viernes, 16 de noviembre de 2018

Acuerdos De Convivencia


La escuela, como institución educativa, es una formación social en dos sentidos: está formada a partir de la sociedad y a la vez expresa a la sociedad. Lo que se habla en cada escuela, es el lenguaje particular de la sociedad. Por tal motivo, no es ajena a la profunda crisis socio política en la que estamos inmersos y que como ciudadanos nos afecta.

En este contexto, la escuela en general, está seriamente cuestionada porque no responde a las demandas, no prepara para este nuevo orden, no asegura mejoras. No obstante esto, y aún con estas fallas y carencias, es la institución social que sigue nucleando a un significativo número de niños, adolescentes y jóvenes. Por ser una institución pública, está sometida y padece los efectos producidos por la crisis social que la atraviesa, e incide tanto en la singularidad de cada uno de los actores como también en el colectivo institucional que conforman, y se pone de manifiesto en problemáticas concretas y observables: el miedo a un futuro incierto, el temor a estar cada vez peor, la vivencia de desolación, el debilitamiento de vínculos de solidaridad y amistad, la pérdida de relaciones institucionales, de grupos sociales de pertenencia y referencia; en realidad se trata de una progresiva pérdida del sentido de la vida. Estas pérdidas son carencias que afectan, limitan y someten a los niños, adolescentes y jóvenes, como sujetos de derecho en su condición y dignidad humana.

Siendo conscientes de esta realidad adversa, que se impone a nuestros alumnos, especialmente a aquellos con más limitaciones que posibilidades, con más carencias que logros, es fundamental que el tiempo que transcurren en la escuela durante su niñez y adolescencia, sea considerado por ellos, como un tiempo y un espacio valorizado, un tiempo de crecimiento, de creatividad, que favorezca la construcción de su subjetividad. Para ello la escuela debe generar, facilitar y promover tiempos y espacios para que pueda circular la palabra y no los silencios, el diálogo y la discusión y no la sumisión y acatamiento, el análisis y la reflexión sobre las acciones impulsivas y las actuaciones violentas.


La función socializadora de la escuela se manifiesta en las interrelaciones cotidianas, en las actividades habituales; también se hacen explícitas en las charlas espontáneas o en discusiones y diálogos planificados para reflexionar sobre esas interrelaciones, para reconocer los acuerdos, las diferencias, las formas de alcanzar el consenso, de aceptar el disenso. Sólo de esta manera se aprende a convivir mejor. 

Una escuela que intenta responder a su cometido de ser formadora de ciudadanas y ciudadanos, comprometidos crítica y activamente con su época y mundo, permite el aprendizaje y la práctica de valores democráticos: la promoción de la solidaridad, la paz, la justicia, la responsabilidad individual y social. Estos se traducen en las acciones cotidianas que transcurren en el aula, en la actitud comprensiva y educadora de los adultos que son los responsables de la formación de las jóvenes generaciones, por eso, el desafío de toda institución educativa es convertirse en propulsora de procesos de democratización y participación. 

Sin lugar a dudas si la escuela puede hacer esto - de hecho muchas de las escuelas lo hacen y lo hacen bien - está dando respuesta a una de las demandas más requeridas por la sociedad.

jueves, 15 de noviembre de 2018

Trabajar Para Vivir O Para Consumir


El consumo parece ser la categoría predominante de nuestros tiempos: a los humanos nos encanta dividirnos por nacionalidades, géneros, raza o preferencias de todo tipo, pero nada segrega más en la práctica que la capacidad de consumo. No nos referimos solamente a la adquisición de todo lo necesario para sobrevivir, desde comida hasta vestido y alojamiento, sino a la subdivisión infinita de esas necesidades en opciones de consumo hiperpersonalizadas.

El hombre más rico del mundo, Carlos Slim, incluso se ha manifestado a favor de que la semana laboral sea de 3 días, y aunque los avances en materia de robótica y cibernética todavía no nos entregan un futuro donde el trabajo sea un placer más que un engranaje del sistema, en el presente, el trabajo de muchas personas ni siquiera les alcanza para cubrir esas “necesidades básicas”, mientras que otras se estresan más allá de toda racionalidad por participar en la vida del consumo.

¿Pero qué ocurre si nuestras necesidades “básicas” no pasan por adquirir los nuevos gadgets de la temporada sino por hacernos de tiempo libre para el ocio y la contemplación? ¿Qué sucede cuando lo “básico” para nosotros es aire y agua limpios, convivencia familiar, tiempo para organizar nuestra biblioteca o nuestra colección de libros o estampillas? ¿Por qué trabajamos, a pesar de que el estrés asociado al trabajo es nocivo para la salud? Escapar del consumo en masa no es cosa fácil, pero es posible hacernos una pregunta pertinente: ¿trabajamos para ganarnos la vida o para ganar el derecho a consumir?

Mohit Satyanand dejó de trabajar en una oficina hace unos años luego de visitar un paradisíaco lugar en las montañas de la India, donde decidió quedarse con su esposa para criar a su hijo durante sus primeros años. Comenzó a trabajar remotamente y, aunque pronto se dio cuenta de que ganaba una fracción de lo que le pagaban en su trabajo regular según sus años de experiencia, se sentía agradecido porque su calidad de vida estaba tasada según términos relevantes para él.

Satyanand no pasa por alto algunas de las desventajas: su auto es una antigüedad, y concede que el aislamiento extremo de la civilización no es para todos, pero renunciar al consumo masivo le dio una sensación de independencia y autonomía imposible de definir.

Probablemente la mayor lección que podríamos extraer de ese caso es lo que dice cuando le preguntan cómo hizo para poder tener esa vida: según Satyanand, la clave es no pedir permiso. No va a llegar nadie a darte la libertad para vivir tu vida en tus propios términos, pero sin duda llegarán muchos a decirte cómo debes vivirla según los de ellos. El mercado es parte de esa fuerza que pretende que todos vivamos pendientes de la moda y el consumo simplemente para mantener dicho mercado con vida. (Queda pendiente explorar el potencial político del consumo dirigido: ¿qué pasaría si la gente se comportara como ciudadanos y utilizara su poder de consumo para pedir sistemáticamente mejoras en las condiciones de vida de quienes producen lo que ellos consumen, que muchas veces viven en condiciones de esclavitud? ¿Qué pasaría si penalizamos a las marcas o productos que dañan el medio ambiente y que no dan buenas condiciones laborales a su personal, en favor de otras que sí?).

Sin duda dejar de trabajar no es una opción para muchos de nosotros, pero aunque siempre existan las famosas “cuentas por pagar”, hay que preguntarnos de vez en cuando qué haríamos si no tuviéramos el trabajo que tenemos. Simplemente por el hecho de tener acceso a Internet (y estar leyendo esta página, por ejemplo) seguramente vives en un mundo que millones de personas considerarían privilegiado, incluso “excéntrico”; podemos pensar que para un pescador en Guerrero o un minero en Sierra Leona, comprar el último videojuego/la última camioneta/el último smartphone/beber cafés saborizados/asistir al cine/etc., son ocupaciones superficiales e incluso excéntricas, y (también en el orden de la suposición) experimentan la alienación laboral de otra manera.

Si bien no es posible desentenderse por entero del trabajo (al menos no sin asumir ciertos riesgos, como estas personas que no sólo se alejaron del trabajo sino de la sociedad en su conjunto), trabajar únicamente por la opción de participar en la cultura del consumo suena bastante tonto. Pero si participar en dicha cultura es una respuesta válida para ti, seguramente existen razones igualmente válidas para asumir la alienación capitalista con alegría (pero ignoramos dichas razones).

