martes, 15 de enero de 2019

Filosofía De La Mente


La filosofía de la mente o filosofía del espíritu es la rama de la filosofía que estudia la mente, incluyendo las percepciones, sensaciones, emociones, fantasías, sueños, pensamientos y creencias.
Uno de los problemas centrales de la disciplina es determinar qué hace que todos los elementos de esta lista sean mentales, y otros no.

Además de las cuestiones ontológicas acerca de la naturaleza de los estados mentales, la filosofía de la mente estudia cuestiones epistemológicas en torno a la cognoscibilidad de la mente.

Tanto para la fenomenología como para la filosofía analítica, un candidato importante para ser una condición necesaria, aunque no suficiente, de todo fenómeno mental es la intencionalidad. ​

La intencionalidad es el poder de la mente de ser acerca de, de representar, o de ponerse en lugar de cosas, propiedades o estados de cosas.

​ Por ejemplo, uno no recuerda simplemente, sino que recuerda algo, y tampoco quiere en abstracto, sino que quiere algo determinado. La propuesta de algunos filósofos es que todo lo que sea mental está «dirigido» hacia algún objeto, en el sentido más general de objeto, y que por lo tanto la intencionalidad es una característica necesaria, aunque no suficiente, de lo mental.

Otra característica importante y controversial de lo mental son los qualia, o propiedades subjetivas de la experiencia.

Cuando uno ve una nube, se pincha un dedo con un alfiler, o huele una rosa, experimenta algo que no se puede observar desde fuera, sino que es completamente subjetivo. A estas experiencias se las llama «qualia». Parte de la importancia de los qualia se debe a las dificultades que suscitan al fisicalismo para acomodarlos dentro de su concepción de lo mental.

La filosofía de la mente se relaciona con la ciencia cognitiva de varias maneras. ​

Por un lado, las filosofías más naturalistas pueden considerarse como parte de las ciencias cognitivas.
En cambio, otras filosofías critican a la ciencia cognitiva por suponer que lo mental es representacional o computacional.

Por ejemplo, algunos críticos señalan que la ciencia cognitiva descuida muchos factores relevantes para el estudio de lo mental, entre ellos las emociones, la conciencia, el cuerpo y el entorno.

Algunos problemas centrales en la filosofía de la mente son el problema de la relación entre la mente y el cuerpo, el problema de la permanencia de la identidad personal a través del tiempo, y el problema del reconocimiento de otras mentes.


Los humanos son seres corporales y, como tales, pueden ser descritos por las ciencias naturales. Puesto que los procesos mentales no son independientes de los procesos corporales, la descripción que las ciencias de la naturaleza hacen de los humanos jueguen un importante papel en la filosofía de la mente.

Aquí son relevantes todas las disciplinas que describen procesos relacionados con lo mental. En consecuencia, la lista de las ciencias relevantes es larga: biología, informática, ciencia cognitiva, cibernética, lingüística, medicina, farmacología, psicología, etc.

Importancia De La Empatía

La empatía es la capacidad de entender y comprender las emociones y el comportamiento de otra persona. Esta habilidad, que podemos entrenar, facilita las relaciones interpersonales.

Algunas personas tienen mayor facilidad para establecer y mantener relaciones interpersonales. Esto tiene relación con la Inteligencia Emocional. John Mayer y Peter Salovey en los años 90 plantean por primera vez el concepto de Inteligencia Emocional, con el que hacen referencia a la habilidad para identificar y entender las propias emociones y las de las demás personas, y cómo esto permite dirigir nuestra conducta, controlar emociones, automotivarnos y relacionarnos de forma eficaz y satisfactoria.

 Una pieza clave en las relaciones interpersonales es la empatía. De forma coloquial hablamos de “ponerse en la piel de la otra persona”. Ser empático no implica vivenciar todo lo que vive la otra persona para entenderla. Por ejemplo, para ser empático con una persona que acaba de romper con su pareja, no tengo que romper con una pareja (incluso dándose la misma situación es probable que fuese vivida de forma distinta). La empatía es la capacidad de captar, entender y comprender las emociones de otra persona, lo que piensa y cómo se comporta.

La empatía es una habilidad que podemos desarrollar y entrenar para facilitar nuestras relaciones. Requiere de una escucha activa, una atención plena y una actitud de comprensión.
 La escucha activa implica escuchar con atención y con todos nuestros sentidos, atendiendo a la comunicación verbal y no verbal de la persona. Poniendo atención plena en la otra persona, 
observando, sin emitir juicios, sin aprobar o desaprobar, sin anticipar o suponer lo que la otra “quiere decir”, sin interferencias de nuestras propias vivencias, adoptando de esta forma una actitud comprensiva.

 Para ser empáticos, un punto de partida lo tenemos en reconocer nuestras propias emociones, identificarlas en el momento en el que surgen y poder gestionarlas. Esto nos permite un autocontrol de nuestras emociones, de nuestros impulsos, manejar la frustración… (forma parte de la inteligencia intrapersonal).

 ¿Qué ocurre con la empatía cuando utilizamos vías de comunicación como WhatsApp, Twitter…?
 En nuestra sociedad, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) tienen una gran presencia y forman parte de las relaciones interpersonales. Nos ofrecen herramientas para comunicarnos, establecer y mantener relaciones. Cada una de ellas tiene sus propias características que condicionan como es la comunicación. Además están en constante evolución y con ellas surgen nuevos códigos. En muchas de ellas se pierde un elemento muy importante, el lenguaje no verbal: el tono y la intensidad de la voz, los gestos, la expresión facial, la postura, la proximidad… que acompañan al mensaje.


Los emoticonos intentan incorporar la parte de la información del mensaje que estaría en el lenguaje no verbal. Así podemos ver, de forma explícita, cómo buscamos que la otra persona sea empática con nosotros acompañando el mensaje de texto con emoticonos. Del mismo modo mostramos empatía hacia la otra persona.

lunes, 14 de enero de 2019

Mirarnos Por Dentro

En el budismo, hinduismo, taoísmo y también en muchas terapias humanistas occidentales como la Gestalt, se utiliza mucho la expresión de "mirarse por dentro". A priori todo el mundo parece entender lo que esto significa. Unos lo llaman meditar, otros relajarse, otros estar en soledad, pero ¿realmente con eso es suficiente para mirarse por dentro?.

Los órganos que se encargan de mirar son los ojos. Y los ojos literalmente no pueden mirar hacia adentro ya que, aunque los tengas cerrados, si prestas atención a esa oscuridad, igualmente estarás mirando el exterior que se encuentra entre las pupilas y la piel interna de los párpados. Tampoco es atender al tacto, es decir al contacto con nuestra ropa, con la superficie donde estemos apoyados, con lo que nos pica o con el roce del aire en nuestro rostro. Todo esto está ocurriendo en la frontera entre lo que es dentro y lo que es fuera de nuestro cuerpo, pero nuestro interior está mucho más adentro todavía. ¿Qué hay más adentro?.

Dentro están nuestros músculos, nuestras vísceras, nuestro corazón con sus latidos y, por supuesto, nuestros huesos y articulaciones. Y dentro también percibimos una temperatura interna que muchas veces no tiene por qué tener relación directa con la externa, ya que nuestras emociones influyen poderosamente en el calor o frío que experimentamos. Por lo tanto, si nos miramos más profundamente podemos darnos cuenta de que a lo mejor sentimos una tensión en nuestra garganta, o de que estamos apretando nuestra mandíbula sin ningún motivo, que nuestras tripas están como removidas, que nuestro diafragma se encuentra excesivamente tensionado y elevado, o que nos duele de forma punzante un músculo o una articulación concreta. También podemos percibir sutilmente nuestros riñones, nuestra vejiga, nuestra cabeza por detrás de los ojos u otros órganos a los que jamás solemos prestarle ninguna atención. En este punto es cuando por fin estamos comenzando a mirarnos por dentro, aunque de momento sea únicamente a nivel sensorial.

