En todo esto, nuestra mente, a través del material cognitivo
con el que trabaja, tiene un gran poder. Nuestros pensamientos pueden
cambiar la manera en que nos comportamos, las decisiones que tomamos y los
sentimientos que experimentamos. Es decir que nos influyen mucho, más de lo que
creemos.
“Nuestra vida es lo que nuestros pensamientos hacen de
ella”
-Marco Aurelio-
La mente: ¿aliada o enemiga?
Todo depende. ¿De qué? ¡De lo que pensemos! Es
frecuente decir “estoy cansado, no puedo aguantar más” e inmediatamente después
tener ganas de echarnos a dormir tres días seguidos.
No olvides que el cuerpo y el cerebro trabajan para
complacerte, y especialmente el primero tiende a hacerlo a corto plazo. Sin
embargo, también pueden llegar a ser una especie de genio de la lámpara que
obedece sin protestar los deseos de su amo.
A diferencia de lo que creemos, no es la mente la que
nos dice lo que tenemos que hacer o cómo debemos sentirnos… ¡Sino todo lo
contrario! Somos los responsables de cómo nos sentimos. No podemos
echar la culpa al entorno, a los políticos, a la economía o a nuestro jefe…
todo reside en nuestro interior.
Claro que siempre es mucho más fácil buscar el
responsable en el otro o en algo ajeno. De esta manera no tenemos la
posibilidad de aprender, cambiar y mejorar.
Todo está en la mente
Las maratones son una de las pruebas de resistencia que más
demandan de nuestro físico, pero también de nuestra mente. Además de requerir
una buena preparación física también demandan un entrenamiento mental
.
¿Por qué? Porque en el momento en que el cuerpo no
puede más es el cerebro el que ayuda a seguir adelante… aunque después el dolor
sea tan grande que no haya calmante que pueda atenuarlo.
Sin necesidad de convertirte en maratoniano para probar esta
teoría, piensa en las veces en que estabas a punto de caer vencido por el
sueño, el cansancio o la rutina y dijiste “puedo seguir”, “estoy bien” o “lo
terminaré”. Es probable que en ese momento consiguieras un plus de energía para
continuar y luego caer extenuado en la cama.
Tampoco se trata de ser la persona más positiva del mundo y
andar por la vida buscando el medio vaso lleno de cada situación, sino de saber
que hay pensamientos que nos ayudan y otros que nos perjudican.
Deja de prestar atención a lo irrelevante y céntrate en lo
que realmente importa. Si las cosas rondan mucho por tu cabeza, tómate el
tiempo para resolverlas y pasar a la siguiente tarea.
Si no puedes dormir porque tu mente es un torbellino de
ideas, ten un cuaderno en la mesilla de noche y aprovecha ese aluvión de
creatividad para solucionar algunos de tus problemas. No malgastes
tu energía en “rumiar” las cosas malas. Mejor aprovecha tu
tiempo y tus recursos para encontrar una solución a los problemas.
Recuerda que no todo tiene por qué ser
racional… ¡permite un poco de improvisación en tu vida! Si bien hay cosas
basadas en la lógica, existen otras (muchas) que están más ligadas a las
emociones, sensaciones e intuiciones.
Aprende a vivir con incertidumbre, aunque sea en una mínima
dosis. Toma decisiones que también requieran ciertos riesgos y considera
los errores como parte de las reglas del juego. Evita las
autopresiones y acepta que eres imperfecto… eso disminuirá tus niveles de temor
y ansiedad y como consecuencia, tus equivocaciones.
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