En otras palabras, ¿buscas el trabajo de tus sueños o la vida de tus sueños? ¿Una y otra son enteramente compatibles?

Orfandad


Una familia está compuesta básicamente por un papá, mamá, e hijos, y de acuerdo a la diversidad de culturas puede variar, sumándose los abuelos, tíos, primos y una mayor cantidad de personas que forman parte del círculo familiar, pero no podemos negar algo real dentro de la sociedad: la orfandad.

La orfandad es un estado en el que un hijo o una hija es sometido(a) involuntariamente a carecer de padre o madre por circunstancias médicas, económicas, sentimentales, donde la ausencia de uno o ambos pilares del hogar tiene consecuencias visibles en todo el mundo.

El estado de orfandad hace que varios niños vivan el peligro de ser víctimas del tráfico de órganos, violencia sexual, adicciones, consumo o tráfico de drogas. Los hogares que acogen a los infantes son un refugio temporal ante el clima adverso de violencia de la sociedad y las calles, en algunos casos ayudan a que los niños adquieran confianza a partir del cariño que les brindan los educadores con los que cuentan los centros; en otros, ocurre todo lo contrario.


Esta situación genera incertidumbre personal a un niño o niña huérfano o en situación de calle, ¿Qué alcanzar?, ¿Qué soñar?, ¿Qué pensar? Gracias a Dios, algunos de  los infantes que atraviesan esta situación pueden superar la depresión con la ayuda de otras personas, pero otros viven albergando sentimientos negativos creyendo que no existe esperanza para el futuro.

La Salud Mental


La enfermedad mental no es como una infección. No se puede esperar que tomando una pastilla desaparezca. Nuestros cerebros son complejos y la salud mental abarca desde la ansiedad y los trastornos del estado de ánimo que tienen un efecto grave y tangible en sus emociones y la motivación, a los trastornos psicóticos como la esquizofrenia que afectan a las percepciones o sentidos con delirios y alucinaciones. Los enigmas que envuelven a estas enfermedades provocan un importante número de creencias falsas que hacen mucho más difícil la recuperación. Desmontamos algunos de los mitos que todo el mundo debe conocer ya sea víctima de una enfermedad mental o no.

“Los problemas de salud mental son para siempre”
Son numerosas las personas que cuando mencionan las enfermedades mentales aseguran que nunca se curan. Creen que es una forma de reducir las expectativas que tiene el paciente porque rara veces hay una cura en el sentido tradicional y estricto de la palabra y al mismo tiempo creen que así ayudan a otras personas a entender la lucha que se ha de atravesar cuando se sufre una enfermedad mental. El problema está que a menudo se interpreta en el sentido de que los síntomas de la enfermedad mental nunca desaparecen. Si esto fuera cierto, la terapia y los tratamientos no tendrían sentido. De hecho, decirle a alguien con un trastorno de estado de ánimo como la depresión que sus problemas no desaparecerán puede minar su motivación y decidir no continuar su tratamiento. Sin embargo, la verdad es que si bien no se sabe aún cómo se puede curar la enfermedad mental, es muy posible tratar muchos tipos de enfermedades mentales hasta el punto de que los síntomas se pueden manejar y una persona puede vivir una vida plena y feliz.

Durante muchas décadas, se asumió que una vez que una persona alcanza la edad adulta, su cerebro ya no puede cambiar. Sin embargo, en las últimas décadas, los investigadores han descubierto cada vez más que la neuroplasticidad, que simplemente significa que el cerebro crea nuevas conexiones y se reestructura a lo largo de la vida, puede desempeñar un papel muy importante en cómo se desarrolla el cerebro y cambia con el tiempo. El concepto de neuroplasticidad es todavía una nueva área de investigación, pero da esperanza a las personas con enfermedad mental: sólo porque los síntomas sean intensos e insoportable en este momento no significa que siempre lo vayan a ser. Con el tiempo y con la ayuda de la terapia y el tratamiento, el cerebro puede adaptarse. Es posible que nunca se pueda “curar”, pero puede ser que algún día experimentar estas enfermedades sean una molestia menor.

“Sólo las personas violentas o inestables tienen problemas de salud mental”
Las enfermedades mentales son, por su propia naturaleza, perjudiciales para la vida de una persona. Sin embargo, la forma en que se manifiestan puede variar mucho de una persona a otra. La enfermedad mental no es el único factor que determina la forma en que una persona se comporta e interactúa con los demás. Algunos enfermos de depresión internalizan sus síntomas y pueden aparentar ser feliz para los demás, mientras que otros pueden muestras de forma evidente sus síntomas. La ansiedad puede hacer que una persona se vuelva irritable o simplemente evite las interacciones sociales.  En cuanto al estereotipo de la violencia, no hay ninguna evidencia que sugiera que la enfermedad mental y la violencia tienen ninguna correlación significativa. 

Tener un trastorno mental no convierte a alguien violento, ni tampoco ser violento indica que alguien tenga una enfermedad mental.

Eso no quiere decir que en ocasiones no se relacionen ambos términos. Las personas con trastornos del estado de ánimo y de ansiedad pueden ser violentos. Lo mismo ocurre con cualquier otra persona. Si es amigo de alguien con un trastorno del estado de ánimo, no tiene que preocuparse de que vaya a ser violento a menos que previamente haya demostrado ya una propensión hacia la violencia. Todo el mundo, independientemente de su personalidad, estilo de vida, o forma de ser, puede sufrir una enfermedad mental
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“Un enfermo mental no puede manejar relaciones sociales”
Sufrir una enfermedad mental no es un estado ideal para una persona, pero no significa que un paciente no pueda disfrutar de una vida normal y actúe como cualquier otra, teniendo relaciones personales. Como el estrés es una de las causas con las que se empeora si se tiene enfermedad mental, se cree que puede ser peligroso mantener amistades, relaciones de trabajo, o relaciones de pareja. Sin embargo es todo lo contrario. El aislamiento puede ser un obstáculo para la recuperación. 

Años de investigación han demostrado que tener apoyo social es una parte esencial de la recuperación de la enfermedad mental. Las relaciones de pareja, en particular, son importantes para la depresión, porque una buena relación puede ayudar a reforzar a alguien que está pasando por un episodio depresivo, mientras que una mala relación puede desencadenar la depresión o hacer que ésta sea aún peor.

Los amigos y seres queridos proporcionan un contrapeso necesario para que la persona con depresión mantenga los pies en la tierra y evite que vire hacia conductas autodestructivas. Aunque las enfermedades mentales puedan cobrar un peaje en las relaciones de pareja también son cruciales en la recuperación. 

Sin duda puede parecer difícil mantener una relación con una persona con una enfermedad mental pero no lo es más que mantenerla con una persona que tiene una enfermedad terminal, alguien que tiene hijos de una relación anterior o mantener una relación a distancia. Las relaciones de pareja en general no son fáciles pero sufrir una enfermedad mental no descalifica a nadie para tener una relación

“El paciente puede salir sólo de la enfermedad mental”
Una de las peores y más frecuentes ideas erróneas sobre la enfermedad mental es creer que uno solo puede salir de esa situación. Cuando se comenta que se tiene un problema de este tipo a un amigo no es raro escucharle frases del tipo “todo está en tu cabeza”, “no le des más importancia” o “hay que seguir adelante. A pesar de mostrarnos su apoyo, al final acaban creyendo que esa persona da más importancia a las cosas cuando la imposibilidad de superar algo por uno mismo es exactamente el problema que sufren. El cerebro “sano” es capaz de filtrar las emociones de los pensamientos. Todo el mundo tiene problemas para manejar sus emociones y le vendría bien un poco de aliento a veces. Lo que hace que precisamente que una persona sufra de una enfermedad mental es que esa parte del cerebro que ayuda a recuperar la normalidad no funciona correctamente.