La observación de nuestras sensaciones físicas internas puede realizarse de dos modos distintos: dirigiendo la atención de modo intencionado sobre un foco como puede ser un órgano, una extremidad u otra parte concreta del cuerpo, y la observación reactiva que es aquella en la que permitimos que las sensaciones espontáneas que manifiesta nuestro organismo reclamen nuestra atención por sí mismas. El primer método puede ser interesante cuando estamos comenzando a conectar: buscamos una postura cómoda, cerramos los ojos, respiramos conscientemente, y luego después vamos visitando atencionalmente cada parte de nuestro organismo para descubrir que sentimos sensorialmente en esa zona. 

Después, lo interesante es cambiar de método y dejar que sean las sensaciones emergentes las que dirijan nuestra atención: "ahora me llama atender la boca de mi estómago porque noto un ligero pinchazo, a lo mejor después mis lumbares porque mue duelen levemente, o luego mis cervicales porque las noto contraídas".

 Llegará un momento en que posiblemente las zonas que más nos atraigan sean aquellas que contienen una tensión a pesar de que estemos cómodos o relajados. En esas zonas podremos explorar un poco más y descubrir que emoción se esconde detrás de dicha tensión. Si resulta que percibo en mi garganta una oclusión puedo preguntarme: "¿qué emoción habita tras esta sensación de mi garganta?". La respuesta difícilmente llegará de manera rotunda y clara, pero si nos damos tiempo y no nos impacientamos tal vez nos llegue la imagen de una persona o de un lugar, un recuerdo, una palabra o una frase, o un sentimiento que puede ser desde muy intenso a muy sutil de miedo, de enfado, de culpa o de tristeza según sea el caso

A veces nos viene la imagen de alguien a quien echamos mucho de menos porque murió o dejó de estar a nuestro lado, tal vez nos surge la palabra ¡cuidado! como una especie de aviso y de preocupación por el futuro, o la frase de ¡no es justo! ante algo que nos hicieron, o la de ¡debería de haber estado ahí! si es que todavía no hemos solventado una culpa. Puede también que nos surjan lágrimas, que notemos un impulso de gritar, que nos entre cierto temblor o pánico, y puede que nos entren muchas ganas de repente de parar si aparece un juicio de valor del estilo: "esto es una tontería""haber si me voy a deprimir"  o "¿y si me entra mucha rabia y luego no soy capaz de salir de este estado?"

Nace el temor de encontrarnos algo que no deseamos relacionado con nuestra sombra y con todo aquello que transgrede la imagen que tenemos de nosotros mismos. O el miedo a recordar episodios de nuestra vida en los que hemos puesto mucho esfuerzo por olvidar. Pero si nos mantenemos valientes y esperamos un poco más dándole espacio a eso que nos está emergiendo, seguro que pasado un rato nos sentimos mucho mejor y aliviados como si algo internamente se nos hubiera limpiado.

Nuestro pasado habita en nuestro cuerpo. Y las experiencias emocionales que aún no hemos logrado digerir, tanto si son recientes como muy antiguas, se mantienen a la espera de que las expresemos y completemos vivencialmente. Son energías contenidas, esperando a que por fin las respiremos, las atendamos y las expresemos sin censura. Cuando logramos descargarnos de estas emociones evitaremos que ese material se convierta en un futuro, si es que aun no lo ha hecho, en síntomas físicos, en ansiedades crónicas o en depresión. Como ejemplo de experiencia liberadora, una sensación corporal del tipo calor en el pecho puede conectarnos con un sentimiento de rabia contra alguien que nos ha ofendido últimamente, y luego después transformarse en otra sensación de tristeza por aquella persona a la que perdimos y que jamás nos hubiera hecho eso que nos han hecho. O puede ocurrir que lo que comienza siendo una preocupación sobre el futuro, nos conecte posteriormente como un recuerdo del pasado en el que sufrimos mucho miedo, y que descubramos después que ésta es la razón por la que tenemos tanta aversión a que se nos repita algo parecido.

Lo que estamos haciendo con todo este proceso es permitirnos autoregularnos de forma natural, cicatrizar una parte de nuestras heridas pendientes y cerrar poco a poco episodios de nuestra historia personal que nos siguen haciendo daño inconscientemente. Estos sentimientos residuales tienen el poder de condicionar nuestro presente y nuestro futuro mucho más de lo que nos podamos llegar a imaginar. Sin embargo, cuando por fin nos miramos por dentro y accedemos a ello, podemos soltar gran parte de estos residuos emocionales ampliando nuestro espacio interior disponible para sentir más amor, más ternura, más ilusión y más alegría por vivir. Nos preguntamos muchas veces: "¿cómo es que ya no amo como antes o ya no lo siento con la misma intensidad que cuando era joven?, ¿cómo es que ya no me entusiasmo con la misma fuerza con la que me entusiasmaba veinte años atrás?, ¿será la edad?, ¿será que me estoy convirtiendo en un aburrido?". La verdadera razón es que hemos ido acumulando tantos bloqueos, y éstos se encuentran tan bien camuflados en nuestro interior, que vemos como normal el que nos falte alegría y que todo nos parezca más de lo mismo, como si ya nada mágico nos pudiera suceder.


Todo esto se puede remediar, y para ello lo único que hay que hacer es aprender a mirarnos por dentro y llevarlo a la práctica periódicamente. Nuestro cuerpo es mucho más sabio que nosotros, y si se lo permitimos nos guiará para que podamos deshacernos de lo que nos está impidiendo conectar con nuestra vida plenamente. Es normal que nos dé miedo al principio, por lo que puede ser útil pedirle a un terapeuta profesional que nos acompañe y que nos enseñe. Poco a poco nos iremos convirtiendo nosotros en nuestro propio terapeuta y podremos ir cicatrizando nuestras heridas emocionales, tanto las antiguas como las que se vayan abriendo posteriormente en el transcurso de nuestra vida, utilizando nuestros propios recursos.

Ciencia Y Filosofía


La filosofía necesita el apoyo sensible de la ciencia y esta, a su vez, sin la filosofía, pierde profundidad, espíritu crítico y actividad creativa. La filosofía sería por tanto para la ciencia lo que el alma para el cuerpo o lo que la forma para la materia. Muchas veces se confunde la filosofía de la ciencia con la historia de la ciencia. Son, sin embargo, dos campos diferentes, aunque está claro que cualquier intento de acercamiento filosófico a la ciencia necesariamente tendrá que basarse en cierta perspectiva histórica, en relación con la evolución de las ideas, dentro de un marco espacio-temporal concreto. La filosofía de la ciencia, así como la filosofía de la historia, es siempre filosofía.

Y la filosofía, ya se haga de la ciencia, del arte, de la política o de otro campo, necesita un marco histórico, temporal, de manera que se comprendan las relaciones encadenadas de causas y efectos que tienen lugar en la evolución de las ideas, en cada momento civilizatorio. Pero, en este caso, la historia será un sustento, una ayuda aclaratoria para el desarrollo de la filosofía de la ciencia.

La filosofía de la ciencia es, pues, el estudio y el conocimiento de los principios y de los métodos, de las estructuras mentales y de los tipos de relaciones de los acontecimientos que la ciencia en general y las distintas ciencias en particular utilizan para conocer su objeto de investigación, ya sea en la naturaleza y en el universo, ya sea en el ser humano y sus actividades, como por ejemplo el lenguaje, la lógica, la historia, la sociología o la psicología.

El fundamento filosófico de la ciencia permite la correcta aplicación de silogismos del pensamiento inductivo y deductivo, el uso eficaz de los símbolos y de las fórmulas matemáticas, la aplicación práctica de hipótesis y teorías, así como la creación coherente de estructuras para leyes y principios científicos, de manera que se consiga una interpretación satisfactoria del mundo.

