Se
pueden tener caprichos eso no está mal, también se pueden anhelar o ambicionar,
como es tu caso, un sinnúmero de cosas que otros tienen o dicen que tienen, a
tu edad todo es posible, puedes defender tu espacio con uñas y dientes, tener
más libertad de acción, no rendir cuentas a nadie de tus actos, etc. etc., todo
eso puede ser… pero:
Cuando
uno pretende transitar por los senderos de la “autosuficiencia” en el sentido
de poder hacer “ todo lo que se le antoja” debe primero aprender algunos principios
básicos que hacen a la convivencia entre humanos supuestamente civilizados,
debes comprender que el ser humano es esencialmente un ser social, y esto no es
simplemente una frase aprendida en alguna lección de sociología, nuestra
condición, salvo muy raras excepciones, sencillamente no puede desarrollar todo
su potencial a menos que se interrelacione con los demás miembros de su
especie, aprendiendo, paso a paso, las leyes que regulan esa convivencia.
Personas
como tú, quizás piensen que las leyes y las normas, dictadas mucho tiempo
antes, de que los ovarios fecundados de tu madre, permitiesen tu irrupción al
mundo de los seres vivos, no son otra cosa que restricciones arbitrarias,
imposiciones de los más viejos, cuya finalidad tiene como único objetivo, el de
pretender imponer su vetusta voluntad, sobre los que, como tú, son jóvenes,
inteligentes, informados, modernos, y por ende, mejor dotados para tomar sus
propias decisiones, sin depender de nada ni de nadie.
Hay
Señor: ¡Cuánta ignorancia!
Vivimos
en un planeta llamado Tierra, el cual, como todos hemos aprendido, forma parte
de un sistema al que los científicos han llamado “sistema solar”, también nos
han dicho, que este sistema solar, forma parte de una galaxia, y que
incontables millones de éstas galaxias se interrelacionan armónicamente
conformando nuestro Universo.
Este
insignificante punto en la inmensidad del espacio, llamado Tierra, en el cual
vivimos, también está regido por leyes, la de la gravedad, por mencionar una,
la cual determina, entre muchas otras cosas, que todos los seres vivos, que
habitamos su superficie, estamos literalmente, aprisionados a su suelo, desde
el gusano que repta y orada sus entrañas, hasta el águila majestuosa, que surca
con su vuelo las cumbres de las montañas.
Por qué menciono esto, por la sencilla razón de pretender demostrar que no existe ningún lugar en el universo donde no se respeten los espacios, tanto individuales como colectivos, y este equilibrio armónico sólo es posible, cuando cada uno de los actores cumple con la finalidad de su propia esencia y razón de ser, aquí y ahora, asumiendo las responsabilidades inherentes a la cohabitación en un mundo que nos cobija a todos, en la convivencia pacífica de todos los seres vivos, existen reglas que regulan y garantizan derechos y obligaciones, nadie, absolutamente nadie, puede exigir el respeto de los demás si en contrapartida no está dispuesto a respetar y salvaguardar el derecho de todos y cada uno.
Esto
que te estoy diciendo, si aún no lo haz aprendido, se denominan principios
básicos de convivencia, el desconocimiento de los mismos, no nos exime de su
vigencia, sólo demostrará el grado de desviación que hayamos alcanzado en la
ruta que nos conduce a nuestra propia realización, cuánto más tardemos en
comprenderlo, mayor serán las posibilidades de frustración, este es un camino
donde no existen atajos ni desvíos, ciertamente, por el bien de nuestra propia
especie, no deberíamos pretender que alguien realice alguna tarea, por sencilla
o compleja que nos parezca, que podamos estar capacitados para efectuarla por
nosotros mismos.
Y
esto no es por puro egoísmo, todo lo contrario, es la ley de la vida, la misma
ley que impulsa a los pájaros a expulsar a sus pichones de sus nidos, una vez
crecidas suficientemente sus alas, para que aprendan a volar por sí mismos y
sobrevivan.
De
manera que, si ya haz testado la fortaleza y longitud de tus propias alas y
consideras que estás en condiciones de volar libremente, adelante. Pero…
Cuidado!
Las
aves no se arrojan solas al vacío, ni se separan de su grupo, permanecen juntas
y se protegen mutuamente.
Hablando
en términos tecnológicos, imagínate una gran aeronave, dotada de todos los
elementos necesarios para garantizar la mayor seguridad en su desplazamiento
por el espacio aéreo, piensas que esta majestuosa aeronave, ¿prescindiría de su
contacto con la Torre de Control? ¿Viajarías tú en una aeronave, por mejor
equipamiento que posea, si su piloto se comportara de tal manera? Sin duda que
eres lo sufrientemente inteligente como para no cometer semejante imprudencia.