No siempre mantenerse positivo con una persona que sufre depresión le ayuda a superar su situación. Cuando el paciente se siente incapaz de volver a su estado original, verse rodeado de tantos mensajes simples y optimistas acerca de superar ese estado de desesperanza agrava aún más el problema. Sentir que a pesar de estar luchando contra uno mismo se es incapaz de superar esa situación es el mayor síntoma de saber que se está sufriendo una enfermedad mental. Si todo el mundo le dice a esa persona que sea optimista y se sienta diferente pero él no puede, el estrés que le producirá no conseguirlo agravará la situación. La incapacidad para controlar la ansiedad vuelve a las personas más ansiosas. Lo mismo ocurre con la depresión. Es un círculo vicioso del que sólo se puede salir con ayuda profesional. 

“El tratamiento es una pérdida de tiempo”
Pero sin duda el error más perjudicial para la enfermedad mental es considerar que cualquier terapia es una pérdida de tiempo. Este sentimiento provoca que los enfermos se sientan sin esperanza y que las personas cercanas al paciente se sientan también frustradas. Por desgracia, la neurociencia es todavía un campo en desarrollo, lo que significa que incluso los profesionales de salud mental pueden equivocarse. Si los costes del tratamiento son demasiado altos, puede sentirse en ocasiones que está tirando el dinero al no ver los resultados esperados. La psicoterapia puede parecer una pérdida de tiempo pero no está pagando a alguien para hablarle únicamente si no para obtener la experiencia de ese profesional.


Algunos métodos de tratamiento como la terapia dialéctica conductual puede llevar que se necesiten varias sesiones hasta saber cómo afrontar los mecanismos o estrategias para ayudar a lidiar con brotes emocionales. Si el médico receta un medicamento, puede tener que probar varios tipos de píldoras antes de encontrar uno que funcione y produzca los efectos deseados. Todo ello es complicado de afrontar para una persona con este tipo de problemas y no es fácil mantener la motivación de continuar los tratamientos. 

Sin embargo es importante recordar que por pequeña que sean las posibilidades de mejora es mejor que no hacer nada por superarlo.

Mejor Prevenir Que Curar


“Más vale prevenir que lamentar es un refrán que advierte que siempre es preferible tomar las precauciones necesarias para evitar una situación desagradable o indeseable, que vivirla.

En este sentido, es un dicho popular que gira en torno a la idea de la prevención. Como tal, llama a evaluar y sopesar las posibles consecuencias de nuestras acciones o decisiones, y el impacto que pudieran tener en nuestras vidas y en la de los que nos rodean.

Es un refrán muy usado, y puede aplicarse a un sinnúmero de situaciones cotidianas. Por ejemplo, cuando nos llevamos un paraguas y zapatos impermeables en días en que amenaza la lluvia, o cuando, antes de hacer un largo viaje de carretera, verificamos que todo esté funcionando adecuadamente en nuestro 

El dicho, como tal, es una variante del refrán “más vale prevenir que curar”, que se refiere específicamente al tipo de medidas que deberíamos tomar para mantener nuestra buena salud y evitar enfermedades.

En este sentido, otras variantes serían “más vales prevenir el mal a tiempo que, después de venido, buscar el remedio”, “más vale sudar que estornudar”, “más vale un ‘por si acaso’ que un ‘quién pensará’”, “mejor es curarse en salud” o “más vale prevenir que remediar”.

En inglés, por su parte, el refrán “más vale prevenir que lamentar” puede traducirse como “prevention is better than cure”, que dice literalmente “la prevención es mejor que la cura”.


Tendencias Humanas


El historiador y documentalista británico Laurence Rees (Ayr, 1957) ha publicado en castellano el libro El Holocausto. Las voces de las víctimas y de los verdugos(Crítica), que resume una vida profesional tratando de entender el momento más negro de la historia humana, la Segunda Guerra Mundial y el exterminio de los judíos de Europa. Rees es autor de numerosos documentales, convertidos también en libros, como El holocausto asiáticoAuschwitz, los nazis y la solución final o El oscuro carisma de Hitler.

Sus investigaciones no se basan solo en el trabajo documental, también en entrevistas a las víctimas del terror nazi y a los perpetradores. Por eso, porque se escuchan las voces sin arrepentimiento de los asesinos, resulta tan impresionante su trabajo. Su nuevo ensayo, de casi 600 páginas, arranca en 1919 con una carta de Hitler en la que ya atribuía todos sus males, y los de la nación alemana, a los judíos y acaba con la caída del Tercer Reich y la liberación de los campos.

Tras haber pasado su vida estudiando el Holocausto y el nacimiento del nazismo, ¿hasta qué punto le preocupa el resurgir de la ultraderecha?
"Mucho. De hecho, escribí un pequeño ensayo sobre advertencias específicas que nos está enviando la historia y dirigí hace 20 años la serie Nazis: un aviso de la historia. Sin embargo, creo que debemos observar la historia con humildad, que cuanto más estudiamos las comparaciones son más difíciles" No se puede decir esto es como Trump, como el Brexit: las comparaciones directas no funcionan, pero sí las conceptuales. Por ejemplo, una de las cosas más importantes que he comprendido sobre la condición humana tras estudiar el ascenso del nazismo es lo tremendamente frágiles que son las instituciones, mucho más frágiles de lo que queremos creer. En 1928 en Alemania, los nazis lograron el 2,6 por ciento de los votos, eran una broma, no había ningún problema con la democracia. 

Cuatro años más tarde, en 1932, una mayoría de alemanes votó a favor de comunistas o nazis que defendían públicamente la destrucción de la democracia. ¿Qué ocurrió? ¿Se había convertido Hitler en un personaje más carismático? No, fue la catástrofe económica, el desempleo, el hundimiento de la clase media. La gente creyó que necesitaba un cambio y se puso a buscar políticos sin experiencia. Recuerdo que en una entrevista a un alemán le pregunté: ‘¿cómo pudo votar por Hitler si no tenía ninguna experiencia en política y no creía en la democracia?’ y me respondió: ‘Mire dónde nos llevaron los políticos con experiencia. Necesitábamos un cambio’.

Se pueden trazar paralelismos con lo que estamos viviendo…

Sin duda, pero prefiero que sean los lectores los que establezcan las comparaciones, no yo.

¿Le preocupa el poder de la propaganda? En su libro usted mantiene que la propaganda desempeñó un papel esencial en que el Holocausto fuese posible.

"Una cosa muy interesante sobre el antisemitismo es que, en 1928, cuando logró el 2 por ciento de los votos, Hitler era muy duro con los judíos en sus discursos, pero no logró apoyos. En las siguientes elecciones los descafeinó. Solo cuando llega al poder, y tiene en sus manos el sistema educativo, las radios y todo lo demás, se lanza por completo al antisemitismo, que tiene efectos sobre todo en los jóvenes. He conocido a mucha gente que era joven en los años treinta y que estaba convencida de que los judíos eran un auténtico peligro porque se lo repetían constantemente desde los tres años. Los seres humanos son increíblemente maleables."