Las leyes y principios científicos son generalizaciones de las observaciones, y las teorías son interpretaciones de las leyes. Pero, muchas veces, las teorías avanzan más allá de los simples datos de la observación, con objeto de explicar nuevas situaciones. Por consiguiente, no proceden directamente de la experiencia o del experimento, como ocurre con las leyes. Por esta razón, el conocimiento teórico proviene de influencias mutuas y de cambios más complejos y holísticos de pensamiento.

Se trata de un conocimiento que presupone tanto la existencia de la subjetividad del ser pensante como también la existencia de hipótesis y conjeturas. Y es aquí donde la filosofía tiene una gran utilidad y es incluso imprescindible. Hace falta, no obstante, destacar que no deben confundirse ni eliminarse los límites separadores entre la ciencia y la filosofía. Es imprescindible que exista, no solo distinción entre ellas y sus campos de conocimiento, sino también que puedan coexistir completándose armónicamente.

Para que esto se produzca contribuyen las siguientes razones:

Los descubrimientos e inventos revolucionarios no son siempre acordes con las consideraciones y presupuestos filosóficos de lo establecido por los que comienzan, o con los principios aceptados a los que están sometidos los criterios apreciativos de los filósofos. Sin embargo, estos descubrimientos pueden muchas veces utilizarse como base para nuevas revisiones de raíz en la filosofía. Asimismo, sucede lo contrario, como dice K. Popper: “Desde un punto de vista histórico, las ciencias occidentales actuales provienen de las consideraciones filosóficas de los griegos acerca del mundo, acerca del orden del universo”.
El inconveniente de las ciencias actuales proviene de la falta de pensamiento filosófico en la consideración sobre la naturaleza última de las cosas. Esto tiene como resultado una actividad científica deficiente, insegura y dudosa, en la que no existe cierta forma de metafísica filosófica.
La investigación científica presupone la interpretación del universo en un momento histórico concreto, de acuerdo con algún sistema de ideas dado y en general aceptado (el “paradigma”), el cual debe tener coherencia, ser lógico y necesario y que pueda interpretar todo elemento de la experiencia. Y este sistema de “la imagen del mundo” es filosófico.

Los conceptos filosóficos y científicos están sometidos a transformación y adaptación y, por lo tanto, no pueden ser ni “evidentes” ni “definitivos”, como los llamarían Descartes y la “nueva ciencia” de la Ilustración y el moderno neo racionalismo.

En la evolución de la civilización hace falta dinamismo, un espíritu de aventura que relacione la filosofía y la ciencia, de manera que pueda cubrir todo el espectro de la experiencia humana y, a la vez, asegurar la independencia e integridad de cada ciencia por separado. Tan solo así podrán existir, a la vez y en complementación armónica, la especialización con la interdisciplinariedad científica holística.

A lo largo de la historia de la ciencia y de la filosofía podemos observar que las revoluciones del pensamiento humano y del progreso se dieron casi siempre cuando entre ellas existía una relación armónica y una influencia mutua, no cuando existía una confrontación violenta o una homogeneidad y no diferenciación de su campo de acción.

Un ejemplo de las relaciones de confrontación lo vemos en el período histórico de la Contrarreforma y de la Ilustración hasta Kant, en el cual la filosofía, cuyo monopolio tenía la religión, se encontraba en conflicto abierto con el nuevo horizonte científico. Por el contrario, ejemplo de las relaciones de identificación y de falta de cierta diferenciación lo encontramos en el período medieval en Occidente, o en el bizantino en el Oriente grecorromano, donde la ciencia se consideraba como una simple sección de la filosofía.



domingo, 13 de enero de 2019

Tenerlo Todo Y No Tener Nada


Mucho se ha escrito sobre lo importante que es poseer experiencias en vez de cosas. “Ay, sí”, asentimos todos, “qué bueno eso de viajar y de vivir la vida”, añadimos mientras suspiramos y preparamos una reunión con nuestro jefe de hace diez años.

Porque una cosa es leer artículos en una web y querer ser la protagonista loca que lo ha vendido todo y se compró una furgoneta, otra es hacerlo. En el fondo, ninguno de nosotros sacrificaría todos sus bienes para convertirse en una noticia viral por un día. Bueno, quizás para eso sí (así son nuestros egos del siglo XXI), ¿pero para vivir a lo loco? Quita, bicho.

No voy a escribir sobre la importancia de lo intangible. Si a esas alturas ya no lo tenemos claro, mal vamos. Quiero hablar sobre lo interesante que es, en el fondo, no tener nada asegurado. Es decir, de lo fantástico que es ser cualquiera. Porque tú tendrás un trabajo fijo, un novio de toda la vida, una salud de escándalo y una hipoteca asumible, pero ninguna de esas cosas son inamovibles. Así que por muy estable que te veas ahora, no es garantía de que lo estés mañana. Ya ves, al final tú, el que supuestamente lo tiene todo, y aquel otro que de entrada no tiene nada, tenéis exactamente lo mismo: una vida, y poca cosa más. Y ni siquiera la vida es algo seguro. Menudo bajón.

“¿Y para qué escribes esa patraña?” me preguntarás. Créeme, no tengo la intención de amargarte el día. Sólo quiero que seas consciente de que no tener nada es más bien una ventaja. El día en el que te des cuenta que todo aquello que te “ata” a un lugar o un tipo de vida no son otra cosa que una ilusión óptica, te sentirás mucho más tranquilo. La estabilidad no existe. Es un invento del ser humano para sentirse menos desubicado. Un invento inútil, por cierto. Una mentira que, como otras tantas, nos hace daño y nos sumerge en algo que evitamos a toda costa: la esclavitud.

Repito: no tener nada es una ventaja. Y, visto lo visto, nadie tenemos nada porque la mayoría de las cosas no nos pertenecen y las que sí no durarán para siempre. Entonces… si sabemos que la estabilidad es una mentira, ¿por qué nos empeñamos en seguir un patrón de vida?

Ganas de decirle, a ti y a todos, que te dejes de tonterías y te alegres por no tener nada a tu edad. Porque el que lo tiene, tampoco lo tiene, pero cree que sí y está tremendamente equivocado. ¡Menudo camino le toca por recorrer!
No, no es un artículo que critica la vida en pareja y un trabajo estable. No, no es un llamamiento anti sistema. No, no es una motivación para los supuestamente fracasados, socialmente hablando. Qué va.
Sólo es una pequeña llamada de atención para los flipados que creen tenerlo todo y los desgraciados que se quejan por no tener nada: estás en lo mismo. Y lo mejor que podes hacer es excluir la palabra “estabilidad” de nuestro vocabulario. Quizás se atrevan a vivir más la vida.


Solidaridad

Podemos definir a la solidaridad como el acto mediante el cual una persona realiza acciones en beneficio de otro sin recibir nada a cambio. La solidaridad es, realmente, la base de la sociedad humana si se tiene en cuenta que cuidándonos unos a otros es que podemos sobrevivir. Sin embargo, en los días actuales la solidaridad suele pasar desapercibida o no ocupar tanto espacio en nuestras vidas debido a todas las ocupaciones y temas a resolver que solemos tener.

Esto hace que el fenómeno de la solidaridad sea muy particular: hay situaciones o circunstancias en las que los habitantes de una comunidad se activan y ponen en juego la solidaridad más elemental (por ejemplo, cuando se organizan para ayudar a los damnificados por una catástrofe climática) pero también hay situaciones en las que el individualismo prima y cuesta ver al otro que sufre, solo, en la calle, sin amparo de nadie.

Muchas veces se sostiene que la solidaridad es un buen modo de paliar situaciones dolorosas en las que el Estado demostró su ausencia o no actuó correctamente. Así, la organización popular frente al abandono de los gobiernos muchas veces termina siendo muy efectivo. Sin embargo, debemos marcar que esto no es suficiente ya que es responsabilidad de los Estados y de quienes administran los recursos actuar correctamente para evitar catástrofes o situaciones de abandono pero también para contrarrestarlas cuando las mismas se dan.

