martes, 7 de mayo de 2019

La Sociedad Nos Complementa


La sociedad y el individuo son factores indisolubles que en cada momento de la vida cotidiana se entrelazan y se complementan. Así a su vez la sociedad es la extensión del individuo.

Analizar y discutir los diferentes aspectos de la sociedad, el individuo y su proceso de socialización.ž Entender los diferentes factores que influyen para crear un individuo apto para la sociedad.

Sociedad: es el conjunto de individuos que interaccionan entre sí y comparten ciertos rasgos culturales esenciales, cooperando para alcanzar metas comunes. Individuo: es un ser con raciocinio, pensamientos e ideas diferentes a los demás lo que lo hace ser único.

El proceso de socialización nace desde el comienzo de los días del hombre en la tierra, desde la niñez a la adultez formará parte importante de nuestro desarrollo en la sociedad. Avanza mediante el proceso evolutivo natural de cada individuo. Es el método en el cual un individuo es adaptado a las normas ya establecidas socialmente.

El proceso de socialización nace con la concepción hasta posteriormente con el nacimiento de cada ser humano. Las normas y valores ya adquiridos por sus progenitores son marcados y transferidos para aquel nuevo individuo. La socialización es el proceso más importante que realizaremos en nuestras vidas. Ya que muchas veces tendrá estrecha relación con el éxito de un individuo en la sociedad y en los roles que este realizará a lo largo de su vida.

Los agentes sociales son los que permiten la absorción de conocimientos y la adaptación al entorno social en el cual nos encontremos, estos a su vez se conocen como instituciones que formarán parte importante de nuestras vidas.

La familia y la escuela son las instituciones más importantes de un individuo. En esta primera instancia es en la cual se adquieren los primeros lazos afectivos, capacidades intelectuales y sociales.

La iglesia, amigos, asociaciones y medios de comunicación En los cuales el individuo forma parte activamente de la sociedad. Compartiendo con sus pares la adquisición de conocimiento de la realidad.

El trabajo es la etapa en la cual el individuo se reinserta en una sociedad. Con el trabajo de conseguir una interacción social adecuada.

El individuo se encuentra en una búsqueda constante de su propia identidad. En su rasgo personal y de una insignia propia que logre diferenciarlo de sus pares, en esta ocasión nos encontramos con el concepto de identidad socia Identidad social se puede diferenciar el estatus y el rol.

Para Durkheim los únicos fines que pueden ser morales son los interpersonales. En efecto, como fuera de los individuos solo existen sociedades, los fines morales son los que tienen por objeto una sociedad. “Sólo se es ser moral en la medida en que se es ser social”


El individuo está ligado permanentemente lo que espera la sociedad de este mismo. No obstante el individuo puede cumplir simultáneamente con uno o más roles tales como padre, hijo y trabajador. 

Inicia una vida en sociedad con metas y propósitos.

lunes, 6 de mayo de 2019

El Ser Mentecato


Mentecato es un adjetivo que refiere a alguien de escaso entendimiento o juicio. Un mentecato, por lo tanto, es una persona tonta, poco inteligente o privada de razón. Por ejemplo: “No puedes dejar las decisiones más importantes de la empresa en manos de un mentecato como 
, “Eres un mentecato que no entiende nada”, “Te has comportado como un mentecato”, “Si Enrique me vuelve a acusar de mentecato, me veré forzado a dejar el trabajo”.

La etimología de mentecato nos lleva a mentecapto, que procede de la yuxtaposición latina mente captus. Esto puede traducirse como “tomado de mente” o “privado de mente”, es decir, que tiene la mente capturada o presa y que, por esta causa, no puede utilizarla con normalidad.

La noción de mentecato, por lo tanto, puede asociarse a términos como tonto, necio, idiota, estúpido o memo. Se trata de un insulto o de, al menos, una palabra agresiva y despectiva. Su uso, además, está vinculado a la región geográfica ya que, en ciertos países, no es frecuente que alguien ataque a otra persona con este calificativo.

El concepto aparece en diversas obras literarias. Miguel de Cervantes escribió en "Don Quijote de la Mancha: “… y busco para mi propia gloria la senda más angosta y difícil. ¿Es eso, de tonto y mentecato?”. En otro fragmento del libro, el escritor español indica: “Tú eres loco, y si lo fueras a solas y dentro de las puertas de tu locura, fuera menos mal; pero tienes propiedad de volver locos y mentecatos a cuantos te tratan y comunican…”.

La elección de vocabulario que se destina al insulto es ciertamente muy interesante, ya que varía de acuerdo a la región geográfica, a la época histórica y a la edad de los emisores. El término mentecato no es muy usado en la actualidad, pero sí muy conocido por la mayoría de los hispanohablantes, y a menudo forma parte de frases con tono humorístico y sin intención de herir al interlocutor. Y esto ya demuestra otro aspecto curioso del insulto: una misma palabra puede causar dolor o alegría, según el contexto.
En países como Argentina, España e Italia, el insulto es parte fundamental de la cultura, especialmente del habla cotidiana; en otros lugares del mundo, sin embargo, la gente transcurre su día a día sin necesidad de esta porción tan particular del lenguaje. Retomando las curiosidades antes mencionadas, en la actualidad se utiliza el término «gay», por ejemplo, para agredir a otras personas verbalmente o para despreciar un producto, al mismo tiempo que sirve como sinónimo de homosexual.

Esto es motivo de un sinfín de discusiones y proyectos por modificar el habla para dejar de promover el odio a través del lenguaje; ¿cómo se explica que una palabra cuyo significado original fuera «feliz», «brillante» y «atractivo», haya pasado significar «homosexual» y, más tarde, «de mala calidad»? El poder de las palabras, evidentemente, existe únicamente en el uso que reciban; no tienen independencia del ser humano, sino que éste las controla a su gusto y puede convertirlas en armas letales.


Con respecto al término mentecato, nadie puede sentirse feliz de ser considerado lento, tonto, incapaz de resolver problemas comunes o de entender órdenes sencillas. Sin embargo, esto no parece importar a quienes lo utilizan con fines agresivos, como puede ocurrir si alguien acusa a otro de ser «el tonto de la clase» en público. Pero una vez más, en una frase tal como «ay, mira que eres tonto, eh…», no es común que exista odio ni desprecio, sino que se trata de una forma simpática de señalar un error ajeno.

Imprudencias


Una imprudencia es un acto irreflexivo o torpe que implica un cierto riesgo para el que lo comete o para otros. A la persona que actúa de esta manera se le llama imprudente. En español abundan los sinónimos de este adjetivo, como atrevido, irresponsable, insensato, negligente o descuidado.

En el ámbito del derecho existen distintas formas de entender la imprudencia
Dependiendo de las consecuencias de las acciones, las imprudencias pueden ser leves o graves. Si son graves, se les conoce como temerarias. Las leves no suelen acarrear ningún tipo de responsabilidad penal, pero las temerarias son consideradas como un delito y llevan implícitas una responsabilidad penal.

En la conducción de vehículos y en el campo de la salud
Quien lleva una bicicleta, un automóvil o una motocicleta puede hacerlo de manera responsable o bien de una forma imprudente. Ciertas formas de conducción son especialmente imprudentes, como conducir bajo los efectos del alcohol, no respetar las señales de tráfico o consultar el móvil mientras se conduce. Éstos y otros hábitos son muy arriesgados y en ocasiones tienen consecuencias fatales.

Para que no ocurran se adoptan dos tipos de medidas: multas y campañas de concienciación ciudadana. A pesar de ello, las conductas temerarias continúan produciéndose.