Cuánto
más experimentado sea el piloto, mayor serán las precauciones que tome al
pilotear su nave.
Te
has puesto a pensar, que tú también eres un piloto, que estás pretendiendo
conducir la nave de tu propia vida por los caminos desconocidos del porvenir,
me viene a la mente, las palabras del poeta Antonio Machado, el cual sabiamente
nos dice: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.
El tiempo que llevamos compartiendo algunos espacios de nuestras vidas, me ha permitido captar algunas señales – sería prácticamente imposible pretender captarlas todas- señales que hacen a tu entorno, a tus preferencias e inclinaciones, a tu escala de valores, tales como los referidos a la cultura, al cultivo del lenguaje, la solidaridad que es fruto del grado de empatía que hayas desarrollado, sobre todo en lo que se refiere a tu entorno familiar, la ausencia de gratitud por todas las cosas que recibes a diario, el uso y abuso de todo lo que está a tu alcance sin importar su origen, tu vanidad y egocentrismo, etc. etc.
Estas
señales que emites, las cuales, como te digo, he podido captar, me permiten
percibir, que estamos ante la presencia de un ser, que no obstante, poseer
potencialmente, digamos en el plano aún carente de cultivo de tus aspiraciones
personales, corre el serio riesgo de convertirse en algo un tanto desagradable,
una personita fútil, superficial y vanidosa, a la cual es mejor evitar.
Entonces,
ante tu pregunta, un tanto despectiva, de ¿quién se piensa este que es? Cuando
te diriges a otras personas, que quizás no compartan plenamente tus tan
particulares puntos de vista, correspondería que previamente estuvieses en
condiciones de formular juicios de valor sobre tu propia persona, y te
respondas con sinceridad, ¿quién pienso que yo soy?
Tal
como lo he mencionado antes, el valor que cada uno se pueda dar a sí mismo,
está directamente relacionado, con el grado de desarrollo que haya alcanzado,
en su capacidad de reconocer las innumerables acciones, que, día a día, son
realizadas por personas de nuestro entorno, sin reclamo alguno, con la única
finalidad de colaborar, para que nuestra propia vida, sea mucho más placentera,
de lo que sin duda sería, si ellas no estuviesen allí, para hacer que las cosas
realmente sucedan.
Acciones
tales como: Darte afecto, proporcionarte y servirte los alimentos que consumes,
el abrigo que te cobija, los recursos que demandas para satisfacer tus
necesidades, etc. etc.
Una
lista enorme de bienes y servicios que diariamente consumes, que demandas que
se te brinden, por la sencilla razón, que te consideras con el derecho de
demandarlos, sin que te sientas con la elemental obligación de agradecer y si
es posible, retribuir.
Si
miras con atención tu entorno, podrás ver, aunque hay un dicho muy sabio que
dice, “ no hay peor ciego que aquel que no quiere ver” que prácticamente
no existe ninguna cosa de las que demandas día a día, que provengan de tu
propio esfuerzo, en realidad se puede decir que eres tan dependiente de los
demás, como lo podría ser una persona inválida, tu por ti misma, no aportas
ningún valor, no agregas nada, sólo reclamas, ¿crees tú que mereces lo que a
diario recibes?
¿Piensas
que el simple hecho de que son tu familia obliga a los que conviven contigo a
dar y dar, sin recibir ningún tipo de reconocimiento por lo que hacen?
Las
personas que realmente te aman, están allí, siempre dispuestas a extenderte sus
manos, pero debes entender, que esas personas tienen un gran valor en sí
mismas, han aprendido que los milagros, no se piden ni se reclaman, simplemente
se producen.
Ellos
son los hacedores de la vida diaria, los que transforman dedicación y
sacrificio en obras de invalorable valor, los que permanecen ignorados, ajenos
al reconocimiento y a la gratitud.
Vivimos
en un mundo de consumo, estamos permanentemente en acecho, buscando, como lo
hacen las fieras en medio de la jungla, consumir, consumir, es la consigna de
la hora.
Lo
que anhelamos hoy, puede ser descartable mañana, siempre habrá algo que
despierte nuestro deseo de consumir, todo esto ocurrirá, hasta que llegue el
día en que la calesita de la vida se detenga y nos tengamos que descender de
ella, es en este punto trascendente de nuestra efímera existencia, cuando nos
damos cuenta de la naturaleza del valor, de aquello que hemos dilapidado,
despreciado o simplemente ignorado.
Lo
del principio, cuando te refieras a los de tu entorno, te sugiero que
sustituyas los gestos despectivos, por sentimientos de afecto, por
reconocimiento y gratitud, porque ellos están allí, no para ser consumidos y
descartados, sino para darle sentido humano a cada día.
Si
hoy, no le encuentras sentido a mis palabras, la esperanza de un mañana en que
sí puedas entenderlas, permanece.
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