Es común ver gente en la calle, libradas a la suerte de la falta de protección y si bien muchas personas pueden organizarse para ayudar, esto es un deber del Estado que cualquier ciudadano debería poder reclamar y exigir que se cumpla.

Como ciudadanos es también responsabilidad nuestra exigir que tales obligaciones se cumplan no sólo para nosotros sino cuando vemos a alguien desamparado. Es a partir de la idea de solidaridad con el otro que surgen las ONGs, organizaciones no gubernamentales que buscan solidaria y desinteresadamente solucionar problemas allí donde el Estado no está presente.

La solidaridad es un acto humano de ayudar al otro y contribuye al desarrollo social

La importancia de la solidaridad tiene que ver entonces directamente con el desarrollo social. En este sentido, es importante aclarar que por solidaridad entendemos cualquier acto desinteresado que pueda significar un beneficio para un tercero y que en el fondo también supone algún nivel de satisfacción para aquel que lo lleva acabo.

Si bien normalmente la idea de solidaridad se relaciona con la noción de grupos sociales humildes o desprivilegiados, hay muchas acciones que uno puede realizar durante el día que son solidarias, como por ejemplo ayudar a un anciano a cruzar la calle, participar en algún proyecto de voluntariado, etc. Siempre que existe la solidaridad existirá alguien necesitado y alguien que pueda cubrir esas necesidades, la difícil tarea será lograr que esas necesidades se vean cumplidas en todo momento y no por un rato o un período de tiempo breve.

La solidaridad es sin dudas importante ya que a partir de ella la sociedad funciona más armoniosamente. Esto es así ya que toda aquella persona que actúe solidariamente tiene que tener necesariamente algún nivel de conciencia sobre la situación des privilegiada que el otro está pasando y elegir concientemente a partir de allí ayudarlo realizando diverso tipo de acciones que puedan colaborar para que esa situación cambie.

Hay muchas maneras de ser solidario y si bien algunas personas participan de manera constante y mucho más activamente (como por ejemplo alguien que organiza un comedor para niños, lo cual requiere una presencia permanente), uno también es solidario cuando realiza una acción particular que puede no tener continuidad en el tiempo (como por ejemplo cuando se colabora en alguna colecta social). Lo importante es tener en cuenta que todos los aportes que uno pueda hacer servirán para mejorar la calidad de vida de aquellos que no tienen todo y que entonces, la solidaridad puede fácilmente convertirse en un medio para dar solución o ayuda a quienes más lo necesitan y también para que nos sintamos parte de un todo que es la sociedad, una sociedad que debe ser vivible para todos sus miembros y habitantes.




Asertividad


La asertividad es una estrategia de comunicación basada en decir las cosas sin agredir ni someter la voluntad del otro, defendiendo los propios deseos y opiniones. Pero decir lo que realmente se piensa, dándose a valer y sin “pisar” al otro no es siempre una tarea fácil. No obstante, es fundamental para establecer relaciones sanas y también para ser feliz manifestar las propias convicciones y defender los propios derechos.

La asertividad es una forma de expresión consciente, directa y equilibrada cuyo objetivo es defender la ideas, deseos y sentimientos propios sin perjudicar u ofender al otro. Para ello, es necesario tener autoconfianza y autocontrol, así como evitar dejarse llevar por las emociones.

Si quieres ser asertivo, debes evitar estos errores en tu comunicación con los demás. Combinados, estos tres puntos dificultan enormemente la comunicación con los demás:

No  digas “siento que” como si fuera una declaración de tus sentimientos o una afirmación sobre ti mismo. Ejemplo: Siento que eres un pésimo oyente cuando me interrumpes cuando hablo.
No acuses al otro conjeturando lo que crees que quiere hacer. Ejemplo: Me siento como si quisieras iniciar una pelea.
No interpretes los comportamientos del otro. Ejemplo: Creo que no me llamaste para salir ayer porque ya no te intereso.

Para superar los errores anteriores y poder mantener relaciones sanas, evitando las malas interpretaciones, las siguientes claves son muy útiles para aprender a decir lo que piensas y para que el otro sepa qué quieres decir.

Habla en primera persona tantas veces como sea posible. El otro no se pondrá a la defensiva y mantendrá la atención para ver qué tiene que hacer para cambiar sin sentirse atacado. La clave es la descripción de los propios sentimientos y de por qué se han desencadenado los mismos. Ejemplo: Me duele que no me hayas preguntado qué tal me ha ido el día.

Describe por qué te sientes así, cuál es la causa de tu estado anímico. No se trata de acusar, sino de explicar qué te pasa cuando ocurre algo con claridad y sin dar lugar a malas interpretaciones. Ejemplos: “Me asusto cuando gritas”, “me entristece que no digas nada cuanto te cuento mis problemas”…

Pide lo que necesitas para solucionar el problema. Sin pedir lo que quieres, solo estás expresando tus sentimientos, pero no estás dándole al otro las claves para mejorar la situación. Dar por supuesto que el otro sabe lo que tiene que hacer es un mal hábito. Pon el énfasis en lo que sientes y en lo que el otro puede hacer para ayudarte o mejorar. Ejemplo: “Me duele que no me hayas preguntado qué tal me ha ido el día. Me siento mejor cuando te interesas por mí.”…

Para comunicarte de forma asertiva, el profesor Craig Malkin, de la Universidad de Harvard, propone una sencilla estructura de comunicación: “Me siento A (sentimiento), cuando haces B (acción). Me sentiría mejor si C (petición).”


Parece fácil, aunque lleva un poco de tiempo hacerlo de forma automática. La buena noticia es que funciona. Solo hace falta practicar para que la asertividad a la hora de decir las cosas sea una conducta diaria.

Luces Y Sombras

Luces y sombras habitan en nuestro interior. Forman parte de lo que somos, de lo que no queremos ser y de lo que puede que seamos. Son la lucha entre lo que reconocemos, lo que evitamos, lo que admitimos y lo que ignoramos o no queremos ver. Y en este pequeño, pero costoso equilibrio, tratamos de pasar nuestros días sin que ninguna de las partes domine nuestra vida.

Cuando la verdad nos dice que el equilibrio entre lo que conocemos y lo que no admitimos es difícil de lograr. Para poder vivir con nosotros mismos tenemos que tomar una buena dosis de aceptación de la realidad: estamos hechos de luces y de sombras y por eso mismo habrá partes de nosotros que no querremos aceptar.

La aceptación de nuestras sombras puede implicar dolor pero también implica evolución, cambio y aceptación de nuestro yo. Implica, por lo tanto, conocerse a uno mismo y desarrollar una sana autoestima ante la vida. No todo son luces, ni las luces siempre iluminan nuestra vida, las luces en ocasiones nos ciegan el camino y las sombras puede que nos den las respuestas.

“No es posible despertar la conciencia sin dolor. La gente es capaz de hacer cualquier cosa, por absurda que parezca, para evitar enfrentarse a su propia alma. Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sino haciendo consciente su oscuridad”.
-Carl Jung-

Carl Jung definía a nuestras sombras como el conjunto de las frustraciones, experiencias vergonzosas, dolorosas, temores o inseguridades que se alojan en lo inconsciente. La sombra contiene todo lo negativo de la personalidad que el yo no está siempre en condiciones de asumir y que, por lo mismo, puede llegar a frenar la manifestación de nuestra auténtica forma de ser y de sentir.

La maldad, el egoísmo, la envidia, la cobardía, los celos, la avaricia y muchas de nuestras emociones y nuestros miedos son nuestras sombras. Muchas veces nos damos cuenta de ellas cuando nos llevan a conflictos con los demás. En otras ocasiones se expresan en sentimientos de culpa o hasta en depresiones inexplicables, reflejando una imagen en la que no nos reconocernos.

