Vivimos en un planeta llamado Tierra, el cual, como
todos hemos aprendido, forma parte de un sistema al que los científicos han
llamado “sistema solar”, también nos han dicho, que este sistema solar, forma
parte de una galaxia, y que incontables millones de éstas galaxias se
interrelacionan armónicamente conformando nuestro Universo.
Este insignificante punto en la inmensidad del
espacio, llamado Tierra, en el cual vivimos, también está regido por leyes, la
de la gravedad, por mencionar una, la cual determina, entre muchas otras cosas,
que todos los seres vivos, que habitamos su superficie, estamos literalmente,
aprisionados a su suelo, desde el gusano que repta y orada sus entrañas, hasta
el águila majestuosa, que surca con su vuelo las cumbres de las montañas.
Por qué menciono esto, por la sencilla razón de
pretender demostrar que no existe ningún lugar en el universo donde no se
respeten los espacios, tanto individuales como colectivos, y este
equilibrio armónico sólo es posible, cuando cada uno de los actores cumple con
la finalidad de su propia esencia y razón de ser, aquí y ahora, asumiendo las
responsabilidades inherentes a la cohabitación en un mundo que nos cobija a
todos, en la convivencia pacífica de todos los seres vivos, existen reglas que
regulan y garantizan derechos y obligaciones, nadie, absolutamente nadie, puede
exigir el respeto de los demás si en contrapartida no está dispuesto a respetar
y salvaguardar el derecho de todos y cada uno.
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