La edad cronológica puede no coincidir con nuestra edad biológica, aun en plena juventud podemos apreciar cuerpos envejecidos, y es posible tener un cuerpo pleno de vitalidad en la tercera edad. Igual ocurre con nuestros campos mental y emocional. El envejecimiento emocional, caracterizado por el desencanto con la vida, puede asociarse a una vigorosa inteligencia cognitiva
Porque estamos hechos, no de carne y hueso, sino de tiempo, de
fugacidad, cuya metáfora inmediata es el agua”, José Luis Borges.
La vida ya es
perfecta o imperfecta, lo importante será lo que hagamos con ella. Casi nada
sabemos de su fuerza misteriosa que trasciende con mucho la mera biología.
Casi nada sabemos
del ser humano que está ya a años luz de lo meramente homínido. Podríamos
prolongar los años, lo que no significaría por sí mismo mejorar la calidad de
la vida. Lo que al fin de cuentas cuenta no es cuánto hemos vivido sino cómo.
Dar más vida a los años es el objetivo de un buen envejecimiento. Y esto
depende más de cómo vivimos, de la profundidad e intensidad de nuestro tiempo,
que de la cantidad de años acumulados.
El cauce del cuerpo
también determina la dirección de los procesos psíquicos. No están aislados. El
sentido de la vida se inscribe en los sentidos y en el cuerpo. Si jubilamos el
cerebro, se jubila también la biología. Si no hacemos ejercicio se jubila el
corazón. Si no dormimos no podemos contar con los mejores mecanismos de reparación
dispuestos en nuestra biología. Si no nos nutrimos adecuadamente no podremos
aprender el mayor propósito de la evolución que alcanza su apoteosis en lo
humano. Si caemos en la prisión de la rutina, arruinamos nuestra propia
inteligencia emocional. Si no conectamos la cabeza al corazón, nos habremos
perdido el único aprendizaje con sentido en nuestra vida: la comprensión.
Pues no basta
entender, y querer no es suficiente. Comprender, que es entender, amar y, en
síntesis, saber, es la condición para no perderse la vida. Para reinventar la
vida, aprender, encender el fuego interior. La inteligencia y el amor son la materia prima de la sabiduría, esa condición que nos permite saborear la vida. Todas
las edades pueden ser el tiempo de la felicidad.
Tiempo de los instantes del
alma, la presencia que nos permite experimentar la gratuidad de la gracia, ese
estado de felicidad incondicional que en cada fase de la vida trae más
libertad.
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