Dicen que la palabra cultura se puede asociar a esa
tendencia natural que tenemos los autoproclamados “homo sapiens” de cultivarnos
en cuánto a todo lo que se refiere a nuestra razón de ser, lo que vale decir
que el concepto que tenemos de “razón de ser” se extiende a mucho más de lo que
podamos apreciar tanto a nuestro entorno, digamos, exterior, como a las
vivencias de carácter íntimo que vayamos experimentando y que por su relevancia
tengan el poder de infiltrarse en las capas interiores de la consciencia.
Lo cierto es que cultura y cultivarse difieren en
cuánto a su aplicación práctica uno puede creerse que el simple hecho de
obtener cierta información de lo que se suele llamar como la práctica
intelectual del conocimiento académico de ciertas disciplinas ya lo habilita a
considerase como una persona con cierto grado de cultura aunque esa “cierta
información” a la que hacíamos referencia no pase en los hechos de un cierto
barniz superficial.
La superficialidad del comportamiento humano hace
que cada vez más nos ocupemos de nuestra fachada, nuestra selfie pública,
cuánto más nos exponemos, recurriendo a las redes sociales que nos divulgan en
lo virtual, mayor serán los recaudos que utilicemos para mantenernos distantes
totalmente ajenos al encuentro inevitable con “el” “o los otros” que intuimos
cercanos, tan cercanos como lo puede estar nuestro teclado de la pantalla de un
ordenador.
De esta forma actuamos como “si estuviésemos de
paso” como si formáramos parte de una troupe, que desfila enmascarada por el
“carnaval de la vida” dando y recibiendo descargas de nuestros pomos “lanza
perfumes” nada penetra nuestros disfraces todo lo que demos o recibamos será
fácilmente limpiado después de tanto jolgorio y si algo aun persistiese después
de tanta confusión seguramente se ocultará detrás de alguna frase, de esas que
tanto nos gusta “copiar y pegar”.
Las redes sociales deberían redefinir sus
estrategias sobre todo en lo concerniente a lo conceptual, que entendemos por
“amistad”, por ejemplo, no es posible que pretendamos compartir amparándonos en
lo incógnito de nuestra postura ¿quiénes somos? realmente, cuales son las
intenciones de nuestros abordajes.
Cuando mencionamos la cultura, deberíamos
considerar que cultura y trabajo son sinónimos, como pensamiento y acción, y
que la máxima expresión de nuestro ser creativo es la manifestación natural y
espontánea del esfuerzo y sacrificio que estemos dispuestos a prodigar al
compartir el fruto de nuestra cosecha, entonces sí podremos entender “de la
piel para adentro” conceptos tales como: Empatía, Generosidad,
Amistad, Desprendimiento y amor.
Nuestros muros deberían ser como los receptores de
nuestra capacidad creativa una gran mesa que se despliega delante de todos para
poder nutrirnos los unos a los otros, degustando el sabor inigualable de todo
lo mejor que sepamos cultivar en el huerto de nuestra existencia, eso sí,
definitivamente, será la mejor demostración de nuestra cultura.
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