¿Cree que hay cosas en el Holocausto que estarán siempre más allá del entendimiento humano, como los Sonderkommando, los judíos obligados a ayudar a los nazis en el exterminio?


"La persona más importante que he conocido en mi vida fue precisamente un Sonderkommando que me dijo: ‘Los seres humanos nunca podremos saber de lo que somos capaces’. Y creo que también se ha subestimado el poder del sadismo. Creo que hay una parte muy oscura en la humanidad."

 Christopher Browning mantenía que es muy significativo que nunca haya fracasado un genocidio en la historia por la falta de personas dispuestas a asesinar.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Vicisitudes Del Saber


Cuando tuve la suerte de tener un manual de algún profesor inteligente, de ahí pude sacar algo. La mayoría de las veces no tuve esa suerte. Me tocaron muchos trasquiladores de textos y muchas horas absurdas copiando a mansalva y reconstruyendo después absurdos apuntes que de nada, absolutamente de nada, me sirvieron. No encontré ningún gran profesor -como sin duda los hubo y los habrá hoy- de los que te enseñan no sólo lo que han descubierto, sino el camino para tus descubrimientos. Todavía eran detentadores oficiales del conocimiento, pero sólo eso, detentadores.

No quiero pensar que lo peor fuera el nivel de pobreza en el que la sociedad se movía entonces, en los sesenta. Pocos había que pudieran comprarse los manuales. Y las colas en la Biblioteca para encontrar los libros para estudiar, corregir y ampliar apuntes eran inmensas. Así que te apañabas en los bancos corrigiendo con unos y con otros y supliendo lo que los escasos textos mil veces manoseados decían.

Recuerdo mis años como una carrera para llegar a los textos.

Pensar en consultar la bibliografía que escasamente se nos suministraba era ya una tarea hercúlea. No sólo porque a veces dicha bibliografía no era accesible, sino porque si se te ocurría comentar algo sobre la base de la bibliografía y dejabas de ajustarte al manual del catedrático, ya sabías que entrabas en un territorio peligroso.

Así que algunos nombres científicos de cada materia te sonaban y alguna bibliografía elemental llegaba a tus manos, pero el gran cúmulo de conocimientos lo adquirí por la vía de terceros. Otros me hablaban de otros. Es decir, llegar a lo que ahora considero que es el acceso al saber fue entonces un esfuerzo sin premios. Siempre se me aparecía lejano. Tuve que esperar años para saborear lo que me había perdido.

Y asocié entonces esa idea de los comentarios de texto por vía de terceros a lo que había sido en gran medida mi formación y, contra mí mismo, me sublevé cuarenta y muchos años después de que esto sucediera. Porque lo que yo recibí fue el mismo esquema de educación medieval que estaba leyendo. Y añoré lo que no tuve.

Todo esto creo que es el fondo del debate sobre cómo queremos que sea nuestra educación. Y si queremos que alguien dentro de cincuenta años no se haga la reflexión que yo me hago hoy, el corazón del debate no está en las horas o en las asignaturas ni en las reválidas ni en los títulos ni en los másters, sino en la manera de acceder al saber. Si queremos tener los mejores investigadores, no estar a la cola en la creación de patentes y, sobre todo, hacer de cada ser humano un creador de su propio quehacer, hoy los parámetros son distintos.

Hemos, hasta ahora, trabajado en que todos puedan acceder al saber, y esto ha sido un gran paso.

Pero no hemos trabajado en el cómo. Y si ese acceso sigue teniendo los componentes que tuvo aquel en el que yo me formé, nos queda una gran tarea.

Montaigne, en sus Ensayos, tiene uno dedicado a la educación. Ya entonces decía que, antes de enseñarle a un niño las materias, hay que enseñarle a controlar su carácter, su autocontrol, que significa asumir las reglas, no el ordeno y mando.

Este es el núcleo del éxito. Hablar de esto puede sonar a chino en lugares donde entra la violencia y donde los padres, por sistema, se alían con sus hijos, cualquiera que sea su comportamiento. Pero no hay otro modo. Si no, es la vuelta al autoritarismo.

Y si, aún hoy, muchos de nuestros padres y profesores siguen soñando con acumular títulos y másters y quienes nos gobiernan no entienden lo que es salir del Trivium y el Quadrivium ni de la trampa de los detentadores oficiales del saber, nos queda mucho debate por delante. 

Porque organizar el proceso del aprendizaje es mucho más fácil si tienes claro lo que quieres conseguir para el futuro.

Cómo haces que un niño vaya ampliando su acceso al saber, cómo le estimulas para que esté cómodo en la incertidumbre, en el riesgo, para que siempre mantenga esa postura abierta dondequiera que esté en su vida

Viajando En La Lectura


Cambiar de trabajo, de ocupación, cambiar de vida, de familia, de amigos, de lugar, de país… afinar un instinto errante, instalarse en el cambio y hasta desterrar certezas,  éste es nuestro decorado  cotidiano en tiempos de acelerada movilidad y cambios deseados o impuestos.

También la lectura, más que nunca,  se ha vuelto nómada; ha abandonado el centro de nuestra cotidianeidad para instalarse en la periferia de nuestras actividades. Ahora  aprovecha esos espacios de tránsito que antes vivíamos sin contenido (el transporte público); reutiliza los que surgen de nuestros   tiempos vacíos y expectantes – en espera de-  (la consulta del médico, los trámites en Hacienda, la espera en una cola);  se instala en los lugares de socialización (el bar, el parque) que cada vez más convertimos,  en determinados momentos del día,  en  lugares de aislamiento, de individuación y llega hoy hasta los santuarios domésticos donde nunca llegaron los libros: la cocina o el baño. 

La posibilidad de la lectura nos acompaña y viaja con nosotros, allí donde nos desplacemos.
Esta movilidad del contenido ha sido posible gracias a la revolución tecnológica que ha llegado para instalarse  en la variedad de soportes  de lectura de la que disfrutamos ahora. La facilidad de acceso a la lectura, su portabilidad,  su versatilidad de contenidos, su capacidad de almacenamiento es la responsable. No es casual que sean los viajeros los primeros en abrazar con entusiasmo esa circunstancia de movilidad que define ya modos y hábitos de  lectura y que marcan el futuro. Pero, con ser importante el cómo, a través de qué soporte leemos, el placer de la experiencia viene determinado por el nudo y las conexiones con las que se enredan libros y viajes. 

Como dice Attilio Brilli, “De la misma manera que el viaje rellena los huecos del plano topográfico, el libro lo hace con los del viaje”, en un antes y un después  que convoca no sólo la memoria personal y la evidencia de lo vivido y conocido, sino la de aquellos que transitaron antes un lugar y depositaron en su relato otra cadena de memorias y evidencias.

La lectura, como el viaje, es un estado de ánimo que nos permite desplazarnos por paisajes mentales, ya sea inspirados en la realidad o en el ensueño. Se parecen  ambos porque implican trayecto, recorrido, siguen una dirección, un camino imaginario mientras trazan una ruta que  va desvelando, al paso, la riqueza de  contingencias que estimulan nuestra imaginación y nuestra mirada sobre el mundo, mientras se desarrolla  el sentido del descubrimiento. 

Se lee mientras se viaja y se viaja a través de los libros. Siempre leer implica  viajar, más allá de su sentido metafórico,  y todo viaje involucra en la lectura de lo que existe en el exterior de nosotros. 

