Cuando fuimos niños, se dice que la necesidad acentúa nuestro ingenio, recurrimos muchas veces al que quizás entendíamos era el último recurso que nos quedaba y este, el recurso, era más que evidente para nosotros, “debíamos raspar el tarro”
Esto sucedía y por supuesto aún sucede cuando lo que requeríamos no solamente era escaso por causa de la excesiva demanda, como lo puede ser un pote de “dulce de leche” por ejemplo en este caso el producto en cuestión, el dulce de leche era un elemento además de delicioso a nuestro paladar y por supuesto, muy disputado por los pequeños y no tan pequeños a un punto tal de que a medida de que iba bajando el contenido del recipiente proporcionalmente se agudizaba nuestro ingenio para poder saborearlo, de ahí el considerado, recurso extremo, de ponernos a raspar el tarro hasta sacarle brillo con nuestra cuchara.
Pienso que en los días actuales se ha descontinuado la costumbre de utilizar al máximo los recursos disponibles, ahora constituimos la tan mentada “sociedad de consumo” lo que significa que hemos logrado en este supuesto avance de nuestra civilización tener a nuestro alcance el acceso mucho más liberal a los bienes de consumo utilizando la modalidad del crédito y al uso abusivo de sus posibilidades de endeudamiento,
Ahora lo que raspamos son muestras tarjetas de crédito y a lo que le sacamos el mayor brillo posible es al pago de intereses por tal concepto
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