La audacia psicológica es una virtud humana que todos podemos entrenar y potenciar. Gracias a ella sortearemos las dificultades cotidianas con mayor templanza y coraje.
La audacia psicológica nos da coraje y fuerza de voluntad. Es ese impulso vital capaz de abrirnos camino, de ensanchar perspectivas y sortear dificultades. Hay además en esta virtud cierta pincelada de osadía. Porque este perfil ha aprendido a atreverse, a reclamar con respeto lo que merece, a esforzarse cada día más por aquello que se necesita y desea.
Hay un viejo proverbio que nos recuerda aquello de que el miedo y el coraje son hermanos. Es como si de algún modo, el ser humano estuviera obligado siempre a sortear las barreras de la angustia y la inseguridad para alcanzar las metas. Ahora bien, pero ¿de dónde podemos sacar esa chispa inspiradora capaz de encender nuestras valentías en los momentos más necesitados?
Las personas, por término medio, somos muy resistentes al cambio… de la misma manera que nos condiciona el miedo. Por tanto, es aquí donde entra en valor una capacidad que todos podemos entrenar y potenciar. Hablamos de la audacia psicológica. Se trata de ese valor personal que nos hace ganar en confianza, que moviliza recursos internos para alcanzar metas y afrontar adversidades.
Decía Søren Kierkegaard, padre del existencialismo, que el coraje requiere perder momentáneamente el equilibrio. Ahora bien, no atreverse implica tarde o temprano perderse a uno mismo. Aprendamos a despertar este valor, concedámonos el permiso de ser un poco más audaces entrenando estas dimensiones.
«El hombre valiente no es el que no siente miedo, sino el que vence ese miedo».
-Nelson Mandela-
La audacia psicológica, así como el coraje, no disponen de abundante literatura científica. Son unas áreas muy concretas que a menudo conforman esa disciplina a la que llamamos desarrollo personal. No obstante, vale la pena hacer referencia a un interesante estudio que realizó Martin Seligman y que publicó en el 2005 en el American Journal of Psychiatry
Este trabajo se titulaba «Fortalezas y virtudes del ser humano» . En él, se describían no solo esas características que definen a las personas capaces de hacer frente a la adversidad. También aquellas a que saben invertir recursos y desarrollar habilidades para trabajar en su propio bienestar, las mismas que además, manejan mejor el estrés y la ansiedad.
Así, entre todas esas fortalezas que se destaca en el estudio, reluce entre todas la audacia. Ahora bien, no se entiende solo como sinónimo de valentía. Es algo más, porque el término audaz resulta sin duda más rico y profundo desde un punto de vista psicológico. Porque la audacia genera estrategias derivadas de la claridad de pensamiento.
Incluye además, el deseo de actuar de manera correcta. Porque la persona audaz tiene un código ético, un objetivo y la voluntad de vencer al miedo. Veamos por tanto qué dimensiones nos permitirán despertar nuestra audacia psicológica.
Ante la incertidumbre, toma decisiones
Daniel Kahneman es uno de los psicólogos que más ha investigado el campo de las tomas de decisiones. Según él, un aspecto que siempre nos pone a prueba es la incertidumbre. Es ese espacio donde crecen los miedos y reina la inseguridad. El no saber qué va a pasar nos ocasiona angustia. y a menudo, hasta nos inmoviliza.
Un modo de afrontar estas situaciones es mediante la audacia psicológica: aprendiendo a tomar decisiones. A veces, explica el doctor Kahneman, solo con decidir qué vamos a comer hoy ya estamos asumiendo el control sobre algo.
Una decisión es siempre el primer paso, es movimiento y nos permite tener las riendas de la propia vida.
Quien no cuestiona su realidad termina aclimatándose, termina dejándose vencer y condicionar. La persona audaz, por su parte, evita este enfoque. Y lo hace porque ha aprendido a pensar diferente, a hacerse preguntas, a querer ir más allá, a formarse su propia opinión.
Algo así requiere tiempo y osadía, exige romper moldes y evitar ser complaciente. Nadie logra este avance personal en un día o dos. En realidad, es un ejercicio constante que al principio se hace en voz baja y sin hacer ruido. Solo observando lo que nos envuelve. Más tarde, se van venciendo los miedos y emerge por fin esa voz asertiva que aprende a reclamar, a cuestionar, a dejar claras las posiciones.
«La vida se encoge o se expande en proporción al valor de uno»
-Anais Nin-
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