Se decir “que
del dicho al hecho hay un trecho” y por más que este viejo refrán sea por demás
conocido no deja de mantener su vigencia cada vez que las circunstancias nos
obligan a “bajar un cable a tierra” para evitar un “corto circuito” entre
nuestras fogosas ilusiones y la fría e indiferente realidad.
En la vida es
imprescindible “asumir la titularidad” de nuestros actos, no está previsto que
pretendamos jugar nuestro partido “sentados en el “banco de los suplentes” cuanto
antes entendamos esta realidad, que no es otra cosa que “nuestra realidad” mejor
estaremos preparados para salir al campo de juego, asir fuertemente nuestros
cascabeles, apretar bien el cuello del gato que nos destruye nuestros sueños
ratones y colgarle para que suenen bien fuerte los cascabeles, para que cuando nuestras
aspiraciones corran riesgo podamos, de esta manera, evitar los malos momentos
que sin duda estarán allí, en cada rincón de nuestra vida, agazapados y listos
para darnos su zarpazo.
“Hay veces que
cuando nos encontramos ante una situación delicada todos los miembros de un
grupo sabemos cómo actuar, cual es la solución… pero el problema viene cuando
hay que buscar a una persona que realice esa acción.
En este momento es
cuando usamos la expresión “¿Quién le pone el cascabel al gato?”.
Esta frase viene de
una fábula escrita en el Siglo XIII y que aparece en “El libro de los gatos” de
Odo de Sherington.
En esta se nos
cuenta como los ratones se reúnen para buscar una solución ante el elevado
número de muertes que se producen por el ataque de un gato.
Para acabar con esas
matanzas llegan a la conclusión de que deben ponerle un cascabel o algo que
haga ruido en el cuello, de manera que cuando el felino se mueva sepan por
dónde anda y no les pueda atacar por sorpresa.
Todos los ratones
están de acuerdo en que esa es la mejor solución… el problema llega cuando hay
que elegir al ratón que lo lleve a cabo, empezando todos y cada uno de ellos a
poner diferentes excusas para evitar realizar tan peligrosa acción.”
Recuerda, en este
juego no hay excusas y no venden soluciones en la farmacia.
Hugo W Arostegui