Hacer el bien a nuestros semejantes es una de las singulares
oportunidades ofrecidas por la vida, y de nuestra actitud y posición adoptada
depende el efecto que tendrá en nosotros el gesto del o los beneficiarios.
Como máximo ejemplo de ofrecimiento desinteresado recordé el
de los padres con sus hijos, quienes lo dan todo por sus descendientes
sin esperar nada a cambio, solo les basta ver feliz, dichosos y encaminados a
sus sucesores.
Con estas ideas quiero aclarar que no apruebo la descortesía
y la ingratitud ante los detalles dirigidos hacia nosotros. Pero si esperamos
algo a cambio de un gesto caritativo, podemos sufrir por no recibirlo, por eso
hace años tengo como axioma: “Para el que nada espera, lo mucho o lo poco es
suficiente”.
Al realizar acciones desinteresadas de forma continuada y a
lo largo de nuestra existencia, aprendemos que cuando eres bueno para los
demás, eres mejor para ti mismo, y en ello radica la mayor retribución y
premio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario