Quizá el mito que mejor ilustre lo que es la resiliencia es
aquel del ave fénix, que
moría consumida por el fuego sólo para renacer una y otra vez de sus propias
cenizas y ascender al sol. La
resiliencia es la capacidad de las personas de recuperarse de un evento
traumático como una enfermedad o accidente, la muerte de un ser querido e
incluso experiencias más extremas como el abuso físico o psicológico. Los
mecanismos detrás de nuestra capacidad de sobreponernos a la adversidad y el
dolor han llamado la atención de los investigadores.
La cuestión fundamental sobre este tema es que no se
puede conocer la resistencia propia hasta que no se enfrentan
dificultades. El psicólogo Norman Garmezy realizó investigaciones al
respecto durante 40 años para la Universidad de Minnesota. Durante este
tiempo visitó escuelas de todo Estados Unidos, especialmente aquellas de
comunidades con un rezago económico. En ellas se reunía con el personal para
preguntarles si tenían algún niño con antecedentes conflictivos que en lugar de
volverse problemático fuera motivo de orgullo.
Su propósito era descubrir qué era lo que hacía a estos individuos
sobreponerse a sus circunstancias y desarrollarse exitosamente en la
vida. A
diferencia de otros que frente a las adversidades tenían problemas para
relacionarse y se volvían conflictivos o desarrollaban conductas agresivas y
auto-destructivas. Hay dos formas de dividir los factores de estrés: crónicos y
agudos. Los primeros pueden estar relacionados al abuso, padres con problemas
psicológicos, estar expuestos a un divorcio problemático. Los segundos podrían
estar relacionados a ser testigo de actos traumáticos o violentos como un
accidente.
El trabajo de Garmezy es de particular importancia
porque anteriormente las investigaciones se enfocaban en estudiar a los niños
“conflictivos” y no a los que lo estaban haciendo bien a pesar de todo.
Ya que la directriz de la investigación era buscar áreas vulnerables para
dilucidar qué hacía a la gente susceptible a malos resultados en su vida.
En lugar de buscar área as de oportunidad para construir fuerza.
Las
investigaciones de Garmezy permitieron dar a conocer los factores que protegen
a los residentes: aquellos relacionados con sus antecedentes, su personalidad.
Los factores son individuales, psicológicos y externos o ambientales.
También indican que lo que el punto clave entre
quienes superan un reto y los que se rinden frente a él radica en cómo conciben
su situación. La diferencia de
perspectiva es la siguiente: aquellos que ven en su situación una oportunidad
para crecer y salir adelante logran mejores resultados que quienes lo
conciben como una tragedia.
Básicamente
las creencias que tengamos con respecto a nuestras experiencias tienen un papel
definitivo en lo que pasará después.
El lado positivo es que se puede enseñar a las personas a
construir fortaleza. Las personas pueden aprender a regular
mejor sus emociones y descubrir cómo sus pensamientos afectan qué tan
vulnerables se sienten. Por otro lado,
los mismos mecanismos mentales que nos permiten ser resilientes también pueden
actuar a en nuestra contra. La
tendencia a rumiar los pensamientos, repasándolos una y otra vez y sintiendo
ira o tristeza cada vez que los recordamos puede incrementar nuestro estrés.
Tomar un detalle y obsesionarse con él es la receta perfecta para hacer que
este detalle se sienta como lo peor que nos pudo haber pasado en la vida.
Básicamente pensar en las dificultades como un reto
nos hace más flexibles y capaces de manejarlo, aprender y crecer. Mientras que
enfocarnos en la situación como una amenaza o tragedia puede hacerlo un
problema permanente que afecte los eventos posteriores de nuestra vida. En
palabras de Joseph Rain:
“La felicidad no es inherentemente libre de dificultad
o preocupación. Es un nivel de consciencia positiva y entendimiento que
exhibimos a todo lo largo del camino y frecuente a pesar de los muchos retos
que la vida nos otorga. En otras palabras, la felicidad es resiliencia”.
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