Sería bueno preguntarnos si nuestro déficit de atención
globalizado proviene de causas externas, como la celeridad de los estímulos que
nos embisten y que no logramos aprehender, o a nuestra propia falta de
serenidad interna que nos impide fijar la atención en un punto a la vez sin
distraernos. O bien si las dos causas están interactuando.
Si en nuestra vida diaria escuchamos sin oír, miramos sin
ver, comemos sin oler ni saborear, hablamos sin pensar y pensamos de forma
automática, nos va a ser muy difícil disfrutar de una vida plena. Por eso
buscamos compulsivamente más variedad y mayor intensidad en los estímulos con
el fin de suplir lo que nos parece una vida vacía y sin sustancia. Estamos
convencidos de que así aprovechamos el tiempo, pero la verdad es que sin
plenitud desperdiciamos trozos enteros de vida.
Vivir conscientemente.
En los Estados Unidos se ha puesto de moda el concepto
“mindful”. Muestra cierto parentesco con la moda de la lentitud (“slow”) que se
extiende en nuestro continente. Este adjetivo se aplica a la medicina, a la
reducción del estrés, a la manera de comer para adelgazar, al entorno laboral,
a la crianza y educación de los niños. “Mindfulness” podría traducirse como
atención consciente. Estar atentos al momento presente es la base de una vida
consciente. La idea proviene de una de las más antiguas formas de meditación de
la tradición budista (“vipassana”). Su
objetivo final, dicen, es
erradicar completamente las distracciones de la mente, para obtener los
beneficios de la tranquilidad, la paz mental y la habilidad de aceptar las
cosas como vienen. De este modo podemos llegar a ver las cosas como realmente
son y no como parecen ser. Llegar a la auténtica realidad y no quedarnos con la
apariencia. Por ejemplo, darnos cuenta de que lo que parece permanente, en
realidad no lo es.
La práctica de esta meditación hace que uno se dé cuenta del
surgir y el cesar de los fenómenos mentales y físicos. Con esto se obtiene una
compresión más clara de lo que está ocurriendo en la mente y el cuerpo, al
mismo tiempo que se consigue aceptar las cosas como se presentan, con menos
agitación.
Uno de los introductores de esta tradición en Occidente fue el monje budista
vietnamita Thich Nhat Hanh con su libro “Lograr el milagro de estar atento”
publicado por primera vez en 1975 en Norteamérica.
Observar, no juzgar y darnos cuenta.
Se suele pensar que la meditación es una técnica oriental
incompatible con nuestro estilo de vida. Pero no es así. La meditación
consciente se puede realizar durante cualquier actividad. En realidad, comer
una manzana con atención podría ser una actividad de meditación consciente
siempre que sintamos su sabor, olamos su aroma, y contemplemos el tacto de su
piel.
No hace falta ser religioso, ni budista, ni místico, ni ir a un retiro
espiritual para meditar.
Los
tres objetivos de una vida atenta.
Ser conscientes del momento presente.
Darnos cuenta de lo que estamos pensando y haciendo, hasta
lo más trivial.
Desautomatizar pensamientos y acciones.
Andar estando alerta. Escuchar a los pájaros con atención. Comer saboreando.
Saber lo que se está sintiendo.
Observar
sin enjuiciar ni reaccionar.
Tenemos el hábito de percibir y decidir inmediatamente si un
sonido o un sabor o una emoción son buenos o malos. Si observamos con juicios,
nuestra mente no deja de pensar, charlar y discutir consigo misma. Al juzgar
nos basamos en unas experiencias pasadas que están condicionando nuestra
percepción. La observación consciente tendría que ser como una mirada nueva,
ingenua, sin juicios ni valoraciones. De este modo se logra que la mente vuelva
rápidamente a silenciarse y a serenarse.
No
intentar atrapar lo que observamos ni alejarlo con aversión.
En el ámbito de las emociones, por ejemplo, no deberíamos
elegir la alegría y rechazar la tristeza sistemáticamente. Es parte de nuestra
condición sentir todo tipo de emoción. Por esta razón, tampoco tendríamos que
rechazar las emociones más inconfesables como la rabia, los celos o la envidia.
Deberíamos simplemente darnos cuenta de que estamos sintiendo esas emociones y
dejar que sigan su curso de nacimiento, crecimiento y extinción. No es
necesario empeñarse en luchar contra las emociones “malas” ni reaccionar. Con
identificarlas es más que suficiente.
Introducir la atención consciente en nuestra actividad diaria.
Practicar la atención al cuerpo observando todas las
sensaciones corporales. Por ejemplo, mientras andamos, observar todos los
movimientos del cuerpo en el espacio; cuando nos lavamos las manos, fijarnos en
la sensación del contacto de la piel con el agua. Concentrándonos en estas
sensaciones logramos conectar con la experiencia directa.
Observar la respiración es una manera de entrenar a la mente para estar en el
momento presente. No preocuparse de si se está respirando rápido o lento, si se
hace bien o mal, solo hay que fijarse en la respiración tal como es.
Etiquetar mentalmente las sensaciones y emociones. Si uno piensa, habría que
decirse a sí mismo: “estoy pensando”. Si se está triste, “tengo tristeza”, si
se tiene sueño, “sueño”, si se tiene rabia,”rabia”.
Una vez identificada la emoción, dejar que esta se apague sin reaccionar. De
este modo, la mente se queda libre y disponible para conectar con todos los
momentos presentes.
Ver, oír, tocar, oler, saborear y pensar.
Usar
los sentidos para conseguir el bienestar psicofísico.
En la Facultad de Medicina de la Universidad de
Massachusetts se encuentra el mayor y más antiguo centro del mundo dedicado a
la reducción del estrés (University of Massachusetts Stress Reduction Clinic).
Fundado en 1979 por el Dr. Jon Kabat-Zinn, su reclamo ofrece “una invitación
para lograr un mayor equilibrio, control y participación en la vida…” La
técnica utilizada es la llamada Reducción del Estrés basada en la atención
consciente (MBSR, sus siglas en inglés a partir de Mindfulness-Based Stress
Reduction). Nunca antes se había aplicado el entrenamiento en la disciplina de
la meditación como método terapéutico en ningún centro médico en los Estados
Unidos.
La atención consciente, “mindfulness”, es una manera de relacionarse
directamente con todo lo que está ocurriendo en la vida de una persona momento
a momento. Las aplicaciones de la atención consciente van del dolor crónico,
pasando por la fatiga, la ansiedad y la hipertensión, a todo tipo de estrés y
sus consecuencias.