Un estilo de vida poco saludable es un claro ejemplo de comportamiento imprudente. Las personas que fuman en exceso, que no comen de manera equilibrada y que llevan una vida sedentaria están actuando contra su propia salud. Este tipo de hábitos tienen un componente potencialmente dañino y por este motivo se les considera imprudentes.

La prudencia está asociada a la reflexión y a la prevención
Antes de cualquier actuación con un riesgo potencial, es aconsejable tomar conciencia sobre las consecuencias de nuestros actos. Las personas prudentes piensan antes de actuar, valoran los pros y los contras e intentan minimizar los riesgos en sus actuaciones. La precipitación y la improvisación son los enemigos de la prudencia.

Por lo general, el imprudente tiene una falsa sensación de seguridad y cree que las desgracias le ocurren a los demás y no a él. En este sentido, el mejor antídoto contra la imprudencia es la prevención. En el mundo laboral se aplican protocolos estrictos para reducir los accidentes de trabajo y este tipo de estrategias son conocidas con la etiqueta de prevención de riesgos laborales.

La Verdad Sin Dueños

¿Por qué será que hay tantas personas que quieren tener razón en todo lo que piensan, lo que dicen, lo que siguen, lo que eligen? Sobre tu religión, tu partido político, tu ídolo, tu equipo de fútbol, tu opinión, lo que tú comes o tu forma de hacer cualquier cosa?

Basta un punto de vista diferente y todo se desmorona, hay una descompensación emocional general. Y se dicen personas cultas, civilizadas y espiritualizadas. Siempre que se esté de acuerdo con ellas.

Las diferencias incomodan a esas personas hasta el punto de exponer el desequilibrio en que viven. No es por las palabras por lo que se conoce a una persona, sino por sus actitudes.

Y cada vez más nos deparamos con la incoherencia y con la intolerancia social.
Todo lo que sucede en lo exterior sirve de gatillo para accionar en nosotros algo latente, que puede ser nuestro lado luz o nuestra sombra.

¿Cómo reaccionas tú frente a los estímulos externos? ¿Y con las personas que piensan de modo diferente al tuyo? ¿Cuál es tu lado más fuerte?

Un auto-análisis requiere coraje para mirarse a sí mismo y, más coraje todavía, para transformarse y hacer que este mundo cambie a mejor.

Corregir Nuestros Errores


«No hay vergüenza en estar equivocado, pero sí, si fallamos en corregir nuestros errores» 

A nadie le gusta equivocarse, y reconocerlo, nos cuesta. Hemos aprendido que equivocarnos nos hace menos valiosos. Sin embargo, los errores son parte de la vida y nos brindan la oportunidad de ser mejores aprendiendo de la experiencia y aceptando las consecuencias. Pedir perdón al cometer un error, es un ejercicio de responsabilidad y de generosidad. Reconocer nuestros errores habla de nuestra madurez como seres humanos. Y ciertamente, no es sencillo, hasta que lo disfrutas cuando lo pones en práctica, ya que es la mejor manera de aprender de la vida.  Y consiste en ejercitar la pronunciación de dos palabras: ¡Me equivoqué!

Queremos seguir teniendo la “razón”, el orgullo no permite que nos movamos de nuestra posición “privilegiada”, y allí nos enredamos y nos desgastamos intentando creer que no nos hemos equivocado, o que si lo hicimos, fue de una minúscula forma o quizás mirando a otro lado, o a otra personas…Pero… ¡Nos equivocamos! ¿Qué hay de malo en reconocerlo?

Todos alguna vez hemos elegido caminos que no han resultado como lo esperábamos. Suele ser difícil aceptar una equivocación, sin embargo es aún más embarazoso querer actuar como si nada pasara. Debemos sacarnos de la cabeza la absurda creencia de que un error es sinónimo de ser “inferior” o perder “credibilidad”. Las equivocaciones son humanas y por tanto no han de deshumanizarse.


Si nos equivocamos, nada hay de malo en reconocerlo y aceptar las consecuencias. Lo malo, es no corregirlo

Actitud Solidaria



“Un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.”

¿A qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de ser solidarios? Nos referimos a esa actitud, a esa disposición del ánimo, de la mente y del cuerpo a estar presentes y comprometidos con el otro en todas nuestras acciones.

Con mayor precisión, estar presentes y comprometidos con el otro significa acudir y tratar de solucionar las urgencias de nuestros semejantes, empoderándolos y capacitándolos para salir adelante frente a una situación desfavorable.

Exclusión e injusticia social: el empleo
Nos encontramos frente a una situación desfavorable cuando un cercano padece condiciones que reducen, estrechan y degradan sus derechos a vivir una vida digna; cuando no es posible para el prójimo o se le hace cuesta arriba alimentarse, educarse, gozar de salud, de posibilidades de empleo, de seguridad social, de trato igualitario, respetuoso y justo de su entorno social, a fin de cuentas, cuando carece de oportunidades de crecimiento a corto, mediano y largo plazo porque en vez de oportunidades sociales lo que recibe de su sociedad son exclusiones y discriminaciones sociales.

El padecimiento de la exclusión y de la discriminación social se vive como un sentimiento de grandísima injusticia social por parte de aquellos que sufren la negación de la sociedad en sus múltiples formas. Por poner un ejemplo, una de las negaciones sociales más repetidas a diario en Latinoamérica, extensivo a otras regiones del planeta,  tiene que ver con el empleo*. Esto es así porque se vive como una grandísima injusticia social que la remuneración que se obtiene del trabajo no permita alimentarse, educarse, tener salud y vivienda dignas, no obstante los esfuerzos y sacrificios realizados en capacitarse.

En esta dirección, imagínense, entonces, cuán grande se debe sentir la injusticia social cuando ni siquiera un empleo es posible porque toda la economía ha convertido en números la maquinaria social de oportunidades y se ha olvidado que son personas y familias enteras las que están detrás de las demandas laborales. Esto por poner un ejemplo en el campo de las oportunidades laborales y de las economías que no buscan el bienestar social y la inclusión social justa, favoreciendo a unos y negando a otros.

Así que los caminos sociales para reparar tal injusticia se logran sólo si la sociedad entera se solidariza con aquellos que padecen dichas situaciones de exclusión y discriminación social y busca por todos los medios –educativos, políticos y económicos- solucionar dicho padecimiento al generar las posibilidades de inclusión social que restituyan la dignidad de aquellos que padecen diariamente la negación de un sistema.


Valga resaltar que el ser solidarios no se trata ni de una regalía que le hacemos al otro ni de un favor que lo endeuda de por vida por el hecho de haber sido auxiliado. Es, más bien, restituirnos como sociedad la decencia social perdida a causa de las discriminaciones y exclusiones sociales que nos envuelven. 

Esto es así porque con nuestra acción solidaria ayudamos a revertir las injusticias sociales y  liberamos al otro de una realidad injusta que nos repercute a todos los miembros de la sociedad por igual.

Percepción Asimetrica


La llamada “ilusión de percepción asimétrica” (illusion of asymmetric insight) es un prejuicio cognitivo que explica por qué las personas perciben que su conocimiento de los otros rebasa el conocimiento que las otras personas tienen de sí mismas.

Cuando, por ejemplo, leemos un libro porque tenemos curiosidad intelectual o algo parecido, y vemos a alguien frente a nosotros que está leyendo el mismo libro, muchas veces pensamos que lo más seguro es que sólo lo esté leyendo porque la película está a punto de estrenarse. 

