“Hoy en día imperan las relaciones con desconocidos a los
que se les llama “amigos” y se establecen vínculos que difícilmente tendrán
tensión o dificultades, por ello del mismo modo que inician se diluyen y
desaparecen; son por sí mismos superficiales e irreales e incluso, ponen en
riesgo la esencia y el sentido real de la comunicación que humaniza y
engrandece la facultad superior del hombre”
Desarrollar la capacidad para obtener una respuesta común y
universal sobre los problemas globales del mundo, pero que al mismo tiempo
resulte atinente a los contextos regionales y responda a las necesidades
sociales, económicas, políticas y culturales, es uno de los desafíos de la
educación que se promueve mediante la profundidad de pensamiento e imaginación,
para ello es importante comprender que la globalización en aras de extender el
conocimiento y desarrollar vínculos simétricos de vinculación, ha privilegiado
la inmediatez y superficialidad del conocimiento sobre el sentido minucioso y
laborioso de su construcción, lo que ha mermado y en algunos casos aniquilado,
la capacidad de pensar con seriedad y sentido crítico.
La proximidad y transferencia con los medios, dispositivos o
vehículos de comunicación ha generado una cultura de la impronta que privilegia
usar, compartir o comentar temas, ideas o conceptos desde la primera impresión
que éstos generan o tomando como verdad todo cuanto se exhibe y publica; de ahí
el éxito del fenómeno mediático que distrae, permea y viraliza pero que no
siempre se sostiene en información confiable y válida.
Es innegable el riesgo por el que atraviesa el proceso de
toma de decisiones, cada vez se es menos consciente de la manera en que se
atiende y entiende lo que (nos) ocurre, se ha debilitado u omitido el basamento
racional y sensitivo que permite asumir la responsabilidad de aquello que se
dice o hace e incluso de la manera en que se generan las relaciones con los
otros y con uno mismo.
Las relaciones han dejado de ser (inter)personales y
físicas, se han visto desplazadas por “relaciones” digitales que conectan a un
individuo con otro, el cual está detrás de un dispositivo supliendo a un yo
real o auténtico en lo que dice y comparte, incluso en la manera en que
reacciona a aquello que comparte ya que sus interacciones se encuentran
tamizadas por el uso de estos dispositivos digitales.
Hoy en día imperan las relaciones con desconocidos a los que
se les llama “amigos” y se establecen vínculos que difícilmente tendrán tensión
o dificultades, por ello del mismo modo que inician se diluyen y desaparecen;
son por sí mismos superficiales e irreales e incluso, ponen en riesgo la
esencia y el sentido real de la comunicación que humaniza y engrandece la
facultad superior del hombre.
Se han desarrollado sociedades superficiales abanderadas por
un relativismo moral que impulsa el consumismo y el hedonismo. Se privilegia el
tener sobre el ser retrasando y/o anulando el desarrollo del pensamiento
crítico y moral, lo que genera una visión distorsionada de la realidad.
Entonces se privilegia la percepción individual sobre la objetividad o la
contundencia de los hechos, de este modo aquello que se necesita o desea puede
resultar peligrosamente frívola y vana.
El país, y el mundo en su generalidad, están alejados del
pensamiento analítico y profundo que entrama el discernimiento y la capacidad
para identificar y asumir las consecuencias de los actos; cada vez resulta más
difícil respetar al otro, privilegiar su bien ser y su bienestar; por ello
resulta imperante integrar un ecosistema de interacciones sanas y equilibradas
que promueva el desarrollo balanceado, armónico y justo.