Mucha gente dice
aquello de que es muy exigente, empieza consigo mismo y continúa con los demás.
Defiende su actitud intransigente diciendo que lo que le exige al resto
de personas no es ni más ni menos que lo que se exige a sí mismo. Pero ser exigente
no es positivo.
Está claro que
serlo con los demás no nos lleva a nada bueno. No podemos pedirle más a alguien
de lo que es capaz de dar, o de lo que está preparado para dar.
La exigencia
desmesurada no lleva a otra cosa que a la infelicidad, en realidad lo que
demuestra es que la persona que actúa así tiene algún problema de autoestima.
El problema de la
exigencia es que se convierte en una insatisfacción permanente. No estamos
nunca contentos ni con nosotros mismos ni siquiera con los demás. La búsqueda
de la perfección es un problema grave contra el que tienes que empezar a
trabajar hoy mismo.
Si sabes algo de
emociones tóxicas te diré que la insatisfacción es una de ellas, la
insatisfacción lleva a la infelicidad y a buscarla en forma de
persecución de la perfección, que, claro está nunca llega.
De modo que a no
ser que logres la perfección en algo nunca podrás dar por satisfechos tus
instintos. De todos modos lograr ser perfecto en algo no implica que en el
resto de cosas lo seas por lo tanto la insatisfacción aumentará ya que te
exigirás lo mismo a todos los niveles.
Otra cosa es que la
perfección es un poco subjetiva. ¿Qué es perfecto? Puedes marcarte una serie de
metas y objetivos pero cuando llegues a ellos querrás mejorarlos. La búsqueda
de la perfección es un animal que nunca deja de tener hambre ni de avanzar.
No hay nada peor
que un padre perfeccionista y exigente que haga sentir a sus hijos que nunca
hacen nada a su gusto, que siempre pueden dar más. Y que cuando, por fin, hacen
algo que roza la perfección, el padre les diga que no es otra cosa sino su
obligación hacerlo así.
De un padre así
saldrán hijos con problemas de inseguridad, insatisfacción o baja autoestima.
Este tipo de educación solo puede llevar a hacer crecer la insatisfacción. Ser
exigente no es positivo si lo eres en exceso y no sabes valorar el esfuerzo que
hacen los demás, o tú mismo, para llegar a hacer lo que has hecho.
Para luchar contra
la insatisfacción crónica, que es la que obtienes cuando eres una persona
demasiado exigente, no te queda otra que quererte y respetarte tal como eres.
Como decía esta insatisfacción lleva a muchos otros problemas.
Por un lado están
los que son tan exigentes que no son capaces de avanzar, ni siquiera de empezar
las cosas. Planifican tanto que se pierden en la planificación. Quieren empezar
de forma perfecta para garantizar el éxito de su empresa pero lo malo es que
planifican tanto que no empiezan nunca.
Cómo no, esto les
produce insatisfacción, la de no poder conseguir el objetivo, la de no poder
hacerlo bien o la de no ser capaz de empezar algo.
En lugar de aspirar
a la perfección debes ser consciente de tus limitaciones, y por supuesto de la
de los demás. Ya sabes, o deberías saber, que por mucho que te exijas a ti
mismo no puedes hacer lo mismo con los demás. Si a ti te causa insatisfacción
no cumplir con tus propias expectativas imagínate el estrés y la ansiedad que
puedes llegar a producir en otra persona.
Por no hablar de
los susceptibles que son las personas tan exigentes. No soportan críticas. No
permiten que nadie les diga cómo hacer las cosas, aún y ser ellos los primeros
que entran en exigencias desmesuradas con los demás.
Cuando una persona
demasiado exigente es consciente de que ha fallado y de no llegar a sus propias
metas u objetivos es cuando se siente mal, se castiga, se culpa y se machaca
por dentro por no haber conseguido lo que se proponía
.
El miedo paraliza,
y la exigencia es una forma más de disfrazar el miedo. Además las personas tan
exigentes no son exigentes en un solo campo o aspecto de su vida, aspiran a la
perfección total. No les vale con hacer algo bien, destacar en algo sino que lo
que creen que tienen que hacer es simplemente ser perfectos en todo. Y eso no
es posible. Nunca. En nadie.
Aceptarlo no es lo
más complicado, lo más complicado es aceptar que no somos exigentes sino que en
realidad tenemos un problema de autoestima. No nos queremos suficiente para
aceptar que somos como somos. Y machacamos a los demás para justificar esta
falta de amor propio y nuestra propia inseguridad
.
Como decía antes,
un padre que no es capaz de querer o valorar a su hijo cuando se esfuerza por
algo, es que en realidad no sabe cómo querer a los demás. No sabe quererse a sí
mismo.
En lugar de aspirar
a la perfección podemos aspirar a la excelencia. La gran diferencia radica en
que la excelencia es algo con nosotros mismos, si nos esforzamos y lo hacemos
mejor que el día anterior habremos mejorado. Eso ya es excelencia. Simplemente
superación personal, poco a poco, sin presiones.
Es bueno querer ser
mejor persona, aspirar a ser excelente en algo, pero no podemos ser perfectos y
sobre todo lo que no podemos hacer es exigirle a los demás que lo sean. Si
tienes hijos piensa que el refuerzo positivo es mucho mejor y más efectivo que
el refuerzo negativo.
Busca la manera de
criar personas seguras de si mismas que sean capaces de buscar soluciones a los
problemas en lugar de encallarse cuando ven que algo no sale como estaba
previsto. La creatividad está para eso, para pensar soluciones alternativas.
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