Cuando las cosas no
son como esperamos, o hay deseos o expectativas que no se cumplen, nos visita
la frustración, junto con otras emociones como el enojo y la tristeza. A veces
se nos cortan las alas. Y si observamos la vida, hay un continuo de
frustraciones que vamos transitando, y son esas pérdidas inevitables. ¿Nos
preparan nuestras familias, la escuela, la televisión, la sociedad para
sobrellevar de manera saludable las frustraciones de la vida? Claro que no.
Porque todo está
orientado para que “ganemos”, para tener “éxitos”, para estar “pum” para
arriba, porque si no seremos parte de los “perdedores”, los “fracasados”, los
que quedan al margen, “marginados”.
¿Por qué nadie nos
enseña a perder? ¿Por qué no nos enseñan a equivocarnos? ¿Por qué siempre hay
que subirse al tren de lo que se supone que es “normal”?
Nunca encontré un
curso que diga: “Aprenda a perder y a retirarse a tiempo”, temática que aborda
el psicólogo Walter Riso.
Intuyo que lo que
pasa es que nos preparan para la lucha, para dejar todo en la cancha, para
guerrear hasta las últimas consecuencias, para la exigencia, perfeccionismo. Y
así estamos, con índices asombrosos de ansiedad, estrés, y para
contrarrestar esa hiperactividad, sea acude a una gran ingesta de ansiolíticos,
comida, consumismo, alcohol y todo lo que calme o anestesie, ahhh!!! y después
tomar algo para que te levante al otro día.
Esta vida acelerada
no nos da tiempo a la reflexión, los tiempos se extralimitan, se llega más allá
de los límites, sin tener en cuenta las consecuencias para nuestras emociones,
nuestro cuerpo, nuestras relaciones que se deterioran.
En una sociedad así en
donde el límite es vivido como frustración, esta última es vista como negativa,
y no podemos ver su parte funcional y esencial. La frustración aparece cuando
nos encontramos ante un límite. Y los límites pareciera que coartan nuestra
libertad, como si libertad sería “tener todo”, “lograr todo” y que nada quede
afuera.
Dice el escritor
Irving Yalom: “El hecho de que “las elecciones excluyen” es el motivo oculto
por el cual tantas personas quedan paralizadas cuando llega el momento de tomar
una decisión. Cada "sí” conlleva un "no”, y cada elección en un
aspecto significa que debe haber una renuncia en otro. Muchos de nosotros nos
negamos a entender que los límites, la reducción y la pérdida forman parte
indisoluble de la existencia.”
Y así, vivimos
juzgando las cosas como buenas o malas, sin darnos cuenta que nos atamos a esas
concepciones que pueden ser relativas a la situación que estamos viviendo; y
que algo que aparentemente es “muy bueno” quizás no lo sea tanto; y algo que
consideramos detestable (como la mentira), puede llegar a ser necesario como
parte de un proceso, (no como un fin en sí mismo).
No percibimos que
nuestra manera de estar en el mundo, depende totalmente de nuestra forma de
pensarnos a nosotros mismos y de pensar cómo funciona la vida. Vivimos sin
cuestionar nuestra vida cotidiana, tememos que nos rechacen, pasar hambre,
perder el trabajo, que nadie nos quiera, ser un fracasado, que nos critiquen, y
sin darnos cuenta permitimos que muchas de nuestras conductas sean moldeadas
por el miedo.
Y demasiadas veces estamos en batallas que no son nuestras. De
hecho, por mi parte he dejado de ver la vida como una lucha, porque eso agota y
te mantiene a la defensiva, prefiero frenar mi lucha interna y estar entero
para vivir la vida como una aventura.
Aprender a perder
es saber soltar cuando todo nos dice que ese no es nuestro camino. Como dice
Joan Garriga: “Saber ganar sin perderse a uno mismo y saber perder ganándose a
unos mismo”.
Perder significa
soltar, dejar de oponer resistencia cuando todo nos indica que nos estamos
agotando, que es en vano seguir luchando contra algo que nos insume gran
cantidad de energía, nos frustra de continuo, nos desgasta, nos deja impotente
o intuimos que lo que queremos lograr es más una cuestión de “orgullo-ego” (o
quizás capricho) que algo posible, racional y realmente bueno para nosotros.
Y es todo un
desafío soltar, el dolor y la tristeza no estarán ausentes, …se nos van parte,
como dice mi amiga María Alejandra Suárez: “Cuando elegimos a veces desandamos
caminos, y se nos van partes, soltamos, debemos inevitablemente soltar lo que
creíamos que estaba bien, aunque sea algo sólo de uno mismo. Nos desarmamos,
nos desgarramos, pero podemos optar por ver cómo salir de las oscuridades más
profundas.”
Y cuando aprendemos
a perder, y nos aventuramos a hacerlo, andamos más sueltos, nos sentimos
liviano, ya no tenemos que mantener todo bajo control (que nos agota tanto),
descargamos la mochila, y así podemos mirar al futuro desde un lugar diferente,
sin la tenaza de las exigencias (ni hacia los demás, ni hacía sí mismo),
disminuimos las expectativa en todo, nos relacionamos más con lo presente que
con lo ausente (lo imaginado).
Si aceptamos con
amor lo que verdaderamente queremos, es posible que perderemos ideas fundantes
que ya no nos sirven, personas importantes que hay que dejarlas ir, proyectos
ansiados, trabajos que ya tuvieron su tiempo, cosas materiales, pero nunca
perderemos nuestra dignidad como persona, al contrario, la reforzaremos, porque
cada pérdida nos da sabiduría y nos prepara para que podamos disfrutar
plenamente y sin culpa “cuando nos vaya bien”.
Cuando nos
atrevemos a perder, le estamos abriendo la puerta a millones de posibilidades
inimaginables.
Saber perder, es también, saber decir Sí a la vida, y volver a
volar!