Ese tipo de pensamientos están bajo el influjo de esta “ilusión de percepción” que nos hace creer que las otras personas son transparentes y que podemos leerlos perfectamente. El prejuicio parece deberse a la convicción (que todos tenemos en distintos grados) de que los comportamientos observados son más reveladores de los otros, y que los pensamientos y sentimientos son más reveladores de nosotros mismos. El problema es que esta ilusión a menudo viene acompañada de juicios despreciativos, de pensar que nosotros tenemos siempre mejores intenciones, somos más inteligentes y hacemos las cosas mejor que los demás.

La gente, como sabemos, tiene habilidades mixtas. Una persona puede ser más inteligente que otra, pero es torpe. Otros sobresalen en su dedicación al trabajo duro, pero les falta inspiración. Pero a ti no. Tú eres bueno en todo… o al menos eso es lo que nos decimos a nosotros mismos, gracias a la ilusión de superioridad.

Un grupo de estudios, realizados por Pronin, Kruger, Stravitsky & Ross (2001), sugirieron que, debido a una especie de delirio general de grandeza, la gente tiende a pensar que conoce mucho mejor a una persona de lo que esa persona se conoce a sí misma y que todo lo que hacen lo hacen por una razón banal.

El estudio apunta a varias manifestaciones distintas de la ilusión de percepción asimétrica.

En el primer estudio, los investigadores encuestaron a algunas personas preguntándoles cómo se calificaban a sí mismas como conductores. Alrededor del 93% de las personas se consideraron a sí mismas como conductores “por encima del promedio”. Es imposible que el 93% de ellos sean conductores de primera, eso significaría que el 7% restante sean los peores choferes del mundo, y estén probablemente muertos ahora.

En otra encuesta se les preguntó a profesores de universidad qué tan buenos eran para desempeñar su trabajo. El 94% de ellos modestamente contestó: “por encima del promedio”.

Es verdad que no todos nosotros creemos que somos los mejores en nuestra disciplina, pero, sin importar qué hagamos, generalmente pensamos que somos un poco mejores en ello que la mayoría de la gente. Todo ello se debe a que vivimos en este ciclo particular de la “ilusión de percepción asimétrica”. 

No podemos admitir que somos descuidados o flojos, o que tenemos limitantes intelectuales para entender ciertas cosas. Sólo sabemos que eso es lo que le pasa a otras personas, y lo sabemos porque nuestras mentes son superiores. Pero como bien dice el término, es sólo una ilusión. 

Quizá al conceptualizar este tipo de comportamiento nada cambie, pero al menos podemos intentar recordar el síntoma para encontrar modestia en nuestros juicios, y recordar que cada uno de los otros tiene su propia ilusión de percepción asimétrica con nosotros.


El Ser Exigente


Mucha gente dice aquello de que es muy exigente, empieza consigo mismo y continúa con los demás. Defiende su actitud intransigente diciendo que lo que le exige  al resto de personas no es ni más ni menos que lo que se exige a sí mismo. Pero ser exigente no es positivo.

Está claro que serlo con los demás no nos lleva a nada bueno. No podemos pedirle más a alguien de lo que es capaz de dar, o de lo que está preparado para dar.

La exigencia desmesurada no lleva a otra cosa que a la infelicidad, en realidad lo que demuestra es que la persona que actúa así tiene algún problema de autoestima.

El problema de la exigencia es que se convierte en una insatisfacción permanente. No estamos nunca contentos ni con nosotros mismos ni siquiera con los demás. La búsqueda de la perfección es un problema grave contra el que tienes que empezar a trabajar hoy mismo.

Si sabes algo de emociones tóxicas te diré que la insatisfacción es una de ellas, la insatisfacción lleva a la infelicidad y  a buscarla en forma de persecución de la perfección, que, claro está nunca llega.

De modo que a no ser que logres la perfección en algo nunca podrás dar por satisfechos tus instintos. De todos modos lograr ser perfecto en algo no implica que en el resto de cosas lo seas por lo tanto la insatisfacción aumentará ya que te exigirás lo mismo a todos los niveles.

Otra cosa es que la perfección es un poco subjetiva. ¿Qué es perfecto? Puedes marcarte una serie de metas y objetivos pero cuando llegues a ellos querrás mejorarlos. La búsqueda de la perfección es un animal que nunca deja de tener hambre ni de avanzar.

No hay nada peor que un padre perfeccionista y exigente que haga sentir a sus hijos que nunca hacen nada a su gusto, que siempre pueden dar más. Y que cuando, por fin, hacen algo que roza la perfección, el padre les diga que no es otra cosa sino su obligación hacerlo así.

De un padre así saldrán hijos con problemas de inseguridad, insatisfacción o baja autoestima. Este tipo de educación solo puede llevar a hacer crecer la insatisfacción. Ser exigente no es positivo si lo eres en exceso y no sabes valorar el esfuerzo que hacen los demás, o tú mismo, para llegar a hacer lo que has hecho.

Para luchar contra la insatisfacción crónica, que es la que obtienes cuando eres una persona demasiado exigente, no te queda otra que quererte y respetarte tal como eres. Como decía esta insatisfacción lleva a muchos otros problemas.

Por un lado están los que son tan exigentes que no son capaces de avanzar, ni siquiera de empezar las cosas. Planifican tanto que se pierden en la planificación. Quieren empezar de forma perfecta para garantizar el éxito de su empresa pero lo malo es que planifican tanto que no empiezan nunca.

Cómo no, esto les produce insatisfacción, la de no poder conseguir el objetivo, la de no poder hacerlo bien o la de no ser capaz de empezar algo.

En lugar de aspirar a la perfección debes ser consciente de tus limitaciones, y por supuesto de la de los demás. Ya sabes, o deberías saber, que por mucho que te exijas a ti mismo no puedes hacer lo mismo con los demás. Si a ti te causa insatisfacción no cumplir con tus propias expectativas imagínate el estrés y la ansiedad que puedes llegar a producir en otra persona.

Por no hablar de los susceptibles que son las personas tan exigentes. No soportan críticas. No permiten que nadie les diga cómo hacer las cosas, aún y ser ellos los primeros que entran en exigencias desmesuradas con los demás.

Cuando una persona demasiado exigente es consciente de que ha fallado y de no llegar a sus propias metas u objetivos es cuando se siente mal, se castiga, se culpa y se machaca por dentro por no haber conseguido lo que se proponía
.
El miedo paraliza, y la exigencia es una forma más de disfrazar el miedo. Además las personas tan exigentes no son exigentes en un solo campo o aspecto de su vida, aspiran a la perfección total. No les vale con hacer algo bien, destacar en algo sino que lo que creen que tienen que hacer es simplemente ser perfectos en todo. Y eso no es posible. Nunca. En nadie.

Aceptarlo no es lo más complicado, lo más complicado es aceptar que no somos exigentes sino que en realidad tenemos un problema de autoestima. No nos queremos suficiente para aceptar que somos como somos. Y machacamos a los demás para justificar esta falta de amor propio y nuestra propia inseguridad
.
Como decía antes, un padre que no es capaz de querer o valorar a su hijo cuando se esfuerza por algo, es que en realidad no sabe cómo querer a los demás. No sabe quererse a sí mismo.

En lugar de aspirar a la perfección podemos aspirar a la excelencia. La gran diferencia radica en que la excelencia es algo con nosotros mismos, si nos esforzamos y lo hacemos mejor que el día anterior habremos mejorado. Eso ya es excelencia. Simplemente superación personal, poco a poco, sin presiones.

Es bueno querer ser mejor persona, aspirar a ser excelente en algo, pero no podemos ser perfectos y sobre todo lo que no podemos hacer es exigirle a los demás que lo sean. Si tienes hijos piensa que el refuerzo positivo es mucho mejor y más efectivo que el refuerzo negativo.