Incluso, somos capaces de proyectar estas sombras en los otros con tal de no asumir que estos sentimientos, juicios o ideas nos pertenecen. Estamos programados desde pequeños para esconder los fracasos, la desesperación y lo negativo de nuestras vidas. Así, solo por el hecho de ser humanos, guardamos sombras en nuestro interior, al igual que luz.

“Un hombre que no ha pasado el infierno de sus pasiones nunca las ha superado. Hasta donde podemos discernir, el único propósito de la existencia humana es encender una luz en la oscuridad del mero ser”
-Carl Jung-

Las luces que nos componen, que nos rodean y que nos iluminan desde el interior son todas aquellas cualidades, virtudes, emociones, comportamientos o deseos que nos gusta mostrar. Son las máscaras que con las que nos disfrazamos en cada ocasión como si fueran nuestra única y verdadera identidad.
Podemos elegir ser bromistas, inteligentes, comprensivos, sociables, tímidos o valientes, podemos elegir qué queremos mostrar ante el gran escenario social. Actualmente, las luces de nuestra personalidad las hacemos brillar más con el uso de las apariencias en las redes sociales. 

Vivimos una segunda vida en las que las sombras no solo se esconden, sino que hacemos como si no existieran. Esto que en un principio puede parecer una ventaja, una manera de protección ante las miserias de nuestra vida, en realidad se convierte en el epicentro de la expresión del narcisismo moderno. 

Nos dejamos cegar por nuestras luces, nos obsesionamos tanto porque sean nuestro verdadero foco de expresión hacia el exterior, que dejamos de ser humanos para ser máquinas de sonrisas en las fotos que guardan grandes vacíos en el interior.


Por eso resulta tan importante conocer nuestras sombras, porque nos ayudan a mantener el equilibrio interior. Somos falibles, sentimos celos, envidia o culpa, pero también nos recomponemos. Somos humanos y aceptarlo viviendo la realidad y no una historia de cuento, nos ayudará a desarrollar una autoestima sana y a vivir una vida mejor y más plena. No niegues tus sombras, acéptalas; no te ciegues con las luces, busca tu equilibrio interior.

Hagamos Lo Que Hay Que Hacer

Una mala compañera llamada ansiedad nos lleva a ansiar que todo suceda rápidamente, por arte de magia y que en un abrir y cerrar de ojos todo funcione. El ímpetu de los comienzos es apasionante, pero en esa fuerza corremos el riesgo de atropellarnos. Las metas necesitan de dos patas inseparables: objetivos claros y paciencia.

Cumplir un sueño, está más lejos del cuento de hadas y más cerca de la realidad del sacrificio. En una época signada por la cultura de lo instantáneo, creemos que es posible lograr metas a corto plazo, pero generalmente sucede bastante poco.

El peligro de tener una visión exitista y rápida, es que la tolerancia a la frustración será escasa. Entonces, apenas nos atraviese el mínimo problema se tenderá al abandono de los objetivos y aquel sueño que proyectamos corre el riesgo de quedar sólo como un mal recuerdo.

No es un mal de unos pocos. La escasa proyección a planes de largo plazo, es el mal de la época. Para pensar en la cultura del trabajo debemos remontarnos a aquellos inmigrantes de principios del siglo XX que comenzaron su trayectoria laboral como obreros o trabajadores incansables y de a poco, con sacrificio extremo y dedicación plena iniciaron su camino hasta lograr una estabilidad.

Entonces, no debería separarse el contexto de la tendencia. Sin dudas, muchos valores e instituciones están en crisis y por lo tanto, no es casual que los proyectos, las metas o los sueños quieran lograrse de un día para el otro, sin tener en cuenta la búsqueda, el camino, los aciertos y los fracasos que implica poder obtener alguna aspiración.

¿Cuáles son algunos de los valores ausentes que conllevan esta tendencia a pensar en el resultado sin tener él cuenta el proceso?

Uno de ellos es el compromiso. La responsabilidad como parámetro es fundamental para lograr una meta: ser coherente entre lo que se dice y se hace con uno mismo y con las personas involucradas; ser ordenado en los objetivos y que el principal involucrado en la meta demuestre su esfuerzo trabajando igual o más que sus compañeros.

Otro valor fundamental es el sacrificio. Todos podemos ser creadores o tener excelentes ideas, pero el arte más admirable es llevarlas a cabo ¿Cuántos creyeron ser los ideólogos de enormes sueños pero ante el gran trabajo que conllevan quedaron en palabras? Es que ser creativo es sólo una parte de la tarea. El 90 por ciento de un sueño se basa en lo que hacemos por él y no en lo que decimos del mismo.

Recuperar los valores perdidos quizá sea le primer paso para pensar un sueño. El ser y el hacer son inseparables para poder lograr nuestros objetivos. Proyectar a largo plazo a través de la cultura del trabajo será la mejor forma que aquellas ideas de las deseamos vivir se conviertan en hechos.

Los ideales se concretan  haciendo.

sábado, 12 de enero de 2019

La Capacidad De Sentir

Sentir, ese verbo tan conocido pero tan lejano para la mayoría de la gente. Sentimientos, sensaciones, emociones… Son palabras que usas a diario en muchos contextos. Estás familiarizado con ellas y las sabes expresar, pero seguramente no sabes cómo vivirlas de verdad. Y no es por nada, sino porque la mayoría de la gente no sabe hacerlo. Para unos hablar de las emociones es síntoma de debilidad, para otros es algo demasiado místico, incluso de locos... Al final el consejo es que lo dejes fluir, que lo observes y que lo investigues, ¿el qué?, el sentir.

Las emociones son impredecibles, nunca sabes cuándo van a llegar y te van a tirar por tierra todo. 
Crees controlarlas y la mayoría de las veces lo haces, excepto en ese momento tan intenso que no puedes contenerlas. Si eres una persona extremadamente racional en pocas ocasiones aparecerán, porque los sentimientos se bloquean muy fácilmente, demasiado fácilmente. Y esto no es nada bueno, juega en tu contra.

"Pero debes saber que el control es una de las fantasías de la mente, la mente cree controlar las cosas hasta que llega la vida y te pega un viaje y te lo echa todo por tierra"

Sentir es necesario, es vital, es imprescindible. Y muchas personas dirán: -Yo siento, yo quiero a mis hijos, a mi mujer… Yo siento… Yo me emociono con ciertas películas, me pongo triste en los entierros…-. Pero te hablo de sentir más allá de todo eso, te hablo de sentir la vida entera, te hablo de abrirte totalmente en canal y mirar profundo.

Por ejemplo ¿sientes tu vocación?. La vocación es como un marido o un hijo, se le puede querer y se le puede odiar. ¿Quieres a tu vocación?. ¿Qué es lo que te da la vida en el día a día?. ¿Qué es lo que hace que te levantes cada mañana con más y más energía?. ¿Qué es lo que hace que el tiempo pase deprisa, que pierdas totalmente esa noción?. Eso es sentir, sentir de verdad. Es emocionarte, es perderte en algo y no querer volver al mundo real. Eso es sentimiento, eso es pasión.

"Hay veces que la vocación tiene que ver con hacer lo que uno siente, no es tanto de cabeza, no es intelectual. ¿Tu vocación está relacionada con tu trabajo?. ¿Qué sientes por tu trabajo?"

Y si esa emoción tan potente no está en la vocación, ¿está en la familia? ¿está en la pareja?. Analiza si estás en comunión con tu vida, con la vida que estás viviendo en estos momentos exactos.

Recapacita, disecciónala. ¿Estás viviendo la vida que quieres?. Pueden parecer preguntas sacadas de un libro de autoayuda pero realmente la pregunta es simple, lo que no es tan simple es la respuesta. Principalmente porque tendemos a contestarla con la razón: “tengo un buen sueldo y familia” “al menos tengo trabajo y tengo novio” “tengo buenos compañeros y buenos amigos” “tengo un horario ideal en el trabajo que me permite hacer más cosas”.


