Mentecato es
un adjetivo que refiere a alguien de escaso
entendimiento o juicio.
Un mentecato, por lo tanto, es una persona
tonta, poco inteligente o privada de razón. Por ejemplo: “No puedes
dejar las decisiones más importantes de la empresa en manos de un mentecato
como
”, “Eres un
mentecato que no entiende nada”, “Te has
comportado como un mentecato”, “Si Enrique
me vuelve a acusar de mentecato, me veré forzado a dejar el trabajo”.
La etimología de mentecato nos lleva a mentecapto,
que procede de la yuxtaposición latina mente captus.
Esto puede traducirse como “tomado de
mente” o “privado de
mente”, es decir, que tiene la mente capturada o presa y que,
por esta causa, no puede utilizarla con normalidad.
La noción de mentecato, por lo tanto, puede asociarse a
términos como tonto, necio, idiota, estúpido o memo.
Se trata de un insulto o de, al menos, una palabra agresiva y despectiva. Su
uso, además, está vinculado a la región geográfica ya que, en ciertos países,
no es frecuente que alguien ataque a otra persona con este calificativo.
El concepto aparece en diversas obras literarias. Miguel de
Cervantes escribió
en "Don Quijote
de la Mancha: “… y busco
para mi propia gloria la senda más angosta y difícil. ¿Es eso, de tonto y
mentecato?”. En otro fragmento del libro, el escritor español
indica: “Tú eres
loco, y si lo fueras a solas y dentro de las puertas de tu locura, fuera menos
mal; pero tienes propiedad de volver locos y mentecatos
a cuantos te tratan y comunican…”.
La elección de vocabulario que se destina al insulto es
ciertamente muy interesante, ya que varía de acuerdo a la región geográfica, a
la época histórica y a la edad de los emisores. El término mentecato no es muy
usado en la actualidad, pero sí muy conocido por la mayoría de los
hispanohablantes, y a menudo forma parte de frases con tono humorístico y sin
intención de herir al interlocutor. Y esto ya demuestra otro aspecto curioso
del insulto: una misma palabra
puede causar dolor o alegría, según el contexto.
En países como Argentina, España e Italia, el insulto es
parte fundamental de la cultura, especialmente
del habla cotidiana; en otros lugares del mundo, sin embargo, la gente
transcurre su día a día sin necesidad de esta porción tan particular del
lenguaje. Retomando las curiosidades antes mencionadas, en la actualidad se
utiliza el término «gay», por ejemplo, para agredir a otras personas
verbalmente o para despreciar un producto, al mismo tiempo que sirve como
sinónimo de homosexual.
Esto es motivo de un sinfín de discusiones y proyectos por
modificar el habla para dejar de promover el odio a través del lenguaje; ¿cómo
se explica que una palabra cuyo significado original fuera «feliz», «brillante»
y «atractivo», haya pasado significar «homosexual» y, más tarde, «de mala
calidad»? El poder de las palabras,
evidentemente, existe únicamente en el uso que reciban; no tienen independencia
del ser humano, sino que éste las controla a su gusto y puede convertirlas en
armas letales.
Con respecto al término mentecato, nadie puede sentirse
feliz de ser considerado lento, tonto, incapaz de resolver problemas comunes o
de entender órdenes sencillas. Sin embargo, esto no parece importar a quienes
lo utilizan con fines agresivos, como puede ocurrir si alguien acusa a otro de
ser «el tonto de la clase» en público. Pero una vez más, en una frase tal como
«ay, mira que eres tonto, eh…», no es común que exista odio ni desprecio, sino que se
trata de una forma simpática de señalar un error ajeno.
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