Cuando la preocupación es saludable buscamos el bien de la
otra persona (no el propio), asumimos que nuestras opiniones son discutibles y
pretendemos dar más apoyo que
consejos. Hasta ahí bien.
Sin embargo, hay un tipo de preocupación que se vuelve
obsesiva y soberbia. Obsesiva porque nos pasamos las horas, los días y las
semanas, rumiando los asuntos de otras personas (lo cual es una forma de
pensar en bucle inútil e improductivo). Y soberbia porque pensamos
que la solución al problema de tal o cual persona no la va a
encontrar ella misma sino que lo haremos nosotros (¡qué
casualidad!)
En este artículo vamos a revisar tres motivos por los que es
inútil y contraproducente inmiscuirnos en los asuntos de los demás cuando no
nos han pedido ayuda. El mero hecho de comprender, profundamente, que esta
forma de actuar no trae beneficios a nadie puede abrirnos los ojos
para dejar de hacerlo.
Y si en tu caso te sientes atacad@ por personas que no
dejan de entrometerse en tu vida y darte consejos que no les has pedido te
recomiendo tres cosas:
Paciencia
Poner límites (diles que NO trae beneficios a nadie
ese comportamiento,
Prestar atención a tu comportamiento porque si has vivido
con personas entrometidas o que te repetían en todo momento “lo mucho que se
preocupaban por ti” es más que probable que tú tiendas a hacer lo mismo
con los demás… aunque sea sin darte cuenta.
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