Algunos
amigos me han solicitado que les diera mi parecer sobre ciertos temas que por
su reiteración y trascendencia están provocando un fuerte sacudón a las bases
de sustentación de las estructuras tradicionales sobre las cuales se asienta
nuestra sociedad.
En lo
personal, estimo, que los acontecimientos que hoy tanto nos preocupan -y a los
cuales estos amigos hacen referencia- han estado desde siempre instalados
en nuestra conducta colectiva, en nuestro "entramado social" donde
tienen cabida todas las variables potenciales de comportamiento.
El
estado de conmoción, entonces, se debe a que tal como sucede con los ríos,
arroyos o las simples cañadas, la inestabilidad del clima y la acumulación de
precipitaciones, provocan el desbordamiento de sus cauces naturales,
embistiendo con furia todo lo que encuentran a su paso.
Por
más terribles que nos parezcan las condiciones actuales, éstas no
difieren, en lo esencial, con las que observamos en el comportamiento cotidiano
de nuestra especie a lo largo de la historia, las religiones nos mencionan la
eterna lucha entre el bien y el mal, cual si fuesen estos polos, aparentemente
opuestos, los generadores de la energía vital que hace posible el desarrollo de
la inteligencia creativa, condición esencial en la evolución de los humanos.
El
simple hecho de pretender dar una opinión sobre ciertas cosas que han
cobrado gran relevancia en la opinión pública de un extremo al otro del
planeta, convirtiéndolo a este, nuestro "globito terráqueo" en
una síntesis globalizada donde convivimos más de siete mil millones de
congéneres, en una minúscula aldea, situada en un insignificante punto
del universo, que salvando distancias y proporciones, se parece a un hormiguero
humano surcado por millares de senderos que se entrecruzan entre sí.
Como
seguramente todos comprenderán, opinar en estas circunstancias no resulta una
tarea sencilla de abordar, sobre todo cuando lo que está en juego constituye
una argamasa en la cual, de una forma u otra, por acción u omisión, todos hemos
introducido nuestras manos, salpicándonos unos a otros con la mezcla de los elementos
introducidos en nuestro afán de anteponer la satisfacción de nuestros intereses
particulares sobre el bienestar común de toda la sociedad.
Pienso
que antes de intentar siquiera esbozar una respuesta a las inquietudes
planteadas, sobre todo a las relacionadas con las dificultades de
convivencia entre humanos, como ser: la violencia, la intolerancia, la
creciente indignación colectiva contra las iniquidades del sistema capitalista,
la inmoralidad de los gobernantes, etc. etc. por mencionar algunas, deberíamos
tomarnos un tiempo para replantearnos en profundidad, sobre cuáles bases se han
construido los fundamentos que sostienen toda la argumentación social que da
sentido a la creación de los estados organizados y que dan vigencia a lo que
llamamos "El contrato Social"
"Durante
siglos las bases constitutivas de la sociedad se han correspondido con una
estructura basada en la existencia de estamentos, grupos sociales estancos que
definían una jerarquía de poder. La monarquía y la nobleza, con su escalafón,
los gremios (embrión de la burguesía) y los siervos, constituían la estructura
social en Europa.
En
otras sociedades no europeas se daban similares formas, como el caso de la
India con su sistema de castas que aún perdura.
En
realidad podemos considerar esta estructura como la extensión y magnificación
de los grupos humanos más básicos y propios de la prehistoria.
Más aún,
si observamos estructuras grupales de otros mamíferos, especialmente cazadores,
también encontramos estructuras jerárquicas.
Podemos
por tanto suponer que estas estructuras sociales son en realidad consecuencia
de nuestros instintos más básicos.
Por
otra parte, la evolución de la cultura, en su sentido más amplio como resultado
de la capacidad intelectual que nos diferencia del resto de animales, impuso la
necesidad de "justificar" la organización social y la desigual
participación en los beneficios que reporta la propia sociedad.
Ese
encaje de bolillos que es dicha justificación tiene su base en la alianza entre
las clases dominantes, que gozan del poder y la propiedad, y los detentadores
del poder religioso, cuya función en la alianza es la de aportar los argumentos
tales como que el orden social es el que es por voluntad divina, obteniendo a
cambio parte del botín.