Busca la manera de criar personas seguras de si mismas que sean capaces de buscar soluciones a los problemas en lugar de encallarse cuando ven que algo no sale como estaba previsto. La creatividad está para eso, para pensar soluciones alternativas.

Las Mentiras Recurrentes

Una de las frases menos conocidas de Goebbels, el genio que logró engañar a la culta Alemania de entre guerras, dice que “la propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. 

Viendo el ambiente político, y el modo como los líderes de los diferentes partidos y algunos creadores de opinión presentan ciertos temas, uno puede acabar con la impresión de que, en varios asuntos, se está siguiendo a la perfección el guion del ministro de propaganda de Hitler.

Son las que llamo, en el título de esta nota, mentiras recurrentes: falsedades, o verdades presentadas parcialmente, que se repiten reiterativamente, abusando de la buena fe de las personas, en algunos casos, y en otros, simplemente de la ignorancia.

Para presentar esquemáticamente algunas de ellas, tengamos en mente que la verdad, como decía Tagore, es la única que puede liberar de sus grilletes a los hechos
.
Primera: el país iba bien y la llegada de la izquierda al poder lo descompuso. No es cierto: en gobiernos anteriores, por irresponsabilidad en el manejo de las finanzas públicas y medidas populistas, el fisco empezó a hacer aguas. Lo que sí es así, es que la llegada de la izquierda propició un ambiente de tensión por un discurso oficial anti empresa privada, que aceleró la falta de inversión y el declive económico.

Segunda: La Sala detiene los fondos que el estado necesita. Los magistrados no detienen nada, tienen declarado que  la forma en que se aprobó el préstamo por novecientos millones fue inconstitucional, porque se hizo en contra de los procedimientos que la Constitución establece. 

Tercera: La Sala es desestabilizadora. Sólo se puede desestabilizar lo que es estable. La manera en que se maneja el presupuesto por parte del gobierno, en los tres Poderes del Estado, hace que las finanzas públicas estén en una situación vacilante (por decir lo menos), y en ese manejo la Sala no tiene nada que ver. 

Cuarta: El Estado es quien debería controlar la economía para que existan programas sociales, los privados son voraces y actúan sólo en beneficio particular, en detrimento de la gente. Sin embargo, basta dar una mirada al mundo, con ojos desideologizados, para darse cuenta de que el exceso de protagonismo estatal, en sociedades políticamente manipulables, logra justamente el efecto contrario.

Quinta: La Fiscalía se presta a persecuciones políticas contra personas particulares. Una persecución es política cuando se persigue a alguien por sus ideas, si se  incoa un juicio civil o penal contra alguien con base en probables pruebas de culpabilidad no hay persecución política, sino, simplemente, cumplimiento por parte del fiscal de su trabajo. 

Sexta: El sistema de pensiones es un invento de los ricos para hacerse con el dinero de la gente. El dinero sigue siendo de los trabajadores, cuanto más gana la AFP al invertirlo más ganamos los que cotizamos.

Séptima: La Sala es un instrumento de la derecha. En primer lugar los magistrados fueron elegidos por la Asamblea con los votos de todos los diputados, no sólo con los de derecha. La Sala no incoa juicios de oficio, sólo responde a demandas ciudadanas. Y, por último, siempre ha actuado basándose en procedimientos estrictamente jurídicos a la hora de interpretar la Constitución: ordenamiento legal que no es ni de derecha, ni de izquierda. 


Podría seguirse… Sin embargo, la intención de esta nota es llamar la atención sobre el maltrato que en esos casos sufre la realidad de las cosas; pues, como declaraba Emerson: “la verdad es bella, pero las mentiras también lo son”, y corremos el riesgo de ser seducidos. 

Poner Límites


A veces no puedo con todo, a veces no alcanzo, no llego, no tengo bastantes manos, ojos y tiempo para todos y todo…. pero no pasa nada. En realidad no importa, porque saber dónde está mis límites y dónde terminan mis ganas es bueno y es saludable. Entender que yo también me necesito y que tengo derecho a decir «no puedo más» responde a la necesidad de no perder el aliento.

Puede parecer irónico, pero si hay un estado al que muchos hemos llegado es a «sentirnos cansados de estar cansados». Es una experiencia vital abrumadora, no hay duda, porque no solo quedamos cautivos de un cuerpo que se siente agotado, sino que además en nuestra mente se baten dos voces nerviosas que se gritan al unísono. La primera no hace más que repetir aquello de «no te pares ahora, tienes muchas cosas que hacer», mientras la otra, insiste en forma de letanía «pero si ya no doy más de mí».

«¿De qué está uno harto cuando no puede más? De la vida misma. Del aburrimiento. Del cansancio que se siente cuando uno se mira al espejo por la mañana».
-Henning Mankell-

En estas situaciones de no puedo con todo no sirve de nada cantar el «Let It Go» de Frozen, ni pintar mandalas, ni tomarnos una tarde libre, ni desconectar de todo durante unas horas imaginando que somos los únicos habitantes de la Tierra, que estamos solos y que nada ni nadie requiere nuestra atención inmediata. Son tiritas temporales ante una herida más profunda, anestésicos que en cortan al hemorragia… pero difícilmente cicatrizantes que curan o reparan.

Porque lo creamos o no, hay cansancios que reflejan problemas subyacentes, procesos de estrés y ansiedad muy debilitantes. Lugares en los que nos topamos con la árida imposibilidad de pensar con claridad, de aunar adecuadas estrategias para afrontar un estado de ánimo que puede apagar nuestra vitalidad y hacer que caigamos enfermos.

Para entender la complejidad de estas situaciones te pondremos un sencillo ejemplo en el que reflexionar. Carolina trabaja todos los días de 9 a 5 de la tarde. Cuando termina su jornada laboral se ocupa de su madre con Alzheimer. Todos los meses guarda una parte de su salario para poder pagarle un máster a su hermana pequeña, algo que su marido, actualmente desempleado, no sabe. Carolina quiere lo mejor para todos, desea atender bien a su madre, ofrecerle un buen futuro a su hermana y dar una imagen de normalidad ante su pareja.

El nivel de agotamiento físico y mental al que ha llegado de forma gradual nuestra protagonista es extremo. Hay días en que baraja otras opciones, quizá pagar a una persona para que le ayude con su madre, pero sabe que eso supondría no poder ahorrar para los estudios de su hermana.

Su cerebro busca alternativas y son los lóbulos frontales los que llevan a cabo esta afinada tarea de planificación, reflexión y análisis. Sin embargo, cuando no se hallan adecuadas salidas a los momentos más necesitados, entra en acción nuestro cerebro primitivo.

Es entonces cuando quedamos inmovilizados, cuando nuestra química cerebral cambia y la mente se convierte en un laberinto sin salida donde quedamos atrapados en el «haga lo que haga todo va a salir mal». El corazón se acelera, las hormonas pierden su equilibrio y el demonio del miedo nos domina.

Ese ciclón interno que todo lo arrasa sume a nuestra mente y a nuestro cuerpo en un estado tan intenso de sobre-activación, que el cansancio se instala en cada átomo, en cada fibra, en cada tendón y en cada parpadeo… Carolina en ese momento piensa en el no puedo con todo y eso la paraliza.

«Tengo tantas cosas que hacer que no sé por dónde empezar, pero si no empiezo ya, luego será peor». «Mi jefe me va echar si no termino esto». «Mis padres se van a decepcionar si no voy esta tarde»… Si pensamos en esta y otras frases que orlan nuestro lenguaje, nos daremos cuenta de que vivimos enraizados en la inflexión del eterno condicional: si no hago esto es posible que…
«La mente no tiene límites, pero el cansancio sí».
-Syd Barrett-

Vivir en base a suposiciones asociadas casi siempre a lo catastrófico agota la mente y aniquila el ánimo, así de simple. Asumir con firmeza que en esta vida no se puede con todo es un principio de salud, de higiene emocional, porque quien lo carga todo sobre su espalda tarde o temprano acaba sin fuerzas. Por ello, te proponemos que reflexiones por un momento en las siguientes dimensiones, estamos seguros de que te servirán de ayuda.