Y esa no es la repuesta, porque la pregunta no es si te gusta tu vida, la pregunta es ¿SIENTES la vida que tienes?. ¿Te emociona la vida que tienes?. Y sé que mucha gente vive auténticas penurias, que tiene familiares enfermos, que ha pasado por traumas inmensos pero, a pesar de eso, fíjate un momento en ti e intenta evadirte, y vuelve a preguntarte ¿sientes la vida que tienes?.

Edades Del Tiempo


La edad cronológica puede no coincidir con nuestra edad biológica, aun en plena juventud podemos apreciar cuerpos envejecidos, y es posible tener un cuerpo pleno de vitalidad en la tercera edad. Igual ocurre con nuestros campos mental y emocional. El envejecimiento emocional, caracterizado por el desencanto con la vida, puede asociarse a una vigorosa inteligencia cognitiva

Porque estamos hechos, no de carne y hueso, sino de tiempo, de fugacidad, cuya metáfora inmediata es el agua”, José Luis Borges.

La vida ya es perfecta o imperfecta, lo importante será lo que hagamos con ella. Casi nada sabemos de su fuerza misteriosa que trasciende con mucho la mera biología.

Casi nada sabemos del ser humano que está ya a años luz de lo meramente homínido. Podríamos prolongar los años, lo que no significaría por sí mismo mejorar la calidad de la vida. Lo que al fin de cuentas cuenta no es cuánto hemos vivido sino cómo. Dar más vida a los años es el objetivo de un buen envejecimiento. Y esto depende más de cómo vivimos, de la profundidad e intensidad de nuestro tiempo, que de la cantidad de años acumulados.


El cauce del cuerpo también determina la dirección de los procesos psíquicos. No están aislados. El sentido de la vida se inscribe en los sentidos y en el cuerpo. Si jubilamos el cerebro, se jubila también la biología. Si no hacemos ejercicio se jubila el corazón. Si no dormimos no podemos contar con los mejores mecanismos de reparación dispuestos en nuestra biología. Si no nos nutrimos adecuadamente no podremos aprender el mayor propósito de la evolución que alcanza su apoteosis en lo humano. Si caemos en la prisión de la rutina, arruinamos nuestra propia inteligencia emocional. Si no conectamos la cabeza al corazón, nos habremos perdido el único aprendizaje con sentido en nuestra vida: la comprensión. 

Pues no basta entender, y querer no es suficiente. Comprender, que es entender, amar y, en síntesis, saber, es la condición para no perderse la vida. Para reinventar la vida, aprender, encender el fuego interior. La inteligencia y el amor son la materia prima de la sabiduría, esa condición que nos permite saborear la vida. Todas las edades pueden ser el tiempo de la felicidad. 

Tiempo de los instantes del alma, la presencia que nos permite experimentar la gratuidad de la gracia, ese estado de felicidad incondicional que en cada fase de la vida trae más libertad.

La Cronestesia


Nuestro cerebro es una especie de jardín secreto que guarda un sinfín de flores neurológicas. Su capacidad resulta, paradójicamente, casi imposible de concebir aún para nuestra propia mente (¿Puede nuestro cerebro autopercibirse?) y en este sentido nos remite a la paradoja que cuestiona desde una perspectiva filosófica la perfección de Dios: si dios es perfecto puede crear una piedra tan pesada que ni el mismo pueda mover, si no la puede crear, entonces no es perfecto. Si la crea y no la puede mover… tampoco.

Pero más allá de estas neuro divagaciones lo cierto es que el diseño del cerebro humano es, a pesar del escepticismo filosófico, una manifestación perfecta, incluso divina. Y por más que las neurociencias lo estudien, lo incentiven, y lo catalicen, siempre mantendrá secretos que sorprenderán a la mente que, aparentemente, lo controla.

Por lo pronto un grupo de investigadores han descubierto una nueva cualidad impresa en distintas regiones de nuestro cerebro que le permiten viajar a través del tiempo: la cronestesia. Esto se refiere a la habilidad de percibir el pasado, presente, y futuro, y de trasladarse mentalmente a través del tiempo subjetivo.

La capacidad de recordar eventos pasados o imaginar sucesos futuros influye de manera determinante en la acción de elegir, en las decisiones que un individuo adoptará a lo largo de su vida. Apoyados en imagenología de resonancia magnética, científicos han detectado regiones específicas de nuestra corteza cerebral que permiten, a través de mecanismos de neurocorrelación, el viajar mentalmente a través del tiempo.

Investigadores de las universidades de Umea (Suecia) del Sur de Illinois, y de Toronto, han publicado los resultados de su investigación sobre las aptitudes cronestésicas del cerebro humano en el diario Proceedings of The National Academy of Science. “El viajar a través del tiempo con la mente consiste en dos series independientes de procesos: unos son los que determinan el contenido de cualquier acto o “viaje” como qué es lo que ocurre, quiénes son los actores, dónde ocurre la acción; es algo parecido al contenido en una película –todo aquello que ves en la pantalla-; y en segundo lugar están aquellos que determinan el momento subjetivo en el tiempo, dentro del cual ocurren las acciones –pasado, presente, y futuro-. Afirma Endel Tulving de la Universidad de Toronto en entrevista con Physorg.

“Dentro de la ciencia neurocognitiva, sabemos bastante sobre el espacio percibido, recordado, conocido, e imaginado. Pero esencialmente desconocemos todo sobre el tiempo percibido, recordado, conocido, e imaginado.

Cuando recuerdas algo que hiciste la noche anterior estás conciente no solo de que el suceso ocurrió y de que tu estabas “ahí”, como un observador o participante activo (¿memoria episódica?), pero también sabes que sucedió ayer, es decir, en un tiempo que ya no es más. La pregunta que estamos haciendo es ¿Cómo sabes que ocurrió en un momento que no es el ahora?”


El punto del estudio es develar cual es, específicamente, la habilidad que tiene nuestro cerebro para navegar a través del tiempo subjetivo sin perder la brújula temporal. Y al parecer la respuesta esta en su capacidad cronestésica. Cuando transmitimos información a través de neuroconexiones esto se hace de manera indistinta, hablando desde un punto de vista totalitariamente objetivo. 

Pero entonces ¿Cómo es nuestro cerebro capaz de percibir y posteriormente indicarnos que esa escena o sensación que estamos proyectando es parte de un episodio pasado, presente, o futuro? ¿Cómo dilucida en un fascinante proceso automatizado si se trata de una percepción impresa en el ahora, o si por el contrario es un recuerdo archivado o una proyección futura?

La respuesta, según este grupo de investigadores es relativamente sencilla: nuestra mente puede viajar en el tiempo y regresar al “ahora” para compartirnos la información que recabó en otros puntos de la dimensión temporal… todos somos crononautas!

Pintar Con Colores Nuevos

La vida no es como otros la pintan, es como tú la coloreas. Porque será siempre nuestra actitud la que actúe como el mejor pincel, ese capaz de ofrecernos tonalidades de luz cuando más lo necesitamos. Mientras que nuestra voluntad, será quien elija pintar los días con sonrisas antes de que nos destiña la amargura…

Algo que tenemos claro es que en ocasiones, es la propia vida quien gusta traernos días grises

Momentos de oscuridad absoluta. Son instantes en que a pesar de creer tenerlo todo controlado y de autopercibirnos casi como fabulosos estrategas de la adversidad, siempre ocurre algo que nos recuerda lo vulnerables que podemos llegar a ser.

No quiero besos en blanco y negro, quiero una vida de colores. Ya me cansé de las tonalidades grises, de personas de corazones de tormenta: ahora, solo ansío ser como esa mariposa capaz de renacer con vivos colores de fiesta.