Como
herramienta se utilizará el concepto de ley natural (coincidente con la
voluntad de dios) (San Agustín , Santo Tomás de Aquino), concepto ya apuntado
por Aristóteles.
La
ley natural es común a todas las culturas y por tanto independiente de
cualquier modelo social concreto.
Y esa
ley natural es la que genera el derecho natural que, curiosamente, ha permitido
establecer la categorización de la sociedad, permitiendo y justificando la
acumulación de poder en las clases dominantes y la explotación de las dominadas
(incluso la esclavitud)
Una
sociedad que fomenta la existencia de desheredados sociales es una sociedad
inestable que solo puede mantener el orden en base a la represión.
En
épocas de bonanza económica, las migajas a repartir entre las clases dominadas
pueden ser suficientes para calmar los deseos de equidad y los sectores
marginales (incluso en los mejores periodos de bonanza hay sectores marginales)
son lo suficientemente reducidos como para que su incidencia sea nula.
Pero
cuando se presentan las periódicas crisis o la explotación de esas clases por
las dominantes llega a niveles inadmisibles, la sociedad se tambalea y en
ocasiones llega a la crisis total.
La
revolución francesa es el ejemplo más claro de cómo un modelo social, totalmente
agotado por los cambios tanto ideológicos como técnicos, se derrumba para dar
paso a un nuevo modelo que lo sustituye.
La
caída del Antiguo Régimen dio lugar a la sociedad actual.
Por
supuesto los herederos de los revolucionarios de finales del siglo XVIII hoy
son los más firmes defensores del "orden" y contrarios a cualquier
veleidad revolucionaria que cuestione el actual sistema de organización social.
Pero
es innegable que ellos son hijos de quienes salieron a la calle y cortaron las
cabezas de los monarcas y nobles.
Durante
la Ilustración, surgen nuevos paradigmas basados en la individualidad y la
propiedad, entendiendo la sociedad como suma de voluntades individuales y
garante de los derechos de libertad individual y de la propiedad. Serán la base
de la sociedad actual, del liberalismo tanto social como económico.
Son
varios los personajes de este periodo que aportan su visión (Hobbes, Lokce,
Rousseau…), no siempre coincidentes, incluso contradictorios.
En
realidad estas nuevas concepciones no resuelven los problemas existentes.
Simplemente
hacen gravitar el poder desde la clase nobiliaria a la burguesa
Todos
esos cambios se reflejan en la dicotomía entre Derecho Natural y Derecho
Positivo, entendiendo este último como el emanado del poder legislativo, que,
supuestamente, emite sus leyes para el ordenamiento de la sociedad y en base al
bien común.
La
validez del concepto de Ley Natural es en realidad muy fácil de cuestionar.
Veamos algunos ejemplos.
Comencemos
por uno de los derechos más encomiados, el derecho a la vida (el "no
matarás" de los mandamientos bíblicos).
Es
cierto que si se pregunta si este derecho debe ser respetado, la respuesta
unánime es "Sí". La conclusión inmediata es que ello es una
demostración de la validez de la Ley Natural.
Pero
si examinamos con más profundidad el tema, aparecen las primeras
contradicciones.
Si el
derecho a la vida debe ser respetado y es consecuencia de un impulso interno y
no el resultado de un modelo cultural, no puede haber excepciones.
Por
tanto el rechazo a la pena de muerte debería ser universal.
Aun
más, la propia existencia de ejércitos y la utilización de la guerra como
recurso de poder serían totalmente inadmisibles, si realmente existiera un
condicionante tal que considerara la muerte de un semejante como algo
inaceptable.
Si en
el caso del derecho a la vida es obvia la contradicción, con más claridad aun
se constata en temas como el divorcio, el aborto, la homosexualidad, la moral
sexual, en los que la opinión de la persona está claramente vinculada a su
línea ideológica.
El
puritanismo de la era victoriana, donde se llegaron a poner fundas a las patas
de los pianos por considerara indecente su visión directa, y su paulatino
abandono por parte de la mayoría de la sociedad hasta el punto de causarnos hoy
sorpresa y risa muchos de sus planteamientos, es un claro ejemplo de lo
subjetivos que son los conceptos de bondad y maldad en la sociedad
.