Son acciones que ponen en funcionamiento las dinámicas de nuestro intelecto siguiendo una cartografía personal que puede llenarse de momentos y experiencias sublimes, pero   también  sensuales y hasta prosaicas.  En la mezcla de todas ellas palpita la realidad,  casi siempre una realidad customizada por nosotros mismos, recreada por la percepción de nuestra subjetividad, que es la que crea y define un paisaje como ficción intelectual.

Del mismo modo que el buen viajero se construye y comprende  a sí mismo sobre las lecciones que ha ido depositando su experiencia de viaje, los lectores  extraen su satisfacción más profunda de  la certeza de su capacidad de comprensión de textos diversos al margen de la construcción de escalas de valor emanadas de la variedad de paisajes mentales que visitamos en la propia lectura. También como hace  el viajero, desde su capacidad de percepción, el lector trata de recabar un sentido, deducir una información valiosa desde la superficie que aflora desde las profundidades del texto, pues la semántica del paisaje real se parece a la del texto en la gramática imaginada de signos y formas entrelazadas.

La escritura del viaje nace en el diario, las notas apresuradas y las imágenes que atrapamos  en la fugacidad de la experiencia;  después se remansan y ordenan en esa narración que vive una segunda experiencia vicaria  en el escritorio del autor. Ha de transmitir aquello que coexistió en unidades delimitadas por las  referencias  espaciales y temporales  del escritor y, siempre, ha de servir a una cierta verdad vivida. 

Un buen relato de viajes es la puerta de embarque  a un mundo de estímulos diversos, empezando por la propia capacidad evocadora que crea la narración del autor. Por éstas y otras bondades es un género vehicular que traspasa las fronteras de otros géneros (autobiografía, crónica periodística, reseña histórica, ficción, novela de aventuras) para convertirse en prospección de la gran metáfora, la de la vida como viaje.

De la escritura que emana de vivencias  y experiencias viajeras; de los caminos sin hollar que aguardan a la experiencia de la lectura en un nuevo paradigma cultural marcado por la tecnología; de la mirada del viajero de hoy que irrumpe en un mundo en el que toda sorpresa ha de ser la que lleva en su propio equipaje; de todo ello y seguramente de mucho más, hablaremos hoy en el encuentro con que celebraremos uno de nuestros primeros títulos: Paisajes del mundo de Javier Reverte y nuestra propia aventura como sello editorial.

Se trata de viajar.

La Excelencia

La excelencia no tiene límites de velocidad y para eso se requiere libertad, decisión, voluntad e inteligencia. La libertad se considera como el centro de la vida humana y el utilizarla adecuadamente equivale a perfeccionar tu calidad de vida.

Cuando una persona es excelente quiere decir que es un privilegiado como ser humano porque está en desarrollo constante

Cuando una persona es excelente quiere decir que es un privilegiado como ser humano porque está en desarrollo constante. Ser excelente es saber comunicar paz a los demás, aprovechar puntos de oportunidad y transformar dificultades en acciones positivas, pero no hacer por otros lo que estos pueden hacer por sí mismos. Un ser excelente sabe proteger sin asfixiar, sabe guiar sin imponer, sabe motivar a los que están a su cargo para que también puedan desarrollarse.

La excelencia es saber construirse sólidamente como ser humano, con piezas de calidad como los buenos principios y los valores. El hombre que vive con excelencia posee, entre otras cosas, las siguientes características: Intuición y alegría, claridad en sus propósitos, originalidad, responsabilidad y libertad. Un ser humano excelente construye a otros, soporta el rechazo, no se frustra, mejor aún, le da sentido a la vida, es equilibrado en su pasión y responde con la razón.

La excelencia es abundancia
La persona excelente sabe reír y disfrutar de las cosas bellas que abundan en la vida. Por ser intuitivo, sabe relacionar grandes realidades, tiene una visión amplia y adelantada acerca del futuro. El ser excelente es inventor y creativo, pero sobre todo, promueve el surgimiento de grandes hombres, de nuevos valores y de cambios históricos.

La excelencia personal para sobresalir
La excelencia personal se define como una manera de vivir, una actitud mental y un pensamiento inclinado a solucionar cualquier problema, la excelencia se refiere a ser cada vez mejor. En otras palabras se puede definir como la manera en que el individuo desarrolla gran parte de su potencial, sin perder tiempo en buscar excusas o razones para demostrar que algo no se puede hacer.

El único camino para lograr convertir nuestra riqueza potencial en real es, precisamente, a través del trabajo intenso y de calidad. Todo individuo que tome conciencia de lo que es, siente, piensa, hace, desea y dice, que se ha dado cuenta de sí mismo y de lo que le rodea, se ha dado cuenta de que lo que importa es el ser y no el deber ser, esto involucra el auto concepto y el autoestima.

Siempre algo más de lo que tenemos o de lo que somos, querer e intentar ser mejor cada día, es tener espíritu de superación permanente, es el camino hacia la excelencia. Pero lo más importante para lograrlo, es darnos cuenta de lo que somos y poseemos, valorarnos como hace mucho tiempo no lo hacemos, y decidirnos al cambio, a trabajar juntos, motivados por un espíritu de superación constante, para alcanzar la grandeza y el bienestar de todos, sin excepción.

Estimado lector y lectora, el momento para que comiences a ser excelente es ahora y no después, es cuestión de tomar una decisión para cambiar definitivamente los viejos pensamientos e iniciar una carrera hacia la excelencia. En mi columna de los días lunes “Conductas de éxito” siempre escribo que todo es posible cuando te decides a hacerlo. 

Nosotros como seres humanos hacemos realidad las circunstancias negativas o positivas, como reza el dicho popular: “cada quien tiene lo que se merece”.

Si no estás de acuerdo con tu mundo actual, tu trabajo o tu círculo de amigos, ¡no te preocupes!, ponte en acción, cambia tú y ya verás que tu mundo comenzará a cambiar.


El Sentido Del Deber


Educar era enseñar modales adecuados, pero sobre todo instalar en los niños el sentido del deber. Así se llamaba antes. Sabían los padres, más allá de su nivel de educación, que un niño debía aprender desde muy pequeño que hay cosas que se pueden hacer y otras que no, pero también tenía que aprender que tiene responsabilidades. 

Estar a cargo de su gato para que no entre a la casa. No dejar la pelota afuera para que no se la roben y cuidarla. Hacer sus tareas. No sacarse el chaleco si hace frío. Son pequeños deberes que se van instalando hasta formar en el niño el sentido de que además de regalos, besos y paseos, de ciertas normas de comportamiento en familia, existen las responsabilidades. Algunas son hacia sí mismos, algunas hacia los otros. 

No existe una personalidad "normal" que pase el test para ingresar a un colegio o a un trabajo, que no deba rendir bien en la medición de este rasgo. Porque determina enormemente el desarrollo futuro, sobre todo el comportamiento social.

Fue más importante para muchas generaciones educar a sus hijos en el sentido del deber que hacer grandes demostraciones de amor. No porque fueran excluyentes, sino porque enseñar el rigor no siempre va acompañado de regaloneos, besos y abrazos. 

Luego viene un cambio de énfasis. Es más importante el amor en la niñez que cualquier otra cosa. Cierto. Un niño querido y que se siente querido tiene más probabilidades de adaptarse y de tener éxito en lo que escoja hacer, que al revés. 

Y como siempre, la historia evoluciona exagerando y equilibrando. Hoy sabemos que sin cariño y sin cierta disciplina no hay un buen resultado. 

