Parábola del sembrador (Mr. 4.1-9; Lc. 8.4-8)
“Aquel
día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar.
Y
se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la
gente estaba en la playa.
Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo:
He aquí, el sembrador salió a sembrar.
Y
mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las
aves y la comieron.
Parte
cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no
tenía profundidad de tierra;
pero
salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
Y
parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron.
Pero
parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál
a treinta por uno.
El
que tiene oídos para oír, oiga.”
Esta
enseñanza que Jesús habló utilizando la modalidad de parábola se refería a la
conocida siembra del voleo con la salvedad de que esta siembra la realizó el
sembrador esparciendo las semillas en un terreno sin una preparación previa,
como suele suceder con aquellas personas a las cuales poco o nada les interesa
las condiciones en las cuales se encuentran.
En
lo personal he tenido la experiencia de sembrar al voleo y lo que hacíamos era
colgarnos un morral lleno de semillas y en una tierra a la cual habíamos
preparado previamente, utilizando nuestras manos las hundíamos en el contenido
del morral y las esparcíamos al voleo entre los surcos a las semillas,
confiando que a su debido tiempo, la generosidad de sus entrañas las harían
germinar abundantemente.
Está
claro que el sentido de la parábola de Jesús estaba dirigido a quienes
descuidan su preparación previa permitiendo que en su interior crezcan sin
control los pedregales y las malezas tornando estériles todo intento de las
semillas sembradas por germinar dentro de ellas.
Salvando
las distancias, (y ésta es un poco la intención de este artículo) los que
regularmente exponemos por escrito nuestras impresiones utilizamos la modalidad
del sembrador, nuestros morrales están rebosantes de palabras ordenadas en
diversos temas los cuales “esparcimos al voleo” confiando que han de caer, como
seguramente sucede, en aquellas mentes que han de ser receptoras y árbitros a
la vez de su contenido.
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