La palabra ilusión viene del latín illusio,
-ionis, que significa "engaño", del verbo illúdere que
quiere decir "burlarse de" y "jugar contra". De ahí que en
español, como en otros idiomas, tenga que ver con engaño, idea irreal o
distorsión de la percepción de los sentidos, que se hace patente en expresiones
como "ilusión óptica", "ser iluso", "de ilusión
también se vive" o "hacerse ilusiones", entre otras.
Sin embargo, también tiene un segundo significado, el más
popular y arraigado en la actualidad, y que se refiere a algo positivo,
favorable y optimista o a expectativas favorables depositadas en personas o
cosas. Así, algunos diccionarios también la definen como la ilusión que
implica alegría o felicidad que
se experimenta con la posesión, contemplación o esperanza de algo (María
Moliner) o esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo o viva
complacencia en una persona, cosa, tarea, etc. (Real Academia Española).
Según Lecina Fernández, psicóloga
clínica, "la ilusión significa una cosa distinta para cada individuo:
en el interior de cada uno ha germinado y crecido una idea de la ilusión
asociada a las ganas de vivir que motivan, a proyectos, o a la alegría, entre
otros. Por ello, la ilusión implica un conjunto y una sucesión de actos y
actitudes tales como: creer en los sueños; sentirse capaz para diseñarlos y
hacer real lo imaginado; emprender conductas para perseguirlos; mantener,
perseverar en comportamientos para conseguirlos; tener esperanza en lograrlos a
pesar de la incertidumbre y de las adversidades;
y, además, realizar todos estos pasos con ganas y alegría".
Así, pues, la ilusión invita a la acción, hace
referencia al tiempo presente y al futuro, habita en la imaginación y va ligada
a emociones,
sensaciones, pensamientos y actitudes positivas de las personas. Y, aunque
parece que tiene mucha semejanza con la motivación, no es lo mismo.
Esta
experta aclara que "cuando tenemos ilusión estamos motivados, pero no
siempre que estamos motivados tenemos ilusión". Pone como ejemplo que se
puede estar motivado por estudiar y aprobar una asignatura, pero no tener
ilusión por ella ni estar ilusionado por dedicar la profesión a ella.
Otros rasgos que las distinguen es que la motivación se
centra más en el presente, en el ahora,
mientras que la ilusión acompaña
para construir el futuro.
Para estar motivados hay que buscar un argumento, dar
explicaciones para suscitar interés para sentirse animado a hacer algo; para
estar ilusionados no hacen falta explicaciones, la propia ilusión conlleva
el ánimo, el deseo y el argumento. A la motivación le acompaña saber que se
obtendrá un premio al final; en la ilusión no se sabe si habrá recompensa, la
propia ilusión y el perseguirla es el premio, con independencia de si al final
se consigue lo propuesto.
Sobre la ilusión no se imparte formación en ningún
área escolar ni familiar ni
laboral ni de salud. Solo se cuenta con ese legado popular que mantiene viva la
llama de la ilusión y cada persona recoge un sentido o significado de la misma.
"Sí nacemos -unos más otros menos- con características personales afines a
ilusionarnos, como el entusiasmo,
el ánimo, la facilidad para soñar, diseñar proyectos, sensibilidad para
percibir, la razón y el análisis, etc. Y también, a medida que crecemos, la
aprendemos o nos la contagian", especifica Fernández.
"La ilusión forma parte de la vida, del comportamiento.
Y el comportamiento incluye conductas, pensamientos, sentimientos y actitudes.
Y si la ilusión es una actitud ante la vida, la psicología,
como ciencia del comportamiento humano, ha mostrado que se puede aprender,
cambiar y cultivar", puntualiza. "Los conceptos, valores y fortalezas
del ser humano se pueden cultivar y potenciar", añade esta experta.
La gran mayoría de las personas da a la ilusión un sentido
positivo, aunque cada uno tiene su propia definición y vivencia. Son sensaciones
positivas sobre sí mismo, sus ganas de vivir y su potencial en crear su futuro.
¿Quiere decir esto que las personas que no tienen ilusión, no tienen este tipo
de vivencias y sensaciones positivas sobre sí mismas en su presente y hacia su futuro?
La respuesta es complicada. Pero en realidad la ilusión
y la esperanza ayudan a vivir mejor. Para Fernández no es igual la vida con
ilusión que sin ella: "En ocasiones sirve para que la vida sea más
agradable y atractiva y, en otras, para que no sea tan fea, ayuda a vivir menos
mal".
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