“La acción más pequeña es mejor que la intención más grande”
A veces, decir “lo que vale es la intención”
no es suficiente. Tener la
voluntad de ayudar a alguien puede causar problemas… Pero ¿cómo? ¡Si sólo
estoy tratando de ayudar!
¿Has preguntado si el otro necesitaba tu asistencia?
Tal vez te haya ocurrido que has querido ayudar a alguien o una persona a
intentado asistirte y los resultados no fueron como esperabas. A veces, los
demás (y nosotros mismos) empujamos en la dirección contraria.
Las personas que más amamos son las que más nos quieren
ayudar, en términos generales. Sin embargo, a veces esa fuerza no nos sirve,
porque no nos lleva a donde queremos llegar.
¿Esto quiere decir que tus familiares y amigos son malas
personas? ¡Por supuesto que no! Ellos creen
que te están haciendo un favor cuando en realidad puede que te estén
“hundiendo”.
“Te voy a dar un consejo”, dice tu madre. “Tienes que
hacer tal o cual cosa” indica tu padre. “¿Por qué no
trabajas como yo?” pregunta tu primo. “Cuando tengas más experiencia lo
comprenderás”, afirma tu abuela.
Cuando todos los que nos rodean empiezan a opinar sobre
nuestra vida, nos están intentando ayudar. ¿Pero a qué precio?, ¿cómo hacemos
para actuar como todos nos indican?, ¿y dónde reside lo que deseamos hacer nosotros?
Si nos dejamos llevar por las opiniones ajenas, aunque “solo estén
tratando de ayudar”, corremos el riesgo de perder el rumbo, no saber hacia dónde
nos dirigimos ni qué es lo que queremos lograr. Si a eso le sumamos que en
ocasiones no somos muy seguros de nosotros mismos, el problema será peor porque
sucumbiremos ante las presiones.
Es imposible agradar a todo el
mundo, grábate esto a fuego. Los que te
aman dirán que quieren ayudarte, pero en realidad, puede que quieran depositar
en ti sus frustraciones o intenten cambiarte para moldearte a su manera.
El hecho de querer ayudar al otro, sin tener en cuenta sus
verdaderas necesidades se puede extender a muchos ámbitos.
Por ejemplo, nuestra pareja ha dicho que hoy preparará la
cena, que no os preocupéis por nada. En vez de quedarte sentada en el sofá
mirando la televisión esperando a que tu
media naranja termine la bendita cena, te levantas a cada rato y vas a
“inspeccionar” lo que está haciendo: “¿Quieres que pele las patatas?”, “así no
se corta la carne”, “mientras tanto voy lavando las ollas”, “¿pongo la mesa”?
¡No es así! Te ha dicho que te quedes en el sofá que desea
agasajarte con una rica cena porque te lo mereces después de trabajar todo el
día.
¿Por qué es tan difícil no intentar “ayudar”? puedes tener
las mejores intenciones, sin embargo estás logrando que tu pareja se sienta un
inútil, que
no tenga la capacidad para preparar una cena o lo que es peor, que siempre
tienes que controlarlo todo.
“Si sólo quería ayudar”… La mejor manera de hacerlo es
quedarte sentada en el sofá mirando un programa o si no puedes resistir a la
tentación de ayudarle, puedes darte un baño o salir a dar un paseo. A tu
regreso, la cena ya estará lista y tendrán una velada maravillosa. ¡Si no era
tan difícil!
No se trata de dejar de dar consejos ni tampoco de quedarnos de
brazos cruzados cuando alguien necesita ayuda. Pero sí de saber qué
momento es adecuado para ofrecer nuestra opinión o echar una mano.
Una simple
frase como por ejemplo “Si quieres, te digo lo que me parece, tú puedes tomarlo o dejarlo”
o una pregunta sencilla “¿necesitas que te ayude?” son vitales para no
entrometernos tanto en la vida de los demás.
Tratemos de no apabullar al otro y ayudarlo sin tener en cuenta si
realmente lo necesita. Es
verdad que existen personas muy orgullosas que no piden ayuda, pero quizás si
encuentras la manera de analizar sus reacciones o actitudes, puedes comprender
cuando le vendría bien que lo asistas.
En el caso de que alguien se entrometa demasiado en tu vida
y desee “ayudarte” todo el tiempo, dile que
aprecias su preocupación y sus intenciones, que valorarás sus consejos y luego
analizarás todas las opciones antes de tomar tu propia decisión.