Aunque sea duro admitirlo, a veces, somos nosotros los que caemos en nuestra propia trampa. Decirnos aquello de que «podemos con todo» es un sesgo muy peligroso, un error que corregir de forma adecuada integrando esquemas de pensamientos más integrativos, más auto-respetuosos. Estos serían algunos de ellos:

Cada día cuando te levantes, recuerda esta sencilla frase: «estoy haciendo lo mejor que puedo en este momento dados los recursos de los que dispongo y el estado en el que me encuentro».

Evita esas trampas en las que a menudo caemos con nuestro lenguaje o pensamiento. En lugar de «no lo bastante bien, debo trabajar más duro para llegar a todos», sustitúyelo por «voy a dar lo mejor de mi cada día y en cada instante, pero sin descuidar mi propia persona».

Cuando te sientas agotado/a, cuando percibas que tu cuerpo no da más de sí… a pesar de haber descansado lo suficiente, analiza tus pensamientos. En ocasiones, lo que más desgasta es el propio desánimo, son los pensamientos rumiantes, el «no voy a llegar», el «haga lo que haga no sirve de nada».

Por último, y no menos importante, es esencial que cuides y atiendas tus ritmos circadianos y tus rutinas. Tener tiempos de descanso, disponer de unas horas del día para ti, no significa ni mucho menos que rindas menos o que le falles a alguien: es salud, es equilibrio y es bienestar.

Asimismo, tener la valentía de decir en voz alta que tienes límites, que no puedes más o que te niegas a asumir más responsabilidades, tampoco supondrá ninguna catástrofe, no se acabará el mundo, no caerán las estrellas del cielo, ni se marchitarán las flores…


Si lo pruebas, si te atreves a ponerlo en práctica descubrirás que no pasará NADA… Todos en algún momento hemos pensado en ese «no puedo con todo». Pero el no puedo con todo puede afrontarse poniendo límites saludables.

domingo, 5 de mayo de 2019

Metafísica Del Ser


La metafísica del Ser, en cualquiera de las formas en que se ha planteado en la historia, tiene el mismo error al  introducir una falsa realidad como si el acontecimiento llevara en sí algún tipo de obediencia. ¿Cuál es el ser de la justicia, de la forma, de la ley, de la idea, del fin? Los metafísicos separan artificialmente el acontecimiento entre lo que hace y hacia lo que se dirige la acción, 
obedeciendo a una dogmática metafísico-lógica sin necesidad del hecho en sí. 

De esta forma se han tratado de resolver los problemas de la humanidad, sin resultados, porque no es posible la existencia de una lógica que obedezca a una causa y a un efecto incuestionable, sino todo dependerá de entender la diversidad y lo múltiple que nos presenta el devenir y que sólo admite la mesura del pensamiento para buscar definiciones no dogmáticas.

Por medio de la metafísica se ha tratado de quitar valor a la realidad como devenir, al mundo sensible, sustituyéndolo por un mundo ideal o del Ser en forma mentirosa o inocente por falta de conocimiento, que no es posible en la física y en la filosofía del presente y del futuro, por no concordar con el paradigma del devenir como insurrección de los saberes, que se nos presenta en nuestras vivencias y en el conocimiento que ha logrado la humanidad. Dirá Nietzsche: “La historia del ser no es ni la historia del hombre y de una humanidad ni la historia de la referencia humana al ente y al ser. La historia del ser es el ser mismo y sólo eso”

Por lo tanto al ser, como ente en su totalidad o cosmos, sólo podremos concebirlo como afirmación de toda la creatividad que conlleva, en su inmensidad, la verdad en sí. Como devenir, una nueva organización de las ciencias, de la filosofía y una determinación de los valores del futuro.


La muerte de Dios en filosofía y en la ciencia llegará cuando no se tenga en cuenta al pluralismo o empirismo de la creación de todas las cosas, acabando con la existencia de un Dios único o Centro Ontológico cerrado. En el devenir no puede existir un acontecimiento, fenómeno, palabra y por lo tanto pensamiento cuyo sentido no sea plural o múltiple, que unifique las distintas ciencias para que caminen unidas por el sendero del devenir . 

Esta unión del conocimiento, filosófica, científica, amará al destino como devenir o amor fati, como la realidad verdaderamente activa, imbuida de conceptos activos capaces de ser mesurados por el poder del pensamiento.

Crear Tus Caminos


Con mucha frecuencia escucho a personas decir lo siguiente: «Tengo que conseguir encontrar mi camino»… Tal vez tú mismo hayas formulado o pensado en este mismo comentario. Y da la sensación de que se trata de un enfoque en el que tenemos que salir a buscar algo que está perdido con el fin de encontrarlo.

El problema que tiene este planteamiento es precisamente ese: presupone que algo está perdido, y cuando algo se pierde, siempre existen posibilidades de no volver a encontrarlo nunca.

La solución a este dilema es bien sencilla. Un enfoque mucho más efectivo es pensar que nuestro camino no tenemos que encontrarlo, sino simplemente ir creándolo día a día. Desde este planteamiento se abren ante nosotros infinitas posibilidades ya que cada instante de nuestra vida es una nueva oportunidad de comenzar a crear la vida de nuestros sueños. Sin importar todo lo que haya sucedido en tu pasado, si sigues respirando, tienes la oportunidad de un nuevo comienzo.

Por descontado, ninguno de nosotros podemos volver hacia atrás y crear un nuevo comienzo, pero lo que desde luego si podemos hacer es empezar a construir a partir de hoy una nueva vida, para terminar creando un nuevo final.

El futuro no es un lugar al que nos dirigimos, es un lugar que estamos construyendo constantemente.
Entusiásmate ante esa maravillosa posibilidad de CREAR tu propio camino a partir de este instante. 

Un camino que puedes ir construyendo como tu decidas que sea. Día a día. Sumando pequeños esfuerzos y dirigiendo tu enfoque en la dirección que hayas determinado… Y entonces te darás cuenta de que no necesitas «encontrar tu camino». Es mucho mejor CREARLO en sintonía con tus verdaderas aspiraciones y anhelos.

Te garantizo que este simple cambio de enfoque supondrá un punto de inflexión tremendamente positivo en tu vida.

Comienza ahora mismo a crear un camino extraordinario.


Crear Nuevas Rutas

Ahora es el regalo. La posibilidad para hacer y deshacer, para lanzarte a lo misterioso, hacia lo nuevo, de ampliar tu refugio. Ahora es cuando puedes experimentar, ahora es cuando puedes darte cuenta de que todo aquello que no controlas te puede sorprender, porque cuando nada es seguro, todo es posible, ¿nos lanzamos?

¿Será cuestión de la edad? Nos hacen pensar que experimentar es cosa de jóvenes, el probar, que cuando te haces mayor entras en rutinas y obligaciones y es cada vez más difícil. Pero, ¿sabes qué? Nunca vas a ser más joven de lo que eres hoy, nuca volverás al día ni al segundo ni a la situación en la que estás ahora, así que date un capricho, sal de tu zona segura y disfruta de como tus capacidades se desperezan.

¿Qué puede pasar si sale mal? Puede que salga mal, la posibilidad existe, pero al menos la duda no te perseguirá. No cargues con el lastre del “y si…”, no limites tu mundo a aquellas zonas en las que no existe la probabilidad. Si lo haces, te estarás negando a ti mismo la oportunidad de crecer.

