jueves, 13 de junio de 2019

Una Lección De Vida

Cuando te diriges a otras personas, empleando tonos despectivos, como: “qué se piensa ese que es”, deberías, previamente, intentar responderte algunos interrogantes relacionados con tu propia persona, claro que, para llegar a este punto, es necesario que poseas un mínimo de capacidad autocrítica, cualidad ésta, que de acuerdo a lo que se puede apreciar a simple vista, no tienes ningún interés en cultivar, sobre todo, cuando se tiene una tendencia natural a todo lo vulgar y mediocre, cuando la soberbia y la vanidad, que manan a raudales de tu ser interior, apenas pueden ocultarse tras tu apariencia de “niña bonita” ,apariencia que bruscamente se desvanece a la menor contrariedad de cualquiera de tus caprichos.

Se pueden tener caprichos eso no está mal, también se pueden anhelar o ambicionar, como es tu caso, un sinnúmero de cosas que otros tienen o dicen que tienen, a tu edad todo es posible, puedes defender tu espacio con uñas y dientes, tener más libertad de acción, no rendir cuentas a nadie de tus actos, etc. etc., todo eso puede ser… pero:

Cuando uno pretende transitar por los senderos de la “autosuficiencia” en el sentido de poder hacer “ todo lo que se le antoja” debe primero aprender algunos principios básicos que hacen a la convivencia entre humanos supuestamente civilizados, debes comprender que el ser humano es esencialmente un ser social, y esto no es simplemente una frase aprendida en alguna lección de sociología, nuestra condición, salvo muy raras excepciones, sencillamente no puede desarrollar todo su potencial a menos que se interrelacione con los demás miembros de su especie, aprendiendo, paso a paso, las leyes que regulan esa convivencia.

Personas como tú, quizás piensen que las leyes y las normas, dictadas mucho tiempo antes, de que los ovarios fecundados de tu madre, permitiesen tu irrupción al mundo de los seres vivos, no son otra cosa que restricciones arbitrarias, imposiciones de los más viejos, cuya finalidad tiene como único objetivo, el de pretender imponer su vetusta voluntad, sobre los que, como tú, son jóvenes, inteligentes, informados, modernos, y por ende, mejor dotados para tomar sus propias decisiones, sin depender de nada ni de nadie.
Hay Señor: ¡Cuánta ignorancia!

Vivimos en un planeta llamado Tierra, el cual, como todos hemos aprendido, forma parte de un sistema al que los científicos han llamado “sistema solar”, también nos han dicho, que este sistema solar, forma parte de una galaxia, y que incontables millones de éstas galaxias se interrelacionan armónicamente conformando nuestro Universo.

Este insignificante punto en la inmensidad del espacio, llamado Tierra, en el cual vivimos, también está regido por leyes, la de la gravedad, por mencionar una, la cual determina, entre muchas otras cosas, que todos los seres vivos, que habitamos su superficie, estamos literalmente, aprisionados a su suelo, desde el gusano que repta y orada sus entrañas, hasta el águila majestuosa, que surca con su vuelo las cumbres de las montañas.

Por qué menciono esto, por la sencilla razón de pretender demostrar que no existe ningún lugar en el universo donde no se respeten los espacios, tanto individuales como colectivos, y este equilibrio armónico sólo es posible, cuando cada uno de los actores cumple con la finalidad de su propia esencia y razón de ser, aquí y ahora, asumiendo las responsabilidades inherentes a la cohabitación en un mundo que nos cobija a todos, en la convivencia pacífica de todos los seres vivos, existen reglas que regulan y garantizan derechos y obligaciones, nadie, absolutamente nadie, puede exigir el respeto de los demás si en contrapartida no está dispuesto a respetar y salvaguardar el derecho de todos y cada uno.
Esto que te estoy diciendo, si aún no lo haz aprendido, se denominan principios básicos de convivencia, el desconocimiento de los mismos, no nos exime de su vigencia, sólo demostrará el grado de desviación que hayamos alcanzado en la ruta que nos conduce a nuestra propia realización, cuánto más tardemos en comprenderlo, mayor serán las posibilidades de frustración, este es un camino donde no existen atajos ni desvíos, ciertamente, por el bien de nuestra propia especie, no deberíamos pretender que alguien realice alguna tarea, por sencilla o compleja que nos parezca, que podamos estar capacitados para efectuarla por nosotros mismos.

Y esto no es por puro egoísmo, todo lo contrario, es la ley de la vida, la misma ley que impulsa a los pájaros a expulsar a sus pichones de sus nidos, una vez crecidas suficientemente sus alas, para que aprendan a volar por sí mismos y sobrevivan.

De manera que, si ya haz testado la fortaleza y longitud de tus propias alas y consideras que estás en condiciones de volar libremente, adelante. Pero… Cuidado!
Las aves no se arrojan solas al vacío, ni se separan de su grupo, permanecen juntas y se protegen mutuamente.

