Se entiende por bienestar al
conjunto de factores que una persona necesita
para gozar de buena calidad de vida. Estos
factores llevan al sujeto a gozar de una existencia tranquila y en un estado de
satisfacción.
El bienestar social, por lo
tanto, incluye aquellas cosas que inciden de manera positiva en la calidad de
vida: un empleo digno, recursos económicos para satisfacer las necesidades,
vivienda, acceso a la educación y a la salud, tiempo para el ocio, etc. Pese a
que la noción de bienestar es subjetiva (aquello que es bueno para una persona
puede no serlo para otra), el bienestar social está asociado a factores económicos objetivos.
Por ejemplo: en un país donde
una familia tipo (cuatro integrantes) necesita 200 dólares mensuales para
satisfacer sus necesidades básicas, todas las familias que suman ingresos
menores a esa cifra no pueden gozar de bienestar social. Es probable, por lo
tanto, que los integrantes de una familia que gana 100 dólares al mes sufran de
problemas alimenticios y tengan un menor expectativa de vida.
Sin embargo, detrás de estas cifras estipuladas como las
mínimas para alcanzar un nivel de vida sano,
existe una serie de preconceptos que obligan a la gente a pensar que no se
puede subsistir si no se cumplen ciertos requisitos; por ejemplo, se dice que
no es posible crecer y desarrollarse correctamente sin consumir productos
lácteos, generalmente provenientes de las vacas, dado que son una fuente de
calcio irreemplazable; esto no es cierto en absoluto.
Por lo tanto, esa cifra esconde una
lista de objetivos que
deben ser alcanzados para vivir bien y, como en toda generalización, no se
toman en cuenta las necesidades individuales o especiales, sino que se engloba
a todo ser humano que habite en una determinada región y se los considera un
ente único. La pregunta que surge, entonces, es: ¿puede una familia de cuatro
personas vivir bien con menos dinero del
considerado mínimo por el gobierno de su país? Es probable, aunque eso también
depende de la cantidad de la que se esté hablando y de la situación económica
del lugar en cuestión.
Así como en el bienestar personal, la sociedad debería
ahondar en sus necesidades, considerar sus posibilidades y cuestionar la
validez del sistema; a través de esta búsqueda,
es probable que una situación de crisis generalizada que no provoca otra cosa
que malestar y angustia en gran parte de la población se convierta en el punto
de partida de un cambio de mentalidad, para dejar atrás los estándares
asfixiantes en pos de una flexibilidad que permita vivir bien haciendo uso de
los medios actuales.
El Estado debe
encargarse de promover el bienestar social entre todos sus ciudadanos. Para
esto es menester que se tomen medidas políticas que corrijan las inequidades
propias del mercado capitalista. La redistribución de la renta y el desarrollo
de servicios sociales libres y gratuitos para todas las personas son
condiciones necesarias para alcanzar el bienestar social.
La posibilidad de extender el bienestar social a todas las
capas sociales implica la existencia de riqueza (para
solventar los gastos estatales); por lo tanto, cada gobierno también
debe encargarse de asegurar la generación de riquezas.
Pero no debe entenderse el concepto de gobierno como un
grupo de personas sin conexión con el pueblo y con la obligación de solucionar
todos los problemas de un país; es a través de la implicación de los individuos
en las campañas que buscan mejorar la calidad de vida de los ciudadanos que se
obtienen los cambios más
significativos.
Si cada persona con problemas económicos se detuviera a pensar
en su propia situación y buscara posibles soluciones, dejando a un lado la
estructura preestablecida, es probable que más del 50% descubriera que sus
problemas no son reales.