El  neurólogo, psiquiatra y etólogo francés Boris Cyrulnik, nos ofrece a través de sus libros y entrevistas un concepto realmente útil e interesante sobre la vulnerabilidad personal y la felicidad. Hablamos ante todo de ese bienestar que uno/a alcanza después de haber conocido cada gama de los claroscuros en nuestras paletas existenciales.

Nadie está preparado/a para el sufrimiento. Una infancia feliz no garantizará que el día de mañana seamos inmunes al dolor emocional. Asimismo, una niñez traumática tampoco debe determinar nuestra madurez y nuestro futuro, tal y como el propio Cyrulnik nos explicó en su libro “Los patitos feos y la resiliencia”.

La vida puede ser muy oscura en cualquier momento, lo sabemos. Lo hemos vivido. Sin embargo, lejos de someternos a esos hechos, a esos traumas, hemos de dejar de ser víctimas de nuestras circunstancias y trabajar día a día en estas realidades personales. Porque todos somos dignos de ser amados, de ser felices. Todos debemos elegir los mejores colores con los que pintar nuestro horizonte.

No nos damos cuenta, sin embargo, todos tenemos un modo muy particular de “pintar” nuestra cotidianidad. Hablamos cómo no, de nuestra actitud y de esos recursos psicológicos tan particulares con los encaramos la adversidad, interpretamos la realidad y a la vez, la creamos.

No obstante, es aquí donde aparece el dilema de siempre. A menudo suele decirse aquello de que es el componente genético quien nos confiere esas raíces que nos empujan con más o menos frecuencia hacia el abatimiento. Hacia la depresión o hacia esa visión sesgada, el la que solo se ven días grises cuando lo que brilla es un sol sincero, inmenso y reluciente.

Hemos de tenerlo claro: la genética predispone pero no determina. Lo que vale es la voluntad y nuestra actitud. Tanto es así, que la doctora Rafaela Santos, autora de “Levántate y Anda”, nos indica que la resiliencia es una combinación de factores genéticos, sociales y psicológicos. Sin embargo, no hay nada más poderoso que ese entrenamiento consciente y constante donde poder enfrentarnos de forma positiva a las situaciones adversas.

Todo ello nos anima sin duda a reflexionar sobre alguna que otra realidad personal. Se sabe, por ejemplo, que los hijos pueden heredar la predisposición a la ansiedad y la depresión de sus padres. Lo hacen compartiendo una característica fisiológica: un circuito cerebral sobre activado.

Lo que nos determina no es una estructura en sí, sino unas funciones metabólicas que pueden modificarse. Con una actitud adecuada, estrategias psicológicas y ese entrenamiento consciente antes citado, pintaremos la vida a nuestra manera.


La resiliencia es como ese muelle que impulsa la vida. Es el arte que nos confiere cierta sensación de control frente a las dificultades. Asimismo, lejos de quedar eternamente desvalidos por esa infancia injusta, por esa pérdida dramática o ese fracaso imborrable, tenemos la oportunidad de elegir colores nuevos con los que dar forma a nuestro horizonte. .

Se Escurre La Vida




Estamos tan inmersos en la búsqueda de la felicidad, ese ideal de vida, de cuerpo, de amores, de amistades, de profesión, de posesiones materiales, que muchas veces somos incapaces de identificar lo que ya es ideal en nuestras vidas.

Ni bien logramos ascender un escalón en nuestra búsqueda, ya estamos automáticamente luchando por el siguiente escalón. ¿Está mal? No necesariamente, pero ¿y si el escalón al que llegamos ya es el ideal y la lucha por subir al siguiente no nos permite disfrutar?

Supongo que me dirán que es inherente al ser humano, siempre queremos más. Y es posible. Pero así como ejercitamos otras habilidades, no podríamos dedicarnos un poco a disfrutar de donde estamos, lo que conseguimos y dejar de vivir corriendo tras ideales que muchas veces no van a completar más esa felicidad esquiva. Porque esa felicidad está dentro nuestro, es mi capacidad de encontrarla y hacerla protagonista en mi día a día la que me permite disfrutarla. Convertirla en una actitud frente a la vida más que en una persecución activa que me impide disfrutar hoy de mi presente (regalo, obsequio) obsesionado por un futuro mejor siempre.

Qué pasa si hoy de manera objetiva, intento descubrir en qué aspectos me siento pleno, en el escalón correcto y en cuáles no, así me enfoco y trabajo exactamente ahí donde necesito, mientras ¡disfruto! Sin culpas. De todo el amor que me rodea, de la gente que me quiere bien (gracias) y esquivando a los que me quieren mal (lo siento, la vida es demasiado corta para enredarnos en odio y amarguras, a otra cosa mariposa).

Hay veces que debemos plantearnos y plantarnos! Detrás de esa búsqueda incesante, debemos accionar. Identificar qué, hacer un plan, seguirlo y modificar ese algo que empaña mi vida. Y el foco, en lo lindo, en lo que me apasiona, en el amor, en la amistad de verdad, en las risas espontáneas, en saludar a desconocidos por la calle, en regalar sonrisas solo por el hecho de que sabemos que alguien nos va a devolver otra, en cambiar de planes sin pensarlo demasiado, en hacer locuras que arranquen carcajadas a las personas que queremos. Vivir felices es una obligación nuestra, propia. No podemos dejarla en manos de otro. No vale la pena vivir en blanco y negro, vivir de recuerdos o de lo que hubiera sido si… construyamos esa vida que queremos y seamos las personas que queremos ser, la huella que queremos dejar cuando no estemos.

Desde La Infancia


Cuando hablamos de infancia, nos referimos a la etapa que transcurre desde el nacimiento hasta la madurez del niño. Dentro de esta fase existen diferentes momentos que marcan el ritmo del desarrollo de cada niño según sus características físicas, psicológicas y sociales. Es por eso por lo que se dice que cada niño es un mundo y no todos son iguales.

La infancia es un periodo de aprendizaje para el niño donde va a adquirir las capacidades básicas para poder interactuar con el mundo en el que viven. Esto supondrá una serie de cambios cada vez más complejos en las áreas principales del desarrollo de los pequeños: el área cognitiva, el área del lenguaje, el área socio-emocional y el área motora. Y que conllevan la adquisición progresiva de habilidades.

Después de que el niño haya pasado por la fase neonatal, el niño comenzará la segunda de las etapas en su desarrollo evolutivo: la infancia. Durante el desarrollo de este periodo podemos distinguir dos fases:

- La primera infancia o infancia temprana que va desde el primer año hasta los 6 años del niño.
- La segunda infancia o niñez que va desde los 6 hasta 12 años precediendo la adolescencia.
A lo largo de la infancia fase y a través de estas dos fases los niños experimentarán una evolución física, cognitiva y lingüística muy rápida, la adquisición de una mayor autonomía, se iniciará el desarrollo del autoconcepto y de identidad y, además, se iniciará la sociabilización.

Qué ocurre en cada una de las etapas de la infancia
Para entender mejor cómo piensan, actúan y sienten los niños en la etapa de la infancia podemos hacer una clasificación más específica de los periodos por los que va pasando el niño durante su desarrollo. Estos son:

La primera infancia (1-3 años). Este periodo suele coincidir con la etapa en la que los niños asisten a la escuela infantil. Su evolución en las diferentes áreas será la siguiente:
- Área cognitiva. En esta etapa el pensamiento es egocéntrico y le cuesta mucho imaginarse lo que piensan o creen los demás.
- Área del lenguaje. Locución y expresión verbal. Los niños empiezan a controlar el uso del lenguaje propiamente dicho. Al principio es un lenguaje telegráfico con palabras sueltas y más tarde tendrá la capacidad de generar frases simples con incorrecciones.
- Área socio-emocional. El niño sigue jugando en paralelo. A finales de esta fase comienza a compartir sus juegos con otros iniciando así la socialización.
- Área motora. El niño siente curiosidad y explora que será el motor de aprendizaje. En cuanto a los cambios físicos, el niño sigue creciendo aunque lo hace mucho más lento que en las etapas anteriores.