Hablando en términos tecnológicos, imagínate una gran aeronave, dotada de todos los elementos necesarios para garantizar la mayor seguridad en su desplazamiento por el espacio aéreo, piensas que esta majestuosa aeronave, ¿prescindiría de su contacto con la Torre de Control? ¿Viajarías tú en una aeronave, por mejor equipamiento que posea, si su piloto se comportara de tal manera? Sin duda que eres lo sufrientemente inteligente como para no cometer semejante imprudencia.

Cuánto más experimentado sea el piloto, mayor serán las precauciones que tome al pilotear su nave.

Te has puesto a pensar, que tú también eres un piloto, que estás pretendiendo conducir la nave de tu propia vida por los caminos desconocidos del porvenir, me viene a la mente, las palabras del poeta Antonio Machado, el cual sabiamente nos dice: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.

El tiempo que llevamos compartiendo algunos espacios de nuestras vidas, me ha permitido captar algunas señales – sería prácticamente imposible pretender captarlas todas- señales que hacen a tu entorno, a tus preferencias e inclinaciones, a tu escala de valores, tales como los referidos a la cultura, al cultivo del lenguaje, la solidaridad que es fruto del grado de empatía que hayas desarrollado, sobre todo en lo que se refiere a tu entorno familiar, la ausencia de gratitud por todas las cosas que recibes a diario, el uso y abuso de todo lo que está a tu alcance sin importar su origen, tu vanidad y egocentrismo, etc. etc.

Estas señales que emites, las cuales, como te digo, he podido captar, me permiten percibir, que estamos ante la presencia de un ser, que no obstante, poseer potencialmente, digamos en el plano aún carente de cultivo de tus aspiraciones personales, corre el serio riesgo de convertirse en algo un tanto desagradable, una personita fútil, superficial y vanidosa, a la cual es mejor evitar.

Entonces, ante tu pregunta, un tanto despectiva, de ¿quién se piensa este que es? Cuando te diriges a otras personas, que quizás no compartan plenamente tus tan particulares puntos de vista, correspondería que previamente estuvieses en condiciones de formular juicios de valor sobre tu propia persona, y te respondas con sinceridad, ¿quién pienso que yo soy?

Tal como lo he mencionado antes, el valor que cada uno se pueda dar a sí mismo, está directamente relacionado, con el grado de desarrollo que haya alcanzado, en su capacidad de reconocer las innumerables acciones, que, día a día, son realizadas por personas de nuestro entorno, sin reclamo alguno, con la única finalidad de colaborar, para que nuestra propia vida, sea mucho más placentera,
de lo que sin duda sería, si ellas no estuviesen allí, para hacer que las cosas realmente sucedan.

Acciones tales como: Darte afecto, proporcionarte y servirte los alimentos que consumes, el abrigo que te cobija, los recursos que demandas para satisfacer tus necesidades, etc. etc.

Una lista enorme de bienes y servicios que diariamente consumes, que demandas que se te brinden, por la sencilla razón, que te consideras con el derecho de demandarlos, sin que te sientas con la elemental obligación de agradecer y si es posible, retribuir.

Si miras con atención tu entorno, podrás ver, aunque hay un dicho muy sabio que dice, “ no hay peor ciego que aquel que no quiere ver” que prácticamente no existe ninguna cosa de las que demandas día a día, que provengan de tu propio esfuerzo, en realidad se puede decir que eres tan dependiente de los demás, como lo podría ser una persona inválida, tu por ti misma, no aportas ningún valor, no agregas nada, sólo reclamas, ¿crees tú que mereces lo que a diario recibes?

¿Piensas que el simple hecho de que son tu familia obliga a los que conviven contigo a dar y dar, sin recibir ningún tipo de reconocimiento por lo que hacen?

Las personas que realmente te aman, están allí, siempre dispuestas a extenderte sus manos, pero debes entender, que esas personas tienen un gran valor en sí mismas, han aprendido que los milagros, no se piden ni se reclaman, simplemente se producen.
Ellos son los hacedores de la vida diaria, los que transforman dedicación y sacrificio en obras de invalorable valor, los que permanecen ignorados, ajenos al reconocimiento y a la gratitud.

Vivimos en un mundo de consumo, estamos permanentemente en acecho, buscando, como lo hacen las fieras en medio de la jungla, consumir, consumir, es la consigna de la hora.

Lo que anhelamos hoy, puede ser descartable mañana, siempre habrá algo que despierte nuestro deseo de consumir, todo esto ocurrirá, hasta que llegue el día en que la calesita de la vida se detenga y nos tengamos que descender de ella, es en este punto trascendente de nuestra efímera existencia, cuando nos damos cuenta de la naturaleza del valor, de aquello que hemos dilapidado, despreciado o simplemente ignorado.

Lo del principio, cuando te refieras a los de tu entorno, te sugiero que sustituyas los gestos despectivos, por sentimientos de afecto, por reconocimiento y gratitud, porque ellos están allí, no para ser consumidos y descartados, sino para darle sentido humano a cada día.

Si hoy, no le encuentras sentido a mis palabras, la esperanza de un mañana en que sí puedas entenderlas, permanece.


No hay comentarios:

Publicar un comentario