Cuando el niño pequeño o el perro salen al escenario son
ellos mismos, no pretenden ser ninguna otra cosa, y esto nos gusta y nos atrae,
nos gusta tanto que hace que nuestra atención se vaya inmediatamente a ellos y
se quede ahí enganchada, quizá porque nos conecta con nuestra necesidad
interior de ser, de realmente ser en lugar de vivir “como si”. Cada uno de
nosotros tenemos nuestra propia individualidad, nuestra propia esencia del ser,
que busca expresarse y manifestarse en la vida exterior. Es como una castaña,
en ella reside un castaño en potencia que busca manifestarse, que busca ser.
Sin embargo, en la vida humana es fácil que nos alejemos de
nuestra esencia y busquemos ser alguien diferente de quien realmente somos,
muchas veces en un intento de lograr el éxito o la atención de los demás, sin
darnos cuenta de que la mejor garantía de éxito y de atención es la
autenticidad.
Cuando somos quienes somos y no pretendemos ser otra cosa o
“vender” otra cosa, gustamos más a los demás, nos convertimos en más
atractivos, más creíbles y generamos confianza, y todo ello nos facilita el
éxito en cualquier cosa que busquemos conseguir. Pero también ocurre que nos
sentimos más a gusto en nuestra propia piel y más realizados porque la
autoestima tiene sus raíces en el ser y la realización en la expresión del ser.
En la actualidad, la depresión se ha convertido en uno de
los principales problemas de la sociedad, especialmente en el mundo
desarrollado. Esto es algo que parece una incoherencia; resulta que nuestro
bienestar material ha llegado a unas altas cotas pero nuestro bienestar
existencial como sociedad parece no seguir ese ritmo e incluso ir en sentido
contrario.
Las razones son complejas, pero me atrevo a aventurar que una de
ellas es la adopción de “modelos” de ser en detrimento de ser quienes realmente
somos. En un mundo dominado por los medios de comunicación y el marketing,
constantemente estamos siendo bombardeados con mensajes que nos dicen: “si
quieres ser feliz y lograr el éxito has de ser (léase “comprar”) de esta o de aquella
manera”.
Pero luego nos damos cuenta de que cuando somos quienes
somos es cuando realmente nos sentimos felices y cuando de manera natural
logramos el éxito. Es cuando dejamos de “ir de algo”, cuando nos permitimos
expresar nuestras opiniones, cuando dejamos que nuestros sentimientos afloren y
los reconocemos, cuando vivimos de acuerdo a nuestros valores y cuando
perseguimos nuestros sueños, cuando realmente tenemos sensación de ser, de
vivir, de estar plenamente vivos.
Y no hay sensación que le resulte más
satisfactoria al alma humana que ésta.
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