No dejes que sea demasiado tarde y tengas que arrepentirte, ahora es el momento, ahora es el día para salir de lo seguro y explorar lo posible, de abrir la mente a nuevas experiencias, de probar eso que tanto deseaste y sigues queriendo hacer. Hoy es ese día, ¿a qué estás esperando?

La magia de lo inesperado, la fe en que todo es posible

No hay nada más mágico que un beso que no esperas, que unas palabras que te sorprenden, que un gesto que te pilla desprevenido. Un primer día de estreno, un primer día en tu trabajo o en la escuela, la primera vez que viste a alguien especial. Una de las razones por las que miramos a la infancia con nostalgia es porque fue la época de las primeras veces, porque entonces nos despertábamos con la idea de que todo es posible.

¿Por qué no seguir escribiendo nuevos principios? ¿Por qué hemos anestesiado nuestra curiosidad? ¿Realmente podemos perder tanto si vamos un poco más allá? ¿Por qué no probamos a cambiar la rutina? Quizás lo hayamos pensado, pensado en dejar para después, para cuando… los hijos se marchen de casa, nos hagan fijos en el trabajo, nos jubilemos. Pero ¿quién nos asegura este tiempo? La conciencia de finitud, más que darnos miedo, suena en este sentido como un despertador.

La vida o no, después de… es incógnita. Lo seguro, a cambio, es que ahora nuestro corazón late.

“Me doy cuenta de que si fuera estable, estático y prudente, viviría en la muerte. Por consiguiente, acepto la incertidumbre, la confusión, el miedo y los altibajos emocionales, porque ése es el precio que estoy dispuesto a pagar por una vida fluida, perpleja y excitante”.
-Carl Rogers-

El tiempo no da tregua

Seguimos viviendo para después, rellenando maletas para los «por si acaso», desconfiando de nosotros para lidiar con las dificultades futuras o imaginando catástrofes improbables. Es hora de dejar de transitar por los días con el piloto automático, con las prisas pegadas al cogote.

La magia de lanzarnos a lo desconocido viene precedida por el ahora, por el ver lo que tenemos delante y lanzarnos, venciendo nuestros miedos y nuestras rutinas, haciendo que el ocio y la diversión, los planes inesperados y sorprendentes formen parte de nuestro día a día, de nuestra vida.

Deja que fluya tu imaginación, sal de tus límites asfixiantes, aspira a mejorar cada día, a dar lo mejor de ti. Rétate a aprender algo nuevo cada día que pasa, a rodearte de gente diferente, a descubrir otras culturas. Crea nuevas rutas en tu camino, prueba comidas, sáltate de vez en cuando las reglas y si lo haces, te sentirás vivo, te sentirás más tú que nunca, descubrirás que todo es posible tras lo seguro. ¿A qué esperas?

Creencias


Etimológicamente, la palabra fe viene del vocablo latino fides, que no tiene connotación religiosa alguna y está vinculado a la raíz indoeuropea bheidh, que remite a la noción de confianza y persuasión.

La creencia se confunde a menudo con la fe, ambas asociadas erróneamente a algo fundamentalmente religioso. Hacer la distinción nos conduce a una mayor comprensión de nuestra forma de funcionamiento.

Las creencias tranquilizan
Todo nuestro recorrido terrestre está jalonado de tantas creencias personales como populares.

Pasamos nuestra vida condicionándonos a través de creencias, con el único objetivo de tranquilizarnos. La creencia está íntimamente ligada a la mente, la cual necesita afirmarse en su incesante actividad. Y cuando una creencia es adoptada por una población entera, se asimila a una verdad absoluta, adquirida. Pero en el fondo de cada uno, el germen de la duda subsiste y corroe el edificio, que termina tarde o temprano por hundirse, cual castillo de naipes. Así funciona nuestra sociedad, que se complace en evolucionar en el mundo virtual de las creencias.

La lista es larga
Pero la creencia no tiene nada de auténtico: es dogmática. Es el fruto de las civilizaciones y de nuestra mente, que por temor, intenta apaciguarse adhiriéndose a todos los principios que puedan tranquilizarla: «No tendré éxito en la vida si no estudio», «El sufrimiento es un paso obligado», «No tengo derecho a ser feliz», «No lo merezco», «Nunca lo conseguiré», «Si no duermo ocho horas cada noche, estaré cansado»…

Dado que cada creencia está acompañada de su cortejo de temores, las encadenamos sin fin para paliar los anteriores. Podríamos llenar páginas enteras, y añadir más a la lista, cada día. No es difícil comprender que tantas limitaciones y condicionamientos saboteen toda esperanza de felicidad.

La cabeza cree, el corazón sabe

Y, dominados de tal forma por nuestra mente, olvidamos al vecino de abajo: ¡nuestro corazón! Este no puede creer en nada, solo puede vivir lo que le habita. Cuando crees, no estás nunca en tu corazón. Creer en Dios no nos conecta con nuestro corazón, sino solo con nuestros miedos y nuestras dudas. Creer es puramente cerebral.

Solo podemos creer en algo inseguro, puesto que cuando estamos seguros, ya no creemos: sabemos. Yo no digo: «Creo que respiro», sino «Sé que respiro». Nadie podrá hacernos dudar nunca acerca de este punto. Y ahí, ya no es cuestión de creencia, sino de fe.

La fe
La fe se vive en el corazón, y no está en absoluto ligada a la mente. La fe, aun cuando esté frecuentemente asociada con la religión, no es por supuesto exclusivamente religiosa. La fe dormita en cada uno de nosotros, y puede expresarse en registros específicos de nuestras vidas, si le ofrecemos la posibilidad. La fe emana del corazón. Cuando la fe nos anima, el miedo ya no existe. Es muy simple. La fe nace del interior, es una fuerza, una certeza profunda que nos habita, sin que nadie, nunca, haya tenido que inculcárnosla. La fe está ahí, desde nuestro nacimiento, e incluso, sin duda, desde hace mucho más tiempo. No la heredamos de nadie, es intemporal. Pero no estamos acostumbrados a concederle un espacio en nuestras vidas, puesto que, desde nuestra más tierna infancia, hemos sido programados para buscar toda la verdad fuera de nosotros. La sociedad y las religiones han ahogado la fe para imponer sus creencias.

Las creencias no ayudan en nada
¿Piensas que las creencias religiosas ayudan realmente a la gente a morir? Por haberlo vivido en múltiples ocasiones, mientras acompañaba a personas al final de sus vidas, puedo afirmar que no es mayoritariamente el caso. Sin ánimo de generalizar, las personas creyentes tienen muy a menudo dificultades para dejar la vida terrestre, ya que sus creencias religiosas culpabilizantes solo son cerebrales y condicionadas por el miedo heredado de la educación religiosa. 

He visto morir a personas muy practicantes, por no decir beatas, sumergidos en la terrible y angustiosa duda de si habrán sufrido lo suficientemente como para merecer un lugar en el paraíso.

Las creencias terminan irremediablemente por atraparnos, y acaban volviéndose contra nosotros. Una persona que naturalmente tenga fe en una vida que no empieza en el nacimiento ni termina en lo que denominamos muerte, puede aproximarse al pasaje y experimentarlo con serenidad.

Fe y religiones
La verdadera fe es peligrosa para las iglesias, ya que les despoja de todo poder sobre sus fieles. Las religiones han formateado a Dios y querrían dictar su fe al mundo. Pero la forma impuesta solo puede dar paso a las creencias. La fe, en cambio, se modela en el interior, y no depende de ninguna forma externa, de ningún dogma. A la gente solo se le puede enseñar lo que ya tiene en su corazón. 

