Evita las autopresiones y acepta que eres imperfecto… eso disminuirá tus niveles de temor y ansiedad y como consecuencia, tus equivocaciones.