martes, 18 de junio de 2019

El Valor De Saber Desprendernos

Seguramente muchas de las situaciones que nos causan mayores “cargos de conciencia” sean esas cosas por las cuales recurrimos más asiduamente al “refugio de los egos evadidos” es decir, cuando algo que valoramos como únicamente nuestro, algo que nos pertenece por derecho intransferible, que hemos adquirido soberanamente y que nadie nos lo puede arrebatar.

Cuando alguien, seguramente más necesitado, nos solicita colaboración, argumentando la necesidad que padece y por la cual recurre a nuestra solidaridad, es entonces que nos invade el egoísmo y buscamos instintivamente al refugio de las infaltables excusas donde intentamos vanamente “adormecer nuestra conciencia” para no caer en manos de los  agobiantes “sentimientos de culpa”.

El sentido de posesión se relaciona estrechamente con el de egoísmo y cuando estos dos intereses se asocian suelen provocar la presencia de la angustia, la cual, en su soledad, se oprime contra el corazón generando ese “complejo de culpa” al cual tanto tememos y buscamos a toda costa evitar.

Cuando nos encontramos en situaciones como las descritas es muy importante considerar de que no existen otros antídotos más eficaces que la puesta en práctica del “valor del desprendimiento” es a través de este medio, el valor genuino del desprendimiento, el modo humano de practicar la solidaridad entre todos y el único medio por el cual nos podemos despojar del egoísmo, el cual es el enemigo natural de la generosidad.


El valor del desprendimiento consiste en saber utilizar correctamente nuestros bienes y recursos evitando apegarse a ellos y, si es necesario, para ponerlos al servicio de los demás.

El desprendimiento como valor se origina al reconocer que todos tenemos necesidades y en algunos casos encontramos personas con carencias. En cualquier situación debemos superar nuestro egoísmo e indiferencia para colaborar en el bienestar de los demás, no importa si es mucho o poco lo que hacemos y aportamos, lo importante es tener la conciencia de ofrecer algo, de aportar. En la generosidad que requiere el desprendimiento no cabe el ofrecer algo que nos sobra.

El valor del desprendimiento tiene que ver con varios aspectos, entre ellos: la importancia que le damos a las cosas, el uso que hacemos de ellas y la intención que tenemos para ponerlas al servicio de los demás.

En ocasiones vivimos y trabajamos sin descanso para poseer aquello que tanto nos ilusiona (autos, joyas, ropa, aparatos, etc.) y nuestra vida se mueve a ese compás, sin embargo si no tenemos cuidado puede llegar el momento en que a pesar de la insatisfacción que nos produce llenarnos de cosas, pretendemos que éstas llenen un vacío interior.

Debemos recordar que en el orden de los afectos, las personas y su bienestar ocupan el primer lugar antes que nuestra persona misma o lo que poseemos.

Existen personas que materialmente ponen el corazón en las cosas materiales. A veces por los recuerdos que evocan, pero en otras debido al valor económico que tienen o simplemente por el trabajo que supuso adquirirlos. A esta particular forma de afecto se le llama apego y de ninguna manera se relaciona con el hecho de cuidar las cosas y hacer buen uso de ellas.

Cuando nuestro aprecio es mayor por las cosas que por las personas, nos parece absurdo compartir lo que tenemos, o en su defecto lo hacemos a regañadientes. El desprendimiento supone un esfuerzo para superar ese sentimiento de posesión y exclusividad de lo que poseemos para ofrecerlo gustosamente a los demás.

No debemos confundir el desprendimiento con el hecho de deshacernos de todo aquello que no utilizamos, que es inservible o se ha convertido en un estorbo, esta actitud manifiesta poco respeto por la persona que lo recibe, independientemente de su condición y situación actual. Somos tan soberbios que consideramos un insulto recibir algo de segunda mano, ¿por qué los demás deben soportar lo que nosotros consideramos desprecio?

Puede parecer que este valor se enfoca únicamente a objetos, pero nuestros recursos van más allá de lo que se puede tocar, poseemos conocimientos, cualidades y habilidades que muchas veces nos cuesta trabajo poner a disposición de las personas, porque requiere prescindir de nuestro descanso, gustos, preferencias y comodidades para llevarse a efecto.

Nos sorprendemos con el médico que atiende enfermos sin cobrar honorarios; personas que pasan los días trabajando en obras de caridad; profesores que trabajan horas extras desinteresadamente; padres de familia que se niegan gustos y diversiones personales para pensando en su familia; lo más inaudito es que muchos de ellos no viven en una condición del todo desahogada. El verdadero desprendimiento no tiene medida, sin calcular cuánto es lo indispensable para cumplir, es una entrega generosa de todo, Sí, de todo lo que tenemos.

El valor del desprendimiento ayudará a nuestra sociedad al convertirnos en personas más altruistas y generosas, brindará un mejor ambiente en nuestras relaciones con amigos y familiares y nos convertirá en personas que tienen el corazón puesto en el lugar correcto.

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