Es un poco como si intentaran enseñarte el amor, que surge siempre de improvisto y bajo una forma personal e inesperada. La palabra fe es esencialmente incompatible con la palabra religión. Con toda evidencia, no se puede despertar la fe con la ayuda de un manual de instrucciones.

Cuando siembras una semilla, ¿le impones unas directivas para dictarle la forma en que habrá de crecer? ¿Le dices: «Quiero que crezcas muy rápido desde febrero, y que luego florezcas en agosto con multitud de flores amarillas, con cinco centímetros de diámetro, para alcanzar, a través de la tierra, el paraíso de las flores en octubre«? Parece ridículo, ¿verdad? Y sin embargo es lo que practican los dirigentes religiosos cuando imponen su forma estricta, exclusiva y protocolaria. En lugar de sembrar la semilla en ti, te imponen su resultado final con todo detalle, lo que no puede sino alimentar una mente sedienta de creencias.


Cuando decides transformar tu casa, empiezas por vaciarla completamente. Para que la semilla de la fe pueda realmente germinar, hay que empezar, lo primero, por olvidarse de todo, para hacer tabla rasa de las creencias religiosas inculcadas, para hacer el vacío, y así crear un espacio en el mantillo de tu corazón. La semilla puede entonces, por sí misma, tomar asiento y crecer, de forma natural, sin que tengas que modelarla con dogmas o creencias. Y una mañana, sentirás que desbordas algo nuevo, sagrado, eterno y desconocido hasta entonces. 

Entonces, tal vez descubras que, curiosamente, esa cosa resuena con lo que vivieron Jesús, Buda o Mahoma, a su manera y en su época. Toda necesidad de apego a una etiqueta religiosa habrá entonces desaparecido, ya que la fe no puede ser limitada o encarcelada por el dogmatismo religioso.

Revisar Las Convicciones


¿Qué son nuestras convicciones? Según algunos criterios terminologicos, la definición más ajustada es:

Seguridad que tiene una persona de la verdad o certeza de lo que piensa o siente.

¿De verdad estamos hoy en día seguros de algo? ¿Tenemos la certeza absoluta sobre alguna cosa? ¿O más bien tenemos la sensación o sentimiento de que esa certeza es correcta?

En una Conferencia sobre Mindfulness que dio Javier Carril, nos interpelo sobre nuestras convicciones y su cuestionamiento. Sin duda hay convicciones que no nos cuestionamos y posiblemente por eso funcionamos en “Piloto automático”. Lo que es claro es que reaccionamos en nuestra vida según nuestras convicciones.

¿Qué pasaría si de vez en cuando nos las cuestionáramos?. Eso sí, sin perder la esencia.

En las experiencias negativas, como el dolor, solemos huir de esas sensaciones, y nos perdemos una parte importante de la experiencia: El aprendizaje.

Si nos pasáramos a reflexionar por un momento lo afortunados que somos, el montón de cosas por lo que debemos ser agradecidos y fuéramos conscientes de nuestra situación privilegiada, aceptaríamos las cosas tal y como vienen, y lo más importante nos aceptaríamos a nosotros mismos.

Esa seguridad e infalibilidad que nos hace colocarnos por encima del bien y el mal, genera, en muchas de las ocasiones, conflicto, desencuentro y rencor entre los seres humanos.

Son la defensa de nuestras “intocables” convicciones, las que nos vuelven tercos en nuestras acciones y necios en nuestras palabras, provocando un alejamiento de las personas, por el mero hecho de defender unas convicciones
.
¿Has probado en poner en entredicho tus convicciones?. Es un ejercicio depurador y muy estimulante para poder avanzar en el desarrollo de la persona, alcanzando motivos para poder creerte “mortal” y con poca certeza sobre lo que piensas, sientes o vives.

Una convicción importante mía fue derribada hace ya un tiempo. Mi frase era “a mí no me va a suceder eso”, hasta que me sucedió. Juzgamos libremente desde nuestra humanidad y nuestra falta de perspectiva, debido a que no hemos vivido la situación o porque nos creemos como poseedores de la verdad.

Por eso, de cuando en cuando, es bueno hacer una introspección y ver si nuestras convicciones son correctas. Cualquier Convicción que nos situé en una posición donde perjudicamos a otro ser humano, debería ser revisada. Todo aquello que genere desunión y conflicto, debe por lo menos ser motivo de reflexión.

La revisión de convicciones me ha llevado inevitablemente al Cambio, y por ello puedo afirmar que no soy la misma persona que hace unos años, unos meses o unos días. Por lo menos así lo siento y lo creo, y estoy convencido.


Y tu ¿revisas tus convicciones?

Cuando Compartimos


Es imposible imaginar la cantidad de  información de “última hora” que podemos llegar a procesar diariamente. Con Twitter, los updates de Facebook., actualizaciones por correo electrónico, RSS…. Compartimos mucha información. Normalmente todos los que compartimos realizamos varios roles a la vez: emitir, remitir y compartir,  Mashing up, recibir , redistribuir, crear , combinar y recrear.

Después  de la lectura la psicología de Compartir, ¿Por qué la gente comparte contenido online?  pude  comprender las principales motivaciones detrás del acto de compartir. Casi el 75% de las personas del estudio indican  que el acto de compartir como  acto de “gestión de la información”  que  les permite procesar la información de forma más profunda, a fondo y  de forma más cuidada , lo que indica que el intercambio de información cuando comparten , les ayuda a hacer mejor el trabajo.
Según Seth Godin fundador de Squidoo, en su post  “I spread your idea because…“, relata algunas claves interesantes por las que compartimos algo en la web. Las principales que llaman más mi atención son:

Compartir esta idea me hace sentir generoso, desinteresado.
La idea me interesa y quiero tomar parte activa en que triunfe, en que se extienda
Estoy indignado y quiero que otros se sumen a mi indignación
Alguien que conozco o con quien me siento implicado me lo pide directamente
Puedo usarlo para unir a diferentes personas y construir comunidad
Economías de escala, tu servicio – que yo ya utilizo – funcionará mejor para mí si mucha gente lo usa
Tu idea me permite expresar algo que yo tengo dificultad para expresar o explicar directamente
Me permite ayudar a alguien que me importa o interesa
Me gusta lo que haces y es mi manera de pagarte por ello
Pero lo que me interesa principalmente entender los fundamentos reales que gobiernan ese comportamiento de compartir en el ámbito profesional. 

¿Qué hace que las personas estén dispuestas a compartir sus conocimientos con los demás? Debido a que nuestro conocimiento está estrechamente ligado a nuestra identidad, ya que es muy importante para cada uno de nosotros que nuestros compañeros nos vean como conocedor y experto.  Una de las principales formas en que demostramos esa identidad a nuestros compañeros, es compartir nuestros conocimientos con ellos. Sin embargo, compartir el conocimiento es peligroso, ya que la otra persona puede hacer un comentario hiriente sobre él o indicar que no vale la pena  seguir escuchando.  

Y el conocimiento compartido requiere tiempo, porque para responder realmente a lo que la otra persona pregunta, debemos emplear tiempo para entender el problema y explicarlo con la suficiente profundidad.

En el blog de Nancy Dixon , revela que uno de los estudios más interesantes en el intercambio de conocimiento fue realizado por  Constant, Kiesler and Sproull. Uno de sus descubrimientos fue que los empleados diferenciaban  dos tipos de intercambio de conocimientos. Un tipo  de personas estaba compartiendo productos, por ejemplo programas de ordenador, y un segundo tipo , compartían el conocimiento que los empleados habían aprendido de su propia experiencia, por ejemplo, cómo llegar a un cierto cuello de botella en el sistema, o cómo lidiar con un error particularmente difícil en un programa. Este segundo tipo de conocimiento que ellos consideran como parte de su identidad, una gran parte de lo que les permitía ser buenos profesionales.

