«No hay
vergüenza en estar equivocado, pero sí, si fallamos en corregir
nuestros errores»
A nadie le gusta
equivocarse, y reconocerlo, nos cuesta. Hemos aprendido que equivocarnos nos
hace menos valiosos. Sin embargo, los errores son parte de la vida y nos
brindan la oportunidad de ser mejores aprendiendo de la experiencia y aceptando
las consecuencias. Pedir perdón al cometer un error, es un ejercicio de
responsabilidad y de generosidad. Reconocer nuestros errores habla de nuestra
madurez como seres humanos. Y ciertamente, no es sencillo, hasta que lo
disfrutas cuando lo pones en práctica, ya que es la mejor manera de aprender de
la vida. Y consiste en ejercitar la pronunciación de dos palabras: ¡Me
equivoqué!
Queremos seguir
teniendo la “razón”, el orgullo no permite que nos movamos de nuestra posición
“privilegiada”, y allí nos enredamos y nos desgastamos intentando creer que no
nos hemos equivocado, o que si lo hicimos, fue de una minúscula forma o quizás
mirando a otro lado, o a otra personas…Pero… ¡Nos equivocamos! ¿Qué hay de malo
en reconocerlo?
Todos alguna vez
hemos elegido caminos que no han resultado como lo esperábamos. Suele ser
difícil aceptar una equivocación, sin embargo es aún más embarazoso querer
actuar como si nada pasara. Debemos sacarnos de la cabeza la absurda creencia
de que un error es sinónimo de ser “inferior” o perder “credibilidad”. Las
equivocaciones son humanas y por tanto no han de deshumanizarse.
Si nos equivocamos,
nada hay de malo en reconocerlo y aceptar las consecuencias. Lo malo, es no
corregirlo
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