El sentido del deber no es la disciplina, si bien son de la misma familia. Yo puedo educar en el temor del castigo y tener buenos resultados en el aprendizaje de lo que se debe y no se debe hacer. Yo puedo ser estricto en la obediencia y tener buenos hijos y buenos alumnos y buenos trabajadores. ¡Lo que diferencia el sentido del deber es que no está mediado ni por el castigo ni por la alabanza ni por el premio externo! Es un medidor interno, privado, que vamos aprendiendo lentamente, porque en cada etapa de la vida es distinto en sus indicadores. 

Es el deber consigo mismo, es el deber con los valores adquiridos, es un sentido de paz. 


Generosidad

La generosidad del ser humano es el hábito de dar o compartir con los demás sin recibir nada a cambio. Comparado a menudo con la caridad como virtud, la generosidad se acepta extensamente en la sociedad como un hábito deseable. En momentos de desastres naturales, los esfuerzos de la ayuda son con frecuencia proporcionados, o con la intención de ayudar voluntariamente, por individuos o grupos que actúan de manera unilateral en su entrega de tiempo, de recursos, de mercancías, de cobijo, etc.

La generosidad puede también ser de tiempo personal, de dinero, o de trabajo, para otros, sin la recompensa envuelta. Aunque el término generosidad, va a menudo de común acuerdo con caridad, mucha gente en el ojo del público desea el reconocimiento de sus buenos actos. Las donaciones son necesarias para apoyar a organizaciones y a sus comités, pero sin embargo, la generosidad no debería estar limitada a épocas de gran necesidad tales como desastres y situaciones extremas, ya que la generosidad no ha de estar basada solamente en el estado económico o material muy bajo, sino que por el contrario, esto incluye las intenciones puras del individuo de mirar hacia fuera para el bien común de la sociedad, o bien de terceros individuos o grupos, y así dar ejemplo a los demás.

La generosidad es una virtud que difícilmente se puede apreciar en los demás con objetividad. En el momento de juzgar los actos de otras personas, estaremos normalmente centrando la atención en el que recibe o en las características de la aportación. Por ejemplo, si nos enteramos de que alguna persona sin problemas económicos ha regalado una cantidad de dinero a algún pariente suyo con necesidades, es lógico que le llamemos «generoso». Sin embargo, esa aportación seguramente no le ha costado mucho esfuerzo. En realidad, desconocemos el motivo del acto: ¿ha sido por reconocer la necesidad de su pariente o por no sentirse culpable, etc. 

Es decir, podemos identificar distintos medios o maneras para poder llevar a cabo un acto de generosidad, pero un acto será muestra de generosidad o no, de acuerdo con la intensidad con que se viva la virtud y la rectitud de los motivos
.
Así, se distingue por una parte entre el altruismo, definido como «procurar el bien ajeno aún a costa del propio»​ y por otra parte, la generosidad, definida como «ofrecerle a alguien más de lo que espera o requiere»

Se sabe que la hormona oxitocina está relacionada con la generosidad, y un experimento realizado sobre su impacto indicó que la hormona afectaba dos veces más a la generosidad que al altruismo.

Esto sugiere que a diferencia del altruismo, la generosidad, aunque claramente relacionada con lo primero, también está asociada a una identificación emocional con otra persona.

Elección Vocacional


La elección de una profesión es una instancia fundamental para la vida de una persona, ya que ubica a quien elige frente a la construcción de un proyecto de vida, el cual se va consolidando como un aspecto esencial de su identidad.

Este proyecto se transforma en vital, en tanto le otorga sentido a la propia existencia, dado que los seres humanos necesitamos proyectarnos como personas potencialmente sanas que aportan su saber y su trabajo a una comunidad y en un espacio y tiempo específico. De allí que en un sentido amplio del término, se entienda a la Orientación Vocacional-Ocupacional como un proceso de aprendizaje de la persona sobre sí misma, en su dimensión subjetiva (autoconocimiento de sus aptitudes, intereses, valores, expectativas, actitudes, etc.) y sobre la dimensión socio-cultural (diversidad de opciones de estudio que ofrece el medio, de capacitaciones laborales, características de las instituciones de formación, becas, etc.) para integrar dichas dimensiones, en una decisión realizada con la mayor autonomía y responsabilidad posible.

Si tenemos en cuenta que la finalización de la escolaridad secundaria encuentra a la mayoría de los adolescentes entre los 17 y 18 años, entendemos que resulte dificultoso tener “certezas” sobre la elección de la futura profesión al momento de realizarla, si quien elige se encuentra aún en una etapa de crecimiento y construcción de su identidad. Es un momento que les exige tomar decisiones sobre diferentes esferas de la vida con el agregado de “que dichas decisiones deberían ser definitivas, seguras a largo plazo, posibilitando un futuro exitoso en términos económicos, permitir el acceso a ciertos lugares sociales de poder, etc.”, entre otras expectativas, que los adultos tienen muchas veces sobre los jóvenes; con el agregado de que en este proceso vital,  no deberían “equivocarse ni perder tiempo”. Este momento de transición, de crisis, de desestructuración por estos cambios evolutivos y sociales (dejar de ser adolescente para pasar a ser adulto), está fuertemente  signado por el cierre de la escolaridad secundaria en la mayoría de los casos, lo cual  genera incertidumbre, temores, necesidad de reorganización interna, pero también necesidad de nuevas estructuraciones familiares y del contexto socio-afectivo del joven. Como todo proceso vital, es particular en cada persona, en la que su familia, amigos, escolaridad y experiencias de vida, inciden en cómo la persona concibe subjetivamente ese proyecto de estudio y/o trabajo, que formará parte de su proyecto de vida.

Las representaciones sobre profesiones y trabajos, están atravesadas por ideas, creencias y valores provenientes de contextos socioculturales específicos. Es frecuente observar imágenes distorsionadas, apreciaciones parciales y arbitrarias, que los jóvenes reproducen como certezas generalizadas sobre prácticas y aspectos de las profesiones, las que provienen de adultos cercanos, familiares, medios de comunicación, etc., que no se corresponden con  características reales de las mismas, y menos aún, con un potencial desarrollo de los campos laborales (difícil de imaginar a futuro, por el desarrollo tecnológico-cultural permanente, el entrecruzamiento de disciplinas, la creación de nuevos ámbitos de trabajo, etc.) Estas creencias surgen muchas veces por desconocimiento de lo que ofrecen hoy las diferentes carreras y las perspectivas de desarrollo en distintas esferas de la sociedad.

En ese sentido, la Orientación Vocacional-Ocupacional tiene una intencionalidad preventiva en tanto favorece la reflexión y el análisis de factores que condicionan las elecciones posibilitando la toma de conciencia de aspectos que favorecen o entorpecen el desarrollo de los proyectos de futuro, evitando decisiones apresuradas, fantaseadas, impregnadas de prejuicios, basadas en supuestos erróneos (“carreras fáciles versus difíciles, profesiones que dan plata versus las que no conseguís trabajo, carreras para mujeres y para varones, carreras del futuro versus las tradicionales”, etc.). 

La concepción sobre la que se sustenta la intervención profesional en orientación vocacional, entiende a “lo vocacional” como motivación, como energía afectiva que nos “orienta” hacia un campo o sector de la realidad, hacia actividades y objetos socio-culturales de los que disfrutamos, que nos generan curiosidad, que nos interesa conocer y comprender, y cuyo “hacer” nos satisface de manera personal,  pero también  en el impacto que dicha actividad tiene en la comunidad. Esas vocaciones (por ejemplo la investigación científica, la expresión artística, la asistencia y el servicio a los demás, el desarrollo tecnológico, el cuidado de la naturaleza, la comprensión de las sociedades, etc.) encuentran, efectivamente, una manera de desarrollarse a través del estudio de una carrera y del desempeño laboral  específico.