La
conclusión obvia es que no existe ningún elemento objetivo sobre el que basar
la convivencia. No hay ley a la que recurrir para determinar lo que es
aceptable y lo que no.
El
subjetivismo es total en la estructuración social.
Por
otra parte el derecho positivo está viciado desde su origen por cuanto lo que
se pretende garantizar es solo el derecho a la libertad individual y a la
propiedad, pero no se contemplan las consecuencias que pueden llegar a provocar
de estos derechos en el ámbito social si el ejercicio de los mismos son causa
de desequilibrios.
En
realidad la falta de regulación de los mismos generan la pérdida de libertad
real de buena parte de la sociedad (no existe libertad real si no se dispone de
medios para ejercerla)
¿Debemos,
por tanto, aceptar el "todo vale" en la concepción del modelo social?
Para
responder correctamente a esta pregunta previamente debemos entender el porqué
de la existencia de la propia sociedad.
¿Por
qué el ser humano vive en sociedad? Por necesidad.
Considerado
como simple mamífero, el ser humano es probablemente el animal peor dotado para
la supervivencia.
Comparativamente
hablando, es lento, débil, carece de garras, dientes o cualquier otra capacidad
ofensiva digna de mención.
Aisladamente
es presa fácil.
Así
que su mejor garantía de supervivencia es el establecimiento de un modelo
social que permita el mutuo apoyo.
El
segundo elemento que ha favorecido su supervivencia es el elemento
diferenciador de la inteligencia, que le ha permitido la utilización de
recursos de la naturaleza para cubrir sus necesidades.
Ello
ha generado la especialización, mediante la cual cada individuo de la sociedad
es capaz de hacer su aportación específica a las necesidades globales de dicha
sociedad.
Así
pues la vida en sociedad es necesaria para la supervivencia de la especie
humana.
¿Cuál
debería ser la base sobre la que edificar el modelo de sociedad? Si la
existencia del modelo social es necesario para nuestra supervivencia, este
deberá ser lo más estable posible para cumplir su función de forma eficiente. Y
para garantizar la estabilidad es preciso que todos y cada uno de sus
integrantes sientan que salen beneficiados con su pertenencia a dicha sociedad.
Para
ello será necesario que no exista ningún tipo de exclusión en el reparto de los
recursos
generados por la sociedad y que todos y cada uno de sus miembros tengan
garantizados los recursos mínimos necesarios para vivir (no simplemente
sobrevivir).
Ello
requerirá un justo equilibrio entre derechos individuales y derechos sociales,
siendo prioritarios los segundos sobre los primeros.
Eso
no significa que no deban ser respetados los derechos individuales. Todo lo
contrario.
La
intervención de los poderes públicos, la legislación debe estar encaminada a,
por un lado, garantizar la participación de todos y cada uno de los ciudadanos
en los recursos generados por la sociedad, y por otra a la garantía de los
derechos cívicos.
Así,
y a título de ejemplo, de la misma forma que la libertad religiosa debe estar
garantizada, las creencias religiosas no deben en ningún caso condicionar a la
sociedad.
Esta
debe ser absolutamente laica y ni en el fondo ni en la forma debe tener
relación con creencia alguna.
Hoy
estas condiciones están muy lejos de cumplirse y las consecuencias son
claramente observables: el siglo XX ha sido uno de los siglos más violentos de
la historia, y el XXI no augura ser mejor." Tomado
de: micajondesastre.org/Documentos/ensayos/Fundamento
Como
podemos apreciar, nacemos biológicamente humanos , pero existe un recorrido,
como bien lo expresa un viejo refrán: "entre el dicho y el hecho hay un
trecho" que nos es imprescindible transitar, podemos considerarnos humanos
por el simple hecho de nacer, no obstante, " El Ser Humano" es mucho
más que su herencia genética, el "ser social" se construye a sí mismo
mediante la práctica de ciertos valores básicos que no son transmitidos por los
genes, valores que provienen de nuestra vida en sociedad, que se aprenden y
cultivan desde la cuna, a través de los ejemplos de vida de quienes nos han
dado la oportunidad de estar vivos.
Tomar
conciencia de quienes somos nos permiten reconocer la vigencia de los valores
esenciales, valores tales como: la gratitud, la solidaridad, el reconocimiento
y la empatía.
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