La sinceridad es una virtud que caracteriza a las personas
por la actitud congruente que mantienen en todo momento, basada en la veracidad
de sus palabras y acciones.
Para ser sinceros debemos procurar decir siempre la verdad,
esto que parece tan sencillo, a veces es lo que cuesta más trabajo. Con aires
de ser “francos” o “sincero”, decimos con facilidad los errores que cometen los
demás, mostrando lo ineptos o limitados que son.
Pero no todo esta en la palabra, también se puede ver la
sinceridad en nuestras actitudes. Cuando aparentamos lo que no somos,
(normalmente es según el propósito que se persiga: trabajo, amistad, negocios,
círculo social...), se tiene la tendencia a mostrar una personalidad ficticia:
inteligentes, simpáticos, educados, de buenas costumbres... En este momento
viene a nuestra mente el viejo refrán que dice. “dime de que presumes... y te
diré de que careces”.
Cabe enfatizar que “decir” la verdad es una parte de la
sinceridad, pero también “actuar” conforme a la verdad, es requisito
indispensable.
El mostrarnos “como somos en realidad”, nos hace congruentes
entre lo que decimos, hacemos y pensamos, esto se logra con el conocimiento y
la aceptación de nuestras cualidades y limitaciones.
Ser sincero, exige responsabilidad en lo que decimos,
evitando dar rienda suelta a la imaginación o haciendo suposiciones.
Para ser sincero también se requiere “tacto”, esto no
significa encubrir la verdad o ser vagos al decir las cosas. Cuando debemos
decirle a una persona algo que particularmente pueda incomodarla principalmente
debemos ser conscientes que el propósito es “ayudar” o lo que es lo mismo, no
hacerlo por despecho, enojo o porque “nos cae mal”, eso tiene otro nombre, y no
es el de sinceridad, aunque lo que digas no falte a la verdad. Hay que
encontrar el momento y lugar oportunos, esto último garantiza que la persona
nos escuchará y descubrirá nuestra buena intención de ayudarle a mejorar.
En algún momento la sinceridad requiere valor, nunca se
justificará el dejar de decir las cosas para no perder una amistad o el buen
concepto que se tiene de nuestra persona. La persona sincera dice la verdad
siempre, en todo momento, aunque le cueste, sin temor al que dirán.
Al ser sinceros aseguramos la amistad, somos honestos con
los demás y con nosotros mismos, convirtiéndonos en personas dignas de
confianza por la veracidad que hay en nuestra conducta y nuestras palabras. A
medida que pasa el tiempo, esta norma se debe convertir en una forma de vida,
una manera de ser confiables en todo lugar y circunstancia.
“La sinceridad y la humildad son dos formas de designar una
única realidad”
Para ver la realidad de tal modo que sirva de base para una
progresión personal, hace falta distinguir entre lo importante y lo secundario.
Si la persona no quiere mejorar, si entiende la vida como una condición en que
puede encontrar el placer y no le incumbe ningún esfuerzo de mejora en función
de la finalidad última por la cual ha sido creado, distinguir entre lo
importante y lo secundario no vale la pena.
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