Ahora bien, estas elecciones se realizan en un mundo donde los cambios son cada vez más rápidos  y atraviesan todas las esferas de la realidad (procesos económicos, laborales, políticos, ecológicos), generando una cierta incertidumbre que caracteriza la vida y la proyección a futuro, atravesando  también, a los adultos. Si bien es imprescindible  tener proyectos y sueños porque son inherentes a la condición humana, sabemos que hoy más que en otros tiempos, los mismos se desarrollan por etapas, en procesos que pueden modificarse, detenerse para volver a movilizarse en otra dirección, o retomando el mismo camino pero incorporando aprendizajes y toma de conciencia de las situaciones que generaron las dificultades, todo lo cual no es otra cosa que crecer y madurar. Sin embargo, estos procesos que a veces no son lineales ni rápidos, pueden considerarse  “fracasos” bajo la mirada de un contexto sociocultural que plantea como ideal de felicidad la eficiencia, la rapidez, los logros a corto plazo, los éxitos en términos de poder y logros materiales, etc.


Sobre esta situación los padres, familiares y adultos significativos, deberíamos estar atentos para acompañar a nuestros jóvenes a través de la escucha, del ofrecimiento de oportunidades de ensayo, de reflexión, abriendo la posibilidad del diálogo para compartir vivencias y siendo honestos sobre la manera que los “grandes” hemos ido aprendiendo en nuestra vida: a partir de aciertos y errores, convirtiendo a estos últimos en  constructivos, para seguir adelante.

martes, 13 de noviembre de 2018

La Fortaleza Del Débil


La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia la debilidad del fuerte
(Immanuel Kant)

La RAE define débil: De poco vigor o de poca fuerza o resistencia. Que por flojedad de ánimo cede fácilmente ante la insistencia. Escaso o deficiente, en lo físico o en lo moral. Y su antónimo, fuerte: Que tiene gran resistencia.  Aplicación del poder moral (Se necesita mucha fuerza para soportar tantas desgracias). Capacidad para soportar un peso o resistir un empuje. Virtud y eficacia natural que las cosas tienen en sí. De carácter firme, animoso.

A quién no le gustaría que las cosas sucediesen cuando uno quiere? Pero la vida no se ajusta a tus planes, ni a los míos, ni a los de nadie. Las cosas van a seguir yendo a su ritmo, tal y como lo han estado haciendo y lo van a seguir haciendo siempre.

En algunos casos, la impaciencia surge mecánica y reactivamente al poner el foco de atención en todo aquello que no depende de un@ mism@, y al no poder hacer nada al respecto, te invade la impotencia, y con ésta, el agobio, el enfado y la lamentación, pero es inútil. No sirve absolutamente para nada.

La paciencia es una virtud bien distinta de la mera pasividad ante el sufrimiento; no es un no reaccionar, ni un simple aguantarse, ni mucho menos soportar los engaños de  quienes no llegan a entender  que no sobreviven las especies más fuertes, sino las que mejor se adaptan al cambio.


La paciencia es parte de la virtud de la fortaleza, y lleva a aceptar con serenidad las pruebas de la vida, grandes o pequeñas.

Sinceridad E Integridad


Si te da miedo plantarte y decir que no a algo porque crees que te rechazarán, que se picarán contigo o que dejarán de contar contigo, puede que consigas precisamente eso

Porque por no hacerle un feo a nadie, le acabas fallando a la persona más importante de tu vida: tú mism@. Cada opinión que falseas para quedar bien, cada idea o plan que aceptas sin que te apetezca, difumina una parte de ti. Acabas por no saber qué prefieres, qué te gusta y qué necesitas. Y eso se nota. Una actitud de seguridad en ti mismo y un criterio propio (que tu opinión no sea un flubber que se adapta a toda superficie) tienen más magnetismo que postrarse siempre a los pies de los demás.

No decir nunca lo que realmente piensas te convierte en esa persona que siempre está dispuesta a cambiar sus planes por los demás, que siempre dice que sí a los favores y que siempre puede trabajar más y más rato que el resto. Y como ves que estar siempre al servicio de los demás no es suficiente para sentirte querido, te frustras y acabas culpando inconscientemente a las mismas personas que querías complacer. Sientes que empiezan a pedírtelo todo a ti, y no te das cuenta de que eres tú quien les ha dado carta blanca para tratarte así. 

La gente no quiere abrirse con alguien que esconde sus propios sentimientos. Además, ya no sabes si hacen cosas contigo porque les caes bien o porque les es fácil y accesible, y empiezas a rallarte de más. Aunque sea con buenas intenciones, no decir lo que uno piensa es esconder la verdad. Y eso hace que tu palabra pierda valor: si un amigo espera una crítica constructiva o un consejo importante, no vendrá a pedírtelo a ti. A la hora de la verdad, la gente íntegra prefiere que vayas de frente a que les regales los oídos.

Observé que mucha gente a mi alrededor no tiene esta obsesión por caer bien, que dice lo que piensa con naturalidad y sin embargo (o quizás gracias a ello) tiene la admiración y el respeto de los demás. Fíjate en ese colega borde de turno que se ha ganado el cariño de todos, o cuántas veces has escuchado a alguien decir "lo siento, hoy no me va bien" sin dar más explicaciones. No hace falta renunciar a ser agradables, ni soltar puyitas todo el día para hacerte el duro, sino simplemente dejar de tenerle terror a decepcionar a alguien.

El mundo no se viene abajo por decir que no de vez en cuando. Si mandas a la mierda la necesidad de una imagen impecable, verás que no caes en un pozo de desaprobación. Al fin y al cabo, ya se sabe que no es fácil tenerlos a todos contentos. Cuando yo empecé a relajar mi actitud, se alejaron de mí algunas personas que no me hacían ningún bien, pero el resto (la mayoría) simplemente empezó a respetarme un poco más. 

Noté que algunas amistades se volvían más cercanas, y empecé a disfrutar de verdad de la vida social, sin complejos. Los que te quieren bien no quieren tu "queda buenísimo": quieren tu yo auténtico. Cuando dejes de buscar la aprobación de los demás, te darás cuenta de que en realidad no la necesitas.



Construir El Futuro



El futuro se ve como algo lejano…¿verdad? Todos deseamos que sea algo maravilloso, que se construiría con la suerte, o la buena estrella de cada uno. Nada más lejano de la realidad. El futuro se construye ahora, con ese paso que debemos dar en este instante. Esa decisión que seguramente tendrá que ver con la realización de nuestro deseo. Todo comienza con una idea, la maduración de la misma,  una buena dosis de optimismo y confianza en uno mismo. Por supuesto esto debe poseer también otros ingredientes esenciales que son, creatividad, Construir constancia y amor por lo que hacemos.

El éxito requiere una continua mejora de lo que iniciamos. No significa que todo se logre al instante, sino que los pequeños pasos que damos, nos perfeccionen día a día, nos vayan afirmando en la idea que puede ir modificándose a medida que las dificultades van surgiendo. Esto nos hace crecer, aprender y ser autodidactas.

Nada nos enseña más que la experiencia propia. No hay fórmulas mágicas. Podemos hacer cursos de márqueting, couching y todos los ings de moda, que proponen para que logremos la excelencia.

