Tenemos un espacio y ocupamos ese espacio con la
intención de expresarnos de cuánta cosa de las que a diario nos suceden se van
acumulando en nuestro “ser pensante” a tal punto de necesitar, de tanto en
tanto, airear el habitáculo de nuestra mente, abriendo de par en par sus
archivos para de esta manera liberar la posible contaminación que le pudiese
provocar tanto encierro.
Nuestro relato, cuando lo expresamos, está
impregnado por la impresión que nos han dejado las vivencias relatadas y eso es
lo que ocurre cada vez que publicamos algún artículo, no se trata de pretender
dictar norma alguna ni siquiera la pretensión de marcar el rumbo por el cual
deberíamos conducirnos, lo que ocurre es que cuando nos constituimos en
relatores de algo que nos ha dejado una impresión de vida, la misma, nos
referimos a la impresión en sí misma, no puede desprenderse de nuestra
capacidad expresiva la cual no está, ni lo estará nunca, desprovista de la
cuota de experiencia que sin duda le agregan los años que llevamos transitando
por esta vida.
Cuánto mayor pudiese resultar la relevancia de
nuestras opiniones, inversamente proporcional será el componente de
responsabilidad que le asignemos al tema desarrollado, pero creo oportuno
continuar con la insistencia de que todo lo que hagamos en el contenido de
nuestras expresiones escritas tendrá una sujeción a las normas gramaticales del
lenguaje y que bajo ningún concepto incursionaríamos en todo aquello que se
relacione con la libertad de pensamiento y acción de quienes acudan a la
lectura de nuestras expresiones escritas las cuales deberán ser
evaluadas por los dictados de vuestra conciencia y el uso inviolable del libre
albedrío.
Una vez, dijimos:
“Más que un deseo de simplemente decir cosas, es como una huella, que en
medio de la nada indica que allí, si se sabe buscar, hay una senda, y a través
de ella, un escenario de hechos que se exponen para ser observados y evaluados
según el propio sentir de quien es invitado a transitarlos”
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