La primera infancia (3-6 años). En esta segunda fase el niño ha ido evolucionando en las diferentes áreas del desarrollo:
- Área cognitiva. En esta etapa el niño gana la capacidad de la Teoría de la mente, es decir, la habilidad de atribuir intenciones, creencias y motivaciones únicas a los demás.
- Área del lenguaje. Mejora el control en el uso del lenguaje propiamente. Se apoyan en él para la total comunicación.
- Área socio-emocional. La capacidad de la Teoría de la mente enriquece mucho las relaciones sociales, aunque también permite que la mentira resulte más útil y eficaz como recurso. El niño disfruta de la compañía de otros niños con los que crece y aprende a compartir juegos y logros de forma natural. Aceptan pactos y soluciones intermedias cuando se dan conflictos entre iguales.
- Área motora. Dominan el control de esfínteres y adquieren más independencia de movimiento.

Segunda infancia (6-12 años). Es la última etapa antes de dar paso a la adolescencia. En cuanto al desarrollo en las diferentes áreas:
- Área cognitiva. Su capacidad para pensar en términos abstractos y matemáticos se desarrolla mucho pero no llega a su máximo.
- Área del lenguaje. A medida que el niño crece va mejorando el uso del lenguaje y de la comunicación.
- Área socio-emocional. La imagen que tiene de sí mismo adquiere mucha importancia y trata de ganar amistad de quienes considera importantes. El círculo social de iguales configuran su identidad y se empiezan a quebrantar las normas familiares.

- Área motora. Es a partir de esta etapa cuando el niño es capaz de aprovechar las nuevas formas de control de su cuerpo. La maduración casi definitiva del sistema nervioso permite al niño a realizar más movimientos.

viernes, 11 de enero de 2019

La Impostergable Superación


La seguridad y autoestima son dos conceptos estrechamente relacionados. Una persona con una gran autoestima también tendrá una gran seguridad en sí misma y en sus posibilidades, será capaz de afrontar los retos que le plantea la vida mientras que una autoestima baja está asociada a la inseguridad. Por eso, si entre tus objetivos está superarte a ti mismo debes ganar autoestima, algo que no siempre es fácil. Para afrontar estos retos con una perspectiva optimista todos deberíamos aprender a ganar seguridad en nosotros mismos.

Lo primero que debes hacer para ganar seguridad en ti mismo es trabajar tu autoestima, dejar atrás esas inseguridades que tanto nos influyen: el miedo a quedar mal, a ser rechazados o al ridículo suele producirse por temores infundados, pero lo más grave es que en vez de afrontar esos miedos nos encerramos, creamos una coraza para protegernos que no hace más que generarnos un tipo de autoestima que todos deberíamos conocer: falsa autoestima. La solución al problema es simple, cambiar nuestra mentalidad y empezar a valorar los valores que a veces tenemos ocultos.

Quizá lo de repetirte a ti mismo mensajes positivos para tratar de subirte la autoestima y hacer que ganes seguridad tenga un efecto contraproducente. Su efecto será pasajero, o incluso puede reforzar la falsa autoestima; pero el primer paso para construir la seguridad en ti mismo es afrontar la vida desde una perspectiva positiva... y realista. Por eso, en vez de repetirnos a diario lo buenos que somos y lo bien que hacemos las cosas deberíamos proponernos en serio ese cambio de enfoque.

Y eso pasa por un cambio de actitud, por ejemplo defendiendo siempre nuestro punto de vista pese a que quienes nos rodean puedan tener una opinión diferente. Puedes empezar con la familia, luego expandir esa afirmación en uno mismo en tu círculo de amigos, luego pasar al trabajo... La clave está en que al falsear la realidad para gustar no somos nosotros mismos, creándonos una autoestima falsa. Tu opinión o tus ideas son tan importantes como los de los demás, y tener confianza en uno mismo es la clave. Por muy distintas que nuestras ideas puedan parecer al resto.

Otra de las recomendaciones habituales para reforzar la autoestima es el fijarse pequeños objetivos a corto, medio y largo plazo, metas que seas consciente que puedes alcanzar. Es una estrategia muy útil, ya que a medida que vamos alcanzando objetivos nuestra seguridad en nosotros mismos crece, reforzándose la autoestima y permitiéndonos enfrentarnos a retos y objetivos más importantes cada vez. Además, en el caso de no cumplir con el objetivo siempre podemos investigar dónde estuvo el fallo para evitar que se repitan los errores.


Si se llama zona de confort es porque en ella nos sentimos cómodos y nos manejamos sin dificultades, pero a la hora de conseguir la superación personal es necesario salir de ella. De hecho, entre la zona de confort y el éxito se interponen dos zonas intermedias. Considerando la zona de confort el núcleo de nuestra seguridad, si salimos de ella esta seguridad se convertirá en temor, en miedo: estamos en la zona del miedo, donde nos sentimos incómodos

El miedo no puede bloquearnos, tenemos que vencer a los miedos porque no podemos dejarnos llevar por la inseguridad.

Aprender A Los Golpes



William Shakespeare dejó escrito que no hay otro camino para la madurez que aprender a soportar los golpes de la vida.

Porque la vida de cualquier hombre, lo quiera o no, trae siempre golpes. Vemos que hay egoísmo, maldad, mentiras, desagradecimiento. Observamos con asombro el misterio del dolor y de la muerte. Constatamos defectos y limitaciones en los demás, y lo constatamos igualmente cada día en nosotros mismos.

Toda esa dolorosa experiencia es algo que, si lo sabemos asumir, puede ir haciendo crecer nuestra madurez interior. La clave es saber aprovechar esos golpes, saber sacar todo el oculto valor que encierra aquello que nos contraría, lograr que nos mejore aquello que a otros les desalienta y les hunde.


¿Y por qué lo que a unos les hunde a otros les madura y les hace crecerse? Depende de cómo se reciban esos reveses. Si no se medita sobre ellos, o se medita pero sin acierto, sin saber abordarlo bien, se pierden excelentes ocasiones para madurar, o incluso se produce el efecto contrario. La falta de conocimiento propio, la irreflexión, el victimismo, la rebeldía inútil, hacen que esos golpes duelan más, que nos llenen de malas experiencias y de muy pocas enseñanzas.

La experiencia de la vida sirve de bien poco si no se sabe aprovechar. El simple transcurso de los años no siempre aporta, por sí solo, madurez a una persona. Es cierto que la madurez se va formando de modo casi imperceptible en una persona, pero la madurez es algo que se alcanza siempre gracias a un proceso de educación –y de autoeducación–, que debe saber abordarse.

La Oportunidad De Aprender

El aprendizaje es una herramienta para no caer dos veces en el mismo error. A pesar de que con los seres humanos nunca se sabe, lo cierto es que gracias a las nociones que vamos agregando, nos hacemos cada vez un poco más sabios. En este artículo queremos hablar de lo positivo de añadir conocimientos sobre cualquier tema. ¿Has reparado tú en la importancia de aprender?

Aprender es una necesidad que tenemos todos los seres humanos para adaptarnos al medio. Conocer el entorno que nos rodea y poder decidir sobre él nos hace mucho más sensatos y nos da la oportunidad de sentirnos más libres que cuando ignorábamos ese detalle en concreto.

Existen muchas maneras de fomentar el aprendizaje y todas ellas cuentan con un denominador común que es añadir conocimientos para que poco a poco, sepamos desenvolvernos mejor. Gracias a los pequeños detalles y a la atención que ponemos en el día a día, conseguimos que nuestro entusiasmo sea cada vez más grande.


La frase el saber te hará libre podría ir agarrada de la mano del aprendizaje. Cuando uno sabe algo es porque lo ha aprendido antes y si valora lo que en ese momento conoce, con el tiempo se dará cuenta de la importancia que tiene algo tan valioso como lo que ya no se nos olvidará.