Muchas veces se fracasa (o mejor dicho siempre) por abandonar, antes de poder encontrar el verdadero camino que lleva al logro del objetivo. Entonces, nos encaminamos en una dirección y cuando se presentan los inconvenientes, claudicamos y modificamos el rumbo, intentamos otra cosa,  sin hacer los cambios que requiere toda realización. Entonces decimos… ¡Esto no es para mí! Claro…agregando…aquel otro lo logró y yo no. La comparación.

Para tener un futuro como el que deseamos, debemos fijar la meta, AHORA y poner todo lo que se necesita sin escatimar esfuerzos para hacer los cambios, sin perder el rumbo que nos hemos fijado. No hay suerte ni estrella, la luz que iluminará nuestro camino, será la de nuestro espíritu de lucha por sostener la idea de lo que realmente queremos.


Humanidad Sin Rodeos


Sin rodeos, propongo un debate sereno, sin dobleces, sobre los asuntos que inciden directamente sobre la existencia de la humanidad que se vive ahora. “¿Quién puede decretar la actitud interior o el estado del alma, ante la muerte de alguien? ¿Le corresponde esta decisión a las leyes de los países?, dice el portugués Manoel Alves Louro, profesor de ética filosófica en Canadá y miembro de organizaciones europeas que estudian las ciencias de la vida desde la bioética.

Mientras expertos, científicos y religiosos de todas las filiaciones se agotan en viejas y nuevas proclamas a favor y en contra de formas voluntarias y forzadas para impedir la realización de la vida, peligros inéditos y remozados se introducen en la sociedad planetaria: nuevas y más violentas modalidades de tóxidependencia, calentamiento global, indetenibles flujos migratorios que modifican las estructuras sociales y económicas, contingencias en torno de la seguridad alimentaria y avances científicos que casi aseguran la mortalidad y prolongan la vida, a costos prohibitivos que excluyen a grandes masas de población. ¿Son formas de eutanasia colectiva que nacen del mismo desarrollo capitalista?

Si aparecen informaciones sueltas sobre estos tópicos, su importancia se disuelve en cataratas noticiosas de temas intrascendentes que privilegian el consumismo, en el más discriminatorio ideal capitalista.

De los registros negativos divulgados, ninguno resulta trascendente para la especie humana como los relacionados con las alteraciones múltiples de modificaciones extremas del clima mundial por el abuso humano sobre los recursos naturales limitados que dispone el planeta. El Día Mundial de la Salud recientemente se conmemoró con el anuncio preventivo del secretario general de las NN.UU. Ban Ki-moon, con base en el informe de la OMS sobre el incremento de muertes y enfermedades en todos los estratos sociales y ámbitos de la humanidad.

Otro estudio técnico, esta vez de la NASA, señala últimamente que “el calentamiento global está inclinando cada vez más el eje de rotación de la Tierra, otra demoledora evidencia acerca del enorme impacto de la actividad humana en el planeta”. Es el mayor dilema trágico del progreso. Así, querido lector, no piques los coloridos anzuelos del consumo excesivo.
Piensa en el agua, la tierra cultivable y los árboles que mañana harán falta para tus nietos. En el mundo del ‘todo vale’, únicamente si tiene ‘valor de mercado’, no hay espacios para los ancianos. Hay otras piezas que completan la partida del ajedrez mortal. Atención especial merecen los análisis de prospectiva que anualmente formula The American Council for the United Nations University.

Para tomar decisiones estratégicas es necesario investigar sobre los futuros probables, dice AC-UNU. Entre los problemas éticos futuros (período 2025-2050), ¿se deberá plantear si debemos tener derecho al suicidio y a la eutanasia? Confío en la vida y acudo a mi fe, forjada en décadas, lecturas y oraciones. Mientras llega el día, me cubro de la promesa del Salmo 23: “El Señor es mi pastor; nada me faltará. En verdes campos me hará descansar […] Aunque pase por valle de muerte, no temeré mal alguno…”.
Ver: El Telégrafo



lunes, 12 de noviembre de 2018

La Experiencia De Compartir


Alrededor de 1,9 millones de personas mayores de 65 años viven solos en sus casas en España, según el último informe del Instituto Nacional de Estadística (INE). Una cifra que ha aumentado progresivamente en los últimos años y que se ha convertido en una opción más de vida con la que estas personas mayores pueden ser felices y alcanzar una vida plena y social.

Sin embargo, no todas las personas mayores que se han quedado solas quieren estarlo. Por ello, en los últimos años han surgido nuevas iniciativas, tanto públicas como privadas, con la finalidad de evitar que se queden solos, propiciando la convivencia, tanto con personas de su misma generación como con otras más jóvenes. Esta tendencia por compartir piso, por ejemplo, de las personas mayores se aprecia en una estadística publicada el año pasado por el portal Easypiso, especializado en la búsqueda de habitaciones en alquiler o el alquiler de un piso compartido, que señalaba que «las personas de más de 60-70 años que buscan un piso compartido u ofrecen una habitación siguen aumentando durante los últimos años, sumando un 50% más que en 2012».

Paralelamente, se ha asistido al impulso que diferentes organizaciones han dado a diversas iniciativas, algunas nacidas en la década de los 90, para fomentar que los mayores que están solos en casa se animen a abrir las puertas de sus viviendas a otras personas. Una de estas iniciativas, y tal vez la más antigua, es la actualmente conocida como Homeshare Senior, consistente en poner en contacto a personas mayores que viven solas con estudiantes universitarios para convivir en casa. Asimismo, se han puesto de moda los proyectos denominados Cohousing Senior, que se basan en el diseño de un hogar y un entorno comunitario adaptado a las necesidades de presente y de futuro de las personas de edad avanzada, con el propósito de mantener su independencia y de que sea eficiente, sostenible y esté optimizado para su uso real.


La vivienda colaborativa es, de principio a fin, una iniciativa de sus residentes, pues se trata de una comunidad que está planeada y gestionada por ellos mismos, es decir, es un proyecto que se adapta a las necesidades y preferencias reales de quienes van a habitar en ella. Hay seis características comunes de todas las viviendas colaborativas: autopromoción, diseño intencional para una vida comunitaria, zonas comunes amplias, autogestión colectiva, ausencia de jerarquías y privacidad.

Cultura General


El concepto de cultura puede comprenderse de diversas maneras. Por lo general se entiende como cultura al tejido que se crea a nivel social a partir de las diversas tradiciones y costumbres de una comunidad. Las personas que pertenecen a una cierta sociedad se expresan y se comportan de una manera que caracteriza al grupo en cuestión.

por otra parte, es un adjetivo que hace referencia a lo que es común a muchas cosas de distinta naturaleza, o a aquello que es frecuente o habitual. Es posible distinguir, en este sentido, entre lo general y lo particular.

Se entiende por cultura general al cúmulo de saberes que una persona dispone sobre temas variados. 
Quien tiene buena cultura general cuenta con conocimientos de temática diversa, sin especializarse en algún sector en específico.

Por ejemplo: “¿Cómo que no sabes a qué temperatura hierve el agua? Eso es algo de cultura general”, “El Dr. Gullonetti podrá ser un gran experto en física cuántica, pero carece de cultura general para tener una conversación interesante”, “Pese a que no tengo un título universitario, gracias a mi curiosidad y a mi experiencia de vida, creo que cuento con un buen nivel de cultura general”.

La cultura general es el saber que permite a un individuo construir su propio criterio, analizar asuntos diversos y responder con éxito en diferentes facetas de la vida cotidiana. Dicha cultura puede construirse a partir del estudio sistematizado (en una escuela, universidad, etc.), de la educación informal (autodidacta) y de la experiencia adquirida a lo largo de los años.