Que todo el mundo se dé cuenta de lo que valgo, de lo que conseguido de lo listo que soy y sobre todo de lo que se pierde el mundo y los que me rodean por no me prestarme atención.
Deberían de admirarme pero no me admiran, no toman
conciencia de lo alto que es el pedestal que me he construido. Y cuando en una
mente humana se comienza a madurar esta serie de pensamientos, ella siente
primero el deseo y luego este deseo se transforma en la necesidad de hacer
algo, para llamar la atención de esa sociedad que le rodea y es entonces cuando
la mente de esta persona, poco a poco se va desequilibrando y llega un momento
en que esta persona, puede tomar un rifle u otra arma y haga una matanza de
niños en un colegio, unas veces para tomarse una venganza y otras porque su ego
le dice, que así puede pasar a la historia.
Desde luego que esto
no lo normal, pero todo el mundo sabe que esto ocurre. El protagonismo de uno
debe de estar siempre circunscrito a no pretender pasar por encima de los
demás, como dice José maría Escrivá, hay quienes no ven en los demás hermanos
en Cristo, sino escalones para subir.
Dentro de los grandes conjuntos de
organizaciones humanas, sean sociedades mercantiles grandes o pequeñas, en los
centros gubernamentales y no digamos ya en los partidos políticos, existen
siempre personas con un desmesurado afán de protagonismo, generalmente muy
superior a la valía del individuo que está dominado por el afán de
protagonismo. Las personas con afán de protagonismo, según su
inteligencia, actúan burdamente a cara descubierta, pero los hay mucho más
peligrosos, por actuar siempre sibilinamente. A estos últimos en general se les
denomina trepas, y los hay por todas partes.
La valía de la persona, su labor profesional, debería de ser
el único factor, para que una persona ascendiese a otro puesto de mayor
responsabilidad, pero desgraciadamente esto no siempre es así.
El nepotismo,
los trepas, y las personas a las que se les llama pelotas, ocupan
muchas veces unos puestos con unas funciones, que para ser correctamente
desarrolladas, se necesita otra persona con una mayor preparación.
Y esto desgraciadamente funciona así, muchas veces el que
decide, hace una postergación indebida de personas de valías reconocidas. Todo
esto es muy importante, porque el de arriba, unas veces sin darse cuenta y
otras sabiéndolo, hace un nombramiento por motivos políticos o de otra clase,
causando perjuicios a otras terceras personas. Y alguno puede pensar: Y esto
que tiene que ver con la vida espiritual de las personas. Pues tiene que ver y
mucho.
Ya en tiempos de los apóstoles Simón el mago, este quiso comprarle
a los apóstoles, los efectos de la imposición de manos: “9 Desde hacía un
tiempo, vivía en esa ciudad un hombre llamado Simón, el cual con sus artes
mágicas tenía deslumbrados a los samaritanos y pretendía ser un gran personaje.
Todos, desde el más pequeño al más grande, lo seguían y decían: «Este hombre
es la Fuerza de Dios, esa que es llamada Grande». Y lo seguían, porque desde
hacía tiempo los tenía seducidos con su magia.
Pero cuando creyeron
a Felipe, que les anunciaba la Buena Noticia del Reino de Dios y el nombre de
Jesucristo, todos, hombres y mujeres, se hicieron bautizar. Simón también creyó
y, una vez bautizado, no se separaba de Felipe. Al ver los signos y los grandes
prodigios que se realizaban, él no salía de su asombro.
Cuando los Apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que los
samaritanos habían recibido la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan.
Estos, al llegar, oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo.
Porque todavía no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente
estaban bautizados en el nombre del Señor Jesús.. Entonces les impusieron las
manos y recibieron el Espíritu Santo. Al ver que por la imposición de las manos
de los Apóstoles se confería el Espíritu Santo,
Simón les ofreció dinero
diciéndoles: «Les ruego que me den ese poder a mí también, para que aquel a
quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo”. (Hch 8,9-219).
Simón el mago lo que pretendía es que su afán de
protagonismos entre los samaritanos no de cayese, y en su materializada
mentalidad, pretendía, adquirir unos bienes totalmente espirituales, pagándolos
con bienes materiales, de aquí la indignación de Pedro: Pedro le contestó:
«Maldito sea tu dinero y tú mismo, Porque has creído que el don de Dios se
compra con dinero Tú no tendrás ninguna participación en ese poder, porque
tu corazón no es recto a los ojos de Dios. Arrepiéntete de tu maldad y ora al
Señor: quizá él te perdone este mal deseo de tu corazón, porque veo que estás sumido en la amargura de
la hiel y envuelto en los lazos de la iniquidad». Simón respondió: «Rueguen más
bien ustedes al Señor, para que no me suceda nada de lo que acabas de decir”. (Hch
8,20-24). Simonía es el término que se deriva de la pretensión de Simón
el mago y el DRAE, define la simonía, diciéndonos, que es la: “Compra o venta
deliberada de cosas espirituales, como los sacramentos y sacramentales, o
temporales inseparablemente anejas a las espirituales, como las prebendas y
beneficios eclesiásticos”.
Todos estos problemas que en términos generales se refieren
al afán de protagonismo, así por ejemplo si analizamos la conducta de Simón el
mago, vemos que lo que le movió a este fue un afán de protagonismo, la
conservación y en su caso el acrecimiento del protagonismo que tenía entre los
samaritanos. El afán de protagonismo, es siempre un vicio humano, y no es
posible justificar espiritualmente una conducta de esta naturaleza,
cualesquiera las razones que se pongan por delante, pues ya sabemos que: El fin
no justifica los medios. Y si el fin de que se trate es un vicio, menos
todavía.
Encuadro, el afán de protagonismo en la escala de vicios,
pues este nunca es un acto aislado, sino un vicioso hábito, que padecen muchas
personas, hasta en los más insignificantes gestos de su conducta. Decía un rabí
sefardí, que Dios nos había dado a nosotros, por un lado dos ojos y dos oídos y
por otro una sola lengua, para que mirásemos y oyésemos siempre el doble de lo
que hablamos, pero la incontinencia verbal es otro vicio del que la mayoría de
nosotros padecemos, incluso aquí muchas veces salta el afán de protagonismo,
pues son personas que les encanta presumir de estar bien enterados, todo lo
saben de buena tinta y nos demuestran que saben más que nosotros que somos los
sufridos oyentes. Decía el rabí sefardí, que son personas que tiene en la boca
un grillo que les dice: Dilo, dilo, dilo…
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