Cuando compartían el  segundo tipo de  conocimiento, el  experiencial, obtenían un beneficio personal de hacerlo. El beneficio personal, no era el dinero o la promesa de un ascenso, sino que el principal motor para el intercambio de conocimiento experimental es el respeto y el reconocimiento de sus pares. El reconocimiento significa más para nosotros cuando se trata de aquellos que realmente conocen el tema, que saben lo que están hablando.

Esto nos lleva a la segunda razón de  la gente  para compartir su conocimiento, las relaciones.  La forma en que un profesional puede saber cómo alguien va a tratar el bien precioso de su conocimiento es conocer a esa persona lo suficientemente bien, es decir establecer relaciones de confianza.  Las relaciones pueden ser construidas a través de conversaciones informales, la lectura de lo que otro ha escrito, trabajando juntos en un equipo, o ver los comentarios en una comunidad on-line.
Por lo tanto , resumiendo el  intercambio de conocimientos y la relación van intensamente ligados, e interactúan mutuamente. 

Y tal y como indicó Ismael Peña-López en uno de mis últimos post, es importante visualizar los beneficios estrictamente individuales que el participante obtendrá de trabajar colaborando con los demás. Es decir, qué incentivos tengo yo para trabajar con otros. Además del menor esfuerzo y la posibilidad de llegar más lejos, hay dos condiciones añadidas: simetría de expectativas y asimetría de conocimientos
.

Por una parte, yo necesito saber que habrá una simetría en el compromiso y, sobre todo, en el nivel, en la calidad de la aportación de los demás respecto a mí mismo. Si yo sé mucho de un tema, o estoy muy implicado, quiero que los demás tengan una trayectoria similar. Si no, más que trabajar con, tengo la sensación de estar trabajando para alguien. 

Por otra parte, debe haber una asimetría de  áreas de conocimientos, aquí es donde la hibridación es clave, donde lo aportado por diferentes miembros del equipo no sea lo mismo. Si no es así, estamos haciendo que personas que podrían perfectamente trabajar solas acaben trabajando juntas para llegar al mismo resultado, con el contratiempo de añadir los costes de coordinación que requiere un trabajo en equipo y que aquí no se compensan con los beneficios.

Querer Saber


Los humanos estamos equipados con un sistema interno de recompensa que nos premia cuando comprendemos algo. Es ese momento de placer que sentimos al entender un chiste, al resolver un problema matemático, al ensamblar un rompecabezas; es la razón de que nos apasionen las narraciones, las historias con sorpresa, los cuentos de terror. A lo largo de nuestra evolución se han reproducido más aquellos de nosotros que disfrutaban conectando causas con consecuencias, 

resolviendo problemas teóricos o prácticos o buscando nuevos métodos para hacer las cosas; en nuestro cerebro la innovación es recompensada con el mismo tipo de premio biológico con el que se recompensa comer o practicar el sexo. Como demuestran nuestras galerías de juegos, nuestras bibliotecas y nuestras colecciones cinematográficas somos sobre todo monos curiosos, y lo somos porque estamos hechos así; porque descubrir nos proporciona placer interior.

De esta realidad pueden sacarse dos conclusiones interesantes y valiosas para comprendernos mejor a nosotros mismos y para juzgar de modo más eficaz el papel de la ciencia en nuestra vida social. Por una parte la curiosidad sistemática sobre el funcionamiento del cosmos que nos rodea es algo profunda, quinta esencialmente humano; tanto que se podría considerar que menos investigación y menos conocimiento son una afrenta básica a la esencia misma de nuestra Humanidad. 

Las sociedades que recortan en esto no sólo están perjudicando sus propios intereses económicos y estratégicos a largo plazo, sino que también están deteriorando el espíritu de sus ciudadanos. No es sólo mal negocio: es mala gestión política y un deterioro del alma de la nación.

Quizá más interesante sea el papel del conocimiento en la satisfacción interna de cada uno como justificación para dedicar el tiempo y el esfuerzo necesarios. Es un tópico afirmar que cuando nuestra vida se acaba no podemos llevarnos con nosotros el dinero, ni las fincas, ni los títulos, ni los oropeles; que las riquezas materiales e incluso sociales jamás han conseguido garantizar la permanencia de ningún ser humano. Reyes, faraones, Incas y Emperadores murieron y desaparecieron por muchos monumentos, pirámides o imperios que construyeran sin que sus esfuerzos les proporcionaran ni un sólo día más de vida; a menudo lo contrario. El éxito económico y social no ser puede acarrear al más allá; tan sólo disfrutar en el acá, y a menudo con limitaciones y contraindicaciones.

El conocimiento tampoco se puede transportar allende la muerte, pero en cambio produce un bienestar real y patente gracias a los vericuetos de nuestra evolución; algo palpable y real. Saber más no sólo es vivir mejor en el sentido material, sino en el espiritual, dado que nuestra estructura básica interna nos recompensa por conocer. Dedicarse a aumentar el saber humano puede ofrecer el mismo tipo de recompensas sociales que otras actividades, pero además incluye de fábrica un sentimiento de satisfacción interior que estamos biológicamente determinados a sentir. 

También, es necesario decirlo, una cierta y exquisita forma de frustración que proviene de la ausencia de explicaciones cuando algo no se comprende, cuando la conexión entre efectos y causas no es clara, cuando el experimento o el instrumental fallan o se revelan insuficientes. La contraparte del placer de conocer es la frustración de fracasar en el conocimiento, y cualquier científico en activo debe familiarizarse en profundidad con esa sensación porque la sentirá a menudo a lo largo de su carrera.


Pero si tiene suerte también sentirá el inenarrable placer del descubrimiento, aunque sea menor; el súbito destello de comprensión, la repentina confirmación de teorías y años de trabajo, ese momento glorioso en el que se convierte en la primera persona de la historia en entender un poco más, en empujar un poco más allá el límite del conocimiento humano.

Puede que esto venga acompañado de honores, premios y proyectos, o puede que sea arrinconado, olvidado, considerado secundario; tal vez incluso falseado. Aunque una cosa es real: la verdadera razón por la que se practica ciencia es la caza de esa elusiva sensación. Porque los premios, los proyectos y los honores no pueden competir con esa satisfacción interior: la verdadera razón del querer saber.

Discutir Para Comprender


No hay duda que la única vía para la paz y el reencuentro es la comunicación. 

Hay que hablarlo. Aun así, no hace falta hacerlo en ese mismo instante en el que surge la discusión o el desencuentro, ni tampoco habría que esperar tres días.

Una vez pasada la tormenta, deberíamos escucharnos a nosotros mismos, reflexionar sobre lo que ha pasado. Si la discusión se nos ha ido de las manos, hay que analizar el por qué. Es necesario que seamos conscientes de cual es la parte que ponemos nosotros para que haya sucedido aquello. Los dos tenemos nuestra parte de responsabilidad y cada uno debe aceptar la suya.

Hecho esto, podemos encontrarnos con el otro y hablarlo, pero siempre desde uno mismo. No debemos culpar al otro sino que cada uno debe hablar de su parte, de lo que siente, de lo que piensa sobre lo sucedido y de lo que cree que hay que modificar.


Siempre desde el respeto y el amor, ya que si cuando discutimos faltamos al respeto al otro o le decimos cosas que no le queríamos decir,  tendremos pocas posibilidades de hacer crecer la relación de una manera sana.